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diez preguntas

Diez preguntas que siempre quiso hacerle a un inductor de universidad

¿Qué tan cierta es la idea de que uno solo se mete a ser inductor para hacerle a las primíparas?
Todas las fotos son de Sebastian Comba

Empezó una de las semanas más odiadas por los universitarios: la de regreso a clases. Aunque siempre es duro volver a estudiar después de unas vacaciones largas, hay gente que la tiene aún más jodida. Sí, estoy hablando de los primíparos: esas tiernas criaturas que llegan del colegio llenas de preguntas, expectativas y ambiciones a un mundo totalmente nuevo y desconocido, esas tiernas criaturas que pasan de ser los grandes depredadores de sus cursos a ser el eslabón más bajo de la cadena alimenticia universitaria.

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Pero para que exista un primíparo, tiene que existir otra especie, más compleja, enigmática y, a veces, despreciada por el resto de la comunidad: el inductor universitario. Este es la primera línea de combate hacia ese misterioso mundo, lleno de posibilidades y peligros —como el de ser bulleado o víctima de las clásicas primiparadas—, el que debe darles la bienvenida con una sonrisa y una actividad vergonzosa, como las sillas musicales, hacer como pollito o las carreras de observación.

Para quebrar algunos mitos sobre esa controversial figura del inductor, hablamos con Carlos Gaviria*, estudiante universitario que fue inductor durante cuatro años de la Facultad de Psicología en la Universidad Javeriana. Este nos contó varias historias relacionadas a uno de los roles más odiados de la vida universitaria.

VICE: ¿Por qué cree que hay un rechazo generalizado a la figura del inductor por parte de los estudiantes?
Carlos: Yo creo que inicialmente por toda esta mitificación de la imagen del inductor y por el papel “entrador” y “extrovertido” en el que muchos de ellos se meten. Claro, uno llega y de repente un extraño llega a joderlo, a gritarle, a decirle que juegue, que haga como pollito, que baile y uno podría pensar: “¿Qué putas es esta mierda? Yo vine a estudiar y hay un man que está haciendo chistes, tratando de caerme bien y no lo logra”. A mucha gente eso le sabe a mierda.

Yo también alcancé a pensar en mi inducción algo así, porque a veces sí es jarto ver gente toda entusiasta metida en todas las vainas de la universidad. Pero, por otro lado, hay muchas personas que realmente aprecian que los hagan sentir bien desde el primer día. Para muchos, lo que se vive en la inducción los marca de manera positiva.

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¿Cuál es la razón para que casi siempre los inductores decidan hacer actividades de integración como de campo de verano para niños o de “encuentros con Cristo”?
Aunque parezcan pendejas, las actividades tienen un objetivo: romper el hielo. Claro, uno pensaría que las personas recién graduadas del colegio, donde eran los grandes, podrían pensar: “¿Qué putas está pasando acá?”.

Sin embargo, es clave romper el hielo para que haya una interacción un poco más afable con los papás y los compañeros con los que van a compartir la carrera varios semestres. Es más que todo eso: que tú llegues al día siguiente de la inducción a clase y cuando vayas a hacer un trabajo digas: “Yo ya bailé el pollito con esta persona, entonces ya puedo decirle “ Oiga venga, ¿cómo se llama?” o cualquier otra cosa. Es la manera más simple de acercarse a otra persona.

¿Y tú crees que eso sí sirve para romper el hielo? O, de pronto, simplemente hay gente que no es compatible con este tipo de actividades…
Pues hay gente para todo. Algunos entran pensando que esas actividades son una estupidez y, cuando menos lo piensan, están sudando, cansados y se dan cuenta de que lo disfrutaron y la pasaron una chimba. También hay gente que simplemente dice: “No, esto no es lo mío”, y de entrada le dicen a uno: “Suerte, paila”.

Pero más allá de que se trate de una actividad tonta o de romper el hielo, es una actividad que implica el juego, y el juego siempre nos acerca al otro. Así digas que es una estupidez, algo sacas de ahí cuando lo haces.

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Mucha gente piensa que los inductores son los lambones de la carrera o que tienen rosca o ciertos privilegios en la universidad. ¿Qué tan cierto es esto?
Eso está un poco tergiversado. Como inductores, sí podemos adquirir información un poco más temprano que otros grupos de estudiantes. Por ejemplo, propuestas o proyectos que tenga la facultad para los estudiantes o para actividades. Pero, en mi experiencia, no éramos personas lambonas ni nada por el estilo, ni teníamos beneficios adicionales.

Ese mito de que los inductores tienen una serie de beneficios hay que quebrarlo porque es mentira: nosotros estábamos en las mismas condiciones que los otros estudiantes, solo que teníamos bonos de almuerzo para la inducción, un chaleco y un saquito, y ya.

¿Qué piensa de esa idea que tiene la gente de que uno se mete de inductor para comerse a las primíparas? ¿Usted se metió con alguna?
Sí, eso es una cosa bien recurrente en los grupos de inductores. En mi grupo, la gente que se vinculó pasó por un filtro de estudiantes donde se veía qué necesitaba el grupo y las necesidades de la facultad. Pero con el tiempo, lo que pasa es que se convierte en un grupo de parceros, entonces más allá de las razones por las que se haya inscrito se empieza a mezclar eso. Digamos, en las fiestas sí pasa que el inductor termine enredado con alguna chica de primer semestre, o que un primíparo termine enredado con una inductora. Sí sucede bastante.

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Pero de ahí a que sea un motivo central para entrar a ser inductor, por lo menos con la gente con la que estuve, no, aunque sí me he encontrado con inductores de otras facultades que tienen un poco esa presunción, como: “Ah, este semestre entran niñas nuevas, vamos a ver a cuántas me levanto”. Y a mí sí, sí me ha pasado. De hecho tuve una novia a la que quise mucho que conocí en inducción. La conocí en inducción, pero empezamos a salir mucho después. Algunas personas piensan que la inducción es inútil y se sienten forzados a ir, ¿usted cree que sí es un espacio necesario y útil en la vida universitaria?
Hablando objetivamente, en una semana uno no adquiere todo el conocimiento que le tratan de ofrecer o vender a uno como estudiante de primer semestre. Uno no se va a aprender el pénsum de toda la carrera. Tampoco las diferentes materias que tiene que ver o rutas que puede escoger, ni los énfasis académicos, profesores, las diferentes opciones que da la universidad para viajar o estudiar en otras universidades, etcétera.

Pero es funcional en cuanto a que es una primera impresión bien completa: te da un buen bocado de lo que va a ser la vida universitaria para que tú puedas afrontarla y acercarte a ella con un poco más de confianza. Así te parezca una estupidez ir a bailar allá y que sean una mamera las conferencias, es mejor tenerlas que llegar y no tener ni idea dónde quedan los baños o no reconocer ninguna cara en la universidad.

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Es un gran rompehielo y sí ayuda a darse cuenta de que la universidad no es tan tenebrosa. Te juro que muchos de los que llegan se cagan, están muertos del susto por saltar de esa experiencia del colegio a la universidad, por tener mayor libertad y muchos cambios a nivel sexual, vital, de amigos, etcétera. Digamos que para mucha gente confrontar eso es a veces muy difícil.

Para mí sí es severo poder ayudarles y mostrarles que no tiene que ser jodido, también como una forma de conocer un poco mejor a la gente con la que vas a compartir casi cinco años de tu vida.

¿Sí es verdad que las mejores farras son las de la inducción? ¿Cómo hacen con los menores de edad, que son muchos de los que entran a primer semestre?
Ush… Sí, son una chimba. Pues, obviamente en el cronograma oficial de las inducciones uno no puede ir de fiesta con los estudiantes —particularmente con los de primer semestre—, precisamente porque está esa idea de que nosotros somos “la primera impresión de la universidad”. Pero todos sabemos que esa fiesta cerda de integración es una tradición de todas las facultades: hay farras en las respectivas facultades y cada una es diferente a la otra. Todo el mundo sabe, por ejemplo, que la gente de derecho bota la casa por la ventana.

El video es con los menores de edad, porque mucha gente que entra a primer semestre es chiquita. Con ellos uno sí trata de evitar todo eso: uno nunca sabe, puede ocurrir una cagada por allá con las borracheras y uno tiene que responder. Es un video. Sin embargo, pues ahí se aparecen de todas formas: no falta el que lleva la cédula falsa, la que le hace ojitos al guarda y puede entrar con todo su parche de viejas, entre otras. Pero, bueno, independientemente de todo, sí son farras muy bacanas.

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¿Ha tenido que lidiar con gente que todavía se siente en el colegio, que sean pataletudos o mamones?
Sí, hay bastantes personas que llegan de ser los grandes del colegio y hacer lo que se les da la gana a ser los primíparos de la universidad. Todo el mundo los jode y son como: “Vean esa horda de niños que no saben dónde están parados”. Y, claro, todos tienen diferentes mecanismo para lidiar con eso: unos con un poco más de humildad; otros, con más trabajo. Aun así, tarde o temprano se dan cuenta de que son otra persona más de la universidad y de que están en las mismas condiciones, aprendiendo cómo es la vuelta. Muchas veces aprenden a las malas que si siguen con esa actitud, tarde o temprano eso los va a joder.

¿Has visto que un inductor se la monte a un primíparo por una actitud ‘sobradita’? ¿Tú mismo lo has hecho?
[Risas]

Digamos que sí. Puedo recordar una que otra escenita de la chica que presume todo lo que tiene o lo qué es o hace y entre más bulla hace, menos la escuchan. Y entre menos la escuchen, pues ella intenta hacer más bulla. Entonces, es como “Marica, no hay necesidad de llamar tanto la atención, relajada”.

Nosotros en inducción lo que hacemos, para poder saber quién es mayor y menor de edad y hacer invitaciones a fiestas y eso, es ver quién cumple años esa semana o cercano a esa semana. Entonces, quién esté más cercano, se le hace una primiparada ahí, que es como inventar un escenario re ficticio, pero re grave al mismo tiempo. Entonces nos hemos inventado escenarios diciendo como: “Marica, pillaron a alguien tomando en el bar, con unas cámaras que había por ahí… Y alguien fue y le dijo a la decana, y era el último semestre de X persona, y, bueno, que se pare”. Es como una persecución social y exacerba el ambiente.

Eso tambien se hace con otras finalidades. Para que el grupo defienda a la persona que supuestamente lo hizo. Obviamente, nunca sobrepasamos lo físico ni puteamos a la persona pero también es para ver cómo se vincula la gente ahí. Muchas veces es como “Bueno, vamos a dónde la decana a aclarar esta vaina”. Pero bueno, ya al final es como “Todo bien, era la primiparada porque estaba de cumpleaños” y se le da la tortita, el juguito, el abrazo y ya, se le gasta un café o jugo por ahí.

Por último: hay una imagen del inductor extrovertido, bacán. ¿Crees que uno puede ser tímido y ser inductor?
Sí, por supuesto. Yo soy una persona re introvertida. Cuando se hacían estas convocatorias para vincular más gente al grupo de inductores, siempre se hacía proponiendo una visión a futuro, precisamente pensando en cómo se podía fortalecer el grupo y qué necesitaba.

Entonces, por supuesto, siempre hay gente que está en primera fila, súper extrovertida, saltando y animando a la gente. Pero también hay gente re callada. Y bueno, no podría ser de otra forma: a mí me parece flojo estar todo el tiempo gritando, sonriéndole a la gente, abrazando y toda la vaina. Paila. Yo era más el que ponía musiquita atrás y organizaba los materiales. Hay roles para todos.

Obvio un grupo de solo introvertidos se iría a la mierda, porque todos estarían buscando el protagonismo y nadie se escucharía. Pero es interesante escuchar diferentes voces desde diferentes ángulos para ese tipo de cosas.

* El nombre fue cambiado a petición del entrevistado