FYI.

This story is over 5 years old.

Tonic

Convertir al pole dance en un deporte es ofensivo para las strippers

Los propietarios de los estudios de pole dance están ganando dinero mediante la explotación de una cultura de la que, a la vez, se desligan deliberadamente.
Antonio Diaz / Getty.

Durante la última década, la cultura stripper se ha generalizado y ha llegado a cuentas de Instagram populares, estudios de fitness y la conciencia de la cultura popular. Las clases de pole dance, en particular, son increíblemente populares entre las personas que buscan expresar su sexualidad y mantenerse en forma físicamente intentando llevara a cabo estos creativos movimientos sin tener que realizar lo que sería para muchos un drástico cambio de carrera.

Publicidad

Si alguna vez has ido a un club o lo has visto en YouTube, sabes que el pole dance, en cualquier modalidad, requiere inmensa habilidad, técnica y fortaleza en el torso. La Federación de Pole Dance de EU regularmente organiza eventos y competencias que muestran el nivel de atletismo que implica el pole dance como hazaña física, y casi a finales del año pasado, la Asociación Mundial de la Federación Internacional de Deportes hizo del pole dance un deporte provisionalmente reconocido, el primer paso de muchos que algún día podrían llevar a que el pole dance se convierta en un deporte olímpico.

En 2015, sin embargo, la aparición del hashtag de Instagram #notastripper hizo evidente una gran división entre los que bailan por deporte y los que lo hacen como una forma de ganarse la vida. En ese momento, los entusiastas del pole fitness y otros defensores del hashtag afirmaron que era una forma de luchar contra el "estigma" de disfrutar de una forma de baile que parece provocativa pero cuya finalidad es estrictamente deportiva, un movimiento que parece seguir vigente en Instagram. Desafortunadamente, la mayor parte del estigma asociado con el pole dance suele recaer en aquellos para quienes representa una fuente primaria de ingresos, como los strippers y aquellos que realizan otros tipos de trabajo sexual.

"El pole dance está de moda, y las redes sociales han aumentado su visibilidad exponencialmente", dice Elle Stanger, la escritora y stripper que comenzó el hashtag #yesastripper en respuesta al movimiento surgido para distanciarse de los orígenes del club de striptease. Stanger dice que los esfuerzos por hacer que el pole dance sea más convencional "están motivados por un público variable, pues el principal grupo demográfico a favor de la campaña anti stripper son las jóvenes millenials blancas". Esas son las mujeres que realmente necesitan que todos en Instagram sepan que ellas no son strippers, ya que no quieren tener nada que ver con la connotación que acompaña a esa profesión.

Publicidad

Relacionados: Los robots strippers ya son una realidad


Stanger agrega que la monetización de los estudios de pole dance suburbanos y las clases de pole fitness impartidas por personas que no son strippers, por ejemplo, podrían estar impulsando al movimiento a separarse de la cultura stripper. Los propietarios de estos lugares están ganando dinero con una cultura y a la vez se distancian deliberadamente de ella.

"El impulso detrás de replantear al pole dance como una forma de ejercicio provocador, pero no demasiado, es parte de una historia más grande de un grupo de mujeres que no son trabajadoras sexuales pero que se están apropiando de las innovaciones culturales y teóricas de las trabajadoras sexuales al tiempo que hacen todo lo posible por distanciarse del trabajo sexual", dice Heather Berg, una conferencista de la USC que se dedica a la investigación tanto laboral como del trabajo sexual y las políticas públicas. Ella agrega que la popularización del pole dance, incluyendo la adopción de la estética originada por las strippers, "debería reducir el estigma que pesa sobre las personas que bailan para ganarse la vida", pero en lugar de eso "ha significado la apropiación de una forma de arte desarrollada por las trabajadoras sexuales, el acaparamiento de las ganancias por parte de personas que no se dedican al trabajo sexual, y el reforzamiento del estigma".

Bailar profesionalmente durante horas es físicamente demandante, y Stanger dice que tiene cicatrices en el cuerpo derivadas de nueve años de practicar pole dance para demostrarlo. Sin embargo, argumenta que el estigma asociado con ser stripper pone a las strippers en un riesgo mucho mayor que el baile mismo. "Bailar no es inherentemente dañino. Bailar desnudo no es inherentemente dañino. Bailar desnudo por dinero no es inherentemente dañino. Y, sin embargo, he hablado con muchos extraños que insisten en que debo ser miserable, que debieron haber abusado de mí, que soy víctima de trata y que padezco el Síndrome de Estocolmo o que debo tener baja autoestima", nos dice.

Publicidad

Un artículo publicado en 2017 en el Annual Review of Sex Research indica que, para las mujeres que intercambian servicios sexuales por dinero, la exposición al estigma existente contra la prostitución puede afectar muchos aspectos de su calidad de vida, su situación laboral e ingresos, y también podría contribuir en diversos grados al aislamiento social, así como a "una variedad de problemas de salud física y mental". Los hallazgos del estudio no son un indicio de que todas las mujeres en la industria del sexo padecen enfermedades mentales. Más bien, señalan el gran impacto que tiene el estigma social no solo en quienes trabajan en la prostitución, sino también, como lo indica el estudio, en los bailarines y en otros tipos de trabajadores sexuales.


Relacionados: Pasé 20 horas en un club de strippers


Para las "feministas conservadoras que lamentan la practica recreativa del pole dance por considerarla como evidencia de la pornifcación de la cultura", lo peor que le puede pasar a una mujer es que la comparen con una trabajadora sexual", dice Berg. "Esto tiene implicaciones serias para las trabajadoras sexuales en general, ya que refuerza la idea de que el trabajo sexual significa violencia y degradación, naturalizando así la violencia cuando ocurre". Además agrega: "Cuando la sociedad tiene la idea de que algunas personas merecen ser abusadas, esas personas serán blanco de abuso".

El distanciamiento entre el pole dance y el ser stripper no solo contribuye al estigma en contra de quienes son strippers sino que refuerza la idea de que "el trabajo sexual no es trabajo". Esto justifica a los patrones y legisladores que rechazan concederles los derechos laborales básicos, poniendo la salud de los trabajadores en riesgo, dice Berg, una realidad que no tienen que enfrentar quienes practican el pole dance como deporte.

Algunas bailarinas pueden encontrar empleos alternativos y lucrativos como instructoras de pole dance. Sin embargo, Berg dice que el movimiento para reconocer al pole dance como un deporte competitivo completamente distanciado de la cultura del striptease no ayuda mucho a quienes luchan por los derechos laborales básicos ni a quienes protestan contra la "discriminación racial desenfrenada dentro de la industria del baile erótico", como hicieron algunas bailarinas el otoño pasado durante el paro de strippers en NYCS, dice Berg. "Lo que las bailarinas dicen necesitar no es que el pole dance sea reconocido como un deporte, sino que sea reconocido como un trabajo. Eso significaría derechos laborales para las bailarinas que enfrentan clasificaciones erróneas como contratistas independientes y una cobertura por de bajo de la compensación laboral que reciben los empleados cuando se lastiman en el trabajo".

Como señala Stanger, tanto el pole dance por competencia o deporte como el pole dance por dinero son ambos formas de entretenimiento, pero solo uno sobrevivirá a las redes sociales y las tendencias del fitness. "Las personas que vienen a los clubes de striptease para interactuar con mujeres como yo están buscando excitación", dice. "El cuerpo humano puede ser arte. Por eso no me preocupa que mi trabajo pueda ser desarrollado por robots o por la inteligencia artificial. No hay nada en el mundo como la energía sexual humana positiva, y mis clientes lo saben".

Para aquellos interesados en incursionar en el pole dance por el increíble entrenamiento que involucra, Berg sugiere encontrar a una bailarina erótica profesional que esté dispuesta a dar clases y pagarle, no a un instructor de fitness que intenta expandir su mercado. Paga bien. Luego, ya con tus abdominales duros, haz tu parte para apoyar a la organización de trabajadoras sexuales.