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Música

Julien Temple: El cineasta punk por definición

El director punk por excelencia recuerda, entre otras cosas, aquellos días en los que Joe Strummer le robaba la leche que él se iba a robar. Entrevista.

Muchos hemos escuchado el término “cineasta punk” cuando hablamos de lo más marginal del séptimo arte y/o su relación con la rápida música de tres acordes. Con disculpas previas a Alex Cox, Lech Kowalski, Don Letts y Dave Markey, Julien Temple es el cineasta punk por definición.

Su carta de presentación al mundo fue The Great Rock N’ Roll Swindle (1980), el documental donde la leyenda, más que los hechos, de los Sex Pistols se hizo famosa; un filme que más allá de su argumento y tema, presenta un estilo de collage, con muchos cortes en los que también se aprecia animación, segmentos de noticieros y cosas totalmente al azar. Veinte años después, hizo un nuevo documental sobre los Pistols, el celebrado The Filth and The Fury, un emotivo y más objetivo recuento de la historia de los infames londinenses, sin perder su lenguaje visual.

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A partir de los ochenta, Temple ha trabajado en muchas cosas, incluyendo videos tan icónicos (y no muy punk) como “(Everything I Do) I Do It For You” de Bryan Adams, “Smooth Operator” de Sade y “Return To Innocence” de Enigma. También dirigió un par de features como Absolute Beginners (considerado uno de los peores fracasos en el cine británico) y Earth Girls Are Easy (con un joven Jim Carrey). A partir The Filth and The Fury regresó de lleno al terreno del documental, dirigiendo The Future Is Unwritten (sobre Joe Strummer de The Clash), Oil City Confidential (sobre la banda de pub rock setentera Dr. Feelgood) y el filme oficial del festival Glastonbury.

Hablamos por teléfono con él sobre su obra, lo que nos llevó a tocar temas como Brasil, Tijuana, el metal y, por supuesto, el punk.

VICE: ¿Cómo te ha ido, Julien?

Julien Temple: Estoy bien. Estoy en L.A., trabajando en un guión con algunas personas aquí, sobre The Kinks. Espero comenzar a filmarla a principios del año que entra.

Hace mucho comencé a saber de este documental…

Es más fácil lograr la paz en medio oriente que entre los hermanos Davies. Te imaginarás cómo es mandarles un guión a ellos. Te toma tiempo convencerlos a ambos, que estén contentos. Parece que ahora vamos por buen camino.

Bueno, uno de tus trabajos más recientes ha sido Carry On, CaRIOca. No la he visto, la verdad, pero ¿qué nos puedes decir sobre esta película?

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Se estrenó en la BBC como parte de una serie de programas sobre Brasil alrededor de la Copa Mundial. Es sobre la ciudad, no sobre fútbol. Es sobre el espíritu, el alma de la ciudad, su historia a través de la música. Ya he hecho películas sobre Detroit, Londres y ahora hice esta sobre Río [de Janeiro]. Tengo otras que pronto haré o están por salir… tal vez haré una sobre Tijuana.

Estaría bueno que hicieras la de Tijuana.

Conozco a los tipos de Nortec, pero toda la historia de Tijuana es extraordinaria. Es una ciudad única, un híbrido. Una ciudad fronteriza donde el resto del mundo se reúne de una forma extraña. Es fascinante… un lugar peligroso a veces.

Lo que me llamó la atención de Carry On CaRIOca es el playlist que armaste para la BBC, tiene un montón de música muy variada.

Me gusta usar la música para narrar la historia en vez de tener a alguien hablando. Eso es mucho más interesante. Cuando me involucro en un proyecto comienzo a escuchar un montón de música del lugar para darme una idea de cómo contar la historia a través de ella. Disfruto mucho esa parte del proceso.

Julien Temple en Brasil. Foto por Raphael Erichsen.

¿Hubo algo que aprendieras sobre Río y Brasil al hacer este filme?

Lo que no podía entender es que en todo el periodo de esclavitud que tuvieron, que fueron 400 o 500 años, medio millón de africanos fueron llevados a los Estados Unidos, mientras que a Brasil llevaron algo así entre 10 y 12 millones, muchísimo más. El impacto de eso en la cultura es más profundo. La música negra en Estados Unidos, el blues y el jazz, salió de la población de esclavos, y te das cuenta de que la samba es como el blues para Brasil. Y sí, se acabó la esclavitud pero los problemas persisten, entonces [el filme] explora la historia psicológica de Río donde los esclavos fueron puestos en libertad mucho tiempo después que en todo el mundo, y las favelas se hicieron porque los esclavos buscaban un lugar dónde vivir, porque no los dejaban en la ciudad con todas las demás personas, así que se fueron a las montañas y a los alrededores e hicieron sus casas como pudieron, sin agua o electricidad. Es fascinante cómo la música que salió de eso refleja esa experiencia.

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Julien Temple grabando en Brasil. Foto por Raphael Erichsen.

Tu manera de hacer cine está cargada de música siempre, como me explicaste. ¿Cómo te ha servido tu formación al comenzar con el punk?

Salí del rock n’ roll. Soy un cineasta punk, en verdad. Soy más como una persona del rock n’ roll más que del cine, aunque no sé qué signifique eso [ríe]. Cuando hago películas tengo más libertad que la mayoría de las bandas de rock o cineastas.

Hago filmes sobre mi propia cultura. Es lo que ha sido emocionante de hacer estas películas sobre ciudades y otras culturas, porque no sólo estoy interesado en la música; también me interesa de dónde viene, el lugar y el momento en el tiempo; la gente, no sólo la que la hace sino quien la escucha. No me interesa el tipo de “rockumental” que dice “hicimos un disco” mientras están sentados en un estudio de grabación, enseñándote cómo grabaron el disco. Para mí eso es muy aburrido. Hay un elemento de historia social en todos mis filmes porque es lo que me parece interesante.

Has tenido oportunidad de hablar de algunos temas más de una vez en tu filmografía, como los Sex Pistols. No todos los cineastas se pueden dar ese lujo.

A mí se me hace muy interesante porque, para mí, no hay una sola verdad. Hay una realidad personal que debes encontrar, es la verdad absoluta para tí por la manera en que miras las cosas, y a veces [necesitas] ver otra perspectiva. Estoy haciendo mi tercer filme sobre The Kinks y he trabajado con ellos en videos. Con los Pistols hice The Great Rock N’ Roll Swindle hace mucho, cuando aún estaban activos como banda en los setenta. La hice con Malcolm McLaren con un propósito en específico: molestar a sus fans y decirles que no los debían venerar sino salir y hacerlo ellos mismos. Queríamos que los fans arrancaran el póster de la pared e hicieran algo. Deliberadamente tratamos de mezclar la realidad con la ficción para que los fans se enojaran, y por eso creamos la imagen de Malcolm como titiritero/sven gali que controlaba todo lo que hacían, pero eran patrañas, todos lo sabíamos. Luego Malcolm, poco a poco, comenzó a creer que era la verdad. Veinte años después hice otra película para contrarrestar el balance, mostrar el mundo y el momento de donde salieron los Pistols, por qué estaban tan enojados y sus canciones eran tan poderosas; las experiencias de donde salieron esas canciones eran experiencias de ellos como seres humanos, al contrario de lo que se decía en The Great Rock N’ Roll Swindle. En ese caso, hubo una razón para contar otro lado de la historia. El año pasado hice otra película con ellos, Christmas With the Sex Pistols: Never Mind the Baubles [Navidad con los Sex Pistols: Olvídate de las chucherías], sobre su último toque en Inglaterra, el día de navidad en 1977, que nunca se había visto antes. Fue interesante usar esas grabaciones y hacer una historia de Navidad, pero a la vez, hacerla sobre los Sex Pistols. Siempre encuentro nuevas formas de hacer películas sobre los Sex Pistols [ríe]. Estoy haciendo una nueva para el año que entra: New Year’s Day Clash [ríe más].

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¿Qué piensas que te ha aportado haber crecido con el punk en tu arte y en tu vida cotidiana?

En mi vida diaria pienso que es importante cuestionarse todo lo que te dicen, no creer en lo que te dicen por completo sin pensarlo tú mismo antes. Creo que es importante ser irreverente y, de alguna manera, me interesa la anarquía y la teoría política. Me gusta la idea de cambiar las cosas con el arte, que tenga un efecto sobre las personas, que piensen un poco.

Creo que, más allá de los temas que tomas para tus películas, también gran parte de tu lenguaje tiene una estética punk.

Mi estilo de hacer cine viene del punk. Cuando empecé no tenía dinero y no podía hacer mucho. Antes de Rock N’ Roll Swindle solíamos filmar la TV y editábamos cualquier cosa que grabábamos con material de los Sex Pistols tocando. Creo que esa idea de cortar, romper la realidad y pegarla en colisiones de imágenes es algo que sigo tratando de hacer, creo que eso es un lenguaje punk en filme… incluso utilizar material que se filmó cincuenta o cien años atrás y ponerlo con algo grabado apenas ayer, o [tomar] algo que en verdad no parece funcionar en conjunto y buscar la manera de que funcione. Eso es algo muy poderoso para mí cuando sale bien.

Siempre he querido saber de donde salió la idea de hacer Biceps Of Steel [un corto en el que Samson, la banda de Bruce Dickinson antes de entrar a Iron Maiden, reactúa la historia bíblica de Sansón y Dalila en el mundo del New Wave del Heavy Metal Británico].

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Cuando los Sex Pistols se separaron, buscar trabajo para mí se volvió muy difícil porque los ejecutivos de las disqueras le tenían tanto miedo a los Sex Pistols que no querían trabajar con nadie que tuviera que ver con ellos. Me tomó dos o tres años después de su separación conseguir un trabajo y los únicos que querían trabajar conmigo eran bandas de heavy metal como Judas Priest y…sí, Samson. Yo pensaba que el heavy metal era un género de comedia. No me gustaba nada de eso, pero necesitaba trabajo, así que hice videos con ellos y los trataba de hacer graciosos, porque para mí era hilarante.

Pero, ¿qué te inspiró a hacer el corto? ¿Pensaste “Samson [Sansón]… ¡voy a hacer Sansón y Dalila con metaleros!”?

[ríe] ¡Sí! Seguramente hoy en día se ve muy primitiva, pero me gustaba la idea… digo, es un poco obvia, pero me gustan las cosas obvias a veces. Pero hice otros videos que tienen algo más que comedia, como “Breaking The Law” de Judas Priest, donde asaltan un banco con sus guitarras [ríe]. Acabo de hacer un filme de Metallica para Glastonbury, para el momento en el que salieran al escenario a tocar ante 150 mil personas, que es impresionante.

Muchas personas estaban en contra de que Metallica tocara en Glastonbury, ¿hiciste esa intro porque piensas que es ridículo?

¡Claro, es ridículo! Todo el mundo debería tocar en Glastonbury. No puedes decir que un tipo de música no puede estar en ese festival.

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Ya para terminar, cuéntanos una anécdota que recuerdes de Joe Strummer.

Lo que más me acuerdo es de cuánto lo extraño, porque era una persona muy especial para mí, un gran amigo. Era un sentimiento asombroso estar en el mismo lugar que él, era muy emocionante hablar con él. ¿Qué recuerdo de él que sea gracioso? Te diré. Yo no lo conocía, pero sabía de él antes del punk. En las okupas del oeste de Londres, las grandes casas en Notting Hill que estaban vacías y derrumbándose. Entonces todos los chicos podían vivir gratis ahí, y algunos lo hicimos. Era una escena muy emocionante y la banda de Joe, los 101ers, era una banda local de okupas, así que los íbamos a ver y yo sabía quién era, él vivía en otra okupa a la vuelta de la esquina de donde yo vivía. En esta área de casas abandonadas había una casa normal a la que le llevaban leche todas las mañanas, el lechero iba hasta la puerta a dejarla. Entonces, si te desvelabas toda la noche o te levantabas bien temprano, podías ir y echarle leche a tu café, de la que le entregaban a esta casa. Muy seguido, este tipo Joe Strummer me ganaba y lo veía irse con la leche antes de que yo pudiera llegar. En ese entonces era un hippie y nosotros ya nos habíamos cortado el pelo y escuchábamos Roxy Music y esas cosas. Cuando comencé a filmar a los Sex Pistols me sorprendí muchísimo cuando lo vi afuera del 100 Club en el Punk Festival, porque se había cortado el pelo y se lo había teñido demasiado rubio, como Marlon Brando en la película Julio César, y pensé “este tipo jamás podrá ser un punk”. Pero bajé al club y lo vi tocar con The Clash y por supuesto me dejó sin palabras, fue increíble. Aunque yo creo que nunca perdió algo de su perspectiva hippie. Era una mezcla de cosas lo que lo hacía interesante. Era una gran persona, un gran ser humano.

Marcos Hassan escribe en todos lados, y aún así le queda tiempo de tuitear a través de @Kiddieriot