Todas las fotos cortesía de Victoria Vidal
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Victoria Vidal: Porque te ahorras los billetes de vuelta. Porque no hay prisa, así que tienes tiempo para perderte y puedes arriesgar más. Porque es más barato y útil que casarse. Porque te evitas las marabuntas y el calor de agosto. Porque haces un máster en fotografía. Porque dejas de tener envidia de los viajes de los demás. Porque creas recuerdos para una o varias vidas. Porque haces amigos de todos los rincones del mundo. Y si no me paras puedo seguir hablando durante horas…¿No te sentiste sola?
Qué va, si siempre viajo en pareja así que más bien lo contrario. Estuvimos juntos las 24 horas del día durante un año entero; ni siquiera teníamos espacio para enfadarnos. Además cada día conocíamos a alguien diferente. Hay mucha gente viajando sola que, aún así, casi nunca está sola.
En la Isla de Pascua, un Rapa Nui loco me persiguió con el palo de una bandera a modo de lanza. En Turquía me perdí por las montañas de la Capadocia y me atacó una manada de perros salvajes. Pero seguramente el día más surrealista fue en la selva amazónica boliviana. Primero me tiré al río para nadar con una manada de delfines rosas, y luego me di cuenta de que el agua estaba llena de caimanes y anacondas. De vuelta al campamento, sin querer pisé una tarántula mientras me duchaba. Por suerte llevaba chanclas. Y por la noche, siguiendo unas huellas de jaguar por la selva, me paré sobre un nido de hormigas rojas que me acribillaron las piernas. Luego apareció un caimán en el camino, y mientras intentábamos rodearlo, me picó una avispa roja en el cuello. Pero nadie me hizo caso porque justo apareció una serpiente muy venenosa, una yoperojobobo. Los locales se pusieron muy nerviosos porque estábamos a tres días del hospital más cercano.
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Es algo que me preguntaba en cada lugar que visitaba. ¿Estaría bien vivir un tiempo aquí? Y en muchas ocasiones la respuesta era sí. El invierno creo que lo pasaría en Nueva Zelanda o en la Patagonia para disfrutar de sus paisajes, que allí es verano. En primavera me iría a Japón; con los cerezos en flor está precioso. En verano me quedaría en Tailandia, en Indonesia o en Laos, por la gente, las playas y los animales. Y el otoño lo pasaría en Perú, a comer sin parar. Y vuelta a empezar.
Menos cosas de las que pensaba. Quizá vestirme bien de vez en cuando. A mis padres, familia y amigos, lógicamente. Y tener una rutina diaria y un trabajo estable al que ir cada día. Es broma, la rutina es el demonio.¿Peligró tu vida en algún momento?
Seguramente. En Río de Janeiro, nos dio por querer fotografiar una favela como fuera. Así que nos fuimos a una de las más grandes y espectaculares, a Rocinha. Allí le pedimos a la gente que nos dejara subir a sus azoteas, porque necesitábamos un punto elevado para la foto. Pero fue cuando nos adentramos mucho en la favela cuando nos dimos cuenta de lo mucho que llamábamos la atención. Todo el mundo nos miraba, y vimos algunos movimientos raros. Nunca me había sentido tan insegura. Pero al menos sacamos buenas fotos.
Al contrario. Se me hizo corto. Me habría gustado alargarlo un año más.¿Cómo ha cambiado tu percepción del mundo?
Más allá de momentos puntuales como el de Brasil, creo que el mundo es un lugar mucho más seguro de lo que nos hacen creer. La mayoría de gente solo quiere vivir su vida tranquilamente con su familia, y estará encantada de ayudarte. En Irán, por ejemplo, es donde me sentí más acogida del mundo. La gente allí es maravillosa, aunque la versión que se vende de su país a menudo sea terrible.
El miedo a lo desconocido y a lo diferente. Pensar que lo tuyo es mejor que lo de los demás. La falta de empatía y de respeto, tanto hacia las personas como hacia la naturaleza y los animales.¿Qué sentiste al volver a casa?
Volver a casa no fue tan difícil, Barcelona me encanta. Fue la vuelta a la rutina lo que me mató. Pasar de ver nuevos paisajes y amaneceres cada día, conocer a nuevas personas y culturas, descubrir animales salvajes… A despertarme cada día a la misma hora, coger el bus, trabajar mil horas y volver a casa agotada. Por eso tengo tan claro que volveré a hacerlo. Más pronto que tarde.