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CATCONNECT. HIBA Y SU MAMÁ CON SU GATO TABLOESJ. TODAS LAS FOTOS POR CHRIS PUGMIRE.
Actualidad

La organización benéfica que reúne a refugiados sirios con las mascotas que dejaron atrás

Después de todas las experiencias traumáticas que han sufrido, los refugiados aseguran que gracias a sus amigos peludos pueden sentirse de nuevo como en casa.
Lisa Lotens
Amsterdam, NL
CP
fotografías de Chris Pugmire

Artículo publicado originalmente por VICE en neerlandés.

“¡Kyra! ¡Kyra!”, grita alguien desde un apartamento de la ciudad neerlandesa de Utrecht. Mientras subo las escaleras, veo que todos los pasillos del edificio están enmoquetados y hay un andador ortopédico casi en cada puerta. “Hola”, saluda Hiba, sujetando a su gato negro y blanco. Vive en casa de sus padres y tienen dos mascotas: Kyra y Tabloesj.

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Hiba, de 29 años, y su familia huyeron de Damasco, la capital de Siria, en 2016. Pero en aquel momento, la guerra civil ya había cobrado 400.000 vidas. Para llegar a los Países Bajos, tuvieron que dejar atrás a sus mascotas: Kyra con unos amigos y Tabloesj en un refugio.

“Lloré todos los días”, cuenta. “Tabloesj estuvo en el refugio dos años. Nadie lo quería. Yo sabía que no lo trataban bien y los otros gatos lo atacaban. Por eso pedí ayuda a Rawaa”.

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TABLOESJ, EL GATO DE HIBA

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A KYRA LE GUSTA DORMIR EN UNA CAMA PARA MUÑECAS

Rawaa Kilani tiene 43 años y es la fundadora de CatConnect, una organización sin ánimo de lucro neerlandesa que reúne con sus dueños a animales que se quedaron en las zonas de conflicto. Rawaa dice que es muy conocida en Damasco, su ciudad natal, donde vivió hasta el 2016. Netflix contó su historia en 2018 en un capítulo de la serie Dogs, en el que Rawaa ayuda a Ayham, un refugiado sirio, a sacar clandestinamente de la capital a su husky Zeus.

Pero Rawaa no solo reúne a las familias con sus viejos compañeros, también encuentra un hogar nuevo para cientos de gatos y perros callejeros de Siria. Los animales viajan a Estados Unidos, Jordania, Egipto, Turquía y países de toda Europa.

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RAWAA KILANI EN EL AEROPUERTO DE BRUSELAS. ALGUIEN DE ALEMANIA ADOPTÓ ESTE GATO

Por teléfono, Rawaa me cuenta que lleva 25 años salvando animales. Antes de que se viera obligada a marcharse de Damasco, adoptó 40 gatos y solía dar de comer a 150 gatos callejeros al día. En 2010, fundó CatConnect con un amigo en los Países Bajos. Rawaa rescataba gatos en Siria, mientras que su amigo coordinaba el transporte y la adopción en los Países Bajos.

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En 2016, Rawaa se marchó de Siria y comenzó a operar CatConnect por sí sola. Ahora vive con su marido, sus gemelos recién nacidos y cuatro gatos en la localidad neerlandesa de Apeldoorn. CatConnect está financiada por donaciones y supone un trabajo a tiempo completo, pero ella no se lleva dinero. “Vendí el coche y las joyas de oro que tenía en Siria para poder seguir alimentando a los gatos de la calle”, dice Rawaa. La familia ahora depende de las donaciones para cubrir sus gastos.

“Creo que he ayudado a reunir a siete u ocho familias con sus mascotas en los Países Bajos”, dice, “pero en todo el mundo la cifra es mucho más alta”. Ahora ayuda a una chica que vive en los Países Bajos a traer desde Siria a su abuelo, que se niega a marcharse sin sus dos perros. No hace falta decir que la pandemia lo complica todo, puesto que los vuelos directos desde Siria y el Líbano, país vecino, se han cancelado.

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TABLOESJ POSANDO PARA LA CÁMARA

No es fácil traer animales a los Países Bajos, explica Rawaa. “Tengo un equipo en Siria que se encarga de todo el papeleo y de comprar las jaulas para las mascotas. Busco un voluntario que vaya con ellas en el avión y un taxi desde Beirut, Damasco o cualquier otro lugar de Siria”.

El equipo también organiza las pruebas para la rabia y las vacunas que el animal necesita para ir a Europa. “Por último, nos aseguramos de que haya alguien en el aeropuerto para recoger al animal”, dice. En total, traer una mascota puede costar unos 600 euros (729 dólares). Si alguien no tiene suficiente dinero, desde CatConnect se le ayuda a recaudarlo.

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A KYRA NO LE GUSTA TANTO POSAR

Antes de irse de Damasco, Hiba tenía unos diez gatos. “Nos enseñan desde muy jóvenes que los animales no valen nada”, dice. “No es muy común cuidar de ellos allí”.

Cree que las calles de la capital están llenas de animales abandonados porque, en la cultura siria, no es muy común tener mascotas. “Si un coche pilla a un gato, nadie lo pararía para que lo llevara al veterinario”, dice, pero cuenta que ella y su familia siempre han amado a los gatos y solían darles de comer y ayudaban a los que lo necesitaban.

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SEDRA Y JACK

Reem, de 42 años, y su hija Sedra, de 17, son una de las familias que, gracias a Rawaa, pudieron volver a reunirse con su mascota en los Países Bajos. Ambas escaparon de Siria pasando por el Líbano, Turquía y Grecia en 2015, dejando atrás a sus gatos Jack y Rose con el padre de Sedra. Sus padres están divorciados, pero él ahora también vive en los Países Bajos.

Sedra relata que el viaje hasta el país europeo fue traumático. El barco que cogieron de Turquía a Grecia tuvo una avería y los soldados griegos los intimidaron con armas de fuego y los dejaron sin comida ni agua. “Tardamos 20 días en total y apenas dormimos”, recuerda. Tras dos años en un centro para refugiados, les ofrecieron una casa en Venlo, al sureste del país. “Mi padre nos enviaba fotos y vídeos de los animales de vez en cuando”, dijo Sedra. “A veces, mi madre y yo llorábamos porque nos moríamos de ganas de verlos. No podemos vivir sin nuestros gatos; son como nuestros hijos”.

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Escucharon hablar de CatConnet por unos amigos. Rawaa se encargó del papeleo y pagó los gastos de las mascotas, puesto que la familia de Sedra no podía permitírselo. Jack y Rose fueron en avión hasta Bélgica junto con otros dos gatos, pero las cosas no salieron tan bien como esperaban.

Rose había recibido una vacuna de la rabia en Siria, pero no aparecía en los análisis de sangre.

“Nos dieron varias opciones: podíamos matarla, ponerle otra vez la vacuna o enviarla de nuevo a Siria”, dijo Sedra. “No teníamos dinero para ninguna de las opciones, así que Rawaa acabó pagando la vacuna”. El proceso entero llevó unos tres meses y medio y Rawaa encontró a alguien que cuidara de Jack y Rose mientras tanto. “Se lo debemos todo a ella”, dijo Sedra.

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SEDRA Y JACK

Al principio, los gatos no reconocieron ni a Sedra ni a su madre y las atacaban de vez en cuando, pero a los pocos días volvieron a ser igual de cariñosos. Tanto ellas como los gatos han sufrido mucho y Sedra dijo que volver a tenerlos les ha ayuda a sentirse de nuevo como en casa en los Países Bajos.

“Cuando estamos tristes, se acercan a nosotras”, dijo. “Duermen con nosotras y nos dan la energía positiva que necesitamos para continuar”.

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Jack y Rose, foto vía Reem.

Si quieres ayudar a CatConnect, puedes donar aquí.