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Identidad

Culpa y redención: una conversación con una ex evangélica bisexual

La chilena Camila Gutiérrez se sentó a hablar con nosotros sobre gatos, Sailor Moon y sentirse un pecado andante.
Imagen por Daniel Senior

A inicios de esta década existió Joven y Alocada, el blog, le siguió después Joven y Alocada, la película —que recibió el premio de mejor guión en Sundance 2012— y ahora está Joven y Alocada, el libro publicado en 2013. Y detrás de los tres está Camila Gutiérrez, quien desde pequeña vivió entre las enseñanzas evangélicas y su rebeldía innata —al menos a los ojos de su comunidad—.

Cuando lees Joven y Alocada te imaginas a una Camila chiquitica que no entiende por qué las cosas deben ser como se las están enseñando. A una Camila que busca poner a dialogar sus gustos y opiniones con los que le están imponiendo, y que ve, una y otra vez, cómo Dios tiene la razón y por eso hay que hacerle caso en todo.

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Hazle caso a Dios, mujer. Porque claro, ser mujer tiene inconvenientes adicionales.

En medio de todo esto, Camila decidió crearse una nueva identidad digital que le permitió expresar todo lo que su familia y la iglesia le habían reprimido durante 20 años. Plasmaba sus pensamientos más profundos, retaba a Dios admitiéndose fornicaria y bisexual, y cuestionaba los pecados que no entendía. Un Fotolog viral, una película exitosa y un libro en la lista de best sellers resultaron en una Camila liberada y no evangélica que ahora vive en Nueva York con su gato, Juguito, y que trabaja en su tercera novela.

Cinco años después de que su vida saliera a la luz en forma de película, me senté con Camila, ya no tan joven ni tan alocada, para hablar sobre la culpa, la redención, Sailor Moon y gatos.

VICE: Cuando leí el libro me relacioné bastante con varios episodios. Yo estudié en un colegio femenino de tendencia católica en el que todo era pecado o estaba mal visto. Eso me generaba culpa, algo que identifiqué también en tu libro.
Camila Gutiérrez: Cuando inicié el Fotolog pensaba que mi experiencia era muy única, pero en últimas no es un requisito tener una crianza evangélica para estar sometida a tantas de las cosas que someten a la mujer de hoy en día. El machismo está cruzado en todo, y crecer siendo mujer es estar constantemente abriendo los ojos para evidenciar esos comportamientos que están invisibilizados.

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Ahora agrégale la cuestión de ser evangélica. Yo crecí sintiendo culpa por cosas completamente absurdas.

¿Cómo aprendiste a lidiar con esa culpa?
No sé si te podría dar la receta para terminar con la culpa, pero, por un lado, comencé a tomar conciencia de que las cosas en realidad no eran tan graves, y lo otro fue ya cuestión de tiempo. Ya a esta altura soy mucho más grande que cuando salieron el libro y la película, y ya he venido trabajando en eso, pero no es algo que se dé fácil. Es un tema que nunca termina porque son cuestiones tan profundas que vienen desde la crianza de cada uno que implican que uno esté constantemente abriendo los ojos y sacudiéndose esas ideas.

En el libro hablas de cuando perdiste tu virginidad y de cómo el episodio no te generó culpa, pues a esa edad no te habían hablado de lo que era fornicar.
Más allá del sexo, en ese momento yo sentía más culpa por ser yo.

Yo me adelanté a ese discurso fornicario pero ya después me bombardearon con libros y prédicas que decían que el sexo estaba mal, que si eres mujer era diez veces peor, y que si era homosexual era ochenta mil veces peor. Pero mi culpa en realidad era sentirme constantemente en falta con el deber ser evangélico y no me podía arrepentir porque no había un pecado en específico.

El pecado era ser yo.

Esa era una culpa ante tu comunidad religiosa. ¿Cómo entraba en diálogo con la culpa que sentías contigo misma por tener que reprimirte tanto?
Tenía que reprimirme en todo. En cómo quería hablar, cómo pensaba, lo que quería hacer, cómo quería mirar el mundo. Era una culpa distinta al sexo, pero que abarcaba más.

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Y a veces había cosas con las que no me reprimía, entonces me la pasaba castigada. Yo iba a un colegio evangélico y siempre me retaban. Y ni siquiera era que me portara mal, sino que pasaban cosas tontísimas como burlarme de un compañero (amarás a tu prójimo, dice la Bilbia) o no sé, reírme de una paloma (no blasfemarás en contra del Espíritu Santo, dice también). Entonces toma tu castigo, y además me daban esos discursos en los que yo era una manzana que estaba pudriendo el cajón.

Yo igual ya había asumido un poco ese rol, pero me sentía mal, más que todo porque en la Iglesia Evangélica no está la figura del confesor, sino que toda la Iglesia sirve de censor de lo que tú haces. Toda la Iglesia te está mirando siempre y todos saben y juzgan tus actos. Eso es super enloquecedor.

Entonces en ese momento en que tiraste por primera vez…
Eso fue con un chico un par de años mayor que yo y también del colegio, pero de una familia que no era tan evangélica entonces no tuvo grandes consecuencias. Pero aparte de eso, todo el colegio supo. No había vida secreta.

Ser mujer también influyó. A nosotros nos hablaban de las cartas de Pablo en el Nuevo Testamento y nos decían que el hombre es la cabeza de la familia, que la mujer está subyugada al hombre. Todas estas creencias normalizan situaciones que no deben ser. Entonces cuando yo tuve sexo con este chico y todos en el colegio y la iglesia supieron, la mirada reprobatoria fue hacia mí, no hacia él.

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¿En esa vida tan pública, cómo se daba entonces la redención? Porque un católico se confiesa y ya…
Los evangélicos tienen esta figura del testimonio, que básicamente es contar una situación y hacer una especie de confesión pública y de a poco irte redimiendo ante toda la iglesia. Son estas personas con el típico discurso de "yo estaba perdido en el alcohol y las drogas, pero encontré a Jesú'".

Recuerdo también expulsiones públicas de la Iglesia en las que nos decían que una persona estaba en fornicación y que por eso lo expulsaban en la iglesia y que por eso no podíamos volver a relacionarnos con ellos.

¿Esa vergüenza pública vendría siendo su expiación?
O no. Esa vergüenza era su castigo también. Podría ser los dos, dependiendo de lo que la persona decidiera. Pero sí o sí tenía que pasar por esa asamblea pública en la que todos conocen sus pecados.

Ahora que no estás en la iglesia, ¿sigues creyendo en Dios?
Creo que no. Ahora me interesa mucho el tema, pero ya desde otro lugar. Me interesa el tema de la fe, de las supersticiones, porque sigo siendo muy supersticiosa. Creo que me he inventado una religión nueva en la que leo el horóscopo o tengo ciertos rituales supersticiosos para subirme un avión… creo que he reemplazado un poco la figura de Jesú'.

Creo que nunca creí tanto, siempre fui una mala evangélica y ahora soy una no evangélica con exceso de supersticiones.

Ahora alejada de la figura de Dios, ¿cómo lidias con tus culpas?
Desde que sentí esa culpa cristiana ya ha pasado mucho rato. Puede que ahora sienta culpa por otras cosas. Necesito redefinirme y dejar de construirme en torno a la persona que fui o demostré ser en ese libro, porque aunque alguna vez fui culposa, creo que ya no lo soy tanto, o definitivamente no por las cuestiones evangélicas. Ahora tengo nuevas culpas, aunque no sé si me roen tanto.

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A veces sí me pasa, por esta cuestión mía supersticiosa, que pienso que como leí un libro de tapa roja antes de montarme al avión, y veo que la azafata tiene un uniforme rojo, algo va a pasar. No sé si eso sea culpa o un pensamiento de mi mundo mágico.

Ahora hago asociaciones muy egocéntricas. La culpa ya no es de Jesú', sino mía.

Digamos, la situación de Sailor Moon cuando eras pequeñita…
Lo de Sailor Moon de verdad fue traumático para mí. Ha sido el evento más traumático de mi vida y me he vengado y redimido teniéndolo todo ahora de Sailor Moon. Mi fondo de pantalla es Sailor Moon, mi casco de bicicleta es de Sailor Moon. Todo, todo. Ese fue el momento más traumático de mi vida.

¿Y la culpa de que te gustaran las mujeres, estaba ahí?
Como te decía, mi culpa no estaba focalizada en algo concreto, sino que era como culpa de existir. Podría haber sido heterosexual y aún así me habría sentido en falta. Me costó mucho trabajo contarle a mis papás que estaba con una mujer, pero porque no quería que me prohibieran ver a mi hermano chico, como pasó con mi hermana grande. No sé si era culpa porque en otros contextos no me daba pena que me vieran con ella.

Era más un temor práctico. Uno normalmente piensa que el amor de la familia no está condicionado, pero ya vemos que sí.

¿Cómo defines el amor?
Oh, ya no sé. Podrá definir la culpa, pero el amor no. Tengo otro libro que se llama "No te amo" y allí escribo sobre mis relaciones con un chico y con una chica. Cuando comencé a escribirlo, me propuse definir para mí qué era el amor y me enredé demasiado, es algo imposible de definir. Me tocó entonces enfocarme en mi momento en el amor con esas dos personas porque el amor es algo más situacional.

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Igual, últimamente he pensado que el único amor real que uno puede sentir es hacia un gato y nada más. Es mi único amor incondicional. Lo he puesto en los agradecimientos de mis libros y todo.

¿Tienes alguna superstición con él?
No, no. Me preocupo cuando sale de paseo, pero supersticiones no tengo. Aunque sí he pedido en deseos de año nuevo que sea inmortal. (Y aquí pienso en el método Nintendo de orar que camila describe en su libro y me pregunto a quién le pedirá esos deseos)

Hablemos un poco del rapto. Me pareció una idea bastante llamativa.
Ahora estoy escribiendo un nuevo libro y es sobre una niña de unos doce años en el fin del mundo. Llega el día del juicio final, toda su familia es raptada y ella se queda y está feliz, de alguna forma, porque por fin se fueron y ella tiene el mundo para ella sola. No es un libro completamente feliz, pero retoma un poco esa fantasía que muchos tuvimos cuando chicos, sobre todo los que tuvimos malos padres, que nos preguntamos "¿y si se fueran?", "¿ Y si se desaparecieran?". Eso tenía algo de fascinante y aterrador a la vez.

Tengo entendido que actualmente la relación con tus padres es casi nula.
Ya ha pasado mucho tiempo. La película salió en 2012 y el libro en 2013. Estuvimos sin hablar como dos años. Después de eso ellos se fueron de misioneros a Haití, yo me fui a vivir a Estados Unidos y de alguna forma estar lejos ayudó un poco. Ahora no hablamos todos los días, pero ya hay una cuestión más cordial, creo que es porque hay un cierto cansancio y la sensación de que estamos todos ya viejos y no queremos seguir peleando.

Además mi hermano chico es gay y ahora el problema de mis papás ha sido él y se olvidaron un poco ya de mí.

¿Ese deterioro de la relación con tus papás lo sentiste con culpa o con liberación?
Estuvo bien que hubiera sido así, tal vez pudimos haberlo conversado antes. Todavía no lo tengo tan claro, pero en realidad para mí sí fue muy necesario. No sabía cómo decir las cosas. Tal vez sacar una película y que se enteren por el diario no fue la manera más nice, pero para mí era algo que tenía que pasar, y que haya sido así está bien.

Recuerdo estos dos años que no hablamos y que hubo gente que intentó compadecerme, pero yo no los entendía porque por fin, después de 20 años, ya teníamos una relación honesta, que fue la de no conversar. Ya cuando mejoraron las cosas y volvimos a hablar, siento que todo se dio a su tiempo y de la manera que tuvo que ser. Quizá tenía que ser super explosivo porque había sido duro antes, porque estuve reteniendo durante 20 años todo lo que quería decir y quien quería ser. Tenía que explotar en algún momento y no siento culpa por haberlo hecho así.