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Música

Concursos, borracheras y canciones: La vida de una victrola ortofónica que aterrizó en Bogotá

En un pequeño apartamento al norte de la ciudad, se encuentra esta reliquia de los reproductores musicales que todavía sabe prender la fiesta como en los años veinte.
Fotos: Mateo Rueda | Noisey Colombia

Todas las fotos por Mateo Rueda. 

"Señoras y señores, esto es una banda. Esta es la primera vez que he escuchado música con algo de alma saliendo de una máquina". Con esa contundencia el compositor estadounidense John Philip Sousa presentaba a la victrola ortofónica en Nueva York, el día que fue lanzada al público por la histórica compañía discográfica americana Victor Talking Machine en 1925.

Un aparato con forma de mueble de un poco más de un metro de alto, cajones a los lados, una palanca para darle cuerda, espacio en la parte superior con aguja y base para reproducir acetatos y una caja en el centro de donde sale el sonido equipada con un par de puertas para regular el volumen. A principios del Siglo XX la victrola ortofónica -bautizada así por haber sido la primera en reproducir discos grabados eléctricamente o ortofónicos y en honor a la Victor - fue la sensación mundial en materia de reproductores de música por su innovador diseño acústico, el cual permitía amplificar el sonido a la vez que lo mejoraba en calidad y superaba de lejos la tecnología análoga de los viejos fonógrafos de corneta.

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Fue el último gran invento de la Victor que, entre 1901 y 1929, estuvo a la vanguardia en la creación y producción en masa de fonógrafos y acetatos, y cuyos productos hoy en día son tesoros para grupos de coleccionistas que suben sus catálogos e historias con sus creaciones en páginas especializadas en Internet. Más allá de los Estados Unidos, la victrola ortofónica supo esparcirse por otros continentes y claro, también llegó a Colombia por los puertos costeros para luego ser vendida a tiendas especializadas y clientes dispuestos a pagar pequeñas fortunas con tal de tener lo último en reproductores musicales de la época.

A diferencia de los gramófonos y fonógrafos que se pueden encontrar fácilmente a la venta en Internet, en un mercado de pulgas o en una tienda de antigüedades, la victrola ortofónica, por haber sido producida únicamente por una empresa extranjera, es un descubrimiento muy inusual hoy en día. Y entre todos los sitios posibles, uno de sus modelos se encuentra perfectamente preservado en un pequeño apartamento al norte de Bogotá.

Su dueño es Miguel Amaya, un ingeniero industrial retirado e hincha furibundo de Santa Fe que hoy en día dedica la mayoría de su tiempo a sus dos pasiones: las antigüedades y el golf. A diferencia de lo que uno podría creer, la victrola ortofónica llegó a él por pura casualidad de la vida cuando en medio de un viaje de cacería por una finca cerca a Villavicencio en los sesenta, le entregaron la máquina: "El señor me dijo que no sabía qué hacer con la máquina y que me lo regalaba con la única condición de que me lo llevara, porque ya no sabía donde meter eso. Allá lo utilizaban para poner velas y la tapa estaba toda quemada entonces no me lo pensé dos veces y lo subí en el platón de la camioneta para llevármela a Bogotá", cuenta.

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Totalmente inservible, pasó al garaje de un apartamento por El Campín, en donde estuvo cerca a ser tirada a la basura un par de veces y donde se encontraron que tenía una sorpresa por dentro: "Un día mi tío la abrió y encontró por dentro dos lagartos disecados. Ahí habían muerto y los tuvimos como decoración un tiempo". No fue hasta los setenta y por presión de sus familiares que solo veían en la victrola un mueble estorboso, que Miguel se decidió mandarla donde un carpintero en Cajicá para que si "al menos no funcionara, se viera bonita".

Ahí estuvo varios meses en los que le restauraron los colores del cuero original, la desarmaron y volvieron a armar un montón de veces y, a diferencia de lo que pensaba Miguel, lograron que volviera a sonar como en sus mejores días. "Un sábado llegué a la carpintería con una botellita de aguardiente y me recibieron con el himno nacional sonando en la victrola. Todo se mantuvo original menos las patas del aparato", cuenta entre risas.

Miguel recuerda que mientras la restauraban, uno de los primeros interesados en comprársela fue Germán Botero de los Ríos, ex gerente del Banco de la República en los setenta y sobrino del pintor Fernando Botero. Un personaje poderoso que le llegó a la puerta de la casa más de tres veces insistiendo que le vendiera la ortofónica, llevándose una respuesta negativa, incluso cuando le dijo que le pidiera la cantidad de plata que quisiera: "A la tercera vez me dijo directamente: '¿Cuánto quiere? Yo se lo pago', obviamente le dije que no y se fue enrabonado".

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Ya con la máquina funcionando y sabiendo de la reliquia que se tenía entre manos, en la década siguiente la victrola ortofónica llegó a los grandes concursos de televisión, e incluso Miguel afirma que se llevó un par de premios con ella: "En los ochenta Pacheco tenía un programa que se llamó Animalandia y tenía la sección de concursos 'Si lo tiene tráigalo'. La gente llevaba vainas raras y las dos veces que lo llevé, se lo ganó. Yo tenía el disco más viejo de bambuco grabado en Colombia en la colección de discos que he ido acumulando con el tiempo y eso también ayudó".

Una colección de acetatos que fácilmente podría estar entre los 50 y los 80 discos que se reparten entre una mayoría de música clásica, tangos y rancheras importados y editados por la misma Victor, y un grupo de unos 20 donde se encuentra una selección de música tropical y cumbias colombianas icónicas como "La pollera colora", grabadas en gran parte por Pedro Salcedo y su Orquesta, y editados por el sello colombiano Tropical.

En medio de todo, la ortofónica también ha sido su compañera de parrandas a lo largo de los años y un desvare fijo para poner la música. "Una vez se fue la luz en Cajicá y hicimos la fiesta toda la noche con el aparato. Mientras tomábamos nos íbamos rotando para darle cuerda", cuenta.

Ya son más de 50 años desde que Miguel se encontró con su victrola ortofónica y no la dejará irse de su lado. Una antigüedad que está tan bien cuidada y tan completamente funcional, que con casi medio siglo de vida encima no ha dejado de reproducir discos y, como en 1925, sigue dejando boquiabiertos a los que hemos tenido la oportunidad de escucharla funcionando.

Aquí abajo pueden ver un par de videos de la victrola ortofónica de Miguel haciendo lo suyo.

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