La belleza y el horror de la pesca de tiburones gigantes

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La belleza y el horror de la pesca de tiburones gigantes

No hay duda de que impacta ver a un biólogo marino cortarle la cabeza a un tiburón por las branquias, pero también hay cierta belleza en el hecho de poder contemplarlos de cerca y ver no solo su fuerza, sino también su fragilidad.

Este verano, por segundo año consecutivo, he viajado a Newport, Rhode Island, junto con cientos de pescadores de la costa este para participar en el Torneo de pesca del tiburón. Originalmente, la competición se celebraba en la isla Martha's Vineyard, en Massachusetts. Recuerdo que de pequeño siempre esperaba ansioso que llegara el día del torneo. Sin embargo, en 2014, el ayuntamiento de Martha's Vineyard consideró inapropiado el ambiente "circense" del torneo y el estado de embriaguez de sus participantes, y la competición se trasladó a su ubicación actual.

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El torneo dura dos días. Los pescadores se reúnen en equipos, salen antes del amanecer y regresan a última hora de la tarde con las capturas para que las evalúen los jueces. Los ocupantes de los otros navíos esperan pacientemente mientras que un miembro del jurado ata con una cuerda la cola de cada tiburón y lo desplaza con un cabrestante hasta una báscula de plataforma. Solo se exhiben los ejemplares de mayor tamaño.

El torneo de pesca de tiburones se rige por las regulaciones de la Asociación Internacional de Pesca Deportiva con el fin de fomentar una práctica ética de la pesca con caña; estas restrictivas normas se crearon para garantizar el mínimo impacto posible en la población de tiburones. Asimismo, un equipo de científicos e investigadores está presente durante el evento para recoger muestras, y el capitán de cada embarcación puede escoger entre quedarse con la captura, donarla a un banco de alimentos de la zona o entregarla al equipo de investigación. Este torneo supone, por tanto, una gran oportunidad de recopilación de muestras para los biólogos marinos de la cosa este.

A pesar de las apariencias, cuesta ver este torneo como una masacre sin sentido. No hay duda de que impacta ver a un biólogo marino cortarle la cabeza a un tiburón por las branquias, pero también hay cierta belleza en el hecho de poder contemplar estas criaturas de cerca, de ver no solo su fuerza, sino también su fragilidad.

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No resulta fácil documentar este acontecimiento de forma imparcial, porque me debato entre el grato recuerdo de los manifestantes animalistas que intentaban boicotear el torneo y la nostalgia y el asombro con el que contemplaba a estas magníficas criaturas cuando era crío, incapaz de apartar la vista.

Todas las fotografías por Maggie Shannon.

Traducción por Mario Abad.