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Comida

Oda a las franquicias de comida rápida desaparecidas

España fue demasiado dura para ellas.

Imagínate por un momento que —joder, PERO IMAGÍNATELO DE VERDAD— te levantas uno de esos putos domingos en los que tienes la cabeza totalmente desintegrada por culpa de haberte pasado, literalmente, 10 horas bebiendo y lo único que te apetece en este mundo es ir a un sitio de esos de comida rápida y comerte una hamburguesa llena de grasa y muerte. No es que no tengas —que no la tienes— la capacidad mental ni la destreza física suficiente como para ponerte a cocinar (AKA hervir guisantes) si no que cual preñada de manual repleta de antojos ese día solamente te apetece engullir ternera muerta, mutilada, prensada, cocinada y servida de forma rápida y eficiente. Es domingo de resaca y no quieres utilizar el cerebro, no quieres ni hablar con gente. Lo tienes todo calculado; llegarás al local, meterás la tarjeta en una de esas putas máquinas de hacer pedidos sin seres humanos y, tras esperar un rato en la cola, te largarás del local para poder tragarte toda esa mierda mientras vuelves muy lentamente hacia tu casa —en ese estado quedarte comiendo en el local con toda esa gente loca gritando sería contraproducente— y dejarás que la fina brisa de otoño acaricie con sus frías manos tu compungido rostro. Pero algo ha pasado, algo ha cambiado. Cuando te detienes delante del restaurante de comida rápida te das cuenta de una cosa, ahora, en vez de grandes carteles que anuncian apetecibles bolitas de pollo empanadas a un euro, hay un póster de una tía en bragas que te jode el día. ¿Cómo que "Intimissimi"? ¿Dónde esta mi puta carne?

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Es triste pero no te queda más remedio que aceptarlo; el negocio ha cerrado. Parecía un ser inmortal, invencible, un golem estoico que no palidecía ante nada pero realmente se trataba de un ser tan delicado y frágil como la cordura de un peón de obra. Recordemos pues, en forma de sentido homenaje, a todas esas franquicias de comida rápida que antaño apoyaron sus cimientos en nuestras tierras y que no tardaron en hundirse y desaparecer, tragadas sin dilación por el contundente sentido crítico de los españoles. Malditos españoles, ¿por qué? "Maniáticos, lo habéis destruido. Yo os maldigo a todos".

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SBARRO

Empezaremos con uno de los grandes. Nunca entenderé como este mastodonte de la comida rápida fue derrotado dentro de los confines de su natal mar Mediterráneo. Su oferta de porciones de pizzas (enormes) y platos de pasta combinaba perfectamente con el ambiente de sus locales. Sus restaurantes eran una amalgama desfasada donde lo cutre se abrazaba con lo selecto, un comedor social empapelado como el Palacio de la Zarzuela. Su intento de parecer un espacio con clase y fracasar lo convertía en algo entrañable, el concepto de kitsch en su máximo esplendor.

De algún modo esta franquicia ofrecía una muy respetable labor social, pues te hacía pensar que gastándote solamente unos 5 € en un plato básico de pasta, una porción de pizza y una bebida —que servían en esos vasos grandes y que, si lo pedías educadamente en la barra, podías rellenar siempre que quisieras—podías comer como un auténtico señor. No tenías dinero pero esa cantidad de comida acompañada de esos locales exuberantes te hacían pensar que aún tenías una oportunidad en la vida. Además, había un montón de condimentos gratis; aceites varios, quesos rallados y orégano, cosa que siempre venía bien cuando entrabas al local sin intención de consumir nada pero con una barra de pan que sazonarías a tu gusto. No nos engañemos, está claro que era un sitio cutre y popular pero amablemente cutre y popular. Era comida barata disfrazada de pseudoexquisitez y servida con entrañable pseudoelegancia.

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También tenían menús para gente con dinero; ofertas que incluían platos de carne, pescado, lasaña y otras maravillas que ya no recuerdo y que nunca llegué a consumir. Sbarro nos ayudaba a comer por cuatro pesetas pero también nos dejaba bien claro hasta dónde podíamos llegar.

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POKIN'S

¿Alguien se acuerda de esta mierda? Esto es un viaje directo a esa época en la que aún no sabías ni para qué servían tus genitales —bueno, de hecho yo aún no tengo ni idea. "¿Qué tal si nos hacemos un Pokin's?", probablemente alguno de esos viejos con los que sales por la noche a ver conciertos de "garaje" se le ha escapado esta mierda alguna vez, un lapsus mental que os recuerda que el tipo, en vez de salir y emborracharse con chavales, debería quedarse en casa cuidando de sus dos hijos. Cuenta la leyenda que en 2014 todavía quedaba un restaurante de esta compañía en Albacete. Yo personalmente me niego a creerlo.

¿Qué ofrecía Pokin's? Pues básicamente era una copia flagrante del McDonald's. Su gran baza era que las tarjetas de metro de algunas localidades incluían un 2x1, cosa que permitía una considerable rebaja sobre el precio final de los menús. Creo recordar que también ofrecían hamburguesas a cien pesetas. Me jugaría las pelotas que una vez fuimos allí con un colega y nos pillamos 16 hamburguesas por ochocientas pesetas. Este despropósito hizo que terminásemos lanzándolas por los aires en una especie de excitación preadolescente sin límites. Estábamos como en un extraño estado de embriaguez causado por la amistad infinita y la comida de mierda.

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Lo interesante de esta franquicia era que situaba sus locales en spots poco habituales, por lo que eran una bendición para todos aquellos chavales que vivían lejos del centro y no podían frecuentar los típicos McDonald's y Burger Kings que se instalaban en esas zonas.

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WENDY'S

Yo esto nunca lo viví. Es como una de esas historias que cuentan los ancianos alrededor de una hoguera. No quieren hablar de ello pero cuando beben siempre se les escapa algo, una pista, un comentario. "En Wendy's esto no pasaba", "si los de Wendy's levantaran la cabeza…", ya me entendéis.

Cuando esta compañía intentó establecerse en nuestro país durante los años ochenta mi mente aún no estaba lo suficientemente desarrollada como para percibir la gloria que se estaba aconteciendo en España. He escuchado algunas historias pero no puedo recrear esa época ni con la imaginación, me parece algo imposible que Wendy's estuviera en España.

De todos modos sí que he tenido la gran suerte de haber probado los deliciosos manjares de esta cadena alimenticia en el extranjero. Destacaría sus patatas hervidas y la Cheesy Cheddarburger, un manjar exquisito de 0,99 céntimos —uno siempre va con el presupuesto ajustado—, un precioso conglomerado de queso que aún ninguna otra hamburguesa de bajo coste ha podido superar. De todas formas lo mejor de ese sitio son los cubiertos de plástico; mucho mejores que los de cualquier otra franquicia que he visitado y, por supuesto, muy superiores a los que un servidor tiene en casa. Lo bueno del Wendy's se encuentra, como podéis ver, en los pequeños detalles.

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PIZZA HUT

Esta franquicia aún no está muerta pero está moribunda, está pidiendo a gritos que la desconecten. La verdad es que nunca le he deseado mal a nadie pero joder, gracias a Dios de que Pizza Hut esté fracasando. De pequeño me llevaron ahí una vez y, con toda la ilusión del mundo, me puse a mirar las ofertas en los paneles luminosos. Como ahora, la imagen mental que tenía de una pizza era la de una pizza de verdad, como las que se comían las Tortugas Ninja. ¿Pero qué pasó? Sí, claro, ahí solamente tenían pasteles con queso. En ese momento comprendí que esto de vivir no sería una tarea sencilla.

Me parece extraño que con el boom de las pizzas a domicilio que sufrió España en los noventa (no nos olvidemos de Pizza World) Pizza Hut no mantuviera su estatus, pues era la única que ofrecía pizzas al estilo Chicago. Esto no gustó demasiado y los españoles, de forma fulminante, se negaron a aceptar eso como pizza y bajaron el pulgar para que los gladiadores y los leones se comieran a ese pobre judío tembloroso venido de Norte América.

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PLANET HOLLYWOOD

El invento ese de Arnold Schwarzenegger, Bruce Willis y Sylvester Stallone. Menudo fracaso. Qué duró, ¿un día? No lo sé, solamente sé que cuando lo anunciaron supe que no pisaría ese antro en toda mi vida. A veces se cometen decisiones equivocadas; a veces una copa de más puede llevarte a un juicio, a veces las ganas de masturbarte y un banner camuflado pueden destrozarte el ordenador. A veces, jugar a ser dueño de una franquicia de comida rápida puede ser una de las peores experiencias de tu vida. De la tuya y la de todos los españoles.