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Lejos de casa

Es más probable que haya sido el internet y no Chechenia lo que radicalizó a los responsables del atentado en Boston.

Lorenzo Vidino es investigador del Centro de Estudios sobre Seguridad en ETH, en Zurich, Suiza. Acompañamos su texto con fotos de archivo del fotógrafo Robert King, quien perfeccionó su técnica esquivando balas y misiles en Chechenia a mediados de los noventa. Robert fue uno de los pocos fotógrafos occidentales que cubrieron la región en esa época, así que nos pareció acertado mostrar lo diferente que es la situación en Chechenia, en comparación con el espectro de esta atrocidad supuestamente cometida por los hermanos Tsarnaev en Boston.

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Un soldado checheno arroja una granada a un vehículo blindado ruso. En agosto de 1996, los rebeldes chechenos lograron expulsar al ejército ruso de la capital chechena, sólo para perderla de nueva en el 2000. Fotos por Robert King.

Los hermanos Tsarnaev son los primeros chechenos implicados en supuestos ataques yihadistas en suelo norteamericano. Pero entre más sabemos sobre Dzhokar y Tamerlan, menos claros quedan sus motivos. ¿Por qué dos hombres jóvenes, aparentemente bien integrados, matarían indiscriminadamente a los ciudadanos del país que los recibió con brazos abiertos? ¿Qué le ha hecho Estados Unidos a Chechenia? ¿Este horror que presenciamos en Boston es acaso el comienzo de una nueva y aterradora tendencia, la unión del terrorismo extranjero y doméstico en una mezcolanza de odio y confusión?

Aunque seguiremos buscando información sobre los hermanos Tsarnaev y sus motivaciones durante meses, si no es que años, sus raíces chechenas y la historia de ese país son un buen lugar para empezar.

A principios del siglo XIX, Chechenia se resistió a los intentos rusos por ocupar su territorio en las montañas, un lugar a casi 1,600 kilómetros al sur de Moscú. La lucha se intensificó cuando la región fue asimilada como parte de la Unión Soviética. Para poner fin a la rebelión en los cuarenta, Stalin reubicó por la fuerza a toda la población chechena en lugares remotos en Asia Central, y repobló las montañas con rusos fieles al régimen. Unas 200 mil personas (una tercera parte de la población chechena) perdieron la vida en este proceso conocido como Operación Lenteja.

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Una familia sale a pasear entre los escombros y los edificios incendiados durante el conflicto entre las fuerzas rusas y los militantes chechenos.

Aunque el islam sigue siendo una parte fundamental de la identidad chechena, la religión nunca había tenido un papel importante en la lucha nacionalista, hasta ahora. A mediados de los noventa, tras el colapso de la Unión Soviética, los chechenos intentaron independizarse de Moscú una vez más. Soldados, sacerdotes y ONGs defensoras del wahhabismo (la versión del islam ultraconservador en el Golfo Pérsico) llegaron a la región para hacer frente a los rusos e inculcar su ideología radical a los chechenos. Un administrador checheno lo explicó así en su momento: “Ellos [los wahhabíes] iban al mercado y pagaban con dólares. Aquí no había poder; había desorden por todos lados, y su influencia era muy fuerte. Los pobres chechenos ya sufrían demasiado, y nuestros jóvenes simplemente no podían pensar. Estaba listos para aceptar cualquier idea”.

Durante los últimos 20 años, los militantes chechenos han mantenido una insurgencia de bajo perfil contra las autoridades rusas y las instituciones islámicas moderadas. En 2004, los militantes invadieron una escuela en Beslán, un pueblo en Osetia del Norte, donde masacraron a más de 300 estudiantes y padres de familia. En incidentes distintos, terroristas suicidas chechenas, conocidas como “viudas negras”, volaron en pedazos dentro de aviones rusos, y otros secuestraron un teatro en Moscú, y perpetraron atentados en el aeropuerto y el metro de la capital rusa.

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Un adolescente inhala pegamento cerca de una pared acribillada en Grozni, 1997.

La mayoría de los chechenos reprueban esta violencia y la interpretación radical del islam que la incita. Siguen siendo fervientes nacionalistas en busca de su independencia y la mayoría no siente ninguna aversión por Estados Unidos, un país que en repetidas ocasiones ha criticado las tácticas rusas en el Cáucaso y ha otorgado asilo a los líderes de la resistencia chechena.

Sin embargo, por razones políticas, es conveniente para Rusia tachar a los soldados chechenos de terroristas vinculados con Al Qaeda. Este análisis incorrecto está motivado por el deseo de Moscú de ganarse la simpatía internacional, al tiempo que aplastan la resistencia chechena. Pero no cabe duda de que existen lazos entre militantes chechenos y grupos de Al Qaeda. Yihadistas de todo el mundo han luchado en Chechenia. Y los chechenos también han luchado junto a yihadistas en Afganistán, Pakistán, Irak y Siria.

¿Pero es posible que esta dinámica religiosa y política sea responsable por la radicalización de los hermanos Tsarnaev? Los videos en la página de Facebook de Tamerlán y las páginas de Youtube parecen indicar un claro interés en la ideología salafista y yihadista. Pero no existe ningún material de guerra sobre la lucha chechena. Al contrario, parecía estar más interesado en las actividades extremistas en Afganistán y los discursos de Feiz Mohammed, un orador radical angloparlante muy popular entre salafistas occidentales. Existe la posibilidad de que los recuerdos indirectos de la lucha en Chechenia hayan influido en los hermanos Tsarnaev de algún modo, sin embargo se trata de un región que apenas conocían.

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Un grupo de ciudadanos chechenos se reúne alrededor de un misil ruso sin estallar, 1999.

Tras los ataques en Boston, el presidente checheno, Ramzan Kadyrov, declaró: “Cualquier intento por establecer una conexión entre Chechenia y los Tsarnaevs, de ser encontrados culpables, será en vano. Crecieron en Estados Unidos. Sus actitudes y creencias se formaron ahí. Uno debe buscar la raíz de este mal en Norteamérica”. Igual que con muchos políticos, la declaración del presidente debe tomarse con cierto escepticismo, pero los hechos apuntan cada vez más hacia el internet, el lugar donde casi todo se origina hoy en día, como el lugar donde se radicalizaron los hermanos Tsarnaev.

Antes de descubrir que los hermanos Tsarnaev estaban supuestamente detrás de los ataques, muchos analistas especulaban sobre si los responsables habían sido “domésticos” (es decir, militantes de derecha) o “extranjeros” (es decir, yihadistas). Este análisis tiene una gran falla y es que pasa por alto este problema, que se ha extendido cada vez más en Estados Unidos durante los últimos años, de yihadistas que se han radicalizado dentro del mismo país. Algunos de estos jóvenes norteamericanos son sumamente religiosos y caen fácilmente dentro de los estereotipos como musulmanes fundamentalistas. Otros llevan una vida híbrida: adoptan la ideología yihadista, pero al mismo tiempo fuman mota, usan ropa de marca, son sexualmente activos y escuchan rap.

Entre más aprendemos, más confuso se vuelve todo. En 2012, Tamerlán viajó a Daguestán, cerca de Chechenia, supuestamente para encontrarse con yihadistas locales. Al parecer no lo hizo. Pero esto llamó la atención de la inteligencia rusa, quienes contactaron al FBI. Luego de entrevistarlo, los federales decidieron que no era necesario monitorearlo. Evidentemente, esa decisión tuvo consecuencias mortales.

Después de los eventos en Boston, nada podría ser más contraproducente que estigmatizar a la comunidad de musulmanes americanos, quienes están tan horrorizados como todos por los ataques, y quienes podrían ser de gran ayuda para prevenir ataques futuros. Además, el problema no debe ser exagerado ni politizado; pero lo más probable es que ambas cosas sucedan.

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