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El número de perder los estribos

La única mujer jefa de policía de Afganistán desafía a los talibanes

Cubierta de la cabeza a los pies con la tradicional túnica negra y con un fusil automático de asalto colgando de sus anchos hombros, Firoza lleva tres años defendiendo a las gentes de Sistani.

Eran las cinco de la mañana. La silueta de un grupo de casas de barro se dibujaba en el cielo iluminado por la luna, rompiendo la monotonía de la desértica topografía de Helmand. A su alrededor había granjas con aspecto de haber producido muy poco a lo largo de los años. El gélido silencio de las primeras horas del día quedó interrumpido por un parloteo susurrante y unas pisadas apresuradas, que se detuvieron en la puerta de una casa pequeña y oscura.

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Que llamen a la puerta de madrugada no es algo que la gente reciba con agrado en este país devastado por la guerra; al otro lado puede haber insurgentes talibanes pidiendo comida y cobijo o soldados afganos tratando de apresarlos. Pero la visita de aquella mañana glacial de diciembre fue recibida con sonrisas afectuosas y humeantes tazas de té verde.

La visitante era Firoza, una abuela de 53 años y comandante de policía en Sistani, un pueblo del remoto distrito de Marjah, en Helmand. Como a la mayoría de la gente de aquí, se la conoce simplemente por su nombre de pila.

Firoza había venido para resolver una disputa doméstica. Fida Noorzai había denunciado los cada vez más frecuentes arrebatos de violencia de su marido Fazal. Firoza ordenó a cinco de sus soldados fuertemente armados que reunieran enseguida a toda la familia de Noorzai en el patio. "Tengo que solucionar esta disputa antes de ponerme con la rutina diaria", les dijo a los soldados con sequedad.

La rutina diaria de Firoza consiste en dirigir el cuerpo de la Policía Local Afgana (ALP por sus siglas en inglés) en la región. La ALP es una organización de 30.000 agentes que actúa independiente del Ejército Nacional Afgano y de la Policía Nacional Afgana –dos fuerzas con un historial discutible–, creada con el apoyo de los mandos de la Coalición durante las fases finales de la misión de la OTAN, e instruida por las Fuerzas de Operaciones Especiales de los Estados Unidos. En los últimos años han combatido en primera línea contra los talibanes, aportando su conocimiento y su contactos en el ámbito local, obteniendo muchos éxitos pero sufriendo también numerosas bajas. Cubierta de la cabeza a los pies con la tradicional túnica negra y con un fusil automático de asalto colgando de sus anchos hombros, Firoza lleva tres años defendiendo a las gentes de Sistani. Firoza, a la que cariñosamente llaman Ajani –"la que vence"–, estaba antes bajo las órdenes de su marido, Ewaz Mohammad Khan, de 60 años. Pero hace tres años, las autoridades de la capital provincial de Lashkar Hag destituyeron a Mohammed de su cargo, alegando falta de confianza en sus dotes de liderazgo, y le entregaron el mando a Fironza. Mohammad, que ahora es su subalterno junto con otros 13 soldados, me dijo que Firoza se impuso rápidamente como líder de la unidad. Ahora mismo ella es la única mujer comandante de la ALP en todo el país.

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En casa de los Noorzai, unas doce personas se congregaban en el pequeño espacio abierto. Con voz severa, Firoza le pidió a Fazal explicaciones sobre su comportamiento irracional. Él dio una respuesta incoherente, que fue sumariamente desestimada con un gesto de la mano.

"El Islam prohíbe pegar a las mujeres", dijo Firoza mientras Noorzai asentía con la cabeza. "Espero que seas amable y compasivo con tu esposa". Entonces le hizo una señal a uno de sus soldados para que le entregara su grueso cinturón de cuero. "Si me desafías, tendrás esto marcado por todo el cuerpo", dijo, sosteniendo el cinturón sobre la cabeza para que todo el mundo lo viera.

En Sistani, nadie desafía a Firoza. "Antes había muchas quejas de soldados que extorsionaban a la gente del pueblo para sacarles dinero y comida", me explicó Mohammad. "Cuando me llegaba una queja de esas, yo regañaba al soldado culpable. Pero Firoza tomó un camino diferente. Cuando recibió la primera queja, llamó al soldado, cogió su cinturón y lo azotó con él en público. El mensaje de que Firoza no toleraría ninguna infracción caló enseguida en la unidad y en la gente". Y, por lo visto, Firoza no perdona a nadie. "Una vez me dio una paliza a mí. Me pegó con el cinturón y tuve que ir al médico", dijo Mohammad, desviando las preguntas sobre qué había hecho él para desatar la cólera de Firoza. "En Sistani, todo el mundo sabe quién manda".

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Hace tres años, Sistani estaba tomada por los talibanes, que recaudaban sus propios impuestos e impartían su particular versión de la justicia. La autoridad del gobierno afgano había quedado restringida a las oficinas centrales de la capital provincial. La presencia de las fuerzas de Estados Unidos y de la OTAN era limitada, y la energía y la moral de las fuerzas afganas estaban por los suelos.

Pero la situación cambió cuando Firoza asumió el mando. Tomó una serie de medidas poco convencionales para infundir confianza entre la gente y entre sus propios soldados, entre ellas la decisión de armar a su familia. Cuando las autoridades afganas ignoraron su petición de que le asignaran más soldados, les entregó armas a 40 de sus familiares, incluyendo un nieto de doce años. Esto elevó el número de sus tropas en Sistani de 15 a 55. "Superamos en número a los talibanes de un solo golpe", dijo Firoza. "Se asustaron. Sabían que Ajani estaba armada, que sus hijas estaban armadas, que sus nueras estaban armadas".

Entonces, los talibanes cambiaron a su líder local y le pidieron al mulá Habash, un importante caudillo de la región, que se hiciera cargo de la lucha contra Firoza en Sistani. Firoza dijo que las tres comisarías de policía que controlaba fueron pronto objetivo de los talibanes. Sus soldados sufrieron emboscadas en media docena de enclaves. Uno sus hijos murió.

"Los talibanes pensaban que la muerte de su hijo aplastaría el ánimo de Firoza. No sabían de qué material está hecha", dijo Hazrat Bedal Khan, el jefe de policía de Marjah. Khan, que conoce a Firoza desde hace más de diez años, me dijo que el asesinato de su hijo la reafirmó en su determinación de expulsar a los talibanes de Sistani.

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"Bajo el mando de Firoza, la ALP pasó de ser una fuerza principalmente defensiva a ejercer un rol más ofensivo", dijo Khan. "Firoza y sus hombres empezaron a anticiparse a los ataques talibanes. El mulá Habash fue herido, varios combatientes talibanes murieron y muchos otros fueron hechos prisioneros".

EL ESTILO DE LIDERAZGO DE FIROZA

Cuando Firoza recibió una queja sobre uno de sus soldados, le cogió el cinturón y lo azotó con él en público.

Khan me explicó que, para asegurarse de que sus soldados no se amilanaran durante los ataques, a menudo Firoza permanecía detrás de ellos con su pistola, mientras les aseguraba que no dudaría en dispararles si trataban de huir.

Aun así, los enfrentamientos se cobraron un peaje inesperado en la familia de Firoza. Meses después de tomar el mando, dos de sus hijos fueron arrestados por soldados afganos tras un altercado no muy lejos de Sistani. Los detalles del suceso son confusos, pero las autoridades dicen que se enzarzaron en una disputa con su cuñado y que lo mataron en su casa delante de su hermana, una acusación que Firoza niega enérgicamente.

"Mis hijos fueron acusados de matar a civiles", me dijo Firoza, rebatiendo las acusaciones. "Han pasado casi tres años, pero no han sido sentenciados porque la fiscalía no tiene pruebas contra ellos. Yo no tengo ni el dinero ni los contactos necesarios para luchar por ellos".

Por su parte, Mohammad Anwar, el fiscal militar en Helmand, afirma que la fiscalía tiene pruebas para condenar a los hijos de Firoza. "Ellos dicen que solo disparan a talibanes, pero lo cierto es que los hijos de Ajani mataron al marido de su hermana, que era civil", me dijo Anwar. "Fue la propia hija de Ajani quien hizo la denuncia contra sus hermanos. Dijo que también habrían matado a su hijo si ella no lo hubiese impedido". Según Anwar, el caso contra los hijos de Ajani está cerrado. "Uno de ellos ha sido condenado a pena de muerte, mientras que el otro recibirá su sentencia pronto", dijo.

Mientras tanto, en Sistani, los soldados de Firoza habían interceptado un mensaje de radio de los talibanes. "Están planeando otro atentado contra mí", me dijo. "Esta vez será un coche bomba".

Si es cierto que la política empieza en el ámbito local, en un territorio tan fracturado a nivel geográfico y de seguridad como Afganistán, todo empieza en el ámbito hiperlocal. La ALP ha tenido éxito en áreas en las que el ejército nacional y la policía habían tenido serias dificultades, en parte porque la ALP está formada por combatientes como Firoza, quien, más allá de ser una pionera para las mujeres policía, ha demostrado ser exactamente el tipo de líder que hace falta en la lucha contra los talibanes: está bien relacionada, es respetada, y hasta temida, y lucha tanto por su pueblo, su familia y su honor como lo hace por defender a su país. Esta es la compleja realidad sobre cómo se libra la guerra en Afganistán hoy en día.

En los últimos tres años, Firoza ha sobrevivido a cerca de una docena de intentos de asesinato. El último tuvo lugar solo una semana antes de mi visita, cuando un insurgente talibán puso una bomba en la carretera por la que debía pasar en coche. "Igual que los talibanes, tenemos informantes. Tenemos a algunos de los nuestros en sus filas. Nos dicen qué están tramando los talibanes", dijo Firoza, añadiendo que "los talibanes han hecho todo lo que estaba en su poder para matarme. Pero no tengo miedo a la muerte. Aunque yo muera, la lucha continuará".

Mientras una impasible Firoza empezaba a dar instrucciones a sus soldados acerca de la patrulla nocturna, el jefe de policía de Marjah, Khan, la interrumpió. Le pidió al marido de Firoza que redoblara el dispositivo de protección sobre ella. Volviéndose hacia Firoza, le dijo: "Te queremos viva. Porque cuando te miramos luchamos mejor".