Artículo publicado por VICE MéxicoAbsolutamente todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos sido una basura con nuestros amigos. Recuerdo vívidamente cómo en la escuela, después de que un amigo decidió no compartirme de su gloria —un dulce de leche mexicano extremadamente delicioso— decidí robarme el dulce y dejarle una pequeña nota con la envoltura del dulce que decía algo así en letras cursivas: “¡Mmmmm qué rica gloria, Patricio, estuvo deliciosa! Aquí te dejo la basura y un (microscópico) pedazo para que la pruebes. Atentamente: El robaglorias”. Ese microscópico pedazo, cabe aclarar, era menor en tamaño que un grano de arroz. Su reacción fue terrible y se le lanzó a los golpes a un compañero que tenía una letra medianamente similar a mí, “el robaglorias”.
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Desde aquél día comprendí que, incluso en la amistad, existen ciertos límites que no deben ser traspasados. El claro ejemplo de mi amigo que se quedó sin dulce, además de ser humillado con una nota en letra cursiva, me hizo ver que las cosas no son blanco y negro. Es decir, lo que para uno no es grave, para otro puede ser una injuria mortal. De la misma manera, también hay muchos niveles para vengarse de una amistad que te pudo haber injuriado y, claro, eso tiende a salirse de control.
Alejandra, 30 años
Javier, 24 años
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