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Cultură

Elmore Leonard es el puto amo

De charla con el más grande autor de novela negra que existe.

ELMORE LEONARD
ES EL PUTO AMO

De charla con el más grande
autor de novela negra que existe

ENTREVISTA DE JESSE PEARSON
FOTOS DE RICHARD KERN No vamos a perder mucho tiempo presentando a un hombre al que ya deberíais conocer. Limitémonos a decir que Elmore Leonard, a sus 84 años, sigue produciendo emocionantes, divertidas y detalladas historias de criminales a un ritmo que cuesta creer. Los diálogos que Leonard escribe son tan buenos que parece que ha transcrito conversaciones reales, y sabe más acerca de insuflar vida a un personaje que el mismísimo Dios (o cualquier otro poder superior, ya que nos ponemos; ahondaremos en este tema más adelante). No hace mucho nos sentamos con él en la habitación de su hotel en el Midtown de Nueva York, aprovechando un descanso en su gira de promoción de Road Dogs, su última novela. El libro trae de nuevo a tres personajes de Leonard ya existentes—Jack Foley, Cundo Rey y Dawn Navarro—, con su habitual estilo explosivo, en acción en Venice Beach, California. Como toda su obra anterior, se trata de una novela cien por cien entretenida y de lectura compulsiva. Vice: He leído Road Dogs esta misma noche. Lo hice de un tirón en unas diez horas.
Elmore Leonard: Así es como hay que hacerlo. De esta manera es más fácil recordar todo lo que sucede. Me gusta cómo construye situaciones que parece que se van a desarrollar al estilo típico del thriller, pero que dinamita casi de inmediato. Como cuando Jack Foley llega a California y se encuentra con Dawn Navarro; se da ya una tensión sobre si habrá sexo entre ellos o no.
Correcto. En un libro escrito por otra persona, la situación se habría estirado mucho tiempo. Usted va al grano y hace que se metan en la cama en el primer encuentro.
Recuerdo que mi editor, cuando estaba yo escribiendo el libro, me dijo, “No me parece que vaya a funcionar que esos dos pasen a esas cosas en sólo un par de horas”. Y yo le respondí, “Tranquilo, funcionará”. Por la manera en que usted lo escribió parecía muy real.
En este libro funciona porque él no va a esperar a la tercera cita o algo así para besarla. Acaba de salir de la cárcel. Sí, no es como para esperar. Y además está el personaje de Danialle, cuando Jack y Dawn se supone que van a endosarle el convicto a ella. Esperaba una trama larga y con suspense a lo largo de todo el libro pero, bang, unas pocas páginas después, usted la tiene diciendo que ella sabía que todo era una engañifa y que no le importaba.
Ese personaje se llama Danialle Karmanos porque su marido me pagó cuarenta mil dólares en una subasta para que utilizase el nombre de su mujer. He estado haciendo eso durante nosecuántos libros; son eventos para recoger financiación que se llevan a cabo con subastas en diferentes escuelas, en plan: “¿Quieres aparecer en mi próximo libro?”. Oh, ¿así que se llama Danialle Karmanos por una persona real? Es divertido.
¡Sí! Karmanos es un centro para el cáncer, un gran, gran centro para la investigación y tratamiento de cáncer que hay en Detroit. Su marido quería estar también en el libro, así que fue a otra subasta y sólo tuvo que pagar cinco mil. Le di un papel más pequeño. Sí, ¡ese personaje es un cadáver!
Está muerto. [Risas]. ¿Les deja saber cuál será su papel en el libro o se enteran sólo cuando sale a la venta?
No le cuento nada a nadie. He oído que usted empieza partiendo de personajes antes que de un argumento.
Sí, bueno, con unos personajes en una situación concreta. Como Foley saliendo de prisión al mismo tiempo que Cundo Rey, al que usé en mi libro La Brava a principios de los ochenta. Me gustaba Cundo Rey. Estaba en ese libro antiguo pero no era realmente un personaje principal. Así que quise traerlo de vuelta. Pensé que con él podría hacer un montón de cosas. Creía que murió al final de La Brava.
Yo también me lo temía. Recuerdo mirar el libro en plan, “Dios, espero que esté vivo”. Le dispararon en el pecho tres veces, ¡pero lo consiguió! Supongo. ¿Escribe bocetos de personajes o directamente los mete en medio de las situaciones?
Bueno, con estos tres (Foley, Cundo y Dawn) ya sabía lo que iba a hacer. Clooney interpretó a Foley en Un romance muy peligroso y yo esperaba que quisiera hacerlo otra vez, pero aún no lo ha leído. Me da la sensación de que este libro está suplicando pasar al cine.
Lo está. Como los tres personajes. No tengo que preocuparme por soñar algo para ellos que esté fuera del simple argumento. Y no le dedico mucho tiempo a los argumentos. Me gusta desarrollarlos mientras avanzo. Nada de esbozos. Te encontrarás prácticamente con todos los que van a estar en el libro en las primeras cien páginas. Y después, para la segunda parte, tengo que calcular un poco cómo meterlos en una subtrama y qué es lo que pasará después. En la tercera parte, que normalmente aparece en mi manuscrito alrededor de la página 300 (mis libros tienen 350 páginas o así), pienso en el final. Literalmente se lo inventa mientras avanza. ¿Es ése un proceso que ha desarrollado a lo largo de su carrera o siempre ha sido así?
He estado haciendo eso durante 30 años. Al no saber hacia dónde se dirige, ¿no se siente a veces haciendo algo de alto voltaje?
No. No me preocupo. Si no funciona, no funciona. Pero si me gustan los personajes sé que va a estar bien. Sabré que voy a divertirme con ellos y eso es lo principal. Escribir tiene que ser divertido; si no, lo mejor es olvidarse. Debe serlo para usted, teniendo en cuenta que siempre está escribiendo.
Estoy escribiendo un libro ahora mismo. Se llama Djibouti. Tiene que ver con los piratas somalíes. Guau.
Una realizadora de documentales de 35 años empieza a leer sobre ellos en los periódicos y decide que quiere hacer una película sobre el tema. Ha hecho ya tres películas que han ganado premios. Katrina (vive en Nueva Orleans, así que salió a la calle y filmó el Katrina) e hizo otra con supremacistas blancos que se llamaba… Me he olvidado de cómo se llamaba. O sea que este personaje de su nuevo libro está basado en una realizadora de documentales.
No. Ése es mi personaje. Es verdaderamente interesante cómo habla de ella como si fuese una persona real.
Lo sé. Para mí se convierten en reales. Al final del libro, me pregunto: “¿Qué estarán haciendo ahora?”. Genial.
Ella va con su ayudante, que es un tío negro y alto de 72 años que fue marinero. Ha dado la vuelta al mundo 50 veces. Ha navegado esas aguas, a través del Mar Rojo, el Golfo de Adén y el Océano Índico, alrededor del Cuerno de África. Allí es donde operan los piratas. En el libro incluso incluyo la última operación que se hizo cuando capturaron al capitán de un barco americano y después tres francotiradores dispararon, uno a cada uno, a los tres piratas. Sí, fue un tiroteo increíble.
No llegó a tanto. El bote estaba en línea recta respecto al destructor. Los francotiradores se pusieron a la espalda del destructor y creo que sus rifles tenían algún tipo de giroscopio que les hizo mantener la nivelación del tiro. Pero tres disparos a la cabeza desde un barco enorme a un bote salvavidas en medio de la oscuridad… Es bastante impresionante, con giroscopio o sin él.
Tres disparos y ya está. De algún modo me gustan esos piratas.
Bueno, eso es lo que ella cree también. Le encantan. Tiene una simpatía absoluta por ellos porque sus zonas de pesca han sido contaminadas con desechos tóxicos. También han tenido mucha competencia con grandes empresas de China y Japón. Así que se volvieron secuestradores de barcos y empezaron a pedir mucha pasta por los rescates. Y su personaje principal sufre por ellos.
En el primer capítulo ella aterriza en Djibouti. Su ayudante está allí y ha alquilado un barco para ellos. Esa misma noche él le enseña Djibouti, que es un caos absoluto. Se acercan a un pirata que ha ido a la ciudad a divertirse. Tiene un Mercedes y sale a dar una vuelta. No es el pirata clásico: tiene muchos conocimientos, un montón de dinero y casas por toda Somalia. Ella también conoce a otro tipo en el avión que les lleva desde París. Va por ahí hablando a los piratas, intentando convencerlos de que la cosa no acabará bien. Intenta alejarles del camino que han elegido.
Correcto. Y él es saudí… creo que es saudí. Fue a Oxford y es más británico que otra cosa. Es un tío cool. Su nombre es Ari pero todo el mundo en la escuela le llamaba Harry. Idris es el nombre del líder de los piratas. Y hay otras personas implicadas. Hay un tipo llamado Billy Gin que está en un yate de dos millones de dólares con una chica que le gusta pero que está como de prueba. Están dando vueltas por el mundo y si ella no se queja ni se pone enferma, puede que se casen. Él es divertido y un poco extraño. Es curioso cómo habla del libro que está escribiendo. Parece como si me estuviese contando algo que le ha ocurrido a gente real que conoce. Eso de “Creo que es saudí”.
He estado enfrascado con ese libro durante todo este año. Road Dogs lo escribí, como poco, un año atrás. Su ritmo es increíble.
Me gusta escribir libros, así que… Es lo que hace.
Es es lo que hago. No me tomo un tiempo entre libro y libro por ninguna razón particular. Quiero decir, si lo hago es que quizás sólo estoy pensando en el siguiente. Muchos escritores harían tres libros en diez años, incluso menos.
Bueno, es que ellos salen fuera a comer y todo eso. Hablan del tema con amigos. En lugar de trabajar. Bueno, una de mis escenas favoritas en Road Dogs es cuando Little Jimmy va a confesarse. Es hilarante y tiene un gran control del ritmo cómico. Y luego, cuando al final dice: “Cualquier cosa que haya hecho para que Dios estuviese hasta los huevos de mí está perdonada”, porque ha rezado diez avemarías y diez padrenuestros. Usted fue criado como católico. ¿Refleja esta escena sus auténticos sentimientos ante la religión?
Diez padrenuestros y diez avemarías sólo eran… una rutina. ¡Es lo que normalmente te toca! Quiero decir, ¿qué acto podrías cometer que requiriese rezar el rosario o algo parecido? A veces dan ganas de emplearte a fondo y ver si te pueden colocar 20 o así.
[Ríe] No sé qué es lo que haría falta. No he ido a confesarme en, Dios, cuánto tiempo… No he ido a misa desde hace probablemente 20 años. Pero estaba en Alcohólicos Anónimos, ¿sabes? Aún soy parte de eso, porque me lo trabajé. Llevo sin beber desde el 77. Alcohólicos Anónimos es algo casi religioso.
Un poder superior. Eso es lo que te mantiene sereno. Un poder superior que no necesariamente hay que definir como Dios pero que, teniendo en cuenta que me educaron como católico, es fácil para mí hacerlo de ese modo. Ya veo.
Y vas directamente hacia Dios en Alcohólicos Anónimos. No haces el tonto con los santos. ¿Aún va a reuniones?
No, no he ido a una reunión desde hace bastante tiempo. La última vez estaban allí los mismos tipos y además contando las mismas historias. En mi nuevo libro, una persona que está en Alcohólicos Anónimos le pregunta a Dara (la realizadora de documentales) si quiere hacer un documental sobre Alcohólicos Anónimos. Le dice que hay estos “borrachomonólogos”, cuando se levantan y cuentan sus desgarradoras historias. Como aquella en la que un chico, de repente, se da cuenta de que estaba yendo en dirección contraria por la autopista… He escuchado esa misma historia más de dos veces en reuniones de Alcohólicos Anónimos.
[Ríe] Seguro, apuesto lo que quieras a que cada grupo ha escuchado esa historia. Pero Dara dice: “No creo ser lo suficientemente buena como para sacar a alguien simplemente contando una historia en lugar de mostrarla”. No puede mostrarla. ¿Cómo vas a filmar al tipo yendo en dirección contraria?”. ¿Con una recreación dramatizada? Estoy de broma.
Sí. Si haces eso ya no es un documental.

¿Cómo se siente ante el cliché de que todos los escritores son unos borrachos?
En las reuniones a las que he ido nunca me he encontrado con otro escritor. Pero eso no quiere decir nada porque en mi campo sólo hay uno o dos de los que hayas oído hablar. Quizá es porque estás solo, porque escribes contigo mismo como compañía y necesitas… No sé lo que necesitas. La soledad parece afectar mucho a cierto tipo de gente.
Dejé de fumar una vez durante 30 días y escribí 30 páginas. Y luego volví a fumar y en los siguientes 30 días escribí 100 páginas. No conozco a mucha gente de su edad que aún fume.
¿Qué tengo que perder? [Ríe] Y conozco gente que ha dejado de fumar y sus vidas entonces se han ido a la mierda. Se ponen enfermos y, ya sabes… Todo el mundo necesita algo. Si son cigarrillos, que lo sean. ¿Hay alguno de sus personajes con el que se identifique más?
Normalmente me identifico con el personaje principal. El modo en que funciona su mente es el modo en que lo hace la mía y lo que es importante y lo que no lo es para él es lo mismo para mí. Pero me gustan todos mis personajes. Paso tiempo con ellos y acabo conociéndolos de modo que no necesito describirlos físicamente en ningún detalle a no ser que haya algo, un pequeño “algo”, que salte a la vista. Esa es una de sus 10 Reglas de Escritura, ¿no? No sobrescribir personajes.
Sí, exacto. Es algo que cogí de Steinbeck. Correcto. Me gusta su primera regla: nunca abrir con una descripción del tiempo.
Y dejar fuera las partes que la gente tiende a saltarse. Y si suena como si efectivamente hubiese sido escrito…
Reescribirlo. Te las sabes. Me las sé. ¿Me puede decir qué es lo que encuentra tan interesante en los criminales?
Hay toda clase de historias que puedo contar sobre un criminal. ¿Ha cumplido su condena y ahora parece un buen chico? Tendrá su oportunidad de volver al crimen en cualquier momento. Eso siempre está en el aire. Me gusta. Pero la verdad es que escribo sobre crímenes porque es popular. Y también escribía westerns cuando eran populares.
Muy populares. Había, probablemente, 15 revistas a las que podías vender cuando quisieras. Las revistas pulp pagaban dos céntimos por palabra. El Tren de las 3:10 a Yuma, por ejemplo. La han llevado al cine dos veces y yo saqué 90 dólares por la historia: 4.500 palabras. ¿Sacó algo de las películas?
La primera vez me llevé 4.000 dólares. La segunda no me llevé nada. El final del remake era muy diferente al de su historia. ¿Eso le hace sentir mal?
Bueno, sólo es una tontería. En la nueva versión, dispara a sus propios chicos… Eso fue una locura.
¡Y después se mete en el tren y silba a su caballo! No sé qué quiere decir eso. No tengo ni idea. ¿El caballo va a seguirle por toda Arizona? Sí, corriendo al lado del tren. ¿Hay alguna adaptación de sus trabajos aún por salir?
Mi personaje Rayland Givens y sus historias están siendo adaptados por Sony para un piloto en FX. Interesante.
Ese personaje lleva un sombrero Stetson de caballero muy particular. Es muy pequeño y le sienta muy bien. Lo que pasa es que ya lo adaptaron una vez. Fue una película para televisión. Y se equivocaron al elegir el sombrero. No sé por qué se equivocaron al elegir el sombrero. ¿Quién será Givens esta vez?
Un chaval llamado Olyphant, ¿Sabes quién es? Timothy Olyphant. Salía en Deadwood, la serie de la HBO. Es realmente bueno. Espero que esta vez elijan el sombrero adecuado.
Es que no sé por qué no pudieron encontrar un sombrero viejo. Probablemente esté cansado de escuchar cosas sobre lo buenos que son sus diálogos, pero voy a decírselo una vez más porque realmente son de lo mejor.
Escribo diálogos porque no me gusta describir cosas por mí mismo. Me gusta el punto de vista y los puntos de vista cambian. Todo se basa en cómo un personaje ve cualquier cosa que esté ocurriendo. Incluso el tiempo. En uno de mis libros, un tipo está teniendo problemas y camina por la playa y mira hacia el cielo y está lloviendo, así que simplemente dice: “¡Joder!”. Y esa es mi descripción del tiempo, ¿ves? Es perfecta. “¡Joder!”. ¿Lee sus diálogos en voz alta mientras los escribe?
No. Ni siquiera me río hasta que no pasan años, cuando caliento leyendo mis libros antiguos. Antes de empezar a escribir abro uno de mis libros y empiezo a leer para meterme dentro del ritmo otra vez. Me siento frío frente a mi escritorio y leo algo y me río porque me sorprendo. Cuando estaba trabajando en una frase era simplemente un proceso de trabajo. No era sólo algo que salía sin más. ¿Tiene algún sitio en el que le guste particularmente escribir?
Escribo en el salón. ¿A mano?
Al principio a mano. Toda la creación es a mano y después lo paso al ordenador el resto del día. Pero ahora me siento frente al escritorio más tarde de lo que solía. Me siento a las 10.30 o a las 11 y antes solía estar ahí a las 9. Y antes, cuando aún trabajaba en una empresa de publicidad, me sentaba a las 5. Eso requiere una dedicación muy seria.
Tenía que empezar a escribir antes de poner el agua para el café. ¡Dios mío!
Me costó tres meses empezar a levantarme a las 5 cuando sonaba la alarma. Durante esos tres meses seguro que machacaba el botoncito de la repetición.
Sí. Pero finalmente empecé a levantarme. Durante los 50, escribí cinco libros y 30 historias cortas al amanecer. Ahora tiene empleado a un documentalista.
Greg Sutter. Ha estado trabajando para mí desde, al menos, el 83. ¿Está Greg trabajando en el libro de los piratas somalíes?
Sí. Tenemos mucho material. Tengo pilas y pilas de material en mi escritorio y por el suelo. Cuando empezamos en noviembre no había mucho que buscar. Y desde entonces se ha convertido en una historia enorme.
¡Enorme! Ahora todo el mundo quiere hacer una película sobre eso y, según mi agente en Hollywood, hay un puñado de telefilmes que quieren meterse en el tema. ¿Es Greg la persona responsable de ayudarle a mantenerse al día de la jerga de las bandas y de los criminales?
Es él. ¿Está usted en contacto con alguno de los criminales que figuran en su documentación?
Sé de ellos. Me escriben y quieren saber si he hecho algo. Conocí a un chaval en Telluride al que le cayeron algunos años por vender marihuana. Dijo: “Dios, ahí tienes la manera de hablar de los reclusos”. Pero de donde lo saco normalmente es de un artículo en el que alguien diga una frase específica”. Y esa frase lleva a algo.
Correcto. Pero sí, este chaval de Colorado dijo: “En el juicio sostuve que la marihuana era para consumo propio”. Y yo pregunté: “Vale, ¿cuánta tenías?”. Él respondió: “Unos 180 kilos”. Seguro, consumo propio. ¿Tiene usted amigos ex convictos?
No. Bueno, un tipo. No estoy seguro de en qué estuvo metido pero le cayeron 20 años y saldrá pronto. Fue un delito federal. Es de Detroit y tenía un plan: bajando por la armería naval en el río Detroit había un submarino allí anclado desde siempre. Su idea era robarlo. Pero, ¿dónde vas a ir con un submarino? [Ríe]. Eso es un montón de mierda metálica.
Y entonces trasladaron el submarino. Él cree que se enteraron de su plan. ¿Son ustedes amigos por correspondencia?
A veces me escribe y a veces le contesto. Es un poco subversivo. Sub-versivo. Ja.
Sí. Es un socialista. Entonces robar el submarino habría sido como una declaración de algún tipo.
Sí, eso es.

¿Qué opina de la distinción en la industria editorial entre escritura y la, así llamada, literatura?
Creo que la escritura más seria es aburrida. Pero una vez estaba en el programa de Charlie Rose con Martin Amis… Amis ha sido siempre un gran defensor de su trabajo.
Sí. Y Amis estaba esperando. Yo salía primero. Charlie dijo: “¿Qué estás haciendo aquí con Martin Amis? Yo dije: “Bueno, somos amigos y me ha entrevistado delante de 1.000 personas. Debería entrevistarle yo a él pero no sabría qué preguntarle”. Como escritor literario, él usa siempre su voz porque posee todas las palabras y sabe cómo utilizarlas. Pero eso no es para mí. A mí me gustan los personajes, estar en la cabeza de los personajes todo el tiempo. Estoy de acuerdo con usted en que la escritura seria puede ser aburrida.
Creo que es una declaración un poco tonta. Pero no me lo tomo como un valor nominal. Sé lo que usted quiere decir.
De todos modos, no hay muchas cosas de mi género que yo pueda leer. Son todos iguales. Tienen un personaje preferido, un personaje principal que corretea por todos sus libros. Yo no podría hacer eso. Empecé a hacerlo una vez. Iba a escribir una serie basada en el Departamento de Homicidios de Detroit. A mi editor le gustó la idea. Y así, en City Primeval, el teniente Raymond Cruz está en el escuadrón 7. Después, en el siguiente libro, vuelvo a meter a Raymond Cruz y mi agente dice: “Tienes que cambiar el nombre de este tío porque los lectores ya lo compraron una vez, pero, ¿y si no les gusta ahora? Entonces no podremos vendérselo a nadie”. Así que cambié este nombre por el de Brian Heard y así terminó la serie de polis de homicidios. Es todo un compromiso para un escritor hacer series así, como los libros de Bourne o todos los de Pelecanos en los que hay personajes recurrentes. Es como una relación.
Mantuve correspondencia con John D. MacDonald y él estaba en su vigésimo octavo libro de Travis McGee. Me dijo: “No creo que pueda hacer otro”. “Estoy empezando a odiar a este gilipollas”.
Tal y como le fue, no tuvo que hacerlo. Le ingresaron en uno de esos grandes hospitales del norte para un bypass y no pasó de allí. Fue una especie de indulto cósmico de Travis McGee. Hay una parte divertida en Road Dogs donde Lou le dice a Jack Foley: “El negocio editorial no se basa en la escritura, se basa en vender libros”.
Bueno… [Ríe] Es así. Me costó 30 años aparecer en la lista del Times. Tenía buenas críticas pero entonces, ¿qué libro era?, puede que Unknown Man #89, tuvo un comentario en la sección de crítica de libros del Sunday Times y fue como si el tipo me hubiese descubierto. Pero yo llevaba 30 años escribiendo. Es ridículo.
Tengo un montón de seguidores, no hay duda de ello, pero no tengo un millón de seguidores, como James Patterson. Quien ni siquiera escribe sus propios libros…
Siempre tiene ayuda. Probablemente él piensa parte del argumento y luego su nombre aparece ahí y se lleva todo el mérito y se lleva toda la pasta. Si su primera tirada es de un millón de ejemplares, entonces él, ¿cuánto se lleva? ¿Cinco millones de dólares? Será algo así. Sin embargo, seamos realistas. Usted tiene un montón de seguidores muy devotos. No pueden leer un libro de Elmore Leonard y luego parar.
Sí. Usted ha dicho muchas veces que su primera gran inspiración fue Hemingway.
Por quién doblan las campanas. Solía abrirlo por la página que fuese antes de empezar a escribir. Lo leía como si fuese un western en España, con montañas, caballos y armas. Pero le faltaba sentido del humor. Es verdad. Hemingway no era conocido por sus risas.
Y se moría por las frases secas. Luego encontré a Richard Bisel… The Pajama Game, ¿no?
Exacto. 7 1/2 Cents fue el libro que se convirtió en Pajama Game. Pero los que estaban ambientados en el Misisipí, donde él era un piloto, me enseñaron muchas cosas. No intentaban ser divertidos, pero lo eran. Trataban sobre gente inculta que iba en un remolcador y que decía cosas divertidas. Tenían discusiones sobre cosas casi ridículas. Hay un momento, puede que al principio de uno de sus libros: una habitación de hotel al amanecer y un tipo está mirando por la ventana, y una chica que está en la cama se levanta y le mira y dice, “¿Qué coño estás mirando?”. Y él dice: “San Luís, Misuri”. ¡Creo que es una frase genial! Lo es.
No sé por qué. Es muy buena.
Creo que es el “Misuri” lo que hace que sea así. Se parece a la frase que sale un par de veces en Out of Sight, de Three Days of the Condor: esa clase de conversaciones precisas en una habitación.
Oh, sí. Uh huh. Detroit ha sido muy importante en su vida. Ha vivido allí desde que era joven y ha ambientado allí muchos de sus libros. ¿Qué supone para usted presenciar su declive? Hay mucho paro y la industria del automóvil está muriendo.
Cuando hacía anuncios de coches leía revistas de coches. No es lo que me interesaba pero lo hacía por mi trabajo. Siempre había quejas en estas revistas acerca de que Detroit ya no era lo mismo. Aún fabricaban esos grandes chismes, ¿sabes? Y finalmente acabó con ellos. Yo escribía anuncios para Chevrolet pero conducía un Fiat. ¿Cuándo era esto?
En los 50. En 1961 dejé la agencia. Pero entonces compramos una casa. Mi parte de los beneficios, que era como de 11.500 dólares, era suficiente como para vivir seis meses y escribir un libro… Pero entonces compró una casa y ahí empezó todo.
Sí. Empecé a hacer un montón de colaboraciones. Escribí un puñado de películas sobre Historia y Geografía para la Enciclopedia Británica. ¿Películas educativas?
Sí. Me pregunto si vi alguna de ellas en el colegio. Nos pasaban cintas de los 60 cuando estaba en la escuela a principios de los 80. ¿No podría usted arreglar eso?
Primero tendría que hablar con una autoridad en la materia. Aquello era divertido. Hice cosas como los asentamientos del Valle del Misisipí, las guerras franco indias… ¿Sacó de algo de esto ideas para sus historias?
No. [Ríe] Me gustaría hablar un poco de otros escritores. Usted es el número uno del género criminal. ¿Quién cree que está manteniendo la tradición para las generaciones más jóvenes?
Me gusta Pelecanos y me gusta Dennos Lehane. Escribió algo propagandístico sobre Road Dogs. Me sorprendió: no sabía que le gustase tanto. ¿Cómo podría no gustarle?
Hace unos años fui el invitado de honor en Bouchercon, una gran asamblea de escritores de misterio y de novela negra. Había cientos de escritores allí, pero yo sólo conocía a dos. Ni leo ni escribo sobre misterios. ¿Presta mucha atención a sus críticas?
Leí recientemente una en la que la mujer que la escribió dijo: “Bueno, usa muchos tacos”. No es usted, son sus personajes.
Yo no, ¡pero ellos sí! Ella pensó que Road Dogs era lo de siempre, como si supiese qué es lo que iba a pasar siempre. Bueno, si era así, ya sabía más que yo. Todo el mundo se sorprende cuando llegan a la parte en que disparan a [nombre de personaje importante]… No lo vi venir de ninguna de las maneras. Pero espere, ¿quiere que deje ese detalle fuera de la entrevista? ¿Le importa si momentos importantes del argumento son desvelados a lectores potenciales?
No, no me importa. La cosa está más en cómo lo cuento o lo escribo. No es el hecho. No sé cómo vas a explicarlo sin decir que le disparan. En el pecho. ¿Con una Walter con silenciador, a través de una mesa, casi a quemarropa?
[Ríe] Sí. Usted tuvo una crítica muy buena en el New York Times por este libro.
Janet Maslin. Fue muy hermoso. Una gran crítica. Ha mencionado cómo Lehane promocionó su nuevo libro. Eso me recuerda que usted promocionó algunos de los libros de Charles Willeford, uno de los mejores y más subestimados escritores de novela negra. ¿Tiene algún recuerdo de él?
Murió poco después de que le conociese. De hecho, el día en que le conocí, que fue en los cayos de Florida en algún tipo de reunión, él llevaba una máquina de diálisis portátil y estaba bebiendo whisky, fumando y pasando un buen rato. Pero, ¿has leído The Friends of Eddie Coyle, de George Higgins? No. ¿Debería?
Creo que es la mejor novela negra jamás escrita. Está ambientada en Boston, en las prisiones de Massachussets. El personaje principal es un tío que vende armas. Siempre debe tener armas nuevas para los atracadores de bancos. El modo en que atracan los bancos es sacando al director de su casa, por la mañana. Irrumpen en su casa y el tío baja a desayunar y se los encuentra ahí sentados. Un buen plan.
Los diálogos de Higgins eran estupendos. Muy, muy buenos. Escribió tres libros como ése y después se puso a hacer monólogos. Sus libros pueden tener páginas y páginas de alguien hablando. ¿Qué opina de eso?
No me importa. ¿Era Higgins un escritor subestimado, como Willeford?
Sí, absolutamente. Y hoy en día, no creo que George Pelecanos haya estado alguna vez en la lista del Times. No recuerdo haberle visto. Yo habría dicho que sí.
Debería estar. Cormac McCarthy, por supuesto que está ahora en la lista, pero no lo estuvo durante mucho tiempo. ¿Así que le gusta?
Sí, ¡claro! A mí también, pero me parece que es todo lo contrario a usted en cuanto a lo que escribe y a lo que dice que le gusta. Su lenguaje es muy denso y artificioso y no tenso y directo. Como en Meridiano de Sangre, por ejemplo.
Meridiano de Sangre es uno de los que no he leído y aún no sé por qué. ¡Pues debería! Tengo una pregunta que hacerle de parte de mi padrastro. Usted es su escritor favorito. Le llama “El Hombre”. Estaba enamorado de Karen Sisco y quiere saber si va a volver.
No lo sé. Se la menciona en Road Dogs. Pensaba en traerla de vuelta en algún momento y escribí el primer capítulo de un libro en el que ella había dejado los US Marshals y trabajaba para su padre, que era un investigador privado. Ella está en un bar en el sur de Florida y espera a su padre. Empieza a hablar con un tipo y tiene como una sensación de que es un delincuente muy buscado. Es algo que hay en él, ¿sabes? Así que acaba disparándole. ¡Ja!
Se lo envié a mi agente en Hollywood y dijo: “Sí, funciona, está bien. Pero ¿por qué no piensas en algo que no hayas hecho antes con ninguno de tus personajes?”. Así que me metí en el libro sobre los piratas. Seguramente, a mi padrastro le encantaría estrangular a ese agente. Me he dado cuenta, mientras hablábamos, de que usted fuma Virginia Slims. Eso es lo que también fuma su personaje Dawn Navarro.
Sí. Y es lo que fumaba la chica en Mister Paradise. Empecé con ella fumando Virginia Slims. Las mujeres de sus libros son siempre estupendas. Muchos de sus diálogos entre hombres y mujeres me recuerdan a los de Spencer Tracy y Katherine Hepburn.
Hay una parte en Road Dogs en la que Dawn está intentando decirle algo a Jack. Ella cree que le tiene bajo hipnosis y sigue hablando. Luego él se da la vuelta y le deja ver que no estaba hipnotizado y ella le dice: “Eres un hijo de puta tramposo”.