Cómo consiguió el Cartel de Cali 'legalizar' el narcotráfico
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Narcos

Cómo consiguió el Cartel de Cali 'legalizar' el narcotráfico

Tras la muerte de Pablo Escobar en 1993, la organización criminal colombiana renació y se multiplicó, cambiando su centro de operaciones y extendiendo sus tentáculos a muchas partes del mundo.

Todos estaban dentro, porque quedarse fuera significaba aparecer podrido a orillas del Río Cauca. El día que Pablo Escobar murió, el Cártel de Cali se abalanzó de pleno sobre su trono, para ocuparlo durante principios de los años 90. En aquella etapa el narcotráfico colombiano logró agrandar rápidamente sus redes a base de sutiles intercambios, sobornos y paraísos fiscales.

Atrás quedaban los populismos y aspavientos de terror de Escobar: los nuevos dueños del negocio se hicieron llamar los Caballeros de Cali, porque sus métodos iban a ser mucho más discretos y gentiles, incluso cuando se trataba de hacer desaparecer a algún enemigo en el fondo del río.

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La tercera temporada de Narcos amasa una fortuna de aciertos al saber dar relevo a las andanzas del capo colombiano, gracias a una pléyade de personajes que multiplican el carisma de la serie. Un cártel de cocaína es como una hidra: cuando pierde una cabeza, otras tantas emergen para ocupar su puesto. Con la caída de Medellín, el Cártel de Cali se puso enseguida al mando del contrabando de cocaína, y se convirtió en el enemigo público número uno. En esta tercera temporada, cuatro líderes criminales colombianos se encargan de aumentar exponencialmente las operaciones de tráfico de droga desde Latinoamérica a Estados Unidos, al tiempo que las formas narrativas de la historia mutan por completo, para relatar un arco de sucesos que hasta ahora giraba casi únicamente en torno a la glorificada figura de Pablo Escobar.

Al final de la segunda temporada de Narcos, el agente Peña (Pedro Pascal), así como todos los seguidores de la serie, se encontraban con esta gran pregunta: "¿Cuánto sabe Peña sobre el Cártel de Cali?" Esta vez, el oficial de la DEA no podrá contar con la ayuda del agente Steve Murphy, que cumplió con su ciclo tras dar caza a Escobar. Aunque en la vida real Peña abandonó Colombia casi un año después de la muerte de Escobar, en la serie es reclutado por su contacto de la CIA para continuar la guerra contra la droga allí, teniendo claro que su objetivo ha cambiado y se ha propagado como la mala hierba. Peña tiene nuevos enemigos, un nuevo escenario y muchas más tramas que investigar.

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Hasta ahora les conocíamos como los 'Pepes', colaboraban con la CIA a espaldas de Escobar y tejían sus planes en la sombra. Con Escobar en el hoyo, el Cártel de Cali toma el primer plano del poder, porque a rey muerto, no le mires el dentado: sigue habiendo toneladas de cocaína por repartir. Peña deberá estar muy atento, porque el éxito de los Caballeros de Cali se sustenta en una sociedad sólida, fundamentada en fuertes lazos de amistad. El líder de la banda es Gilberto Rodríguez Orejuela (Damián Alcázar), del que nunca se separa su hermano Miguel Rodríguez Orejuela. A sus lados, Pacho Herrera (Alberto Ammann), encargado de las conexiones internacionales, y Chepe Santacruz (Pêpê Rapazote), responsable de la venta y traslado de droga en Nueva York, un tipo al que no conviene interrumpir cuando está disfrutando de un corte en la peluquería. Con estas ramificaciones del imperio de la droga colombiano, la serie alcanza un punto de vista múltiple. Además de adentrarnos en la perspectiva de la DEA a hombros de Peña, podremos explorar los entresijos políticos con la intervención del senador estadounidense, aprender algo de ingeniería fiscal y de blanqueo de dinero, y ver cómo se las gastaba la prensa en los años 90.

Pero, ¿cómo consiguió el Cártel de Cali "legalizar" el narcotráfico? Sus cuatro líderes se hicieron con el legado de Escobar, lo depuraron y profesionalizaron hasta operar el 80% del tráfico de cocaína del mundo. Para controlar la nueva dimensión de su organización, el Cártel organizó una eficiente red operativa que llegó a penetrar las más altas esferas políticas de Colombia. La hidra fagocita a todo aquel que se pueda convertir en un enemigo, transformándolo en un socio de su franquicia criminal, hasta erigir una infraestructura sofisticada e indetectable. Su cadena de corrupción contaba con eslabones de todo tipo, desde economistas y contables a ingenieros, además de prestigiosos abogados de los Estados Unidos y Colombia. No había margen de error, por eso la hidra debía extender sus tentáculos tan profundo y tan alto como pudiera.

Los nuevos antagonistas de la serie de Netflix construyen un puente entre Colombia y los Estados Unidos, pasando por México y multitud de paraísos fiscales como Panamá, en un recorrido que les reporta miles de millones de dólares. Con cada rulo se puede escuchar cómo crece esa extraña melodía, la dislocada unión de los sonidos solapados de un haz de coca ascendiendo con un bufido sordo por un tabique nasal, y el golpe blando de otro fajo de billetes agrandando la montaña. ¿El título de la canción? 23.500 millones de dólares al año. O lo que es lo mismo, 22.500 dólares cada 30 segundos. Menos de lo que se tarda en hacer una raya.