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Cultură

Fuimos al Día Nudista en una alberca de Madrid

Lejos de ser el paraíso desnudo libre de vergüenza que esperábamos, se parece más a esta pesadilla en la que apareces en pelotas en la escuela y todo el mundo te mira.

La autora y sus acompañantes. Todas las fotografías por la autora.

Es 24 de julio, Día Nudista en algunas piscinas de Madrid, el sol pega con fuerza y, en nuestra emoción por celebrar el día, venimos desde casa sin calzones bajo la falda, queriendo sentir por adelantado ese fresquito liberador de la desnudez. Estamos haciendo cola para entrar en la Piscina de Peñuelas, en el distrito madrileño de Arganzuela.

Según nos comentan unas señoras en la puerta, son las únicas instalaciones piscineras de la capital que se han acogido a este día nudista. De hecho, ya he recibido el primer reproche censurador por parte de un matrimonio de ancianos que me han explicado el camino hacia la alberca. "Pero hoy allí va todo el mundo como Dios los trajo al mundo", me advirtió el señor, como queriendo proteger mi honra.

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Les dije que a eso vamos, a sacar al aire las zonas que nunca roza el sol, y nos miraron casi con pena, como si estuviésemos a punto de caer en un pozo de desgracia irreparable.

Lejos de ser el paraíso desnudo libre de vergüenza que esperábamos, se parece más a esta pesadilla en la que apareces en pelotas en la escuela y todo el mundo te mira.

La mujer que entrega los tickets me cuenta que la organización de la piscina ha preferido tomar una vía "menos agresiva" y llamarlo "día del bañador opcional". Pagamos nuestros 4.50 euros y entramos en el césped verde, con agua azul al fondo, que hoy nos promete libertad y airecillo en las partes pudendas.

En general, me relaciono con gente sin pudor, que se despelota a la mínima, así que, en cuanto llegamos, ya estamos retozando por el césped como animalillos desnudos y felices. Pero la situación, lejos de ser el paraíso desnudo libre de vergüenza que esperábamos, se parece más a esta pesadilla en la que apareces en pelotas en la escuela y todo el mundo te mira.

A nuestro alrededor, familias con bañador completo, grupos de adolescentes en bikini y señoras del barrio con inmensos trajes de baño tapando sus carnes añejas, observan nuestras partes íntimas de reojo.

Efectivamente, el desnudo femenino era escaso.

Somos desvergonzados y felices, pero la soledad del desnudo se va haciendo opresiva. Entonces observamos que, en el otro extremo del recinto, en la zona arbolada, se expande el mundo nudista. Allí nos dirigimos, aceptando nuestra condición de parias y uniéndonos al grupo al que pertenecemos.

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Bajo los árboles, estamos tan apretados que es casi inevitable que, al gesticular, una acabe rozando algún pene moreno o algún arrugado testículo. Porque si hay una cosa clara, es que el Día Nudista de la Piscina de Peñuelas es patrimonio de los gays y los señores que rozan la cincuentena o que la pasan de sobra.

El desnudo femenino brilla por su ausencia. Casi se diría que estamos en una zona de cruising sutil, o en un viaje del Imserso en el que unas gotas de LSD han caído por error en el fondo del barreño del ponche. Sólo una señora permanece de pie, al fondo, hablando con un señor, en esa actitud tan típicamente nudista —manos enlazadas tras la cintura, relax típico del que está acostumbrado a mostrar su cuerpo, mirada tranquila, observando la situación a su alrededor. Me acerco a ellos.

Lo que no puede ser son esas señoras censurando, mirándonos con su bañador de cuello vuelto. Mi hija se ha sorprendido porque son muy pocos jóvenes los que están desnudos hoy en la piscina.

Dori, que ha venido con su hija y que acaba de conocer a Juan, el señor que la acompaña, se declara nudista profesional.

"Es que ni tengo bañador. Yo hago siempre nudismo, en la playa y en el río. Nunca había venido al día nudista, pero me parece fatal que hayan dejado entrar a gente con bañador. En Madrid debería haber una piscina sólo para naturistas. Porque a mí no me molesta que la gente use bañador, pero parece que a ellos sí que les molesto yo. Madrid es una capital europea, y debería tener una piscina solamente para naturistas".

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Juan, también nudista acérrimo, está completamente de acuerdo: "Es una ciudad muy grande y debería tener opciones para todos. Habiendo tantas piscinas públicas, se podría destinar una para la gente que quiere estar sin bañador". Dori, entre risas, comenta: "Lo que no puede ser son esas señoras censurando, mirándonos con su bañador de cuello vuelto. Mi hija se ha sorprendido porque son muy pocos jóvenes los que están desnudos hoy en la piscina. Estoy por pedirle una entrevista a Manuela Carmena y comentarle la propuesta de piscina nudista todo el verano".

El día avanza y el calor aprieta, así que decidimos darnos nuestro primer baño. La piscina está ocupada en su mayoría por gente en bañador, aunque también se observa algún que otro cuerpo desnudo moviéndose con naturalidad entre las aguas azules.

A medida que recorro nadando la piscina, capto miradas curiosas y algo de incomodidad ante mi desnudez. Sentada en el bordillo, con los pies en remojo, una mujer inmensa y desnuda. Al estar desnudos, las diferencias entre los cuerpos brillan de forma más pronunciada, pero en este caso, su cuerpo habría resultado llamativo incluso en traje de baño.

Me gusta que el nudismo permita que se liberen los cuerpos menos aceptados socialmente. Desde siempre, tras un verano de nudismo prolongado, me ha maravillado la seguridad y la comodidad que se va adquiriendo en el propio cuerpo a fuerza de mostrarlo tal cual es, sin rellenos realzadores de tetas o bragas que tapan las estrías. En este caso de cuerpo alejadísimo de los esclavos cánones que rigen nuestras pobres mentes y nuestros pobres cuerpos, diría que me admira la determinación, el relax con el que esta mujer estira su cuerpo hacia atrás, patalea en el agua con sus inmensas piernas.

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La gente la mira. Hija de padres gordófobos y habiendo aguantado toda la infancia el desprecio familiar por los cuerpos que se alejan demasiado de los cánones clásicos, siento una simpatía natural, espoleada por la clásica rebeldía adolescente, por los gordos libres de angustia. La mujer sentada en el bordillo capta mi mirada y nos sonreímos.

Esa camaradería nudista me empodera el cuerpo, y hago una voltereta en el agua, sabiendo de sobra que habrá un momento culmen de la pirueta en el que, como diría una amiga, mostraré 'la hamburguesa' en todo su esplendor a las familias que intentan ignorar la desnudez que campa a sus anchas por los alrededores.

Me gusta que el nudismo permita que se liberen los cuerpos menos aceptados socialmente.

De vuelta en el césped, hablo con Gonzalo, Marko y David, tres chicos de unos treinta años, charlan desnudos, sentados en sus toallas, sonríen un poco cohibidos por la extraña situación: grabadora en mano, una reportera —yo— les pide una entrevista.

Es el primer año que vienen al Día Nudista. Suelen ir al solarium nudista del Polideportivo Vicente del Bosque, en el Barrio del Pilar o al de la Piscina de La Elipa, pero les exaspera un poco la sensación de gueto. "Nos enteramos de este Día Nudista por los medios, y decidimos venir, porque nos parecía una oportunidad de normalizar el nudismo, de sacarlo de su condición marginal", me cuenta Gonzalo. "Además, no es en una fecha alejada, en la que no vaya a haber mucha gente, sino que es a finales de julio, en temporada alta".

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David no suele hacer nudismo en piscinas, sólo en la playa, pero tienen planeado un viaje a Vera, pueblo naturista de la costa almeriense, y le apetecía ir entrando en el tema. "No sabía si desnudarme o no, iba a hacerlo según viese el ambiente, pero hemos visto que en esta zona estaba todo el mundo desnudo y nos hemos venido aquí".

Marko, al igual que Dori, reivindica también la existencia de una piscina nudista todo el año: "No puede ser que sólo tengamos un día para poder estar desnudos tranquilamente".

Después de comer —hay que ver lo práctico que resulta el vello púbico para recoger las migajas antes de que caigan en la toalla, comentamos— tengo concertada una cita en el bosquecillo central del reducto nudista para entrevistar a Ismael Rodrigo, presidente de ADN, la Asociación para el Desarrollo del Naturismo de la Comunidad de Madrid.

Vuelve a darse la curiosa situación de entrevistar, grabadora en ristre, a alguien desnudo, estando yo también desnuda, en medio de un mar de cuerpos desnudos que observan con curiosidad y se acercan a cotillear y reivindicar el naturismo como derecho y fuente de salud. La escena, si todos estuviésemos vestidos, sería la clásica conversación de escalera a la que cada vez se van uniendo más y más vecinos que quieren tener voz en el asunto.

Mientras entrevisto a Ismael, observo con sorpresa a un hombre de unos sesenta años, vestido únicamente con una corbata azul y con una pipa en la boca, que reparte folletos sobre el naturismo. "La asociación ADN —me cuenta su presidente— es en realidad una asociación que hace lo que cualquier otra: tenemos una sede en el Centro Cultural 13 Rosas, en Aluche. Hacemos fiestas, actividades, yoga, bailes de salón, teatro. Cuando es posible, lo hacemos sin ropa. También hacemos encuentros naturistas en lugares específicos, como Vera, Costa Natura… Somos unas 600 personas sólo en Madrid, así que tenemos mucha afluencia a estos eventos".

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Con respecto a la condición mixta —textil versus nudista— de este Día del Bañador Opcional, Ismael lo tiene clarísimo: "De lo que se trata, precisamente, es de normalizar la desnudez. Si no estuviésemos en un ambiente textil, no estaríamos consiguiendo la normalización del desnudo. Es importante que estas personas en bañador que tenemos alrededor acepten con naturalidad la desnudez de los otros. Incluso te diría que me gusta que sean mayoría. Así podemos conseguir cambiar algo en las mentes de más gente. Es lo mismo que se hizo con el topless en su día. Era importante que no fuesen todas las mujeres que lo hiciesen, sino sólo cuatro, porque así la gente de alrededor aprendería a aceptarlo".

De lo que se trata, precisamente, es de normalizar la desnudez. Si no estuviésemos en un ambiente textil, no estaríamos consiguiendo la normalización del desnudo.

Entre los detractores del naturalismo, la frase más escuchada es ese clásico "es que no es higiénico". Ismael se ríe ante esta ocurrencia: "De hecho, si me apuras, lo que es más antihigiénico es el bañador. Un traje mojado puede facilitar cosas como hongos o infecciones de orina, y el hecho de que esté, como barrera, entre nuestro cuerpo y el agua de la piscina, no significa que elimine o "mantenga encerradas" las bacterias que podamos añadir al agua. Es una solemne tontería. También está el clásico 'es que el cuerpo es algo privado'. Como asociación, básicamente, lo que queremos es promover valores positivos hacia el cuerpo humano"

"El nudismo es un invento occidental, como respuesta a una sociedad textil que ha ido sexualizando la desnudez, comercializándola como reclamo erótico y trastocándonos la imagen de nuestro propio cuerpo como algo incorrecto, a través de mostrar hasta la saciedad la idea de lo que es un cuerpo perfecto. Nuestras actividades pretenden derribar estas complicaciones. De hecho, si te fijas, estamos todos los nudistas en esta zona de la piscina, totalmente alejados de la piscina de los niños.

"Entiendo que a alguna gente le resulte violento, pero lo cierto es que es ahí, en la primera infancia, donde está bien que se aprenda a ver la desnudez y la diversidad de los cuerpos como algo natural. Cuántos problemas de anorexia, bulimia e infelicidad con el propio cuerpo se eliminarían a través de una visión de las diferencias de nuestro aspecto como algo normal".

Esa noche, ya de vuelta en casa, recibo una invitación a una fiesta de nudismo opcional. El promotor es un conocido artista de la escena madrileña que suele tocar desnudo. Frente al espejo, dudo un momento entre jugar la baza más salvaje (desnudo integral) o ir en bikini e ir decidiendo según vea el ambiente. Pero, tras pasar el día con el cuerpo al aire, con el pudor bajo mínimos, decido apostar por el aún-más-salvaje y embadurnar mi cuerpo desnudo con tintura dorada. Mientras lo hago, recuerdo a la mujer gorda del bordillo sonriéndome.