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Cultură

Aquila non capit muscas – Se busca (preferiblemente con bienes embargables)

La mítica Radio PICA sigue adelante a pesar de los embargos, las multas y las amenazas.

Qué formidable película de aventuras podría surgir de aquí. Barcelona, 1981. Cuatro chalados brincando de azotea en azotea con nocturnidad y alevosía. Portan un equipo radioemisor portátil y las baterías de automóvil necesarias para alimentarlo. Cada noche se trasladan de azotea y de barrio. Cada noche montan y desmontan el equipo a la luz de las estrellas y emiten clandestinamente música, noticias, agendas culturales. Lo hacen fuera de la ley, desafíando la estrecha vigilancia y persecución de la autoridad. Es el nacimiento de Radio PICA, cuya primera emisión tiene lugar dos semanas después del 23F, en una Cataluña y una España donde todo está cambiando para quedarse como estaba.

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¿Tiempos heróicos? No, tiempos de idealismo, de juventud, y en consecuencia emocionantes. Salvador Picarol, el fundador de la radio libre más obstinada de la península, contaba entonces treinta y pocos años y ya era un histórico del underground barcelonés. Había empezado en el mundo de la publicidad y el teatro, tenía un puesto de discos en el mercadillo de Balmes y se ganaba el sobresueldo vendiendo posters en los conciertos. Durante el que ofrecía King Crimson en 1973 en la ciudad de Granollers, Picarol experimentaba su primer tropiezo con la ley: detenido por la guardia civil al hallarse entre sus existencias un cartel de denuncia del golpe de estado de Pinochet, fue procesado por el Tribunal de Orden Público y, tras quedar en libertad provisional, al cabo de dos años se sobreseyó el caso, no sin incautársele toda la edición de aquel cartel calificado de “socialmente peligroso”.

Sexagenario ya, aunque no lo parezca en absoluto, en la actualidad Picarol se enfrenta a una multa de 75.000 euros o el embargo de su piso, pagaderos vía Hacienda al Ministerio de Telecomunicación y Transportes en concepto de castigo por interferir Radio PICA involuntariamente la señal de la SER durante cinco minutos. De momento ya le han embargado la cuenta bancaria. “Me he declarado insolvente”, dice Picarol, “no cobrarán”. Coincide este ejemplo de que “la represión a los medios libres sigue viva” con el fin de las emisiones herzianas de Radio PICA, desde finales del pasado año sintonizable únicamente online. Cinco horas de emisión diarias entre las 14 y 19h., repetidas de 19 a 24h. Treinta programas, mayormente musicales pero también literarios, realizados desde Barcelona o bien desde Bilbao, México, Japón, Estados Unidos, Gran Bretaña y otros rincones del globo. Las razones de ese cambio son obviamente pragmáticas: “Emitir en FM con una frecuencia de 2000 watios significa un importante consumo eléctrico, que con el salvaje incremento de las tarifas autorizado recientemente se ha vuelto inasumible. Los gastos de mantenimiento técnico, por otro lado, también son elevados”.

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Salvador Picarol con sus peligrosas "armas" antisistema (Foto Francesc Sans)

Se han escrito dos libros sobre Radio Pica, a mi entender sin que ninguno haya sabido captar la agitación de esos 32 años en antena, siempre bajo coerciones e incertidumbres legales. Desde que Picarol conociera en Milán la efervescencia de las radios libres, cuando en 1977 introducía de contrabando por los Pirineos varios emisores adquiridos en Italia para fundar su primera emisora, ya que España ni siquiera formaba parte aún de la comunidad europea, jugar a ser el ratón del bulímico gato estatal ha sido una constante. Una sucesión de puntuales detenciones y precinto de estudios que conoció su cénit en 1987: “En los primeros tiempos de andadura la experiencia nos aconsejó ser prudentes, no arriesgar si queríamos emitir con regularidad y sin sobresaltos, por tanto se decidió no revelar la ubicación del estudio. Las primeras emisiones fueron exclusivamente de 12 de la noche a 6 de la madrugada para dificultar más nuestra localización. A pesar de que en principio disponíamos de poca cobertura, una tercera parte de Barcelona, la audiencia resultó extraordinariamente exitosa. La clave fue pinchar lo que otras emisoras no programaban: punk, industrial, experimental, rock radical vasco, etc. Otra de las claves de la buena acogida fue que entonces la oferta televisiva solo tenía dos canales. Internet no existía y la radio en la FM de Barcelona era de solo ocho emisoras. Tambien importante fue la agenda contracultural o alternativa de la ciudad, asuntos ignorados en los grandes medios”.

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Pero, “el 29 enero de 1987 irrumpieron los mossos d’escuadra en plena madrugada en el estudio, llevándose micros, platos giradiscos, magnetófonos y emisor. No pudimos volver a emitir hasta 1991, después de recuperar los equipos, tras un juicio contra la Generalitat que ganamos, una larga campaña revindicativa por todos los medios y mi presencia diaria en protesta en la plaza Sant Jaume durante diez meses. ¿El por qué de este ensañamiento y persecución? Evidentemente por nuestra capacidad de resistencia e independencia a lo largo de los años, y porque nunca habíamos solicitado ninguna subvención”.

Efectivamente, Radio PICA sería ferozmente perseguida por la Generalitat, cuyo concepto de la cultura era bien distinto. El mencionado precinto lo fue con el pretexto de que interfería en las comunicaciones del aeropuerto del Prat, cuando en realidad era Radio 3 la causante de la intromisión, como se demostraría. Lo cual no disuadió al gobierno de CIU de mantener clausurada PICA todo el tiempo posible. No ha sido la administración catalana el único obstáculo. La AGEDI-AIE, también conocida como Organo Conjunto de Recaudación de Artistas y Productores, una entidad de gestión de derechos de propiedad intelectual prima-hermana de SGAE que preside Luis Cobos, empleó casi tres años en la elaboración de un grueso y exahustivo dossier sobre Radio PICA. De nada le sirvió a la abogada de la entidad en el subsiguiente juicio por impago de derechos esgrimir tan abultado infolio. Otro ejemplo más reciente: durante la última huelga general, el ministerio del Interior realizó un meticuloso seguimiento de las programaciones de las radios libres que siguen funcionando en España, incluida Radio Pica, para evaluar su posible incidencia en los acontecimientos.

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Salvador Picarol sigue cabalgando mientras otros ladran (Foto Robert Bonet)

Sin embargo, si las tornas cambian el celo legalista no es el mismo. Ya en la época del nocivo tripartito, la Generalitat se lavó las manos cuando una emisora independentista de Sabadell se deslizó en la frecuencia de Radio PICA para extender su mensaje en el área del barcelonés. Ese asunto competía a Telefónica, dijeron, y por lo visto topar con la todopoderosa concesionaria de frecuencias era como hacerlo con la iglesia. Nada de todo esto invalida el hecho de que PICA continúe siendo un referente, la madre de las radios libres en España, que para 1988 contabilizaban ya una centena. Ese número ha decrecido, pero permanecen activos focos de resistencia —Radio Almaina en Granada, Radio Topo en Zaragoza—, teóricamente agrupados en una Coordinadora donde no predomina precisamente la unanimidad, aunque sí, según Picarol, una ortodoxia con la que no comulga y que siempre le ha puesto en el punto de mira de los puristas: “Se pasan la vida realizando asambleas. Hay radios libres de base universitaria, otras enraizadas en asociaciones de vecinos, y todos comparten una visión romántica que todavía reivindica el espíritu de los años 70. En Radio Pica somos solo tres personas y nunca perdemos el tiempo con asambleas. La mayor diferencia entre PICA y las otras emisoras es que nosotros pensamos que la radio ha de ser amena y creativa, por muy reivindicativa que se quiera. Esa disidencia me ha granjeado no pocas acusaciones de individualista”.

Contra todo pronóstico, y contra todo sacrilegio —compartir longitud de onda con emisoras comerciales a cambio de ayuda ecónomica, ya que no se conceden más frecuencias—, PICA es un sano ejemplo de combatividad contra el sistema. Con solo una radio libre legalizada, Radio Clara, España, como en tantos otros asuntos, constituye un caso único en Europa, donde países como Italia no solo toleran sino que financian las radios libres. “En la actualidad, tanto en el estado español como en Cataluña la legislación sobre la radiodifusión libre aún no está regulada. En el resto de Europa, en muchos casos hace como mínimo más de 30 años que los países han resuelto este derecho de expresión. En este sentido la llamada Transición fue una tomadura de pelo, pura y dura herencia franquista del monopolio de los medios bajo el control político y empresarial de los de siempre, aunque de manera camuflada. Para dejarlo más claro: transcurridos 37 años de la muerte del dictador, la llamada democracia ha dado total nulidad a la concesión de licencias de radios libres o independientes. Radio PICA aún está en la cuerda floja. Nos encontramos en el limbo administrativo, se nos considera alegales, y funcionamos bajo el régimen de tolerancia política del partido de turno, así que por cualquier opinión o crítica adversa al poder se nos puede clausurar o interferir. Nos hallamos en un estado de absoluta indefensión. Y en Cataluña aún es mas turbio todo. La administración catalana se sacó de la manga lo del “tercer sector radiofónico”, un invento para controlar las radios libres que viene a equipararlas a las ONGs, o a los jesuitas, escudándose en eso para retrasar su regularización y prolongar el vacio legal”.

Estando aún por ver cómo va el sistema a poner mordaza a Internet, no es sencillo profetizar hasta cuándo resistirán las radios libres a las contorsiones del capitalismo, llámense incrementos tarifarios o crisis global. Un ordenador con ADSL es todo lo que hoy se necesita para emitir. Algo se les ocurrirá, pero mientras tanto la ficción de la libertad todavía puede ejercerse en la radio.

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