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Identidad

Esta es la fiesta más queer y descontrolada de Buenos Aires

Un lugar dónde expresarse, bailar y ser marica para combatir la hegemonía hasta que sale el sol
Fotos cortesía de Turbo Ballroom
Fotos por Turbo Ballroom

Artículo publicado por VICE Argentina

Es sábado y son cerca de las 20 horas. En un pequeño living de Colegiales, Franco García de 21 años está en cuclillas con aguja e hilo en mano. Viste un kimono, slip y medias, y está cosiendo esmeradamente. Aún le falta terminar otra de las prendas que llevará a la ballroom de la Fiesta Turbo que se realizará a pocas cuadras, en La Confitería. La consigna o bien el “dresscode” de la fecha es aborto fashionista. En ese momento, la Cámara de Diputados debatía la ley de interrupción voluntario del embarazo: la ley que legalizaría el aborto. “Ballroom” significa literalmente “salón de baile” y es el nombre de un tipo de evento que tuvo su auge en Nueva York a fines de los años 80. Era entre latinos y afroamericanos gay de bajos recursos que se encontraban para competir, ya sea desfilando o bailando con trajes que ellos mismos hacían. Ese mundo y algunos de sus protagonistas fueron inmortalizados en el famoso documental Paris Is Burning (1991). En el ball nació el voguing, un estilo de danza que se inspira en las poses de los modelos de la revista Vogue. Willi Ninja, uno de sus exponentes legendarios explicó que es como un desafío: “en vez de pelear, lo llevas a la pista de baile”. Está prohibido tocarse. La famosa canción de Madonna no habla de la revista. Habla de las maricas.

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Fran explica el outfit que lucirá en la runway (pasarela), una de las cuatro categorías de este ball. “El concepto es fantasía Gucci. Tomé la idea de un desfile. Con la ayuda de las amigas (León y Felipe) le cosimos apliques y botones a un traje verde que era de mi abuela. Detrás le pinté el pañuelo del aborto” y muestra una funda de traje: “en el desfile que vi, lo usaban de prenda”. Empezó a armar todo hace tres días. “Fue intenso porque recién el miércoles tuve dinero. El jueves fui al Once con las amigas, después animé un cumpleaños. Trabajo en eventos de noche y animando fiestas infantiles. Y aquí estoy, terminando el truque”. ¿Truque? “Trucar es hacer que algo barato, roto, no muy lindo se vea bien, sea funcional a tu outfit. Por eso decís: este tapado re truca, es re trucable. ¿Qué vas a trucar? El truque. También es como un truco visual que hacés a la gente, pero entre amigas lo entendemos. Hay que trucar más en la vida”, opina Fran.

Suenan tres canciones en loop. “Un Demonio” de Bandana, “Applause” de Lady Gaga y “Gimme More” de Britney Spears. Son las que le tocaron en el lipsync, la otra categoría donde se anotó. En ella los participantes deben interpretar el tema moviendo los labios pero sin cantar. Hace un par de días se dieron a conocer los títulos. Es su primera vez participando en un ball. “En el trabajo me desenvuelvo sin pudor delante de familias, gente que no conozco y que piensa de otra forma. Agarro el micrófono, hablo con todos, hago chistes. Y pensé: ¿por qué no poner todo ese entusiasmo en un ambiente que me gusta? además fui al ball anterior y me quedé con ganas”.

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Eduardo Piris de 27 años ganó el lipsync en la fecha anterior y hoy vuelve a participar. Es santafesino y actualmente es recepcionista en un hostel por Congreso. Además es artista visual y performer. “De chico consumí mucho El Palacio de la Risa, era muy fanático de Tortonese y Urdapilleta. A los 20 vi un documental sobre la activista Marsha P. Johnson donde nombraban el ball. Empecé a investigar y me voló la cabeza. Solamente lo hacían los negros maricones. Era muy marginal, todo lo que estaba mal en esa época. Me pareció increíble. En Argentina tenemos nuestras propias luchas que nos distinguen: mirá la consigna del aborto. Es algo que se está viviendo acá en este momento”. Edu sostiene que “muchas personas son reprimidas socialmente ya sea por su sexualidad, cuerpo o identidad. Ahora los que sentimos que no pertenecemos a la norma encontramos gente que piensa igual y quiere construir algo paralelo. Creo que eso da lugar al ball aquí y ahora: la voluntad de unir, visibilizar y construir”.


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Nazareno Marozzi de 23 años también reincidirá en el lipsync. “Con mis amigos supimos del evento por Instagram. La vez anterior participé y me encantó. Me pareció un lugar hermoso, liberador”. Naza es actor, coreógrafo y docente de teatro. “Elijo el lipsync porque permite interpretar los temas desde lo actoral y lo bailado”, dice. “También porque soy drag queen en proceso: estoy aprendiendo y el lipsync es parte esencial del show de una drag”. Para Naza, el ball es necesario. “Se necesita un espacio donde cade une pueda ser libre, afirma utilizando lenguaje inclusivo. “Bailar, disfrutar, expresarse en un lugar seguro con gente que está en la misma. Me parece que más allá del arte es una movida social, hasta te diría política. Algo que nace en respuesta al odio y la discriminación que se vive afuera. Yo acá me siento muy tranquile, como en casa”.

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En el salón principal de una antigua confitería sobre la avenida Federico Lacroze la acción está por comenzar. Unas 170 personas forman un semicírculo alrededor del medio de la pista. Arriba del escenario una mesa acomoda a los jueces y a Rodrigo Rotpando, DJ y uno de los organizadores de Turbo, fiesta donde empezaron a hacerse batallas de voguing el año pasado. Ahora, las batallas tienen su propia noche: la del ballroom. Hace 14 años que arma movidas en el ámbito queer y gay. “Acá tomamos la estética del ball, pero más que una competencia es un lugar de expresión orientado a las disidencias sexuales y de género, a los cuerpos diferentes y no hegemónicos. Básicamente esto es un muestrario de nuestra comunidad, un espacio para poder celebrarnos”.

Rotpando, quien musicaliza el evento, explica cómo el ball argentino difiere inevitablemente del original. “Vemos con admiración y respeto a las drags y maricas afroamericanas que crearon su universo por fuera de una norma que las excluía. De esa lectura partimos, pero esto es Argentina y somos otra sociedad. Muchas somos conurbanas que nos criamos bajo la fusión de la cumbia, el trap, y el pop marica de divas”.


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Por otro lado, mientras en la runway de antaño se apuntaba mucho a trucar opulencia, acá "no nos enganchamos tanto con la fantasía de riqueza”, y el ball argentino “tiene impresa nuestra historia contracultural queer, desde las movidas queerpunk hasta el Parakultural de los años 80, el transformismo local y la nueva generación que ama a Rupaul. Hay una generación que entiende el drag y un montón de formas performativas como liberadoras”, sostiene.

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Nubecita Vargas de 23 añs es parte del jurado. “Tengo recuerdos de mis cuatro o cinco años y estar encerrada bailando. Aprendí sola. Todo lo que aprendí lo aprendí sola. Después supe que lo que hacía tenía un nombre y se podía perfeccionar: era medio voguing. Luego empecé a trabajar en la Turbo, una fiesta donde se valoran los cuerpos diferentes que se expresan a través del baile y de la música. Y nosotros organizamos el primer ballroom en Argentina”. Esta noche, juzga lipsync y runway. “El lipsync es mi herramienta. La entreno muchísimo. Soy muy buena. Y juzgo runway porque bueno, soy preciosa”. Su pelo es largo y tiene un gorro amarillo de lana. Arriba, auriculares negros. En la nariz, un gran aro amarillo flúor. Un saco negro de peluche, porque está flasheando “moderna 2000”. Cosió su top en una hora antes de ir al trabajo, además de estudiar cine, trabaja en un teatro. También customizó un par de botas altas, arriba de las cuales se ven sus muslos sin depilar. Nube es lo que hoy se llama un cuerpo “no hegemónico”. Es gorda. Y en la pista lo da absolutamente todo.

La anfitriona de la noche es Sónica Satana, una drag de Florencio Varela conocida por su estética dark y su gusto por el rock. Tiene la carita de Nirvana tatuada en el omóplato, y si la encontrás desmontada puede que lleve la remera de “Goo” de Sonic Youth. Esta noche sus tacos están cubiertos de medias verdes, lleva un minivestido del mismo color con un dibujo del pañuelo de la legalización estampado en el pecho, un piloto y gafas oscuras.

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La primera categoría de la noche es runway. Fran camina dentro de su funda y sobre taquitos de charol blanco. Entre los otros participantes están Fabri Obregón, a.k.a Chaco, ganador de runway y voguing en la edición anterior. Está de verde prácticamente de pies a cabeza. Sus tacos también están cubiertos de medias y su cara por una máscara. “La máscara la hice yo. No sabía coser, no me salía al principio”. Fabri trabaja en atención al cliente de una tarjeta de crédito y se acaba de mudar a Capital desde Zona Sur. Acerca de la concepción de su look abortero, explicó “sacás inspiración de todos lados, ya sea de figuras como James St. James y los clubkids o de una marca de ropa. Vetements había hecho una producción con una chica que tenía toda la cara cubierta. Me llamó mucho la atención y dije: me encanta, quiero hacerlo”. Dedicó tres noches a coser la máscara a mano.

Luego sale una drag alta y estilizada con tacos con plataforma y cubierta de una tela rosa. Cuando se la quita revela que debajo está bañada en sangre de mentira y no viste más que un arnés de cuero. Desfila con la mirada penetrante, luciendo uñas tipo alien y una pelada de látex. Es Dixit Lepetit, compitiendo por primera vez. “¡Qué precioso ese aborto! Aborto Lepetit…” exclama Sónica. De repente escupe sangre y algunas gotitas llegan al público. Más tarde, en el baño, explicará: “Cuando supe la consigna del aborto fashionista dije “¡Yes!” Amé, me encantó. Lo vi como un modo poético de decir que si bien no somos cuerpos gestantes, apoyamos la causa porque es un derecho. Hay que apoyar los derechos de todos. Y dije: tengo que trucar un feto saliendo de una placenta”. El público acompaña con aplausos y gritos desquiciados. “Esto se debe sentir como ir a la cancha de Boca”, dice uno de los presentes. Los jueces hacen sus evaluaciones en el acto; sin embargo, los ganadores son anunciados todos juntos al final de la noche.

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Llega el lipsync. Los participantes se deslizan de un lado a otro, haciendo piruetas y tirándose al piso mientras modulan. Naza está descalzo con medias bucaneras y portaligas, un corsé rojo, pestañas postizas y un abanico. Sacude y tuerce su cuerpo furiosamente al ritmo de “Tu Veneno” de Natalia Oreiro. Junto a él, dos drags en tacos saltan, se abren de piernas y revolean sus cabelleras. Luego la audiencia aplaude a los concursantes uno por uno. Los jueces tienen en cuenta el aplausómetro, pero la decisión final será suya. Sónica recuerda al público que un buen lipsync exige saberse la letra y que para bailar está el freestyle. “Cómo les gusta ver saltar a las maricas”, comenta, aludiendo a las ovaciones recibidos por los más bailarines.


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Freestyle es una categoría nueva que decidieron añadir para que más gente pudiera participar, ya que muchos no entendían lo básico del voguing. “Creemos que bailar libera. Nos parecía que sacando los límites iban a pasar cosas piolas”, afirma Rotpando.

Finalmente, voguing. Beltranny Latina (nombre real: Beltrán Horisberger, 26), viene participando de todas las batallas. “Soy de Paraná, donde no está bien visto para un varón querer bailar. Las dudas e inseguridades no me dejaron llevar adelante ese sueño. Pero cuando vine a Capital me animé. Hace poco empecé una época de mi vida donde dejé de frenarme y comencé a hacer lo que siempre quise”. Beltrán trabaja en administración gastronómica, juega al rugby desde chico y modela para una agencia plus size. Además, con un amigo tienen un proyecto de dance crew de cuerpos gordos maricas.

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Con respecto a la importancia que está teniendo el ball en Buenos Aires, piensa que “existía una necesidad latente de abrazar las culturas legendarias del under, sólo faltaban los ingredientes correctos para hacerlo. Uno de ellos fue la difusión de Paris Is Burning. A mí me pegó fuerte, creo que le pasó a muchas. En ella vi una comunidad que podía resolver las necesidades que eran negadas a las personas con identidades disidentes. Me cautivó muchísimo la sensación de familia y comunidad que se generaba en torno a estas bellas disciplinas: el runway, el voguing. Y decidí empezar a voguear”.

Habiendo conocido las escenas en Chile y Nueva York, puede hacer una comparación con la porteña. “Les argentines somos muy apasionades. Acá es salir ante una horda de maricas hambrientas de mariconerío que parece que te van a comer viva o te van a amar. Los que estamos del otro lado, en la pasarela, lo sentimos. Se escuchan unos gritos, unos aullidos, chiflidos, aplausos, chasquidos de dedos. En otros lugares se vive un poquitito más solemnemente. Buenos Aires le da esa cosa latina, sanguínea. Es pasión, y es fantástica”.

En voguing también participa Chaco, ahora enfundado en un conjuntito de Adidas. “Recién empecé a bailar en agosto. Una amiga me mostró videos de voguing y me enamoré. Dije: quiero ser parte. Después empecé a tomar clases y nutrirme de esto que me hace súper feliz. Me genera un montón de cosas súper lindas, pero al principio también me costó aprender a disfrutar de bailar”. Sin embargo, Chaco se convirtió en una estrella de la Turbo al ganar voguing además de runway en el ball anterior. Hoy ganaría el vogue de nuevo.

“El ball representa todo por lo que luchamos”, afirma Chaco. “Somos todas maricas en contra de un sistema súper machirulo que nos maltrata constantemente. Entonces generamos este espacio donde nos reunimos en comunidad. No importa si vas a trucar, a hacer lipsync, a bailar, a mirar, o solo a estar. Es hermoso”.

La noche casi termina. En el baño de mujeres, Dixit está frente al espejo quitándose los tacos. La pileta está llena de sangre de mentira. “Es la primera vez que me hago esta pelada”, dice, refiriéndose a la capa de látex que cubre su cráneo. “No quedó muy pulida, pero se trata de esto, de ir investigando, incorporando nuevos materiales y técnicas. Y hoy gané… lo hice bien, decía”. Efectivamente, Dixit fue la ganadora del runway. Se llevó un trofeo y mil pesos. “El arnés lo hice yo en Navidad de 2016….se ponía nostálgica”. Ríe tímidamente. “Y esto es un pedazo de tela del Once que me puse a modo de placenta. Y funcionó, se entendió”, agrega.

Son casi las 12 y la mayoría de la gente se ha ido. En la terraza de La Confitería, algunos quedan charlando y tomando algo. Beltrán aún está cubierto de brillantina verde y con el pañuelo atado al cuello. “Yo me formé en el deporte en equipo donde la competencia es muy exitista, entonces me costó muchísimo largar la idea de venir a ganar”, cuenta. “Decidí seguir viniendo para soltarme y poner en escena lo que hago. Hoy lo disfruto muchísimo y el resultado es indistinto para mi persona. Celebro a los ganadores y los quiero. Conociéndonos acá vogueando me parece que surge esto de comunidad, de sororidad gay. Y de alguna forma profundiza el deseo de seguir bailando”.

Antes de partir, Beltrán reflexiona: “a todas las identidades disidentes que no nos paramos en la filita, que nos dijeron que no a un montón de cosas, hoy caminar una runway o voguear es un acto político. A todas esas que te dijeron que no, les estás diciendo “¡Bye bitch, bye feas!”. Creo que ese es el mensaje más importante. Y lo fantástico del ballroom es eso: es un lugar donde todes podemos ser lo que no podemos ser afuera”. Todavía.