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¿Te acuerdas de Haití? Giles Clarke sí

El 12 de enero de 2010 hubo un devastador terremoto en Haití. Y éstas son las imágenes de un país devastado.

El 12 de enero de 2010 hubo un devastador terremoto en Haití que dejó sin vida a 230 mil personas, muchos más heridos y un millón y medio de personas sin techo. Aunque los medios de comunicación han dado la vuelta a la página, muchos haitianos todavía están luchando por sobrevivir en campamentos en Puerto Príncipe, a lo largo de la costa. En Léogâne, un pueblo costero cerca del epicentro del terremoto, noventa por ciento de los edificios quedaron destrozados. Una cuarta parte de los residentes murieron. Muchas organizaciones de ayuda humanitaria, como Médicos Sin Fronteras, tenían contratos de dos años con el gobierno haitiano para ofrecer servicios a los campamentos, pero estos contratos han expirado silenciosamente, dejando a miles de familias en apuros.

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Muchos no hablan del terremoto y encuentran consuelo en lo espiritual, tanto en iglesias cristianas como en ceremonias vudú. Hay unas 12 mil ONG's registradas en Haití, pero sigue siendo el país más pobre del hemisferio occidental.

Léogâne, a 32 kilómetros al oeste de Puerto Príncipe, fue uno de los pueblos que recibieron el golpe más duro. Los supervivientes fueron atendidos en barcos hospital anclados frente a las costas en los días después del terremoto.

La ONU y muchos organismos internacionales de ayuda están contribuyendo de forma activa a reconstruir las casas y las vidas de la gente. Sin embargo, muchas personas no dormirán nunca más en edificios de piedra o concreto y tendrán que pasar el resto de su vida viviendo en tiendas de campaña y casas provisionales, detrás de las ruinas desvencijadas de los edificios que quedan.

Así se ve Cité Soleil, un barrio marginal cerca de Puerto Príncipe, donde viven unos 400 mil residentes en situación de extrema pobreza. La zona se considera una de las más pobres de Latinoamérica. Cité Soleil ha mantenido abierto de forma precaria su sistema de canales de alcantarillado, y sólo hay electricidad esporádicamente; también hay algunos hospitales y una escuela pública, el Liceo Nacional de Cité Soleil.

Niños en el dique de Cité Soleil. Los barcos del fondo están cargados de carbón que se transporta desde una isla al norte de la costa.

En los almacenes en Cité Soleil, jóvenes miembros de bandas (o "soldados", como ellos mismos se hacen llamar) se resguardan del sol del mediodía. Durante muchos años la zona estaba dominada por pandillas, cada una de ellas controlando unas cuantas calles. El control del gobierno se restableció tras de una serie de operaciones de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití, a principios de 2007, con la participación de habitantes locales. Aunque las bandas ya no gobiernan la zona, aún son habituales los asesinatos, secuestros, saqueos y tiroteos. La zona ha sido denominada como "un microcosmos de todas las enfermedades de la sociedad haitiana: desempleo endémico, analfabetismo, servicios públicos inexistentes, condiciones antihigiénicas, delincuencia galopante y violencia armada". Después del terremoto, la ayuda tardó dos semanas en llegar a Cité Soleil.

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El desabasto ha ido decreciendo pero no a un ritmo suficientemente rápido.

En las esquinas de casi cualquier calle de Haití hay vendedores ofreciendo carbón para cocinar y hervir agua, ya que la madera se ha vuelto muy escasa. Esto no es una consecuencia directa del terremoto, sino una tendencia a largo plazo que se ha ido manifestando a lo largo del último siglo. En 1923, más de 60 por ciento de las tierras de Haití eran forestales; en el 2006 habían caído hasta el dos por ciento.

Un hombre con muletas en Leogâne.

Un hombre cosecha caña de azúcar en los campos que rodean Leogâne. La central azucarera de Darbonne da empleo a más de mil trabajadores para que cosechen la caña y a otros 250 en la planta de procesamiento. Haití solía producir 250 mil toneladas métricas al año de azúcar en bruto, pero lucha ahora no sólo contra los efectos del terremoto sino también contra los productores de azúcar del mundo desarrollado, que ejercen un control absoluto sobre la industria.

Bill Clinton, que fue enviado especial de EU a Haití, habló para la agencia Democracy Now unos meses después del terremoto y admitió que EU había hecho un “trato del diablo” cuando adoptó unas políticas de comercio que destruyeron la producción de arroz de Haití y dañaron gravemente la producción de azúcar del país:

“Desde 1981 y hasta aproximadamente el año pasado, cuando la empezamos a reconsiderar, Estados Unidos siguió la política de que los países ricos que producen mucha comida tenían que venderla a los países pobres y aliviarles de la carga de producirla ellos mismos, de manera que, con suerte, pudieran pasar directamente a la era industrial. Esto puedo haber sido positivo para algunos granjeros de Arkansas, pero no ha funcionado. Fue un error. Un error del que yo tuve parte de culpa. No estoy señalando a nadie. Yo lo hice. Tengo que vivir cada día con las consecuencias de que Haití haya perdido la capacidad de producir una cosecha de arroz con la que alimentar a su pueblo, a causa de lo que yo hice. Nadie más”.

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Estas mujeres han terminado de lavar ropa en el río La Goseline, que atraviesa Jacmel en dirección al mar. Cuando el huracán Sandy golpeó aquí una semana antes de que lo hiciera en EU, muchas de las plantaciones bananeras situadas en los márgenes del río fueron anegadas y ahora el país tiene que importar plátano y cocos de la República Dominicana, lo que ha aumentado considerablemente los precios de los alimentos.

El cementerio de Léogâne.

Joumabon enciende una pipa de tabaco dentro de un mausoleo.

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