Así es hacer crónica roja con los del Q’hubo en Bogotá
Ilustración: Camilo Castro | VICE Colombia.

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Así es hacer crónica roja con los del Q’hubo en Bogotá

"Siempre me preguntan qué es lo peor que he visto. Todo es lo peor, todo".

Artículo publicado por VICE Colombia.


Al capitán José Fernando Agudelo lo mataron a tiros. A bala. A plomo. Dos disparos en la cara y tres en la espalda cuando estaba en el suelo. Fue en el barrio Los Andes, al norte Bogotá, el 26 de julio a las 8 de la noche, a dos cuadras de su casa mientras paseaba al perro. En “un presunto ajuste de cuentas”, como Miguel me enseñaría a llamarlo luego. En un 901.

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9:00 a.m. - Redacción del periódico Q’hubo, Bogotá.

Que un hombre fue encontrado sin vida en el baño de la Súper Intendencia de Salud de los Alamos, dice Julieth revisando sus apuntes. Que una víctima de género femenino apareció en Mochuelo Alto con dos heridas en el tórax, dice Karen. “¿Identificada?”, pregunta el editor. “No”. Uno a uno, hablan los demás periodistas. Dos hermanos apuñalados por cinco venezolanos que intentaron robarlos. Un taxista baleado en la localidad Kennedy. El alcalde de Bosa intimidado por dos sicarios. Al fin, el turno es para Miguel Castellanos. Alto, joven, un poco belfo y de brazos tatuados. “A José Fernando Agudelo, un capitán retirado de la Policía Nacional, le pegaron cinco tiros al lado de su casa”, dice.

Funciona. Va de portada.

Miguel Castellanos. Foto: Sebastián Comba Rico | VICE Colombia.

10:15 a.m. - Redacción del periódico Q’hubo, Bogotá.

Mientras esperamos que nos recoja la camioneta de Guillermo, los periodistas se ponen de acuerdo en la ruta. Lo mejor es ir de norte a sur. Empezar por el capitán de Los Andes y buscar luego a los hermanos apuñalados en el Hospital San José de la calle 67 con 50. "Hasta Mochuelo no vamos porque se nos traga el día, que Karen llegue en taxi y la recogemos en Kennedy para encontrar testigos de su baleado". De ahí, a la Superintendencia de Salud por el muerto en el baño del octavo piso y ya está. "Si todo sale bien, estaremos de vuelta en la redacción antes de las 2 y quizá, con algo de suerte, podamos almorzar".

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10:30 a.m. - Camioneta de Guillermo.

"Siempre me preguntan qué es lo peor que he visto", dice Miguel. "Todo es lo peor, todo. Lo que pasa es que ya casi nada me sorprende. Cuando uno cree que dio con el límite, aparece algo más macabro. Una vez, me tocó el caso de una pareja que habían encontrado desnuda al lado de un río. Los habían matado a cuchilladas, con saña, con sevicia. Seguro por venganza. Y luego, a los pocos meses, un muchacho que asesinó a la madrastra, la picó en pedacitos y la escondió en cajas debajo de la cama. ¿Ves? Siempre hay más".

"Uno trata de verlo como es", dice. "Como una historia que hay que denunciar. Como un crimen, el del día. Y entonces, se va acostumbrando. Al principio es duro. He tenido compañeros que vuelven llorando las primeras semanas. Que se quiebran cuando ven las familias en la morgue reconociendo a sus muertos y se quedan mudos cuando tienen que preguntarles quién les pegó el balazo. No es fácil. Nunca es fácil, pero alguien tiene que contarlo y tampoco voy a decir mentiras: a mí me gusta ser ese alguien".

11:00 a.m. - Barrio Los Andes.

Las respuestas de los vecinos me parecen cada vez más inútiles. Que sí, que ellos escucharon los tiros, pero no saben nada. Que anoche lloviznó. Que al capitán lo veían siempre por la cuadra de ‘allá’. Que no era tan joven, pero tampoco tan viejo. Que iba a misa y recibía la comunión. Que sacaba al perro dos veces al día. Que el perro tenía las orejas puntudas.

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Los vecinos que rodean el caso de Agudelo Moreno. Foto: Sebastián Comba Rico | VICE Colombia.

Comienza a llover. Miguel dejó su chaqueta en la van de Guillermo, pero no parece importarle. En la cuadra de ‘allá’ hay dos tiendas, una panadería y varios almacenes de repuestos para carros, unas cabinas de internet y un restaurante que sirve corrientazos.

—Señora, estoy buscando a la familia del capitán que murió anoche. ¿Usted no sabrá algo de ellos?

—Deben estar en la clínica porque hoy operaban a la hermana. Sin embargo, mire bien en el local de tenis. Ellos son los dueños.

Es una puerta blanca, esquinera y metálica que, por supuesto, está cerrada. Los vecinos no dan razón, pero algo salta entre sus evasivas y comienza a encajar la historia: a las 8 de la noche, Agudelo Moreno y su hermana paseaban al perro por segunda vez. Cuando llegaron a la esquina de la carrera 60D con 97A, les dispararon desde una moto. Los dos primeros tiros fueron para el capitán, el tercero para la pierna izquierda de su hermana y los tres siguientes de nuevo para él.

“Se cree que los sicarios habrían estado siguiendo a José por varias horas, o incluso días, pues él siempre tomaba la misma ruta y fue a mitad de camino, justo a antes de llegar a su casa”, escribirá Miguel más tarde.

11:30 a.m. - Barrio Los Andes.

Sin una foto del capitán no hay portada. Es por eso que hay que dar con la familia. ‘Foto en vida’, me enseñaron a llamarla en la redacción. Igual que ‘presunto ajuste de cuentas’ a la venganza, ‘occiso’ al muerto, ‘víctima de género masculino’ al hombre, ‘intimidación’ a la amenaza, ’galeno’ al médico y ‘santa sepultura’ al entierro.

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También me ensañaron a hablar en código con los policías: un 901 es un asesinato, un 910 un herido. Hay otros novecientos para suicidios, atracos, violaciones, explosiones, incendios, muertes naturales. La lista sigue hasta llegar a mil. “A los policías no les gustan los periodistas y una forma de ganárselos es hablar su idioma”, me habían dicho antes de salir.

"No somos sangre y tetas, como dicen por ahí. Es más, la reto a que encuentre una sola foto de un muerto en nuestras páginas" —Carlos Jaramillo.

Llueve con más fuerza y Miguel y yo recorremos la misma calle por segunda vez. Lo que sabemos sigue siendo escueto, no hay foto y parece imposible llegar a la familia.

—¿Qué pasa si se cae la historia?— le pregunto.

—No se puede caer —me responde.

11:45 a.m. - Barrio Los Andes.

Tres velas blancas sobre el andén, un ramo de rosas y un corrillo de mujeres alrededor. Las más devotas de la virgen de Guadalupe, patrona de la iglesia del barrio, improvisan un altar para el capitán. Supieron de la tragedia porque el grupo de logística de la parroquia, al que desde luego pertenecía Agudelo Moreno, hombre de comunión semanal y buenas costumbres, envió el anuncio por WhatsApp acompañado de una foto y una oración. Si Miguel convence a las devotas y la virgen se pone de su lado, hay historia y hay portada.

El altar improvisado para el capitán José Fernando Agudelo. Foto: Sebastián Comba Rico | VICE Colombia.

—Vecina, ¿usted sabe cómo puedo contactar a la familia del capitán?—le pregunta Miguel a una mujer mayor de sombrilla vinotinto.

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Ella no responde y le clava los ojos en los brazos desnudos.

—Ay, veci. Si me hubiera puesto la chaqueta seguro me habría dado hasta el teléfono.

Quince minutos más tarde, la historia está completa, con datos y foto. José Fernando Agudelo tenía 52 años y su hermana 48. El llegó muerto a la clínica Shaio y ella se recupera después de una cirugía en la pierna del disparo. La policía, que apareció pocos minutos después del atentado, sigue investigando el caso y sospecha que fue “un presunto ajuste de cuentas con personas de dudosa reputación que pudieron considerarlo un obstáculo para continuar con su actuar delictivo”.

—Mijo, no se haga más de esos tatuajes tan horribles—le dice la mujer al despedirse.

12:30 p.m. - Camioneta de Guillermo.

Al bochorno del carro se suman el calor del trancón y las rancheras de despecho que Guillermo, a falta de radio, tiene puestas en su celular. Aún faltan los casos de Karen y Julieth: los hermanos apuñalados, el taxista baleado, la mujer del Mochuelo y el muerto del octavo piso. Ya es medio día y el plan de ruta no va ni por la mitad. De seguro ya no hay almuerzo.

3:40 p.m. Redacción periódico Q’hubo.

Mientras Miguel escribe su nota, yo espero en la oficina de Carlos Jaramillo, editor y jefe.

"Popular y burdo no son lo mismo", me dice. "Este es un periódico popular, no uno chambón. Hacemos noticias calientes y hablamos de asesinatos, pero sabemos hacerlo. No mostramos sangre, no acusamos sin pruebas, no contamos sin fuentes. Si hablamos de violencia, es simplemente porque nuestra realidad es violenta".

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Según el estudio EGM Marcas del 2018, Q’hubo es tercer periódico más leído en Colombia, después de El Tiempo y El Espectador. Tiene ediciones regionales en 11 departamentos y es el número 1 en la lista de diarios populares para estratos 2 y 3. Su fuerte, desde luego, son las noticias judiciales, heredadas de Felipe González Toledo en El Liberal, José Joaquín Jiménez en El Tiempo y Alfonso Upegui Orozco, ‘Don Upo’, en El Espectador.

Carlos Jaramillo, editor y jefe del diario Q'hubo en Bogotá. Foto: Sebastián Comba Rico | VICE Colombia.

Esas crónicas rojas, ahora bien llamadas amarillas, que se cuentan entre extravagancias: “Temblando de miedo quedó la aseadora de una empresa del sector de la salud luego de hallar en uno de los baños un cuerpo sin vida”. Con títulos sensacionalistas: “Asesinado a puñal por una deuda”. Y tonos rimbombantes: “La noticia que recibió Luz Marina dejó su corazón roto en mil pedazos: su hijo, su adoración, había sido asesinado el martes por dos hombres”.

"Nosotros le contamos a la gente eso de lo quiere hablar al otro día", dice Jaramillo. No somos sangre y tetas, como dicen por ahí. Es más, la reto a que encuentre una sola foto de un muerto en nuestras páginas.

8:00 p.m. - Redacción periódico Q’Hubo.

5 DISPAROS AL CAPITÁN, dice en primera plana el periódico ya listo para imprimir. “Barrios Unidos. En los Andes, un excapitán de la policía fue asesinado en un presunto ajuste de cuentas”.