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Salud

Así se siente tener un aborto después de seis meses de embarazo

Rachel tenía 25 semanas de embarazo cuando se enteró de que su bebe tenía una anomalidad mortal, que también ponía su vida en riesgo. Tuvo que manejar doce horas y pagar 10.000 dólares para hacerse un aborto preventivo.
Ilustración: Vivian Shih

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

En otoño de 2015, Rachel Goldberg se encontraba embarazada con su primer hijo. Ella y su esposo, quienes vivían en la zona rural de Missouri, estaban extasiados con la idea de iniciar una familia. Incluso recuerda haber anticipado con ansiedad su ultrasonido de las veinte semanas. Estaba emocionada por conocer el sexo del bebé (hombre, después se enteraría) y esperaba poder tener unas fotos para compartir con familiares y amigos.

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Pero la cita no salió como esperaba; el doctor identificó una anomalía y le recomendó remitirse a un especialista. Durante el chequeo, que se dilató por una hora bastante tensa, ella y su esposo empezaron a intuir que algo andaba realmente mal. "No podían encontrar su estómago', cuenta a Broadly por teléfono, con vos suave y medida. "Tomaban muchas fotos de su corazón". Su feto tenía un severo cuadro de displasia ósea, una condición que causa una desarrollo anormal de la estructura esquelética. Le dijeron que era improbable que su feto sobreviviera al embarazo y que, aun si nacía con vida, tendría que someterse a múltiples y complicadas cirugías. Incluso entonces, existía el riesgo de que su bebé muriera en una sala de operaciones.

La condición también ponía a Rachel en riesgo, según su doctor. En Missouri el aborto es ilegal después de veinte semanas, pero puede hacerse una excepción si se prueba que la vida de la madre está en riesgo. La amniocentesis de Rachel salió inconclusa y el doctor no pudo probar o negar que si no se practicaba un aborto, su vida estaría amenazada. "En esencia, el diagnóstico se puede hacer después del parto, lo que es un poco ridículo si piensas en ello", dice parcamente. "En ese punto no es que te ayude de a mucho".

Para el momento en que concluyó con todos los exámenes que se precisaban para identificar la condición del feto, Rachel ya había completado veinticinco semanas de embarazo. Sintió que el aborto era su única opción: no quería arriesgarse a dejar a su marido sin hijo y sin esposa, tampoco quería que la corta vida de su hijo estuviera llena de dolor y agonía, si es que sobrevivía al parto. Solo hay cuatro doctores en Estados Unidos que interrumpirían un embarazo tan avanzado. El más cercano, el Doctor Warren Hern, estaba en Boulder, Colorado, a doce horas manejando. El seguro de Rachel se rehusó a cubrir el procedimiento, que dice le costó 10.000 dólares. Así que ella y su esposo sacaron un préstamo y se tomaron una semana del trabajo para hacer su viaje. El procedimiento, que duró cuatro días, terminó con el parto del bebé fallecido.

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Procedimientos como el que tuvo que atravesar Rachel son raros: solo uno porciento de los abortos se dan después de la semana veinte. Es bastante obvio por qué; en palabras de Rachel: "Quién quiere pagar 10.000 dólares por un aborto cuando puedes hacerte uno por 500?" ¿Y por qué escogerías permanecer embarazada por meses si no deseabas el embarazo? Pero aunque esos procedimientos son poco comunes, son súper visibles en los debates sobre aborto, un tema adorado por los activistas antiaborto y los legisladores que insisten, aun sin justificación científica, que los fetos pueden sentir dolor desde la semana 20. Hay 17 estados que actualmente prohiben un aborto a estas alturas para evitar que el feto sufra.


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Una propuesta de ley, que se llevó a cabo el pasado martes, y que tiene el grandilocuente nombre de "Pain-Capable Unborn Child Protection Act," buscará castigar a cualquier doctor que realice un aborto después de veinte semanas de embarazo, con al menos cinco años en prisión. Aunque señala algunas excepciones en caso de violación, incesto, o amenaza a la vida de la madre (En casos de aborto, por ejemplo, la mujer debe haber ido a orientación o tratamiento médico por el asalto, antes de hacerse el aborto. Muchas mujeres no podrían pagar esto, lo que no parece perturbar a los defensores de la ley, pues el costo promedio de un examen para corroborar violación es de 1000 dólares). La amenaza de una ley federal como esta no es nueva, la Casa Blanca pasó una ley similar en los años 2013 y 2015. Como estos intentos previos, lo más seguro es que no pase al Senado, aunque Trump haya jurado que de llegar a su escritorio firmaría la ley.

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Anunciando la votación de hace unas semanas, el líder de los representantes, Kevin McCarthy declaró que el principio fundador detrás de la ley federal de la prohibición de las veinte semanas era "acabar con el sufrimiento y ayudar a las personas a vivir". Aquellos activistas proelección difieren. "Mi hijo que vive debe su vida gracias a que pude decidir tener un aborto [antes]", dice Rachel. "Es absurdo que pongan a las mujeres en esta posición".

En general, quienes defienden la postura proaborto señalan que esta prohibición de las veinte semanas está ignorando cruelmente el hecho de que las mujeres en esta situación están frecuentemente desesperadas o en condiciones de desventaja. La mujeres que deciden interrumpir un embarazo tardío y no tienen razones médicas, se encuentran entre al menos una de estas cinco categorías, según un estudio de 2013. Están criando hijos solas, luchando con una depresión o utilizando sustancias ilícitas, encarando violencia doméstica en casa, o son demasiado jóvenes y nunca antes habían estado embarazadas, dando a entender que no son familiares a los síntomas del embarazo.

"No creo que nadie entre a eso con ligereza" dice Susan Ito, una escritora radicada en Oakland, quien tuvo un aborto a las veinticuatro semanas, después de desarrollar un severo cuadro de preclampsia."Siento que fue la decisión más difícil, la situación más difícil que jamás atravesé". Se irrita con la implicación que insinúa que a las mujeres que deciden interrumpir un embarazo después de la semana veinte, no les preocupa el sufrimiento ni el valor de la vida, o que el Estado tiene el derecho de abanderarse moralmente por el no nacido, ignorando las posiciones complicadas que algunas mujeres embarazadas experimentan. "Habría hecho lo que fuera por poder tener un desenlace distinto", afirma. "Quien se suscribiría a esto voluntariamente?".

Un veto federal afectaría desproporcionadamente a las jóvenes mujeres de bajos ingresos, dice Diana Greene Foster, catedrática de obstetricia, ginecología, y de ciencias reproductivas en el Advancing New Standards in Reproductive Health (ANSIRH) de la Universidad de California, San Francisco, y el impacto sería devastador. "La mujeres que deben concluir un embarazo indeseado son más propensas a vivir los siguientes tres años en la pobreza, que aquellas quienes pudieron recibir el aborto", le cuenta a Broadly. "No poder acceder a un aborto deseado puede afectar también la habilidad de las madres de cuidar de los hijos que ya tienen". Según una extensa investigación conducida por ANSIRH, los niños son menos propensos a lograr objetivos de desarrollo y más propensos a vivir en pobreza cuando sus madres no han podido abortar. "Nuestra investigación indica que el aborto permite que las mujeres cuiden de los hijos que ya tienen y planeen un embarazo deseado para después", dice.

Susan Ito recuerda sentarse en la oficina de su doctor, en una cita de control después del aborto. Su pared estaba invadida con fotos de bebés que, recuerda, la impactaron. "El dijo, 'Estos son los bebés que han nacido después de los procesos que yo realizo'", dice ella. "Hay esperanza: las personas pueden continuar y hacer una familia si quieren. Encontré eso muy esperanzador, y de hecho, sí tuve un hijo después del aborto preventivo".

Rachel se siente igual que Susan. Al negarle el derecho al aborto, dice, los legisladores en su estado básicamente estaban apostando con su vida y con el bienestar de su familia. "Yo habría puesto en riesgo el dejar a mi marido sin hijo y sin mujer el mismo día, porque las creencias religiosas de alguien más le hicieron creer que la potencial vida era su motivo de lucha, cuando en esencia lo que estaba haciendo era matándonos a ambos" concluye.