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Este artista usa sangre para crear sádicas obras-rituales

La textura de la carne, el flujo de la sangre y la viscosidad de los órganos son los protagonistas de esta singular propuesta.
Todas las imágenes son cortesía de Hermann Nitsch.

Original y polémico, Hermann Nitsch mezcla teatro y música, pintura y rituales entablando un diálogo poco convencional entre lo divino y lo pagano. Teatro de Orgías y Misterios será el proyecto que detona en los años cincuenta la exploración extática de fuerzas místicas y los enigmas del ritualismo antiguo, invocando no sólo una profunda catarsis pasional, derroche y erotismo, sino también el real y explícito sacrificio animal en íntima proximidad a las míticas Bacanales celebradas en honor a Baco, el dios romano del frenesí, la locura y el éxtasis. Éxtasis al límite que nos permite establecer una fuga que coquetea con los pecaminosos pensamientos de Georges Bataille en donde: … el arte es antes que nada, y lo que sigue siendo por encima de todo, es un juego.

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A través de la puesta en juego de tensiones que van del action painting a la tragedia griega, la poesía romántica y el performance del cuerpo, Nitsch nos recuerda que el arte en sus orígenes es una eyaculación erótica sensual que desgarra la habitualidad y el conformismo de la vida. Éxtasis y derroche que reabren la pugna entre lo apolíneo y lo dionisiaco, en donde el arte emerge como un drama transgresor que rebasa lo racional y lo sensible, dejando al descubierto lo impúdico, lo maldito y profano que nuestra mirada edípica no puede contemplar sin antes extirparse los ojos como plegaria ante un inaudito acto sacrílego.

Durante los años cincuenta y sesenta, Nitsch explora la pintura informal. Retomando ciertos aspectos del action painting, este artista, de origen austriaco, experimenta con la profundidad del color, las perspectivas del lienzo y las posibilidades del cuerpo. Al derramar el líquido sobre monumentales superficies blancas, horizontales o verticales, el lienzo es ultrajado como efecto corporal, sensual y extático que la intensidad del rojo ejerce sobre éste. Entonces ya no es una superficie pura, sino su antítesis: lo impúdico, lo maldito y lo cruel posee y penetra el lienzo a partir de la encarnación del color sobre éste .

Pero Nitsch es un artista imparable y la pintura lo impulsa a explorar otros territorios del arte. Al lado de figuras como Günter Brus, Otto Muehl y Albino Byrolle, Nitsch forma el llamado Accionismo Vienés. Propuesta inquietante y radical de la vanguardias que busca llevar el arte al terreno de la acción, la posibilidad, la radicalidad y la transgresión como rechazo a lo estático y tradicional. Provocación que mediante la realización de acciones ante audiencias ponen en escena sacrificios, rituales y orgías que desafían la ética, la estética y la moral, y enfatizan la importancia de la destrucción como elemento fundamental sin el cual ninguna creación es posible, o en palabras de Bataille: … un acto de transgresión es la necesaria contrapartida de la suspensión, del retroceso y del interdicto.

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Por medio de intempestivas dramáticas, Nitsch inmiscuye al espectador en un ritual, en una atmósfera sensual, inusitada e indecible, impregnada por intensidades que brotan de los colores, olores y sonidos, entretejiendo una suerte de tragedia griega posmoderna. Podría decirse que los dramas de Nitsch desprenden una especie de espacio háptico no dominado por lo retiniano, sino convulsionado por una voluptuosidad incontrolable que libera el cuerpo en un sintiente; un agente que se inmersa en un drama existencial, en donde tanto el olor de la sangre como su intensa tonalidad desgarran la mirada, sumergiendo el tacto, los oídos, el olfato y el gusto en una hipnosis delirante provocada por la textura de la carne, el flujo de la sangre y la viscosidad de los órganos al desnudo.

En el delirio, sin palabras, al menos no las audibles habitualmente, el espacio es habitado por un lenguaje articulado por gestos, gemidos y muecas; acciones extremas donde estallan moléculas sonoras, resultado del ruido de los cuerpos y los objetos. Una polifonía de formas y sonidos, en donde el arte se encarna en el juego, la fiesta y la transgresión. La transgresión, dice Bataille se traduce siempre en formas prodigiosas: como las formas de la poesía y la música, la danza, la tragedia o la pintura.

Ritos, orgías y sacrificios, drama mezcla de crueldad y sensualidad; orgía intensiva que descubre un lado humano más cercano a la animalidad; reversibilidad que desdeña lo artificial ante una fuerte presencia; un estado vivo intensamente atravesado por el éxtasis que transgrede las reglas establecidas, propiciando la exploración de lo soberano que evade cualquier explicación. Un estado muy cercano a la embriaguez, diría Nitsch, que desata otras afecciones como posibilidad abierta a la experimentación. Animales muertos, exceso de sangre, exposición de los órganos internos, revelan no una atrocidad sino una intimidad a la que penosamente no estamos identificados, pero que nos acerca a profundidades irreconocibles de nuestro ser. Como apunta Bataille: …el arte tuvo siempre como objeto: la creación de una realidad sensible que modificara el mundo en el sentido a una respuesta al deseo de lo portentoso, implicado en la esencia del ser humano.

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Nitsch articula la catarsis aristotélica y la psicología freudiana en una experiencia mítica sensorial total. El arte como un proceso transgresor dinámico y no como un instrumento estático. Transformar el cuerpo humano en superficie de creación, un elemento central llevando hasta el límite de lo posible. Lo que le aparece al espectador parece venir de afuera, pero también de una experiencia interior exorbitante, intolerable, impensable.

Una experiencia interior que nos rebasa y nos desgarra. Un espasmo que se apodera de todo el cuerpo: cuerpo sintientente, cuerpo pensante, cuerpo actuante que ha dejado de ser pasivo para ser creador del arte. Conjunta atracción y repulsión le transporta justo a ese espacio donde el sentido desaparece. Ese afuera: fuera del conjunto de reglas, normas, dogmas que reducen, no solo al arte a las convenciones, sino al individuo al proyecto utilitario. Descarga, convulsión y grito. Alumbramiento extático de represión que desvanece la opacidad de la vida insensible dando lugar a una orgía colmada de éxtasis.

Conoce más de Nitsch en su sitio.

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