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Comida

La comida no ha dejado de ser radiactiva en Chernóbil

La vieja planta de Chernóbil es ahora una atracción turística, pero la comida sigue siendo radiactiva.

Mientras que el área que rodea la difunta planta nuclear de Chernóbil está lentamente transformándose en un centro para turistas y entusiastas del parkour —sin mencionar los alces, ciervos, jabalíes y lobos que viven allí—, el futuro no se ve muy brillante para sus habitantes humanos.

Según un reporte reciente de Greenpeace titulado "Cicatrices nucleares: El legado duradero de Chernóbil y Fukushima", la radioactividad se presenta en casi todos los elementos de la vida diaria en el área que rodea Pripyat, la ciudad Ucraniana que fue alguna vez hogar de la planta de energía de nuclear soviética, especialmente en lo que concierne a los alimentos.

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"Está en lo que comen y lo que beben. Está en la madera que usan para la construcción y para el fuego de sus estufas", declara el reporte. Y como esta contaminación va a quedarse con ellos por décadas venideras, también lo serán los impactos en la salud. "Miles de niños, incluso eso nacidos 30 años después de Chernóbil, aún beben leche contaminada con radioactividad."

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Y mientras los niveles de los dañinos isótopos como caesium-137 y strontium-90 han caído, la radiactividad continúa peligrosamente alta y aumentando en algunas áreas. Ucrania está ya pasando por un mal momento económico debido al aumento de insurgencias pro-rusas.

Según Greenpeace, Ucrania "no tiene los fondos suficientes para financiar los programas que se necesitan para proteger propiamente al público". Esto significa que la exposición a la radiación de las personas que aún viven en las áreas contaminada es posible que aumente.

El cirujano Victor Khanayev le dijo a los autores del estudio que estas fuerzas económicas están pesando mucho en los locales. "Es imposible para las personas que viven en los medios rurales o los residentes del pueblo de rechazar los productos locales de la tierra y de sus jardines especialmente si los salarios oficiales son tan bajos."

Y Halina Chmulevych, una madre soltera de dos niños que vive en una villa rusa a unos 200 kilómetros de la extinta planta nuclear, habló de la problemática diaria que conlleva tener que comer comida contaminada.

"Plantamos patatas y las vacas comen pasto", dijo y agregó: "Ordeñamos la leche y horneamos el pan nosotros mismos – que sí, tiene radiación. Todo aquí tiene radiación. Yo nací aquí cuando sucedió la explosión en la planta. Pero estoy viva. Como, vivo y así ellos también comerán lo que tenemos. Por supuesto, me preocupa pero ¿que podemos hacer?"