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Música

El primer gran festival de música electrónica de Cuba promovió el intercambio cultural dentro y fuera de la pista de baile

El festival promovió el intercambio cultural dentro y fuera del 'dancefloor', logrando lo irrealizable en un lugar donde es imposible lograr que las cosas pasen.
All photos by Reeve Rixon.

Artículo publicado originalmente en THUMP US.

Fotos por Reeve Rixon.

Eran las tres de la madrugada cuando Nicolas Jaar daba rienda suelta a punzantes ritmos latinos percusivos en una habitación llena de humo. Yo me encontraba rodeado de un enjambre de prostitutas cubanas que bailaban sensualmente con unos turistas alemanes borrachos, bros americanos usando gorras, hipsters londinenses con piercings en sus septos, y un chico de cabello rizado en un vestido, hechizado en un baile entre dos hombres sudorosos. Directamente detrás de mí, se encontraba un policía uniformado disfrutando una rodaja de pan, inmutable.

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Jaar ya había tenido muchos contratiempos de sonido a lo largo de la noche, cuando eventualmente la música se apagó definitivamente, dejando a una multitud de hora pico un poco revoltosa. Algunos comenzaron a corear—¡NI-CO-LAS! ¡NI-CO-LAS!—antes de que el MC hispanohablante apareciera al frente de la cabina e intentara calmar a la muchedumbre ebria de ron. Finalmente, un par de músicos armados con una trompeta y congas tomaron el escenario para distraer al público con una improvisación espontánea.

Estos paros de últimos minuto fueron típicos en mi experiencia en MANANA, un festival sin fines de lucro de tres días que se llevó a cabo en Santiago de Cuba del 4 al 6 de mayo. Siendo uno de los primeros grandes festivales de música electrónica en conseguir la colaboración de artistas tanto americanos como europeos en Cuba, MANANA sucede la reciente visita de Barack Obama a la isla en marzo, y con él, el alivio de las restricciones viajeras asociadas con el infame (y aún en efecto) embargo comercial que ha durado cinco décadas entre los Estados Unidos y Cuba. A través de la exposición de un surtido de artistas tradicionales afrocubanos junto a una serie de músicos electrónicos extranjeros, el festival pudo enfatizar el intercambio intercultural, albergando sesiones colaborativas de estudio entre un apretado calendario de presentaciones.

Nicolas Jaar

Luego de un año de preparaciones, aún habían muchas sorpresas que los fundadores del festival—Los británicos Harry Follet y Jener Del Vecchio, junto al MC local cubano Alain Garcia Atola—no pudieron haber previsto. Para empezar, hubo una tormenta masiva que suspendió el set de Nicolas Jaar a la mitad, forzando la reubicación de uno de los actos de más alto perfil del festival del escenario al aire libre Pacho Alonso al Café Cantante, el cuarto íntimo y orientado a DJs donde me lo encontré la primera noche.

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Logísticamente, hacer que MANANA ocurriera había develado todo un cubo de Rubik lleno de retos, incluyendo meses de reuniones con la junta cultural de Cuba, discutiendo a fondo cómo el festival beneficiaría a los músicos locales y a la escena histórica de la ciudad. Cada elemento del festival—desde la tinta usada en la literatura, la pintura usada para las señalizaciones y hasta el traslado de tornamesas de una tarima a otra—requería de algún tipo de aprobación gubernamental. Los artistas que habían viajado desde el exterior para tocar en el evento, no cobraron fee, sino que intercambiaron sus servicios por vuelos, cuartos y alojamientos en Cuba.

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Hombre local contratado por el festival para escribir a mano el itinerario de cada día

Además de fondos procurados por la campaña de Kickstarter del festival (apenas la mitad de los costos necesarios para hacer el evento) donde 393 patrocinadores extranjeros donaron $150 por pases de tres días, otros de los ingresos provinieron de los boletos vendidos en Resident Advisor, dinero de los patrocinios de medios y también de las compañías británicas No Nation y Event Production Management, quienes donaron una gran cantidad de equipos de audio. El gobierno cubano también echó una mano al ofrecer el Teatro Heredia, administrado por el Estado, y también proporcionando muchos de los talentos locales del festival, que tocaron sin cobrar. Los asistentes americanos y europeos quienes no pudieron cumplir con el deadline de Kickstarter, también pudieron comprar sus boletos en la entrada a $50 dólares por día (siendo la admisión para los cubanos, cuyo sueldo promedio es de $20 a $24 dólares al mes, sólo de $4 dólares).

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A un vuelo de una hora desde la Habana, Santiago de Cuba es una ciudad rica en historia afrocubana y significado político. Aquí comenzó la revolución de Fidel Castro en 1953 cuando su desgastado pero determinado ejército atacó las tropas del presidente cubano Fulgencio Batista en el Cuartel Moncada, situado apenas a una milla del terreno del festival, el Teatro Heredia. Más de medio siglo después, Santiago exuda un sutil encanto de mitad pueblo mitad selva urbana. Los edificios estatales ubicados a lo largo de la ciudad todavía sostienen slogans políticos poderosos en sus paredes dilapidadas, y las calles angostas de la ciudad están forradas con viejas residencias coloridas y carros y motos bombeando gasolina que datan de los años 50.

Incluso como alguien que ya ha asistido a festivales en lugares accidentados, nada podría haberme preparado para algunos de los retos tan excepcionales que presenta la vida socialista en Cuba. La situación alimentaria es algo sobre lo que la mayoría de los viajeros aprenden rápidamente, y, aunque fui suficientemente afortunado como para ser provisto de un buen desayuno diario en mi residencia Air BnB, pronto noté que me servían el mismo plato racionado de huevos, frutas, café, jugo de guayaba y pan todos los días. Desde 1962, productos básicos como la leche, granos y arroz han sido repartidos desde los escaparates del gobierno siguiendo las estrictas reglas de la Libreta de Abastecimiento, la cual indica la cantidad de artículos alimentarios que un hogar determinado puede comprar mensualmente (aunque el actual presidente, Raúl Castro, ya ha llamado a "acabar ordenadamente" con este sistema).

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Aun así, los ciudadanos pueden comprar bienes adicionales en mercados libres locales, aunque en la mayoría de los casos resultan ser más caros y sirven a aquellos que usan CUC –la divisa que adquieren los turistas cuando entran al país, con un valor 26 veces mayor al peso local que usa la mayoría de los cubanos. Incluso para los pocos privilegiados con acceso a esta divisa, el acceso a la comida puede ser difícil; los restaurantes que visité, ocasionalmente se quedaban sin comida en medio del servicio. Durante una cena en un restaurant mitad chino - mitad italiano, el mesero le dijo a mi amigo que el rollo primavera que había ordenado simplemente no saldría.

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El acceso a internet resultaba igual de esquivo. Tras décadas de estar desconectados de gran parte del mundo, los cubanos finalmente lograron conectarse a internet hace apenas seis meses, y a un precio que muchos de los cubanos considerarían prohibitivo. Para obtener 60 minutos de acceso, locales y viajeros pagan $2 dólares en tarjetas WiFi vendidas por ETECSA, la compañía telefónica Estatal. Aquellos con módems pueden conectarse a internet desde sus casas, aunque la mayoría suele ir a parques locales donde pueden conectarse a módems públicos a través de sus teléfonos o laptops.

Siendo nuevos ante las particularidades de las descargas por internet, la mayoría de los jóvenes con los que hablé obtienen su música de memorias USB—llenas de canciones o en algunos casos colmadas de todo tipo de cosas, desde películas hasta programas de computadoras—que comparten con sus amigos. Este sistema de distribución ha favorecido la popularización de géneros como el reguetón y el pop latino entre los jóvenes cubanos, conjuntamente con estrellas hispanohablantes como Ricky Martin y Pitbull. Algunos jóvenes con los que hablé conocían los nombres de Justin Bieber y Major Lazer, pero sin un acceso a internet confiable, muy pocos tenían más allá de un somero conocimiento de la música pop americana y el hip-hop. Por ejemplo, el chico de 25 años que administraba mi AirBnB nunca había escuchado hablar de Kanye, quien coincidencialmente había viajado a la Habana el mismo fin de semana para grabar escenas de Keeping Up With the Kardashians. Por suerte, mi amigo ahora tiene The Life of Pablo en sus manos.

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Quantic

Aun así, los Santiaguenses hacen, por sí solos, música más que suficiente para mantenerte ocupado. Musicalmente hablando, la ciudad también es un punto de encuentro de linajes—producto de su ubicación occidental, adyacente a los semilleros creoles de Haití, Jamaica y la República Dominicana, así como a países centro y suramericanos como Nicaragua y Colombia. El sonido brota de cada tramo desocupado de acera destartalada, y los teatros estatales operados por los ciudadanos albergan talentos locales que tocan son, rumba, batá, y música bembé liderada por congas casi cada noche de la semana.

Ariwo

En los días que antecedieron al festival, asistí a prefiestas no oficiales del MANANA que presentaban artistas locales como Wichy De Vedado y el MC con dreadlocks de Santiago, originario de Barcelona, Kumar, que improvisó sobre las dificultades de encontrar WiFi. Un teatro neoclásico gigantesco del siglo XIX llamado Teatro Martí albergó colaboraciones entre el grupo de electrónica iraní-cubano Ariwo y la leyenda local de la batería Mililian Galis, así como un cantante estilo mariachi que cantó canciones de amor mientras los adolescentes cubanos gritaban como si fuera Justin Bieber.

El miércoles 4 de mayo, las puertas del festival en el Teatro Heredia—el complejo de entretenimiento de aspecto moderno creado en 1986 donde se llevaría a cabo el festival, flanqueado por una gran pieza de arte metálica dedicada al poeta y escritor de Santiago de donde el sitio toma su nombre—finalmente abrieron. Mientras todos se ubicaban en el espacio al aire libre del Heredia, el Pacho Alonso, y presenciaban sets tempranos del grupo local de rumba Rumba Ache y el rey del dance latino con base en el Reino Unido, Quantic, nadie realmente sabía cómo se desarrollaría el fin de semana.

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Quantic

Todo comenzó sin problemas, con un público de alrededor de 400 extranjeros y cubanos regados entre el teatro cerrado, el escenario al aire libre, y el Café Cantante, enfocado en DJs. Cuando la tormenta torrencial antes mencionada golpeó la ciudad en la primera noche de los eventos, el festival movió los actos en vivo programados para el escenario al aire libre, hacia adentro. La tormenta resultó ser una especie de bendición encubierta, ya que el teatro cerrado—con sus abundantes asientos, y mejor y más enfocada acústica—ofreció el escenario perfecto para muchas de las colaboraciones fascinantes que los fans estuvieron a punto de presenciar, muchas de las cuales fueron resultado de los jams sinérgicos y de las sesiones de grabación que ocurrieron a lo largo de la semana anterior.

Soundspecies con Ache Meyi

Sobre el escenario, actos de electrónica contemporánea como los dúos de rave británicos Plaid y Soundspecies usaron consolas y secuenciadores modernos para agregar capas, efectos y filtros a los artistas tradicionales cubanos con quienes fueron emparejados o con quienes se agruparon espontáneamente antes del festival. Los segundos colaboraron con el grupo local de bembé, Ache Meyi, y transformaron el estruendo de sus congas en música dance con tintes latinos y sonidos digitales. Siempre que la música culminara en algo cercano a un "drop", los fans saltaban al escenario para acompañar a los artistas en un baile o incluso compartir tragos de ron con ellos. Mientras que de lejos, predicar el "intercambio cultural" podría verse como un punto de venta cursi, estas colaboraciones en realidad produjeron algunos de los momentos más cautivadores y estimulantes de todo el festival.

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Plaid

En comparación al teatro cerrado, la habitación de DJs del festival, el Café Cantante, ofrecía un ambiente más convencional de fiesta dance, aunque con un estilo latino consistente. El sello icónico de la ciudad de Nueva York, Fania, hizo equipo con las fiestas nocturnas de L.A. Culventura para presentar sets del dúo peruano de cumbia-bass, Dengue Dengue Dengue! y el especialista neoyorkino de world-dance Nickodemus. La DJ del Reino Unido y dueña de disquera, Madam X, trajo el grime a la isla, mientras que su compatriota británico, A Guy Called Gerald, se aferró a la larga historia de amor de Cuba con la percusión para un brillante set de sólo jungle. La colección de DJs fue en sí misma una aventura supremamente diversa, con artistas de México conviviendo con la gente del dúo de live-tech femenino Pauza, de La Habana—unas de las únicas DJs femeninas en lograr aclamación en Cuba hasta ahora. La música del local no era tan intrigante como las colaboraciones que se encontraban en los otros sitios, pero igual era más que en algunas otras noches promedio en clubes.

Madam X Dengue Dengue Dengue!

Justo como en la sociedad socialista en la que viven los cubanos—que es todo lo que conocen—MANANA fue, en muchas maneras, un experimento que exploró las cosas impresionantes que pueden pasar cuando gente que ni siquiera habla el mismo idioma forma una sola unidad. La asistencia de cubanos fue otra cosa que desconocíamos antes del día de apertura, y aunque la asistencia inicial fue poca, el boca a boca (además de los voluntarios locales y foráneos que llenaron las calles de la ciudad con flyers) provocó que muchos cubanos gastaran sus $4 dólares por un pase mientras los días transcurrían—y juzgando por sus sonrisas, parece que lo valió.

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Casi todos los locales con quienes conversé parecieron haber disfrutado la oportunidad de hacer nuevos amigos americanos—una cultura que ha sido bloqueada de la isla la mayor parte de sus vidas. Un joven cubano con raíces rusas llamado Vladimir me dijo que el reguetón es prácticamente todo lo que conoce, y expresó cuánto más quería aprender sobre música dance, de la cual escuchó muchas de sus ramas—como jungle, techno y grime—por primera vez ese fin de semana. Otros sólo querían aprender un nuevo idioma, como Junior, un joven mecánico cubano que jugó al Ahorcado con un amigo americano como una manera creativa de practicar inglés.

Junior y Matt. Foto por el autor

Las conversaciones que tuve con los no cubanos muchas veces se tornaron políticas. Una nativa de San Francisco que viajó desde Perú habló sobre cómo presenciar la manera cómo el socialismo promueve una vida austera en realidad hizo que ella—una "alternativa" autoproclamada—se alineara más con las formas capitalistas americanas. Un hombre escocés de Brooklyn dijo que se tomó los días previos al festival para viajar a La Habana y sentar las bases de un programa educativo dedicado a preparar a los cubanos para el influjo inminente de la tecnología. Aunque, inevitablemente, muchos extranjeros estaban allí por la fiesta, y la presencia ocasional de tops de flecos, playeras de Dance Mania, bolsas de Boiler Room, y shorts cacheteros, hacían sentir un aire de Coachella.

En simultáneo a MANANA, otro festival musical llamado Musicabana estaba ocurriendo en La Habana, donde una prefiesta en marzo se jactó de tener a Major Lazer tocando frente a casi 500000 cubanos. El festival –que se anunció a sí mismo como la "fiesta de presentación de Cuba", e incluyó estrellas del EDM como Cedric Gervais– había experimentado múltiples demoras en su aprobación por culpa de problemas burocráticos que Fabien Pisani discutió en una entrevista reciente con Billboard. Forzados a esperar meses para obtener el OK definitivo del gobierno local (algo que dicen que recibieron una semana antes de la noche de apertura), muchos de los actos de alto perfil del festival como Sean Paul y el cantante brasileño Carlinhos Brown habían cancelado sus sets. Desafortunadamente, los problemas no terminaron allí: "Todo el mundo ya había cancelado: los artistas, las locaciones, los patrocinadores, las habitaciones de hotel, los socios financieros", dijo Pisani. El artículo de Billboard incluye la filosofía del festival a "dejar entrar una nueva era de diplomacia cultural" en Cuba, y dada la naturaleza comercial mainstream de algunos de los artistas programados, es posible que no hayan convencido tanto al gobierno cubano.

Jeremy Sole en la "Tarima DIY"

Con sus colaboraciones anunciadas, MANANA, en contraste, hizo de la mezcla de las culturas creativas de Cuba, Europa y America su principal foco. No se me ocurre otro festival que haya sido más amigable, bajo perfil, y simplemente divertido de principio a fin –especialmente tomando en cuenta que fue en un lugar donde hay pocas, sino nada de drogas, o datos móviles (aquí no hay Snapchat, sólo vibras). Confrontados con los recursos limitados y dificultades burocráticas a la mano, los organizadores de MANANA triunfaron en dar un festival de calidad en un lugar donde hacer cualquier mierda es casi imposible.

En el último día del festival, la lluvia finalmente dio paso al sol, y el escenario Pacho Alonso reabrió para una fiesta impromptu. Tal vez viendo la oportunidad de hacer dinero extra, un hombre local cuyo trabajo era operar el lugar, puso su propia bebida, staff y sonido, y reclutó a algunos de los DJs del festival para poner música. Mientras observaba al público multinacional beber y celebrar hasta tempranas horas de la mañana, me di cuenta de que la escena no se sentía tan diferente a la de las fiestas DIY a las que voy en Brooklyn todos los fines de semana, con gente dedicada trabajando a la par para aprovechar el máximo los recursos a su disposición. Es una ingenuidad que los cubanos han demostrado por décadas, y que los ha ayudado a sobrevivir a través de más de medio siglo de circunstancias difíciles. Con el inevitable influjo de americanos que llegará pronto a la isla, tal vez el momento de que ambas culturas aprendan más una de la otra, hagan música, y, claro, bailen toda la noche, finalmente ha llegado.

David Garber está en Twitter.