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Música

Los tipos de personas que hay en una fiesta

Aquí te presentamos una clasificación general de la fauna silvestre del jolgorio.
Fiesta del tercer aniversario

*Este artículo se publicó originalmente en VICE.

Las fiestas son la onda, el premio de una larga semana de trabajo o escuela, un lugar para cotorrear con tus amigos, tomarte una selfie, conocer personas o intentar tener sexo con ellas. Son un ritual ancestral que se pasa de generación en generación sin la necesidad de explicar cómo funciona, el boogie. Las fiestas son inherentes al ser humano y nadie te explica cómo portarte, y es que desde nuestras primeras pachanguitas de la secundaria nos encontramos con una serie de personajes salidos de las piedras con el fin exclusivo de valer verga en equipo.

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Pero los tipos de persona que van a una fiesta son lo que las hacen divertidas: como cuando alguien baila lo que puso el güey que decidió ser el DJ de la noche, y un vato los mira silenciosamente desde la esquina mientras alguien se divierte en el baño con su hermana. Aquí te presentamos una clasificación general de la fauna silvestre del jolgorio.

Los ansiosos de fiesta

Empecemos cronológicamente. Estos son los primeros tipos en llegar a la fiesta porque creen que la noche empieza cuando ellos dicen. Es mejor que te saluden a saludar a todos es su mantra y estaba aburrido, su pretexto. Estas personas se creen (quieren ser) el mejor amigo del anfitrión. Por lo general llevan algunas cervezas y su presencia se hace menos incómoda cuando llega alguien más.

El dictador musical

Una vez que hay un número razonable de personas, alguien sugiere poner algo más movido, lo que en realidad significa que se va a parar junto a las bocinas toda la noche y va a imponer sus gustos musicales incluso a costa de socializar. "¿Me dejas poner una canción, compa?", pregunta el ingenuo. "Simón, simón, ahorita que acaben estos cuatro sets de este techno libanés, bro". Cuando por fin deja que alguien más ponga una rola, interrumpe diciendo: "¿Ésa? No, checa, te voy a poner una que te va a gustar más, topa".

Este tipo está dispuesto a orinarse en los pantalones si no encuentra alguien que le cuide la música para ir al baño.

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Imagen vía.

Los fritos

Estos son los amigos y audiencia del tirano musical. Son esos tipos que están fumando mariguana toda la noche y comiendo. Llegan con una caguama y unos chicharrones sintéticos. Suelen reunirse en grupos en el sillón más cómodo de la casa. Se repliegan, se unen a bolitas y a conversaciones que no entienden y en las que no aportan nada, y regresan al sillón para fumar más. Mientras la fiesta y las drogas avanzan, los verás bailando en medio de la sala con los ojos cerrados o viendo a ningún lugar en particular respondiendo sólo a las ondas sonoras. La fiesta interior, que le llaman.

El invitado perfecto

¡Llegó la fiesta! Esta persona llega con un embudo y un marciano inflable porque estaban de promoción. Lleva más alcohol del que se puede tomar y no duda en compartirlo con quien sea. Los puedes identificar por su amable sonrisa y por sus alas, porque como si fueran un ángel, incluso se ofrece a ayudarte a limpiar el cagadero. Cuando estas personas salen de fiesta, se aseguran de que no les faltará nada y pueden animar hasta la reunión más aburrida.

El que no lleva nada

Sanguijuelas del mal. Estos seres llegan ya entrada la noche, cuando saben que hay suficiente gente, botellas y cheve para que nadie sepa qué es de quién. Los más experimentados piden la primera cerveza con humildad, sólo para abrir el portal hacia la garganta más rápida de la noche. Cuando el alcohol empieza a faltar, él es el primero en armar la vaquita: entre más placa menos placa.

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El conductor designado

El unicornio escupe fuego. Alguna vez vi a uno, creo. Ser el conductor es un logro que se gana con horas de serenidad, autocontrol y una voluntad de acero. Y lo único que ganas es ser el segundo güey más antipático de la fiesta por rechazarle tragos gratis a todos, por lo que muchos aspirantes se quedan en el camino. Si dices ser esta persona, no te creo.

El güacaras

El vomitón. Lo sorprendente de esta persona es que un simple vómito no se interpondrá en su camino. Va al baño, vomita un poquito y regresa a seguir empedando. O en su defecto, se le sale el vómito en la sala, limpia, y continúa como si nada. Casual. Todos vomitamos, ¿no? De todas maneras a nadie le molesta platicar con una persona que apesta a vómito y que en cualquier momento te puede echar sobras de comida encima, ¿o sí?

El chavorruco

Es el señor o señora que alguien invitó por compromiso o por quedar bien. Es la clásica Martita de Recursos Humanos de la oficina que escucho sobre la fiesta y no te quedó de otra más que invitarla. Tratan de hablar de cosas que hablan los chavos con los chavos porque quieren ser un chavo. Todavía habla de la primera generación de Los Simpson y es imposible mantener una conversación con ellos por más de 15 minutos, cuando la brecha generacional se hace un muro sólido. Su incomodidad se nota en sus ojos, que descubren por quinta vez que las fiestas ya no son lo suyo, que nada debería estar haciendo entre tanto niño, así que mejor se emborracha.

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Normalmente termina tirándole la onda a alguien.

El que caga

Dentro de los invitados que ven el anonimato como un permiso para comportarse como animales, está el apestoso. Un ejemplar esquivo y difícil de identificar. ¿Quién va a una fiesta a cagar? En serio. No sé qué tiene que pasar para que alguien decida que un lugar lleno de hombres y mujeres que comparten un solo baño es el mejor lugar para bajarse los pantalones, sacar el celular y ponerse a defecar.

Los malacopa

Hablando de cacas; nunca faltan los que van a una fiesta a pasársela mal. Mi favorito es el llorón, esa víctima de la vida que cree que la pregunta ¿Cómo estás? es en serio y aprovecha para contarte cómo su vida está valiendo verga. Después de todo, a eso vamos a las fiestas, ¿cierto? Pero hay muchas subclases de este depredador: el que siempre se pelea pero nunca es su culpa; el que no hace nada bien; el terco; el que rompe cosas o se las roba; el que cuenta tus secretos más penosos enfrente de la morra que te estás cotorreando; el que detiene la música porque perdió su celular; el pedero que va chocando el hombro con todos pero que siempre le saca al final y una infinidad de ejemplos más. Supongo que cada quien malacopea a su manera. Mi consejo es ignorar a estas personas y darles por su lado un ratito; de cualquier forma nunca tardan en convertirse en un mueble más.

Los amorosos

Está pedísimo, está sonriendo y está genuinamente agradecido de que tú y todas las personas bajo ese techo sean parte de su borrachera. El alcohol despierta en esta persona esa parte del cerebro llena de recuerdos insignificantes como la vez que le detuviste la puerta o cualquier cosa por la que te podría agradecer. Es gracias a esta persona que te das cuenta de cosas buenas que no sabías de ti y la única que parece notar lo fresco que eres y lo poca madre que te vestiste esa noche.

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Al que nadie conoce

No es difícil reconocer al tipo que no conoce a ninguna persona en la fiesta, ese vaguillo que camina sonriendo a todos y asintiendo con la cabeza mientras se toma una de tus cheves antes de acercarse a un grupito e intentar anexarse incómodamente a la plática hasta que alguien le pregunta su nombre y contesta con una justificación que nadie le pidió pero que nunca falla: vengo con el de la fiesta.

El sinamigos

Esa persona que va de grupito en grupito buscando dónde encajar y después de no hallarse termina sentada en el sillón con los fritos. Cuando estos no le hacen caso recurre al último mamífero a su al rededor con el que no ha intentado cotorrear, el perro.

El que llega con sus amigos

Todas las fiestas son su fiesta. No entiende la diferencia entre anfitrión e invitado. Tú y todas las personas en esa fiestucha le dan tanta hueva que te va a honrar con su presencia, pero va a llevar a 15 cuates para pasársela bien.

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Los que van a ligar

Para ellos, un viernes no cuenta como tal si no fajan o se acuestan con alguien. Unos besitos cuando menos. Son esos vatos que van abrazando de una por una a todas las mujeres de la fiesta repitiendo esa frase memorizada esperando a ver con quién pega, y esa tipa que se ríe como loca y no para de tocar a cualquier morro que le dirija la palabra. Mientras más noche se hace, más feroces se vuelven. Se convierte en una competencia por lo que queda.

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Los novios

A diferencia de los anteriores, los novios no tienen la necesidad de emborracharse y zorrear, en cambio, cuentan anécdotas aburridas en las que están involucrados los dos y se cuidan muy bien de no decir algo de más, algo que su pareja no sepa. Algunos simplemente se la pasan fajando en una esquina mientras escuchan la música y se toman unos tragos. Otros sólo esperan a que sea la una de la mañana para salir de ahí e irse a ver una película lejos de esa manada de locos.

El bulto

Son las seis de la tarde y esta persona anuncia: hoy me voy a poner hasta la madre. Recibe la noche ebrio y la fiesta se convierte en su lenta transformación en un mueble. Primero deja de hablar y después ya no se ríe de los chistes. Poco a poco se empieza a tambalear y decide sentarse. Ya sentado, hace lo posible por mantenerse despierto hasta que acepta su destino, se acomoda, se hace bolita y reconoce su condición de parafernalia.

Los aferrados

La resina de la fiesta. La merma. Con ellos platicas al final de la fiesta, cuando ya no hay música ni nada de qué platicar. Estos tipos matarían por la fiesta y no se van a ir aunque les des la más chafa de las indirectas. Son las personas que están dispuestas a tomar solas si eso es lo que la noche pide. Son la verdadera fiesta, esa que espanta a los corredores que madrugan y se asusta con el sol.

@limonsaurio