El All Star Game de las miradas incómodas: Magic Johnson, el SIDA y el agua milagrosa mexicana
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El All Star Game de las miradas incómodas: Magic Johnson, el SIDA y el agua milagrosa mexicana

El día que el drama sobre la duela superó nuestra ignorancia

Drama. ¿Es mucho pedir? No es malo ver a un grupo de gente clavar la bola una y otra vez. Es divertido, en realidad; pero dada la naturaleza competitiva de los deportes, algo se pierde cuando en un partido de basquetbol el objetivo (ganar, vencer, dominar) se difumina entre pases de fantasía, montones de tiros de tres y solitarias clavadas sin oposición alguna. No es que vaya a ser esto un alegato nostálgico para decir que todo tiempo pasado fue mejor, pero sin duda la idea de honor tenía otro significado unos años atrás, cuando los Juegos de Estrellas de la NBA eran casi un acontecimiento cultural, un encuentro entre dos equipos que ponían a prueba a los mejores hombres de una actividad, en este caso, el basquetbol.

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En México, para acotarnos, el Juego de Estrellas era en realidad un ansiado Fin de Semana que incluía competencias de clavadas (cuando todavía tenían un sentido), un concurso de tiro de tres (que hoy sucede durante el Juego) y un encuentro en el que se jugaba el honor del Este contra el Oeste, todo bajo la voz apasionada de Pepe Espinoza y Enrique Garay. Era un acontecimiento, porque lo que veíamos con mala recepción en nuestros televisores, era el desempeño de atletas que se comportaban como tales. Veinte años después, los atletas, con sus pequeñas tragedias y problemas, con sus ridículas peleas en Twitter o su nuevo escándalo de esteroides, se comportan como estrellas de reality, ofreciéndonos pepitas de oro apenas gratificantes para nuestro decrecida capacidad de atención.

Quizá estoy siendo muy nostálgico. Déjenme recomenzar: Un poco más hacia acá recuerdo haber sentido algo de emoción cuando Kobe Bryant se encargó de borrar a Lebron James en la duela del Juego de Estrellas de 2013:

Fue gratificante porque los jugadores son gratificantes cuando son menos indulgentes y se avocan a la competitividad que da sentido a un deporte. La pasión y la entrega de Bryant es evidente sobretodo en la defensa, ese concepto que hoy parece demasiado abstracto para quienen pisan la duela del Juego de Estrellas. En beneficio de 2017, hay que reconocer que cierto drama se desenvuelve ante nuestros ojos, el drama de Russell Westbrook, el jugador solitario que este domingo será el sexto mejor hombre después de los Warriors y James Harden. ¿Qué sucederá cuando desde este sábado se vea las caras con Kevin Durant? ¿Le pasará la bola? El público está ansioso por saber si se dirigirán la palabra; queremos saber si en este drama estaremos lidiando con adultos profesionales o niños encaprichados.

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En 1992 un drama real se desenvolvió ante nuestros ojos. Todo comenzó a finales de 1991, cuando Magic Johnson, una presencia familiar y constante en todos los hogares donde hubiera gusto por el basquetbol, se ausentó durante los primeros juegos de los Lakers. Finalmente, el 7 de noviembre de 1991 Johnson hizo un anuncio que la fecha sigue siendo uno de los momentos más impactantes para el mundo de los deportes: anunció al universo entero su retiro a causa del VIH.

Nuestra ignorancia en aquellos años era absoluta y admito que después de haber escuchado el anuncio yo y mis amigos dábamos Magic simplemente por muerto. Sin embargo, Johnson jugó un inolvidable Juego de Estrellas al siguiente año. Y en Barcelona formó parte del más grande equipo de basquetbol de todos los tiempos, el Dream Team. Sin embargo, no todos en la liga estaban convencidos de que un hombre infectado de VIH debiera jugar a nivel profesional. Karl Malone, sobre todo, estaba inconforme con el regreso de Magic a las duelas: "Mira todos estos cortes y costras que tengo. Esto sucede todas las noches, cada juego. No pueden decirte que no estás en riesgo y no puedes decirme de una sola persona en la NBA que no haya pensando un momento en esto". Entre las declaraciones de Malone y las historias locas que surgían cada fin de semana acerca de la vida sexual de Johnson, una cosa era clara: nuestra ignorancia colectiva acerca del VIH era alarmante. Incluso se llegó a afirmar que Magic Johnson había viajado a México para llevarse agua del rancho de Tlacote, en Querétaro. De alguna manera quisimos creer, gracias a la ignorancia del diario Esto, que un atleta que contaba con los mejores médicos a su disposición, iba a viajar a un perdido pueblo en México para llevarse agua milagrosa. El autor del rumor era el mayor interesado, un ingeniero llamado Jesús Chahín Simón que durante años se dedicó a engañar a la gente con las supuestas propiedades curativas del agua de Tlacote. Nuestra ignorancia era monumental.

Magic Johnson hizo que el Juego de Estrellas de 1992 fuera uno de los más significativos de toda la historia. No fue competitivo en sentido estricto. Johnson encestó 25 puntos sin mayor problema. El reconocimiento del público ante su coraje es lo que debe destacarse. A partir de su anuncio de noviembre Magic había sufrido toda clase de desprecios. Se inventaron historias; se propagaron falsos rumores, se le condenó a una muerte temprana. Tenía 33 años apenas. Pero aquel juego fue uno de esos raros momentos en que la NBA significa algo más allá de su propio mundo de estrellas y clavadas.

A 25 años de aquel acontecimiento la importancia de Magic para toda una generación es más que evidente. El Juego de Estrellas de 1992 será recordado por su trascendencia más allá del juego. Fue parte de nuestra educación. Y hay que agradecérselo.