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FICCI

Nos sentamos en Cartagena con el rockstar del cine tailandés

Apichatpong Weeresethakul está en el Festival de Cine de Cartagena: discutimos sobre su vida, los sueños y la universalidad que tiene el lenguaje cinematográfico.
Imagen cortesía de Black Velvet.

Sentarse con Apichatpong Weerasethakul no es tarea fácil. Al ser uno de los homenajeados de la edición 57 del Festival de Cine de Cartagena, todos querían un poco de él. Y cómo no, si es un director ya consagrado en Cannes con la Palma de Oro en 2010 y que ya tiene una carrera consolidada en el cine independiente por más de 20 años.

Entre los eventos que rodean su tributo —uno de los programas del FICCI en el que conmemoran la carrera de un personaje reconocido internacionalmente— se presentarán sus producciones más representativas a lo largo de su carrera en las que están Mysterious Object at Noon (2000), Blissfully Yours (2002), The Adventures of Iron Pussy (2003) y Cemetery of Splendour (2015), entre otros y una charla en la que hablará de su carrera y de sus obsesiones en el cine.

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Cuando uno lo ve por primera vez, se ve tranquilo, serio, no lo molestan los 32 grados centígrados que tiene encima ni tampoco la cantidad de entrevistas que le han hecho desde que pisó Cartagena.

Su charla, programada para este sábado, sobre ser artista como médium, será el espacio para conocer cómo un arquitecto se convirtió en director del lenguaje del cine. Pero me le adelanté.

Apichatpong prefiere que lo llamen Joe, tiene 46 años, creció en en Khon Kaen al norte de Tailandia y estudió arquitectura aunque no era su verdadera pasión. "En Tailandia estudiar cine es como suicidarse", me dijo mientras tomaba un vaso de agua que se calentaba con el paso de los minutos. En Tailandia, según me cuenta, esta no es una profesión. Los estudios de cine empezaron de otra forma.

La arquitectura se convirtió entonces en esa salida parental para demostrar que uno puede ser alguien en la vida, aunque ese capricho cinematográfico nunca lo abandonó. Por eso, al terminar su carrera, decidió complementarla con Artes Visuales y cine en Estados Unidos. Y así empezó un largo camino que hasta hoy lo ha consolidado como uno de los directores de cine independientes más representativos del mundo.

Se dice que sus películas muestran la más cruda realidad, la fantasía más inspirada, los sueños, las pesadillas y los fantasmas, donde la luz y el tiempo juegan papeles protagónicos en sus narrativas. Se considera como uno de los cineastas independientes más arriesgados al utilizar actores naturales y diálogos improvisados para explorar los límites entre la ficción y el documental.

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Still de 'The Adventures of Iron Pussy'. Cortesía de Black Velvet.

Pero lo más fascinante de este personaje no son sus películas, no son sus personajes, no son sus narrativas: es su manera de ver el mundo, una que deja ver en sus producciones pero que de alguna forma traspasa la pantalla.

Joe es totalmente fiel a la empatía por medio de imágenes en movimiento. Y no de tratar de mostrar cosas buenas únicamente, sino de retar a su espectador a preguntarse constantemente sobre lo que está viendo, sobre los personajes, las cosas, la naturaleza, los detalles y el tiempo. Según él, todo tiene que ser respetado y mostrado de una manera adecuada. Y esa manera para él es una que representa el paso del tiempo como una ilusión.

"Las películas son como máquinas del tiempo. Con ellas se capturan momentos que ya pasaron, que ya no están ahí", afirma. Por eso se diferencia tanto de Hollywood, de su narrativa, porque es ahí donde los espectadores omiten el tiempo, lo dan por sentado.

Además de este elemento, que es tan representativo para él y para su cine, otra obsesión en sus producciones es la utilización de los sueños. "Porque los sueños son nuestro cine propio, nuestra película cada noche", me dijo. Según él, es ahí donde interpretamos todo lo que ocurre.

Y en el momento en el que se suman todos esos elementos para generar emociones y sentimientos en sus espectadores, Joe logra llegar a su objetivo máximo en la cinematografía: exponer lenguaje del cine. Las películas para él no se diferencian entre sí, todas comparten un mismo lenguaje. "Desde Chaplin y Antonioni todos tenemos [el lenguaje del cine] en nuestra sangre y siempre estamos evolucionándolo. Esa es mi principal atracción por el cine. Ser capaz de evolucionar ese lenguaje", afirma.