Los inquilinos de las cloacas de Bucarest

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Los inquilinos de las cloacas de Bucarest

Viven bajo tierra desde pequeños.

Hace dos años, Jen Tse cogió su cámara y se fue a Bucarest, Rumanía, para adentrarse en las cloacas de la ciudad en busca de la gente que supuestamente vive allí. Al llegar encontró a niños a los que habían obligado a vivir bajo tierra durante la última etapa del régimen comunista y que habían llegado a la edad adulta rodeados de tuberías y oscuridad. Jen los retrató en las alcantarillas prácticamente sin luz mientras escuchaba sus historias sobre violaciones, violencia, drogadicción, hambre, frío, enfermedades, y soledad.

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Hace años que Mihaela Jordan, de 31 años, dejó de notar el olor. Tampoco le molestan las ratas, las pulgas, la basura y las heces. “Me han rajado, apaleado, y muchas más cosas,” me dijo. Hace décadas que vive en esta cloaca.

Las cloacas son el mundo oculto de Mihaela y su amigo Marius Nelu Tanase, a quien conoció en la calle cuando ambos eran niños. Ellos son miembros de una generación marginada durante el levantamiento de Rumanía que tenía previsto Nicolae Ceausescu, el último líder comunista del país, cuyo régimen se vino abajo en 1989.

Los brazos de Marius están llenos de cicatrices y viejas quemaduras. Según él, se las hizo de forma accidental mientras estaba colocado de Aurolac, una especie de pintura que inhalan los niños en las calles de Rumanía para sobrellevar el hambre y el frío.

“No le importo a nadie, así que tengo que valerme por mí mismo,” me dijo. “Nadie confía en mí, así que yo tampoco confío en nadie.”

En su día, Ceausescu aprobó leyes que prohibían los anticonceptivos y el aborto, y obligó a las mujeres que estaban en edad fértil a tener hasta cuatro hijos, aunque no tuvieran dinero para hacerse cargo de ellos. Se supone que estas leyes iban a impulsar la fuerza laboral del país e invertir las tasas de baja natalidad-fertilidad, pero la economía para apoyar este repentino influjo de gente nunca se materializó.

Como resultado, cientos de niños nacidos en familias numerosas terminaron en las calles. En Bucarest, muchos se apoderaron de los túneles de alcantarillado, donde el exceso de calor de las tuberías cercanas los mantenía calentitos. Algunos nunca salieron de allí, incluso llegaron a tener hijos.

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“Han pasado casi 25 años, y nadie ha hecho nada por ayudar a los niños que vinieron a vivir a las cloacas,” dijo Nelu Nica, una trabajadora de Jubilee Romania, una organización benéfica cristiana que trabaja con los niños de la calle. “El gobierno intenta limpiar este desastre bloqueando los agujeros de las alcantarillas, pero eso sólo contribuye a ocultar la problemática. La gente simplemente se marcha a otro lugar.”

Actualmente, las mejoradas leyes de adopción ayudan a que muchos de los niños que nacieron en las cloacas escapen de su situación. Pero sus padres, la primera generación de niños de las cloacas, nunca podrán salir de ahí.

“Me alegro de que Mihaela siga viva,” dijo Neule. “Pero es horrible verla, porque sigue aquí.”

Jen Tse es una fotoperiodista de Toronto, Canadá. Actualmente vive en Copenhague, Dinamarca. Puedes ver su trabajo aquí.

Jen Tse

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