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Cultură

@Diostuitero habla sobre el desgobierno de España

Vamos de cabeza a nuevas elecciones con los mismos candidatos para que vuelva a pasar exactamente lo mismo.

Tres años estuvieron los cardenales mareando la perdiz, o la paloma, en este caso, tras la muerte del Papa Clemente IV (1268). Hartos de que les gorroneasen, los habitantes de Viterbo, que es donde se hallaban sus eminencias, decidieron encerrarles bajo llave ( "cum clave", de ahí viene la palabra cónclave) y ponerles a rigurosa dieta de pan y agua hasta que no eligiesen de una vez al nuevo Papa. ¡Y vaya si se dieron prisa! Enseguida el Espíritu Santo iluminaba a estos santos varones y Gregorio X era elegido Sumo Pontífice. Antes tuvieron que ordenarle sacerdote, porque ni siquiera lo era, detalle sin importancia que le pasó inadvertido a la paloma inspiradora.

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Quizá debiésemos hacer lo mismo con nuestros representantes: encerrarles en el Congreso a pan y agua hasta que salgan con un Gobierno hecho y derecho, o izquierdo; y si el Espíritu Santo no quiere bajar, que baje el de la transición, o el de Juanito o el que sea. Menos la Niña del Exorcista, que es muy veleta, cualquiera vale.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues muy fácil, hablando de llaves, quien tiene la llave en la política española es el PSOE. Es el único partido que puede pactar a izquierda y a derecha, pero a la vez como todo el mundo sabe cualquiera de las dos opciones le supone un inmediato harakiri.

No puede pactar con el PP, partido imputado por corrupción y con un presidente "indecente" en palabras de Pedro Sánchez. Si pacta con la derecha, dejaría de ser su alternativa y daría la razón al discurso de la casta formulado por Podemos. Resultado: buena parte de sus electores, que no le quedan ya muchos, se pasarían a la formación morada, que se nutre con gran fruición de sus filas.

Cerrada la vía de pacto por la derecha, podría aceptar el ofrecimiento de Podemos y formar gobierno con ellos, IU y los nacionalistas. En este caso no serían los votantes del PSOE los que se dividirían, sino el propio partido, que se partiría en dos y la cabeza de Pedro Sánchez rodaría por la alfombra de Ferraz, bajo la guadaña de Susana Díaz. La misma noche electoral Pablo Iglesias se dedicaba a ponérselo todavía más difícil al líder socialista, con su exigencia del referéndum catalán como extraña línea roja en un partido que dice venir a acabar con la emergencia social. El pobre Pedro no ganaba para sustos: se reunía con el Rey y se enteraba por boca del monarca de que Pablo ya le había formado gobierno, permitiéndole ser el presidente títere de un ejecutivo con un vicepresidente todopoderoso al que debía agradecer además semejante "sonrisa del destino".

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Mientras su partido le marcaba sus propias líneas rojas en el Comité Federal, a Pedro no le quedaba más opción que pactar con Ciudadanos. Mariano se había pasado de frenada en su inacción habitual y había cometido un error de bulto: renunciar a intentar formar gobierno, dejándole la iniciativa política durante un mes entero (que en política es mucho tiempo) a su mayor enemigo. Pedro aprovechó el regalo gustoso: reina por un día, o por un mes, centro de los focos y tronista de la nueva política, escenificó un rimbombante acuerdo hacia la nada con el otro chico aseado de la política española, Albert Rivera, con el cuadro del Abrazo de Genovés de fondo, como una llamada al espíritu de la transición que, al igual que el de Juanito cuando se le reclama en el Bernabeu, nunca está ni se le espera. Pero la imagen era potente: los Batman y Robin de la política, frente al villano Rajoy, Doctor Podrido. Ahora quedaba lo más difícil, convencer al Devorador de Mundos Pablo Iglesias para unirse a la Patrulla Galáctica.

El periodo de negociaciones parecía haber fortalecido a Pedro Sánchez, que de tanto hacer de presidenciable ya casi lo parecía. Medios como el Financial Times, la denominada "Biblia de la economía", así lo atestiguaban, y las encuestas parecían favorecerle, sobre todo las de El País, claro.

Al menos había ganado tiempo en la lucha interna por la sucesión dentro del partido, donde muy a su pesar sí ha logrado establecer un verdadero consenso: el de que hay que echarle. Ha conseguido que antiguos enemigos remen ahora juntos en su contra: Rubalcaba y Chacón, Madina y Susana Díaz, Zapatero y Bono, Felipe y Guerra… de ahí que Pedro, aislado, decidiera refugiarse en los militantes, a cuya decisión sometió la política de pactos.

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Lo mismo haría Pablo Iglesias, porque en Podemos, como en todas las religiones, surgía el primer cisma: en el partido de los círculos decorativos, Pablo I fulminaba de la noche a la mañana a Sergio Pascual, el secretario de organización, número 3 del partido, sin pestañear y con deshonores. El número 2, Errejón, se pillaba tal rebote que se tiraba una semana enfurruñado, para que se notase. Ni tuiteaba ni nada, nos tenía preocupados. Compromís volaba por libre, y las Mareas mareaban. Ada madrina Colau asomaba por el horizonte.

Podemos sufría y Pablo cambiaba la cal viva por un libro de baloncesto. Llegaba un "Podemos" más amable, en palabras de Iñigo Errejón (cuando recuperó el habla, claro).

Imposible: por mucho que al final en política todo se desdibuje, no se puede juntar en un mismo proyecto al partido del IBEX-35 con el del 15M, a los defensores de la sacrosanta unidad española con los de la línea roja de los referéndums de independencia, a los abanderados de la flexibilidad laboral con los chicos de Izquierda Anticapitalista. El experimento te explota en la cara.

La foto de los tres partidos reunidos con expresión de ¿qué coño hago yo aquí? fue la partida de defunción del tiempo de Pedro Sánchez. Hasta aquí habíamos llegado.

En ese momento, Mariano despertaba de su letargo invernal e incluso concedía una entrevista a Jordi Evole, algo así como el demonio con cuernos y rabo en Génova 13. En un anterior programa de Salvados un par de ex ministros del PP y la reina de la charca de ranas, Esperanza Aguirre, le habían pedido que diese un paso atrás y permitiese gobernar a Pedro. No conocen a Mariano. Llegó a presidente cuando nadie daba un duro por él, allá por el Congreso de Valencia de 2008, con la Cope, El Mundo y buena parte de su partido en contra, tras perder dos elecciones contra ZP, el culpable de todos los males que asolaban a España, incluidas las hombreras y Gran Hermano 16.

¿Permitir Mariano que gobernase el PSOE habiendo ganado el PP las elecciones? ¿Retirarse y dejar la presidencia a otro miembro del PP, reconociendo así que Sánchez tenía razón al llamarle indecente? Absurdo. Pero se llenaron y se llenarán páginas y páginas de periódicos con el tema. De algo hay que hablar.

Ahora le ha ofrecido la vicepresidencia a Pedro, igual que la madrastra ofreció la manzana envenenada a Blancanieves.

¿Qué nos espera? Pues ya lo dije la misma noche electoral: repetición de elecciones. Y con los mismos candidatos. Si vuelve a repetirse el mismo resultado, hacedme caso: bajo llave y a pan y agua.

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