“Ganamos los que siempre perdemos”: Así festejaron a AMLO en el Zócalo
Fotografías por Hans Máximo-Musielik.

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elecciones méxico 2018

“Ganamos los que siempre perdemos”: Así festejaron a AMLO en el Zócalo

Hace 84 años que no triunfaba un izquierdista las presidenciales mexicanas.

Las calles que llevan al Zócalo también pueden ser un espacio de reflexión sobre los triunfos y las derrotas, o al menos anoche lo fueron. Mientras las hileras de simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se dirigían al corazón de la Ciudad de México, algunos ciudadanos conversaban sobre el significado de la apabullante victoria del líder izquierdista que finalmente lo logró, luego de tres intentos por ganar una elección presidencial.

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“Nos tardamos 12 años”, dijo una treintañera, refiriéndose al presunto fraude cometido contra el tabasqueño en 2006. En ese entonces, el panista Felipe Calderón Hinojosa superó a AMLO por 0.46 por ciento (unos 400 mil votos). Las trompetas de plástico, los vítores y los tambores que resonaban en el centro de la capital del país no impedían que los ciudadanos cruzaran interpretaciones sobre los resultados electorales preliminares, que colocan al candidato presidencial de la coalición Juntos Haremos Historia con 53 por ciento de los votos, seguido de lejos por Ricardo Anaya y José Antonio Meade, que alcanzarían 23 y 16 por ciento, respectivamente.

Un hombre emocionado que portaba una máscara de AMLO sacudía a su pareja, mientras comentaba: “No lo puedo creer, tardamos 30 años, 30”. El recuerdo de otro presunto fraude, este ocurrido en 1988, aún provoca nostalgia en buena parte de los mexicanos. En aquella ocasión, el candidato de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, perdió ante el priísta Carlos Salinas de Gortari. “Ganamos los que siempre perdemos”, decía el hombre de la máscara de candidato, mientras cruzaba una de las calles que llevan al Zócalo.

La diversidad de ganadores

A un lado de ellos, unos veinteañeros ondeaban una bandera de arcoíris, cantando lo que muchos entonaron anoche, “Cielito lindo”, la canción típica mexicana que se escucha tanto en partidos de futbol como en las reuniones de francachela. Y es que a buena parte de la gente que festejó anoche suele vérsele más en las marchas de protesta que celebrando triunfos electorales. Muchos de los ahí reunidos han participado en las acciones para legalizar el aborto o reglamentar los derechos de la comunidad LGBTQ+. Lo mismo han andado esas calles para exigir la aparición de estudiantes que para recriminar los imparables feminicidios.

“Histórico. Por primera vez somos mayoría. Aunque se hizo hasta lo imposible para que no ganáramos, ganamos por demasiado. Ahora sí, si queremos cambiar las cosas, las podemos cambiar entre todos. Ganamos todos”, comenta Hugo, de 28 años, mientras ayuda a sostener una megabandera de la comunidad LGBTQ+.

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Ayer convivieron en el Zócalo banderas de arcoíris con estandartes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Y muchas banderas de México. Ello a pesar de que otra fuerza política que postuló a López Obrador es el Partido Encuentro Social (PES), integrado por evangélicos que se oponen al reconocimiento de los derechos de personas homosexuales.

El propio AMLO, conservador en este tipo de temas, sorprendió durante los festejos, al mencionar durante uno de sus discursos que “el Estado dejará de ser un comité al servicio de una minoría y representará a todos los mexicanos. A ricos y pobres; a pobladores del campo y de la ciudad; a migrantes, a creyentes y no creyentes, a seres humanos de todas las corrientes de pensamiento y de todas las preferencias sexuales”.

Y efectivamente, la comunidad LGBTQ+ lo apoyó, quizá más que los propios evangélicos, pero sin duda a la par de otros sectores poco atendidos por los gobiernos del PRI y el PAN, como los indígenas, los jóvenes, los obreros, los campesinos, los profesionistas con expectativas de desarrollo estancadas por la falta de oportunidades. La fiesta del Zócalo estaba repleta de mujeres y hombres que rebasan los 65 años. A estos últimos prometió duplicarles los apoyos estatales.

Todos caben

Mientras López Obrador, de 64 años, pronunciaba su discurso, el corifeo “Es un honor, estar con Obrador”, “El pueblo, unido, jamás será vencido”, “Presidente, presidente, presidente”, “Sí se pudo, sí se pudo” y “No estás solo, no estás solo” se reproducía creando una sensación de empatía solo comparable con la conexión que se experimentó cuando Vicente Fox ganó la elección presidencial de 2000, poniendo fin a siete décadas ininterrumpidas de gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En el templete, AMLO aparecía radiante, rejuvenecido, al lado de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, y de sus cuatro hijos, José Ramón, Andrés Manuel, Gonzalo Alfonso y Jesús Ernesto.

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El tabasqueño agradeció a los dirigentes sociales y políticos de otros años, muchos de ellos ya fallecidos, quienes hicieron posible que una fuerza de izquierda llegara finalmente al poder. Antes de López Obrador, los historiadores suelen ubicar al presidente Lázaro Cárdenas del Río como un mandatario de izquierda, en el periodo 1934-1940. El hijo del general jugó por las presidenciables en 1988 y 1994, pero no ganó. Hace 84 años que no llegaba un político de izquierda a la presidencia de la República.

“Millones de católicos, millones de evangélicos, millones de librepensadores”, dijo eufórico López Obrador, contribuyeron al triunfo de su movimiento. “No les voy a fallar. Vamos a cumplir todos los compromisos”. Y alzó el puño.

Las consignas de los miles de asistentes al Zócalo retumbaban frente a la Catedral Metropolitana y hacían vibrar la fachada de Palacio Nacional, donde el candidato triunfador de las elecciones mexicanas se reunirá con el presidente Peña Nieto, el próximo martes a las 11 de la mañana, según anunció el propio López Obrador.

Los cláxones de las calles aledañas, la algarabía de los muchachos que entonaban con enjundia Cielito lindo, las lágrimas de las ancianas, la euforia de los cuarentones y cincuentones desencantados por sentirse marginados de la vida laboral… Eso, un poco de todo esto cupo ayer durante el festejo de aquellos acostumbrados a que sus candidatos perdieran las elecciones presidenciales.

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Esos 53 por ciento no los tuvo ni Salinas

Ahora, el llamado de AMLO apunta hacia la reconciliación nacional. Hay un 47 por ciento de mexicanos que no votaron por él. Muchos de ellos están preocupados, vacilan con la idea de dejar el país e incluso lucen asustados luego de las campañas negras que equiparaban a López Obrador con el expresidente venezolano Hugo Chávez. Por ello además de decir en sus discursos que no expropiará propiedades, enfatizó que no será un dictador, que respetará la autonomía del Banco de México y que continuará con los acuerdos con organismos financieros internacionales.

Un asomo de esta inconformidad se paseó anoche en medio de los festejos. Una camioneta paseó por esas mismas calles con el estéreo a todo volumen. La canción de “Movimiento naranja”, emblemática de uno de los partidos que apuntaló al candidato derechista Ricardo Anya, resonaba a todo volumen ante la mira impávida de los celebrantes. Los ojos furiosos del conductor parecían mandar un mensaje de los tiempos por venir: los ahora vencidos no están contentos.

Sin embargo, ese 53 por ciento de votos es todo un golpe político en la mesa. Salinas de Gortari ganó con 50 por ciento de los votos en 1988. Su antecesor, Miguel de la Madrid, tuvo el 71%. Pero eso era antes. Los presidentes de este siglo no habían obtenido un porcentaje similar al de AMLO. El candidato que perdió dos veces tiene ahora, en su tercera vencida, los apoyos en su tablero. Y el Zócalo capitalino se lo hizo saber.