Ballenas, criaturas extrañas y soledad: así es la vida de un pescador en Baja California
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Ballenas, criaturas extrañas y soledad: así es la vida de un pescador en Baja California

Lo que durante el día es una belleza natural medianamente controlada, por la noche se puede volver algo tétrico.

Artículo publicado por VICE México.

Jorge Higuera dice que el agua es la cosa a la que está más acostumbrado en la vida. A sus 48 años, el pescador hace cuentas y llega la conclusión de que ha pasado más de la mitad de su existencia metido en el mar mexicano de San Quintín, Baja California. Y eso lo enorgullece.

Esta mañana de lunes, Higuera está en pleno mar abierto con tres turistas ansiosos de aprender a pescar. Van en una lancha de motor, con el nombre Citlali pintado a mano a los costados, y se encuentran en un punto del océano ubicado a hora y media del embarcadero de donde salieron.

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Higuera lleva cerca de una hora intentando que algo, lo que sea, pique el anzuelo. El hombre empieza a desesperar. Saca su celular y manda unos mensajes de Whatsapp a otro pescador, que se encuentra haciendo lo mismo que él a sólo unas millas de distancia.

“Hace un par de años que el volumen de pesca ya no es igual. Ahora es mucho menor. Primero creímos que no estábamos buscando en los lugares correctos. Luego nos dimos cuenta que el cambio climático nos estaba afectando más de lo que creíamos”, dice, mientras espera la respuesta a su increíble —pero cierta— comunicación en medio del mar.


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Luego pone nuevas carnadas en los cuatro anzuelos que dejó a la deriva por un momento, y regresa al celular para leer la primera buena noticia del día: donde está su compañero sí hay peces.

Así que toma el control del timón y empieza a cortar olas en una dirección aparentemente invisible, que la brújula oxidada que trae consigo marca como Norte.

“Al mar nunca se le domina, pero con el tiempo uno aprende a conocerlo bien. Ahora ha estado un poco impredecible, pero generalmente basta con tener paciencia al observarlo, escucharlo, olerlo. Las respuestas están todas ahí”, afirma.

Las leyes del mar

Antes de decidir consagrarse al designio de las mareas, Higuera iba a ser carpintero. Pero un día, a sus 15 años, por pura curiosidad acompañó a uno de sus tíos a buscar atunes en altamar durante dos días ininterrumpidos. Desde entonces, el ritual lo maravilló, y ya nunca lo dejó.

Hoy la pesca de atún está mucho más restringida y las especies disponibles se reducen a peces blancos, rockot, cálicos, curvinas, chocolates, jureles y bonitos. Higuera dice que ha llegado a sacar incluso tiburones de hasta 350 kilos, pero que eso es bastante excepcional. De las cerca de 12 horas que está fuera de casa todos los días, generalmente regresa con dos o tres cubetas llenas de pescados pequeños.

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O a veces con nada. El mar el caprichoso y requiere, de quien lo busca, mucha paciencia, disciplina y un toque de suerte.

Por eso la rutina del pescador es casi ley. Sin excepción, Higuera sale diario de casa a las 4 de la mañana y se embarca a las 5. Luego pasa cerca de 8 horas maniobrando anzuelos y, cerca de las 3 de la tarde llega otra vez a tierra, guarda su lancha, carga su pesca, y vuelve a casa para descansar y estar listo la mañana siguiente.


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Hay días especiales, como éste, en el que también hace servicios de turismo. Eso le reditúa mucho más que vender, a los comercios locales, el número variable de cubetas que consigue en el día.

“Cuando me contratan para guiar a estos grupos, me pagan en dólares porque son turistas; casi, siempre gringos. Y me gusta mucho hacer ese tipo de servicios, porque ya no tengo que estresarme por completar determinada cuota de producto. Disfruto más el viaje y hago que ellos lo disfruten más. Este mar es especialmente sorprendente.”

Estar desnudo y solo, como en un sueño

De camino a la zona donde sí hay peces esta mañana, el hombre cuenta que respeta mucho las aguas de Baja California. Por un lado ha pasado tanto tiempo en ellas, que se siente un animal marino más; por el otro, ha sido testigo de su locura cuando las olas embravecen, e incluso sabe de viejos colegas a los que, sin más, un día simplemente se los tragó.

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“Uno ve de todo acá adentro. En esta época es común encontrarse con manadas de 10 o hasta 20 delfines negros, o con orcas que siempre intentan voltear tu embarcación. Con mucha suerte, hasta puedes ver ballenas grises que vienen a dar a luz en esta agua frías. Pero eso sí, si te toca un anochecer en altamar, a veces la cosa se pone un poco tétrica”.

Según Higuera, sólo un pescador experimentado puede dormir a pierna suelta en mar abierto. Las noches suelen ser negrísimas. Las olas siguen con redoblada intensidad la cronología de la madrugada, o de las tormentas. Las fosforescencias, los lomos extraños que asoman a la superficie y los sonidos raros que provienen de todas partes, hacen sentir expuesto a cualquiera.


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“Es como si estuvieras desnudo y solo, perdido en quién sabe dónde. Como en un sueño. Sin embargo, el espanto siempre tiene una recompensa: la luna. No he visto cielos más hermosos que cuando estoy de noche en el mar”, asegura.

Citlali finalmente llega hasta una zona cerca de una bahía flanqueada por dos colinas, que contrastan con el eterno y frío horizonte gris de Baja California. Ahí están otras dos lanchas cargadas de turistas, desde donde saludan varios pares de brazos. Muchas cañas tensas y expresiones de sorpresa indican que el banco de peces debajo de ellos es generoso.

Entonces Higuera apaga el motor, vuelve a ponerle carnada a los cuatro anzuelos y ante la emoción de sus acompañantes, los lanza al agua. Un par de minutos después, un suave jalón lo hace avanzar sonriente hacia uno de ellos. Algo picó y por fin ha comenzado su día en el mar.

Sigue a Ollin Velasco en Twitter e Instagram: @ollinvelasco.