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Música

El underground nace y muere, no se hace

Opinión // "Cada muerte, cada salida a flote del underground, reafirma el hecho de que todavía hay mucho moviéndose debajo de esta gran superficie".
*Este artículo se publicó originalmente en THUMP Colombia.

Hace más de una semana se realizó una fiesta en Bogotá que reunió todas las tendencias en cuanto a fiestas de techno se trata en la ciudad. Me refiero a Coalition, un evento producto de la unión entre varios colectivos que, según me cuentan los asistentes, tuvo una energía muy especial de principio a fin. Sin embargo, aparte de esto, hubo muchos otros elementos previos a la fiesta que me hicieron cuestionarme y suscitaron el planteamiento de esta columna.

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Elementos como ocultar la ubicación del evento hasta horas antes de ser realizado, diseñar un flyer que no se saliera de tonos oscuros, hablar repetidamente de liberarse durante la fiesta en la descripción del evento, prohibir tomar fotos durante la fiesta (una regla que están adoptando cada vez más colectivos del país), anunciándolo en español, inglés y hasta alemán, me imagino que por un intento por ligar el evento con Berlín y el imaginario technero que se ha venido desarrollando en esta escena sobre esta ciudad de Alemania. Probablemente la intención de los organizadores de Coalition no era más que asegurar una fiesta y novedosa, y al parecer lo lograron. Pero toda esta reunión de predilecciones juntas en una sola fiesta me hizo pensar: ¿A qué obedece esto? ¿La fiesta pudo haber sido buena sin todos estos elementos? ¿Por qué tantos colectivos y clubes en Bogotá y el resto del país están haciendo una oda constante a la clandestinidad y a la oscuridad? Coalition es apenas un ejemplo, pero es innegable que desde hace un buen tiempo la fórmula de lo subterráneo como concepto de fiesta se está tomando los eventos de ciudades como Medellín, Bogotá y Pereira.

Estos recursos ha generado un recubrimiento discursivo que, en algunos casos, se está utilizando como carnada para hacer que un evento sea el más popular del fin de semana, y es el discurso de lo alternativo, de lo underground. Ni siquiera la famosa frase "lista gratis antes de las 12" es tan efectiva hoy en día como esa palabreja para promover una fiesta, que quiere decir todo para los asistentes, pero que a la final no quiere decir nada, porque escribiendo muchas veces 'underground' no se puede evocar la esencia real del concepto, más bien todo lo contrario.

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Me voy a explicar mejor, y para eso necesito irme al significado básico de esta palabra, que en español vendría siendo subterráneo, o lo que está debajo de la superficie. La palabra empezó a ser utilizada con más frecuencia después de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezaron a florecer movimientos contraculturales y de resistencia, que se mantenían en el lado contrario del status quo, y se manifestaban en contra del pensamiento oficialista del momento. Es así como los beatniks, el hippismo, los movimientos feministas y los grupos LGBTI fueron todos movimientos underground, que empezaron moviéndose por un camino cercano a la clandestinidad.

Y con la música underground sucede lo mismo que con los movimientos sociales. Esta no encaja con los estándares y las modas típicas del momento, y no adquieren popularidad hasta mucho después porque no hacen parte de la corriente, del mainstream, término que es todo lo contrario a la palabra que estamos analizando. Sin embargo la llegada a este otro lado no es un camino inmediato. Frank Zappa, uno de los íconos musicales de los 60, decía que "el mainstream viene a ti, pero tú debes correr hacia el underground". Con la música electrónica pasa exactamente lo mismo; existe música mainstream y música underground, con una cantidad infinita de matices en la mitad, y existe público para cada lado de la moneda que se cree el putas por escuchar lo que escuchan.

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Pero el underground, a diferencia del mainstream, es como una olla de vapor constante, un término que encierra una inestabilidad, una burbuja que nace en el fondo de un vaso con agua, crece y muere cuando sale a flote a la superficie. Eso último es la perfecta analogía para lo que es el underground: un proceso social que nace orgánicamente, pero que en la mayoría de los casos se hace popular en algún grado, y pierde en diferentes niveles su rótulo de underground. Muchos expertos afirman que, debido a la rapidez de difusión con la que contamos hoy en día, ese margen entre el fondo y la superficie es casi inexistente. En cuestión de minutos, lo que a uno le parecía algo traído de las mismas profundidades, se termina volviendo un hashtag que es trending topic en Twitter o un video de 30 segundos en Facebook con más de 500 mil vistas. Así, géneros musicales, tendencias de moda, escritores y artistas plásticos son absorbidos por ese vórtice impredecible y amorfo que es el mainstream, convirtiéndose en una opción más de vestuario o una canción más en Spotify para gente como ustedes o como yo.

Pero yo creo que siempre existe un instante, por pequeño que sea, en el que un productor, una tendencia musical, una fiesta temática o un club se mantuvo oculto y jugó su partido desde el anonimato, desde lo desconocido, antes de empezar a aparecer para mucha gente en el panorama; aunque hay expresiones estéticas que logran arrastrarse en el subsuelo por mucho tiempo, e incluso no salen de ahí. Pero generalmente lo underground tiene un proceso finito que nace de manera impredecible, que nadie puede controlar, y que tiene un principio y un fin, cuando finalmente se hace popular y sube a la superficie.

Es esta linda muerte la que se les está olvidando a nuestros amigos promotores y dueños de clubes, que no entienden que el famoso underground que tanto claman y que tanto ofrecen, pasó a ser simplemente una tendencia imperante en la escena electrónica de esta ciudad, nada más, y no hay nada de underground ahí, más bien lo contrario: los elementos propios de lo underground actualmente son lo mainstream en la escena nacional. Entonces todos creen que de repente, al anunciar en los flyers de sus eventos que no se van a poder tomar fotos en alemán e inglés, al mandar la ubicación de un sitio dentro de la ciudad a través de un mail, vestirse de negro, buscar locaciones diferentes a las de un club y ofrecer paletas y masajes (¡masajes!) en medio de una fiesta repleta de techno, ya somos subterráneos hasta las cachas.

Y tanto promotores como público van a seguir en un círculo, que ambos consideran correcto y no me voy a poner a juzgar: el público exigiendo asistir a la fiesta más underground posible, para seguir llenando su ego subterráneo, y los promotores vendiendo lo invendible y dándole lo que quieren a su amado público. Pero vale la pena recordar, al menos por un instante, que uno no puede evocar lo que no se deja evocar, ni que se puede producir genuinamente lo que solo se genera de una manera natural, orgánica.

¿Cuál es la salida? No la hay, solo queda rendirse. Rendirse a que lo que se entiende por underground hace mucho tiempo dejó de serlo en la escena electrónica nacional (y en muchos casos la global), para pasar a ser un papel regalo con el cual se envuelve todo: desde producciones musicales hasta fiestas. Nos estamos negando rotundamente a respetar esa muerte de las cosas ocultas cuando empiezan a ser populares y estamos intentando revivir un muerto que no va a resucitar; un muerto que debería ser triste y bello a la vez, porque cada muerte, cada salida a flote, reafirma el hecho de que todavía hay mucho moviéndose debajo de esta gran superficie.