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Música

Fuimos al Siete de Agosto a buscar el pito de reversa de la lambada y esto fue lo que encontramos

Estuvimos en el propio barrio bogotano para ir a engallar el carro en búsqueda de ese pito que marcó nuestra infancia.

​Todavía tengo muy vivo el recuerdo de esas tardes calurosas en las que, acabando un día escolar como cualquier otro, sonaba la última campana a las 2 y media de la tarde en señal de que ya nos podíamos devolver a nuestras casas. Me acuerdo de los uniformes de diario y la sudadera gastados. De la pequeña tienda donde iba a comprar un último vaso de gaseosa para calmar la sed antes de partir y, sobre todo, de la atmósfera caótica creada por un montón de pitos de reversa con el ritmo de la lambada que sonaban al unísono en el parqueadero del colegio cuando todos los buses estaban estacionándose para llevarnos a casa. Era la canción que marcaba el final de mis días y un ritmo pegajoso que todavía puedo escuchar perfectamente con solo cerrar los ojos.

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Toda una obra mecánica de los engallados criollos que saca la melodía de "Llorando se fue (Lambada)"​ del grupo ochentero franco-brasilero Kaoma -quienes a su vez la sacaron de los bolivianos Kjarkas-, para metérselo a las reversas de los carros. Y es que más allá de ser un clásico de las rutas escolares, ha sabido sonar en todo lado donde alguien se esté echando un reversazo. Es el clásico escondido entre todo el caos sonoro que se escucha en la ciudad, entre los sonidos repetitivos y taladrantes de las sirenas y las alarmas. Hay que reconocerlo, todos hemos tenido esa melodía pegada en algún momento de la vida, ya sea por el pito de reversa, por la versión original, por el clásico de Kaoma y su video de un niño enamorado de una mona, o por la versión que Don Omar lanzó en el 2010.

Pero aunque en los noventas y dosmiles fue el soundtrack de cuánto bus, van, camioneta y tractomula se encontrara por la ciudad, me empezó a preocupar que en los últimos años he ido escuchando cada vez menos el pito de reversa de la lambada por las calles bogotanas. Como si hubiera sido una moda de momento en vez de uno de los sonidos más reconocibles de mi infancia. Tampoco es que los carros ya no tengan pitos de reversa pero parece que los han reemplazado por otros más flojos y menos bailables como el que dice en una voz robótica: "cuidado, este carro está parqueando" o el que suena como una hélice de helicóptero prendiéndose. Puras copias que no tienen el mismo catch de ese himno de toda la vida.

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¿Qué carajos pasó con el pito de reversa?, ¿por qué la gente ya no lo está poniendo en sus carros?

Jodido por estas dudas sobre la existencia del pito de la reversa de la lambada, me fui a buscarlo al barrio Siete de Agosto, ese área repleta de cacharros ubicada entre la calle 63 hasta la 68 y entre las carreras 24 y 30. Un paraíso para la venta de repuestos tanto legales como robados, y el lugar favorito de los capitalinos para reparar y meterle lujos a sus carros por un precio más que razonable. Un barrio que además me he recorrido de arriba abajo desde muy pequeño por quedar muy cerca al negocio familiar manejado por mi papá y el único lugar de la ciudad donde me imaginaba que el pito de reversa de la lambada tenía que estar sí o sí.

Y así fue que otra tarde soleada, pero esta vez después del trabajo, me fui entre las calles empolvadas, los puestos callejeros de fritanga, las filas interminables de carros parqueados a los lados de las vías, los negocios de "todo a mil" y los cientos de locales de repuestos, mantenimiento y lujos para carros que se encuentran por este emblemático barrio. Todo para que alguien me diera razón de ese nostálgico pito.

Pensaba que entre toda esa cantidad de mecánicos con las manos totalmente negras de tanto trabajar con piezas usadas de carros y overoles con nombres de un montón de locales de repuestos, iba a ser cuestión de minutos para que alguno me ofreciera el pito y aunque no sabía con exactitud a cuales lugares debía ir, traté de meterme a los que parecían más concurridos por los compradores en ese momento.

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El primer lugar que visité fue "El sonido sobre ruedas", un pequeño local dedicado a engallar carros con un sistema de sonido bien poderoso que queda al lado de un corrientazo de pescado que se la pasa lleno en el barrio. El tipo que atendía me contó que supuestamente los pitos no volvieron a salir porque el distribuidor dejó de ofrecerlos, pero que antes los vendían al módico precio de $25,000 pesos. Muy pocas explicaciones y, claro, remató ofreciéndome un pito genérico "sin ningún compromiso".

Claramente no era lo que estaba esperando pero pensé que tal vez no había tenido suerte. Me moví un par de cuadras y llegué a "Galasport", un negocio especializado en todo tipo de repuestos atendido por Heraclio Fuquén, un mecánico veterano que resultó ser un viejo conocido de mi papá y que me explicó detalladamente su versión de cómo el pito se volvió tan popular:

"El pito de reversa de la lambada tuvo su auge cuando estaban las camionetas por allá en las petroleras de Yopal y Puerto López, creo que eso fue como 2001 o 2003 y ahí fue cuando se disparó eso. Pero como ahora cerraron las petroleras, ese negocio se murió. Al comienzo llegaron como a $7,000 - $8,000 pesos y a la gente le gustaba la lambada porque sonaba duro, tenía un tono más alto que el pito de reversa normal. Yo le vendí más que todo a las camionetas escolares".

¿Y el pito? Ya no lo vende.

Decepcionado aunque con algunas pistas agarré para "Caraudio 64", un lugar que me referenciaron como el propio para comprar pitos, que finalmente era lo que estaba buscando. Estaba al lado de una fritangería callejera y cuando entre le pregunté al vendedor -un veinteañero bajito y de gorra plana que tenía un catálogo en sus manos y estaba organizando unas pequeñas piezas para carros en un estante- si me podía vender el pito de la lambada. Me confirmó que había sido una moda más y por eso ya nadie los estaba pidiendo a la distribuidora: "Lo que pasa a veces en este negocio de los lujos es que los accesorios se ponen de moda por ratos pero con el tiempo a la gente se le olvida y si uno se pone a pedir, queda es encartado. No aguanta".

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¿No aguanta?, ¿enserio?

Ya con las esperanzas en el piso y a sabiendas de que tal vez el pito de lambada definitivamente murió, eché para un taller que me llamó la atención por tener un faro de unos dos metros clavado en su fachada. Era "El Faro", uno de los sitios más llenos por los que pasé y en donde vendían repuestos de todos los tamaños y era atendido por su propio dueño. Un anciano alto, de pelo blanco y ojos azules que al preguntarle por el pito, me explicó que se volvió ilegal por un supuesto código de policía que los prohibía porque "usted sabe hermano, los policías hasta con eso es como ellos quieran".

Y podría tener razón, ya que según el artículo 103 del Código Nacional de Tránsito Terrestre: "Se prohíbe el uso de sirenas en vehículos particulares; el uso de cornetas en el perímetro urbano; el uso e instalación, en cualquier vehículo destinado a la circulación en vías públicas, de toda clase de dispositivos o accesorios diseñados para producir ruido, tales como válvulas, resonadores y pitos adaptados a los sistemas de bajo y de frenos de aire".

¿Qué pasó ahí, Policía Nacional?

Quise hacerle el último intento en "Careléctricos", un negocio de partes eléctricas donde me dijeron que "fijo fijo" si lo conseguía. Pero claro, terminó en una conversación medio incómoda en un local de 5x5 metros con calendarios de viejas en bola pegados en las paredes con un mecánico que me aseguró que venían de muy mala calidad y se le quemaban los pitos frente a los clientes cuando se los estaba instalando.

Una vergüenza.

¿Pasados de moda?, ¿vetados por la ley?, ¿mala calidad?, ¿problemas con las distribuidoras? Finalmente fueron casi cuatro horas de estar caminando por el Siete de Agosto con pocas (o demasiadas) explicaciones concretas de porqué el pito de reverso de la lambada ya no suena en todas las calles de la ciudad. Así que si tiene una instalada en su carro siéntase orgulloso, tiene un tesoro que ya ni siquiera se consigue en las calles del Siete de Agosto. Un símbolo patrio no oficial ¡Cuídelo y suénelo!