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Vi ‘Los Simpson’ por primera vez en mi vida y no lo aguanté

¿Cómo habéis aguantado al cretino de Homer tanto tiempo?
MA
traducido por Mario Abad
Imagen vía Fox Broadcasting

Hasta esta semana, nunca había visto un episodio de Los Simpson. A ver, no me pongas esa cara y deja que me explique: a mis padres no les gustaban los dibujos animados y cuando crecí y fui lo suficientemente mayor para decidir verla por mí misma, me dio palo buscarla en internet. Además, la “época dorada” de Los Simpson —entre la tercera temporada y la décima, según me cuentan— no está disponible en ninguno de lo servicios de streaming que utilizo. Sea como sea, el caso es que nunca la he visto. Cuando se lo comenté a mis compañeros de trabajo, me miraron como si me hubiera salido un tercer ojo. Uno de ellos me enseñó la foto del niño con pelo azul y gafas rojas y me preguntó: “¿Sabes quién es este?”.

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“Por supuesto”, respondí, y acto seguido le enseñé el meme en el que ese chaval sale lanzándole un frisbee a nadie, corriendo tras él y volviéndolo a lanzar.

“¿Pero sabes cómo se llama?”, insistió mi compañero. Nope. Ni idea.

Siempre he sido consciente del prestigio cultural de la serie —de los cameos de los famosos, de su influencia en la cultura popular y de, efectivamente, los memes—, pero no me sabía los nombres de los personajes ni era del todo consciente de su inmenso alcance. Yo pensaba que tuvo su momento de gloria allá por la década de los 2000 y luego desapareció, sin más. Por no tener no tenía ni idea de que aún se emitía.

Cuando decidí —bueno, realmente me obligaron mis editores— darle una oportunidad a Los Simpson, me quedé un poco intimidada ante los casi 639 episodios que tenía por delante, por lo que preferí que alguien me guiara en mi aventura. Contacté con Tyler Shores, un estudiante de doctorado de Cambridge que en 2003 dio una clase en la UC de Berkeley titulada “The Simpsons and Philosophy”.

“Ahora es más frecuente que se haga referencia a la cultura popular en las clases, pero en aquella época no había cursos en los que se usaran textos que no fueran académicos o clásicos”, me explicó Shores por Skype. “Creé este curso para un semestre y la verdad es que no esperaba que se presentaran tantos alumnos. En el primer año acudieron 500”. La clase se hizo tan popular que incluso llegó a oídos de los guionistas de la serie, que la sacaron en el episodio “Una pequeña en la gran liga”.

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Odio profundamente a Homer. No he podido disfrutar la serie por culpa de su carácter. No me parece un tipo divertido o agradable, sino más bien un aprovechado insufrible y patético. No entiendo cómo la gente lo soporta

Shores seleccionó 11 episodios para que los viera, basándose en mis propios intereses tal y como yo se los había manifestado. Confié en él; su conocimiento de la serie parecía casi enciclopédico y debo decir que cada uno de los episodios que vi —casi todos de la época dorada— contenía algo diferente, ya fuera un protagonista principal distinto, una fórmula narrativa diferente, diversos objetivos del humor satírico de la serie o distintos cameos de celebridades. En la lista también incluyó uno de sus episodios favoritos y otro favorito de Matt Groening. Esta es la lista completa:

1. “Lisa, la vegetariana”; temporada 7, episodio 5

2. Homer, el hereje; temporada 4, episodio 3

3. “La última salida a Springfield”; temporada 4, episodio 17

4. “El enemigo de Homer”, temporada 8, episodio 23

5. “Marge contra el monorraíl”; temporada 4, episodio 12

6. “Y con Maggie son tres”; temporada 6, episodio 13

7. “Homer, el grande”; temporada 6, episodio 12

8. “Un pez, dos peces, pez fugu, pez azul”; temporada 2, episodio 11

9. “Homer, hombre malo”; temporada 6, episodio 9

10. “La casa-árbol del terror I”; temporada 2, episodio 3

11. “¿Quién disparó al Sr. Burns?”; temporada 6, episodio 25, y temporada 7, episodio 1

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Primero, las malas noticias: en general, la serie no me ha gustado. Tampoco es sorprendente, porque nunca me han gustado las telecomedias y siempre me ha costado hincarle el diente a una producción que no tuviera continuidad argumental o al menos un arco narrativo extendido. A mucha gente le gustan las series que no tienen continuidad porque cualquiera puede ver un capítulo sin necesidad de haber visto los anteriores. Sin embargo, para mí esa cualidad hace que me atraiga menos. La única serie que me gusta, The Good Place, tiene un argumento completamente distribuido a lo largo de todos los episodios.

Pero las razones por las que no me han gustado van más allá del formato: odio profundamente a Homer. No he podido disfrutar la serie por culpa de su carácter. No me parece un tipo divertido o agradable, sino más bien un aprovechado insufrible y patético. No entiendo cómo la gente lo soporta. O bien te ríes de él, lo cual me parece tristísimo, o de las situaciones en las que se ve involucrado por su torpeza y de las que consigue salir con más o menos éxito. Y la mayoría de estos éxitos parecen logrados a costa de otros personajes, mucho más meticulosos y trabajadores.

Cuando acabé de ver "El enemigo de Homer", deseé que fuera Homer quien muere al final del capítulo

Por eso, quizá, mi episodio favorito de todos los que vi fuera “El enemigo de Homer”, una especie de metaepisodio en el que la despreocupada vida de Homer se ve amenazada por Frank Grimes, un tipo diligente y muy trabajador. Shores me dijo que también era uno de los episodios favoritos de Matt Groening.

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Respeto muchísimo a la serie por molestarse en hacer del abogado del diablo con uno de sus personajes principales, y ese episodio demostró ese nivel de sensibilización que ha hecho a la serie tan popular. Sin embargo, cuando terminó, deseé que fuera Homer quien muere al final del capítulo y no Grimey.

los simpsons frank grimes

Imagen vía Fox Broadcasting

Otra de las razones principales por las que no me gusta la serie es la forma en que tratan a Marge, casi como si fuera un felpudo. Obviamente, la serie empezó a emitirse en 1989, antes de que “lo políticamente correcto” —también conocido como ser tolerante y empático con la gente— empezara a convertirse en el centro de la preocupación de mucha gente. No es que no esperara encontrarme una serie libre de prejuicios, pero el hecho de que siguiera gustándole a tanta gente y que se considerara bastante progre para su época me hizo albergar esperanzas. Pero no, o al menos no en lo que respecta al trato que recibía Marge. No entiendo por qué no se ha divorciado ya del capullo de Homer. Ni siquiera he tenido que tomar notas mientras veía la serie para recordar nítidamente estos momentos:

  • En “Marge contra el monorraíl”, Marge lanza la idea de usar el superávit presupuestario de Springfield para reparar las carreteras, propuesta que solo acaba siendo aceptada después de que el padre de Homer exponga sus argumentos, irónicamente contra las obras en la carretera (supongo que esto debería hacerme gracia). A Marge la ignoran completamente (imagino que esto es el toque satírico, ¿no?). Más tarde, Marge investiga el monorraíl y descubre que se trata de un fraude. Sin embargo, aunque ha sido ella la que ha hecho todo el trabajo, es Homer el que resuelve la situación pese a su idiotez supina (más festival del humor). Claro que sí, los hombres se llevan todo el mérito. Otra vez.

  • En “El enemigo de Homer”, Marge prepara una estupenda cena con langosta para que Homer se reconcilie con Frank Grimes. Homer ni siquiera le ha dicho a Marge que Grimes no sabe nada de esa cena (nuevamente, se supone que este momento ha de ser gracioso). A estas alturas, la serie me parece como una constante tomadura de pelo para Marge, que siempre se deja el pellejo haciendo cosas para que luego llegue el patán de su marido y lo fastidie todo. Lo odio. Lo odio mucho.

  • “Y con Maggie son tres” es quizá el episodio que más me cabreó de todos, a juzgar por mi presión sanguínea mientras lo veía. Tres personas distintas me recomendaron este episodio por ser “sincero”. En él, Homer deja su odiado puesto en la planta nuclear para dedicarse al trabajo de sus sueños en una bolera. Esa premisa, al menos, está bien. Cuando Marge se queda embarazada, decide ocultárselo a Homer porque sabe que con el nuevo trabajo de su marido no serían capaces de mantener a otro hijo.

    Mediante flashbacks, sabemos que cada vez que Marge se quedó embarazada, Homer se enfadó tanto que se arrancó el pelo de la cabeza (lo cual, por lo visto, es supergracioso). Homer es lo peor interpretando los sentimientos de su mujer o cuidando de ella en cualquier aspecto, como con las náuseas matutinas (otra cosa que es para partirse, parece ser). Luego el hombre empieza a quejarse —aunque ES ELLA la que está dando a luz— hasta que finalmente tiene a la pequeña Maggie en sus brazos. Homer se enamora al instante de Maggie y vuelve a su trabajo en la planta nuclear para ganar más y poder mantenerla.

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El señor Burns manda colocar una placa que die: “ Don’t forget you’re here forever” (No lo olvides: estás aquí para siempre), pero Homer la cubre con fotos de Maggie hasta que solo se lee “ Do it for her” (Hazlo por ella). Adelante los “¡Oooh!”. Resulta que es un episodio emotivo porque Homer siente algo por su propia hija durante unos tres segundos. Por supuesto, démosle a Homer un puto trofeo.

  • En “Homer, hombre malo”, en el que Homer va a una feria de golosinas, Marge es su mula de carga. Qué divertido.

“Homer, hombre malo” me cabreó de un modo que solo podría cabrearme una serie de los 90. En este episodio, los medios lo señalan por “acosar sexualmente” a una estudiante de posgrado. Pero lo cierto es que Homer solo estaba intentando despegar una Venus de Milo de gominola de su culo. Homer aparece en un programa de la tele en el que editan su entrevista para que parezca que “admite” que es un acosador.

Si bien el episodio es un ejemplo perfecto del efecto bola de nieve que pueden llegar a provocar los medios con determinadas noticias, la premisa sobre la que se basa es pura basura, porque absolutamente nadie en este planeta montaría una manifestación porque a una estudiante le hubieran agarrado del culo.

homer simpson su dulce cu

Imagen vía Fox Broadcasting.

Para mí, esta hipérbole ni es graciosa ni tiene una lectura satírica. Y con ello no pretendo decir que la serie no estuvo a la altura con ese momento #metoo. Es que el mundo funciona así. Ayer me acosaron por la calle en tres ocasiones de camino al trabajo, y otras dos de vuelta a casa. Me han manoseado tantos desconocidos que he perdido la cuenta.

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Si a alguien le importara lo más mínimo esto como para hacer algo al respecto, quizá me podría sentar a ver este capítulo y reírme un rato, pero resulta que este episodio me parece el menos realista de todos, incluyendo los especiales de Halloween.

Y ya no hablemos de mi decepción con la forma en que se trata a Lisa en la serie. Eso lo dejaremos para otra ocasión, pero que conste que era mi favorita.

En la serie las caras de los asiáticos están dibujadas de forma extraña, mientras que a otros personajes simplemente les ponen la misma cara con tonos de piel distintos

Pese a todo lo anterior, tampoco quiero restarle mérito a Los Simpson. Hay que reconocer la enorme influencia de la serie en la cultura pop, en las telecomedias e incluso en la política. Presenta un humor que no existía antiguamente y ha llegado incluso a crear un léxico propio. Es más, hay aspectos de la serie que me encantan:

  • Su metahumor irreverente. Mi parte favorita sin lugar a dudas es una de “Lisa, la vegetariana”. Tras ver un capítulo de Rasca y Pica, Lisa se lamenta de cómo los dibujos animados intentan inculcar ideologías determinadas. “Los dibujos no tienen mensajes, Lisa”, replica Bart, y añade que se han creado para ser violentos sin más. En ese preciso instante, Homer irrumpe en la sala, abriendo la puerta y aplastando a Bart contra la pared. Me encanta que rompan la cuarta pared para hacernos reflexionar sobre nuestros propios hábitos de consumo.
  • Los juegos de palabras y las dobles interpretaciones que tanto abundan en la serie son una verdadera delicia.
  • Me gustó mucho la sátira de los francmasones. No cabe duda de que la crítica histórica y política son parte del ADN de Los Simpson, y se aprecian sobre todo en el personaje del señor Burns y la planta nuclear.
  • Los cameos de las celebridades son magníficos y ayudan a crear una conexión entre la serie y el mundo real. Me encantó ver a Paul y Linda McCartney sobre el tejado de la tienda de Apu y a Leonard Nimoy en la ceremonia inaugural del monorraíl. Incluso desde mi limitada perspectiva, aprecio reminiscencias de su influencia en las telecomedias modernas. También son dignas de mención las numerosas referencias enciclopédicas, desde Charles Dickens a Tom y Jerry.
  • Curiosamente, mi elemento favorito de toda la serie es el pelo. Es algo reductivo, pero lo veo como una sinécdoque de la absurda atención que prestan al detalle en la serie. Me encanta que no haya nadie en la ciudad con una melena tan estrafalaria como Marge —que se dobla cuando se sube al coche o se pone el gorro del pijama—. Me encanta que parte de su melena se le cortara en “Última salida a Springfield”, cuando el señor Burns llega a casa de los Simpson en helicóptero. Me encanta que esa terminación en corona de Bart a veces funcione como su propia cabeza y a veces como pelo —como cuando lo peinan para ir a la iglesia o a una cena elegante—.

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Por desgracia, mi desprecio hacia Homer y el maltrato a Lisa y Marge me impidió disfrutar de todas esas cosas positivas.

También contribuyó a mi opinión negativa el trato que recibe Apu, un personaje asiático. Un ejemplo: cuando Homer cuestiona su religión en “Homer, el hereje”, dice que no pasa nada por ser “cristiano, judío o…”, mientras señala al santuario a Ganesh de Apu “… lo que sea eso”. Me pareció, a nivel personal, ofensivo.

Por otro lado, en la serie las caras de los asiáticos están dibujadas de forma extraña, mientras que a otros personajes simplemente les ponen la misma cara con tonos de piel distintos. No sé muy bien cómo interpretar eso, si no es suponiendo que, dado que todos los habitantes de Springfield son amarillos, de alguna manera tenían que incluir otros “rasgos” raciales para diferenciar a los personajes asiáticos. Ya se ha hablado largo y tendido sobre el tema de la raza en Los Simpson y en otras series de los 90, por lo que no voy a ahondar más en el tema.

La serie retrata una imagen de Estados Unidos que no se corresponde con la mía y que nunca lo hará

Para mí, el problema fundamental es simplemente que no me identifico con Los Simpson, una familia blanca en una pequeña ciudad con una mayoría de población blanca. La serie retrata una imagen de Estados Unidos que no se corresponde con la mía y que nunca lo hará. Y, por supuesto, no soporto a Homer y su condición perpetua de héroe por accidente.

Si te encanta Los Simpson y te parece una serie muy especial, genial. Si la usas como marco accesible para tratar cuestiones filosóficas, mejor aún.

Eso sí: no me pidas que vea otro episodio.

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