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Noisey

De Rotilla a La Madriguera: la escena electrónica de Cuba

DJoy, uno de los DJs más prestigiosos de la electrónica en Cuba, nos llevó a una fiesta en La Habana.

Este artículo fue publicado originalmente en NOISEY, nuestra plataforma de música.

Michel Matos es promotor de conciertos de música electrónica y fundador del festival Rotilla, un evento de música electrónica y artes visuales de vanguardia de Cuba que se celebra una vez al año y que cada vez, en palabras del propio Michel, "es mucho más difícil realizarlo de manera independiente".

El festival nació hace 17 años en la una playa llamada Rotilla a unos sesenta kilómetros de La Habana y empezó siendo una referencia esencial de la música electrónica hecha por DJs de Cuba, donde por tres días los cubanos han disfrutado bailando y compartiendo con la naturaleza, al estilo de los grandes festivales de las mismas características que se hacen en otros lugares del mundo. La última edición "libre" —en palabras de Michel— se realizó en 2010 ya que en 2011 asegura que el gobierno decidió "secuestrar" el evento y apropiarse del mismo insinuando que "nosotros estábamos financiados por Estados Unidos y eso no estaba permitido, lo cual es absolutamente falso".

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Por eso y desde 2012 Michel está tratando de volver a realizarlo en Cuba con "independencia y libertad de expresión", me dice, "pero ya te imaginas que eso es lo que más hace falta en este país, donde el sistema es muy hostil, pero tenemos mucha voluntad y a favor todo el concepto de mito que el festival ha logrado".

Con este panorama parece difícil encontrar un lugar donde escuchar música de este género porque Cuba es un sitio donde predomina la salsa y el reguetón. Pero Michel me proporciona el teléfono del DJ más influyente del país: DJOY de Cuba.

DJOY se empezó a dar a conocer en el año 1997, cuando tocaba en algunos bares intelectuales del barrio del Vedado y en fiestas privadas. Su estilo es electrónico-avant garde-progresivo fusionando los ritmos árabes y africanos. Es pionero del movimiento rave alternativo en el país y fundador, junto a Michel, del festival Rotilla. Hoy su legión de fans alrededor de la isla lo siguen hasta donde vaya a tocar, ya sea en festivales o en conciertos organizados por el gobierno.

Lo llamo y casualmente me dice que el domingo siguiente tocará en un lugar que se llama La Madriguera, en pleno centro de La Habana. Joyvan, (verdadero nombre) celebrará el cumpleaños número nueve de su hija ese día, confundido le pregunto si será una fiesta para niños, "No, chico", se ríe, "vamos a estar mis amigos y mis familiares bailando y disfrutando hasta temprano tipo 12 de la noche y yo voy a poner música para la gente, pero todo muy sano, óyeme".

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En la calle Infanta con la calle Jesús Peregrino está La Madriguera. Es un bar que funciona como centro social y cultural. La casa queda en el medio un jardín gigantesco. Son las diez de la noche y llego justo a la hora en que DJOY está empezando su set. La gente está bailando en el patio de la casa, donde hay un pequeño escenario y aunque el espacio no es muy grande, a nadie parece importarle. Allí se va a disfrutar de la música. Joyvan está eufórico palmeando y animando a la gente a bailar alrededor de sus equipos y un sencillo set de luces con humo alrededor.

En un tejado de la casa varios muchachos hacen una coreografía ensayada, muy al borde del techo, forman un círculo y fusionan pasos de break-dance, rap y hip-hop, alternándose, compitiendo, riendo. El premio al mejor es un buen trago de ron. Cualquier paso en falso los haría caer, pero al parecer están bien ubicados en sus brújulas corporales y nadie cae. No veo a la niña de Joyvan por ningún lado.

Se me acerca un chico bastante grueso y alto que me hace una seña de que lo siga, no muy amistosamente. Me lleva a la parte de adentro, donde podré escucharlo mejor. Pregunta dónde saldrá lo que estoy haciendo, le digo. No parece quedar muy satisfecho. Hace una seña "No te muevas de aquí" me advierte. Lo espero, viene al rato con otro y me llevan a una sala donde tienen una enorme computadora de última generación conectada con micrófonos en lo que parece un pequeño estudio de grabación. Entonces es cuando les pregunto por el misterio de todo este movimiento y que necesito salir a seguir haciendo mi trabajo. El segundo muchacho que llegó se presenta como DJ Reitt y me habla de su proyecto GCIME, (Grupo para la Creación e Interpretación de Música Electrónica) que agrupa a una serie de DJs de música electrónica administrados por el Ministerio de Cultura de Cuba. Como si de una vigilancia se tratara, toman mis datos y con esa condición me dejan seguir. No entendí nada.

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Al llegar de nuevo al patio, la música se detiene abruptamente. La gente chifla pero no de forma violenta. Parece normal lo que acaba de pasar. Me acerco a Joyvan que aúlla, usa la cámara para grabar y se mueve como si allí no hubiera pasado nada. Me acerco a preguntarle qué pasa y me dice "Cosas del folclor de Cuba, ¡ahora es que vamos a seguir!" Veo las conexiones eléctricas de su consola; un solo cable es el que le surte de energía, no me extraña que se le haya apagado. Y es que la suerte es parte de que la gente en este país disfrute de algo.

15 minutos después todo vuelve a la normalidad, pero ya falta poco para que sean la medianoche, límite impuesto por el gobierno en todas estas reuniones o fiestas. Cual cenicienta, los cubanos deben volver a sus casas.

Los organizadores dejan que se prolongue un poco más la música pero no mucho. Es cuando aprovecho para observar a la gente bailando. No huelo las drogas que pudiéramos esperar oler en este tipo de eventos y recuerdo que estoy en Cuba, donde la sola fumada de un porro te llevaría a la cárcel hasta por diez años. Si hay algo que no dejan de mantener en sus manos es una botella de ron o de cerveza. Si aquí hay drogas, están bien ocultas.

Le hacen señas a Joyvan de que debe apagar su consola. Se despide invocando el cumpleaños de su hija, que sigo sin verla. Todos se van tranquilos del lugar, sin problemas.

Espero que Joyvan recoja sus implementos y me voy del lugar con él, su esposa y su hija, que aparecieron de la nada, como recién levantadas de un largo sueño. Caminamos hacia la puerta, por donde se van todos los chicos buscando otro lugar para seguir la fiesta de este domingo habanero. Una chica nos aborda y nos invita a ir a la calle G en el barrio del Vedado a seguir la fiesta, "¡Óyeme, es que tú tienes tremendo swing!", me dice. Joyvan se ríe y añade "Esto es Cuba, un paraíso mi hermano".