Una mujer con la cabeza enterrada entre sus brazos rodeada de tablillas cuneiformes flotantes
Ilustración por Michelle Urra
Tecnología

Las personas también sentían depresión hace 3.000 años

"Come pan y bebe cerveza pero no le van bien, luego dice: ‘¡Oh, corazón mío!’ Y se siente abatido".
ÁG
traducido por Álvaro García
LC
traducido por Laura Castro

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

En Mesopotamia, la tierra entre los ríos Tigris y Éufrates que albergaba a los pueblos de Babilonia y Asiria, existe una descripción de la depresión y el desamor de hace 3.000 años con la que podemos empatizar:

“Si la Depresión constantemente cae sobre él, constantemente suspira, come pan y bebe cerveza pero no le van bien, luego dice: ‘¡Oh, corazón mío!’ Y se siente abatido, está enfermo de mal de amores; es lo mismo para un hombre y una mujer”.

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Suspirar, comer pan y beber cerveza, pero no sentirse mejor: son cualidades reconocibles de un estado de depresión o de una ruptura amorosa en el siglo XXI. Sin embargo, este texto fue traducido de lo que se conoce como el Manual de diagnóstico: una serie de 40 tablillas de arcilla que datan del primer milenio a.C. Algunas porciones provenientes de copias de las tablillas fueron recuperadas en lo que ahora es Irak y Siria, y fueron recopiladas para formar un libro completo.

Las tablillas fueron escritas en idioma acadio en el sistema de escritura cuneiforme, en donde el texto se imprimía en tablillas de arcilla húmedas y luego se secaba, no se cincelaba en piedra dura, como podría aparentar.

Las tablillas de arcilla tienen un aspecto extraño —se trata de surcos geométricos grabados en piedra—, pero contienen un gran acervo de experiencias humanas que, de manera asombrosa, son similares a las emociones que sentimos hoy en día.

Aunque el manual y otros textos similares de la época describen condiciones físicas como la epilepsia, las convulsiones y las lesiones cutáneas, Moudhy Al-Rashid, una asirióloga de la Universidad de Oxford, se ha dedicado a desenterrar las partes que poseen un componente emocional o mental, como los síntomas parecidos a la depresión en este pasaje de un texto médico que describe las dolencias causadas por la brujería:

“Si un hombre come (y) bebe, pero esto no se acerca a su carne, a veces está pálido, a veces enrojecido, a veces su rostro se vuelve cada vez más oscuro, está preocupado, está deprimido, su corazón no está en condiciones para hablar”.

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Un texto escrito entre el 900 y el 600 a.C. describe a personas que olvidaron el habla, perdieron el apetito, tuvieron pesadillas, lucharon por conciliar el sueño o tuvieron baja libido: “No tiene deseos de [pan y] cerveza, no tiene deseos de ir con una mujer, su ‘corazón’ no lo excita hacia una mujer; balbucea, tiene calambres continuos, está deprimido, se desahoga continuamente, dice: ‘¡Ten piedad de mí!’”. (Una nota sobre las traducciones: cuando se usan corchetes, significa que falta una palabra en el texto original, la cual se infiere de otros materiales o copias originales. Los paréntesis se utilizan para denotar las palabras que fueron agregadas para que las frases sean más legibles).

Se registraron comportamientos que sugerían confusión, como deambular sin darse cuenta de lo que uno está haciendo, reír sin razón o gritar. De hecho, hay dos frases que hacen referencia a gritar: una es solo un sonido y la otra se traduce como “¡Oh, mi corazón!” u “¡Oh, mis entrañas!”.

El Manual de diagnóstico también incluye, junto con los principales síntomas emocionales que estudia Al-Rashid, muchas quejas sobre dolencias corporales que resultan familiares para quienes padecen ansiedad o depresión: problemas estomacales como indigestión, vértigo, mareos, fatiga, sudoración, debilidad o desasosiego.

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Estos documentos son sorprendentes por lo detallados que resultan y también por la resonancia que un lector moderno puede encontrar en ellos. Revelan que aquello que reconocemos en la actualidad como síntomas de angustia mental y emocional ha existido durante mucho tiempo de alguna forma, incluso si se ha explicado de maneras diferentes, según la época y el lugar en la historia. A veces las emociones son lo suficientemente extremas como para solicitar la ayuda de otros; en Mesopotamia, eso significaba la intervención de “exorcistas” y “curanderos”, mientras que hoy es la psicoterapia o los medicamentos.

Pero la interpretación de estos textos cuneiformes plantea un problema al que todavía nos enfrentamos: cuál es la mejor manera de categorizar la angustia emocional para darle sentido. La próxima generación de intérpretes se está resistiendo a una tendencia anterior en el campo, llamada “diagnóstico retrospectivo”. No quieren que los académicos simplemente asignen nuestras categorías de diagnóstico contemporáneas a traducciones del Manual de diagnóstico, como el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), esquizofrenia o psicopatía.

Observar cómo fueron descritos los síntomas mentales nos obliga a considerar nuestras propias estructuras de creación de significado en torno a la angustia emocional y a ubicarlas en nuestros contextos culturales e históricos específicos. Sin embargo, también nos conecta con un legado más amplio: durante miles de años, los seres humanos han intentado darles sentido a sus emociones tal como existen en relación con el mundo; nuestros antepasados distantes lucharon con agonías similares a las nuestras; y todo este tiempo, la gente ha buscado tratar y comprender esa angustia.

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“Ellos también estaban intentando darle algún tipo de orden al caos”, dijo Al-Rashid. 

Al-Rashid ha padecido episodios esporádicos de depresión desde la niñez y las intrincadas caracterizaciones de síntomas parecidos a la depresión resonaron con su propia experiencia. De manera similar, llegué a este tema a través de un artículo de 2012 en el que los autores hacen una descripción de los comportamientos relacionados con el “TOC” en Babilonia. Como tengo TOC, tenía curiosidad por saber si los síntomas serían similares.

El artículo fue escrito por un traductor pionero del Manual de diagnóstico, el asiriólogo británico James Kinnier Wilson, en colaboración con el neurólogo Edwards Reynolds. El dúo tradujo los comportamientos “TOC” de la siguiente manera:

“No sabe por qué se ve obligado a tomar (cosas), esconder (cosas)... pisar la sangre o caminar sobre un lugar donde se ha derramado sangre... (o por qué) tiene fobia a toparse con una persona maldita o de que una persona maldita se tope con él, o de dormir en la cama, sentarse en la silla, comer en la mesa o beber de la taza de una persona maldita”.

Kinnier Wilson también tradujo lo que llamó “fobias”: “No sabe por qué tiene un miedo (morboso) a las camas, sillas, mesas, estufas encendidas, lámparas... de salir o entrar (de tal o cual) ciudad, puerta de la ciudad, o casa, o (tal o cual) calle, templo o camino”. Otras “fobias” incluían el miedo a ciertos días o meses, al hambre o a invocar el nombre de un dios en la presencia de otra persona.

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Ciertamente he sentido ansiedad por compartir el vaso de otra persona debido a pensamientos intrusivos sobre la contaminación, pero no es adecuado proyectar mi experiencia del TOC en el pasado para describir lo que estaba experimentando una persona, dijo Chiara Thumiger, historiadora de la medicina en la Universidad de Kiel, en Alemania.

Según Al-Rashid, las traducciones de Kinnier Wilson son bastante liberales; la obra original de la que tomaron los fragmentos se llama Shurpu, una colección de encantamientos para acompañar un ritual en particular, e incluye listas de pecados potenciales cometidos por alguien que podría necesitar consultar ese texto.

“Este método de lista sigue métodos establecidos para registrar y presentar información en textos académicos asirios y babilónicos donde básicamente tratan de ser exhaustivos al enumerar las posibilidades de las cosas”, explicó.

Llamar a estos pecados “fobias” es, en el mejor de los casos, una metáfora; podría verse como un caso en el que el diagnóstico retrospectivo puede distraer la atención del significado original. “El psiquiatra moderno reconocerá una descripción notablemente precisa de una depresión agitada con características biológicas que incluyen insomnio, anorexia, debilidad (y probablemente pérdida de peso) y afectación en la concentración y memoria”, escribieron Kennier Wilson y Reynolds.

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Si bien los síntomas pueden ser similares, nuestros lenguajes son diferentes, al igual que nuestra comprensión del cuerpo, la ciencia y la medicina. El diagnóstico retrospectivo puede oscurecer lo que los textos han registrado al tratar de mapear conceptos modernos de enfermedades en ellos, dijo Al-Rashid. No revela la historia completa.

En Mesopotamia se entendía que las enfermedades, incluidas las que llamamos enfermedades mentales, procedían del exterior del cuerpo. Ya fuera una convulsión, una lesión en la piel o depresión, la causa generalmente se entendía como un fenómeno sobrenatural. Cuando una persona tenía el corazón roto, la gente pensaba que podría haber sido causado por una diosa que necesitaba ser apaciguada. Los demonios pueden causar enfermedades, incluidos demonios específicos que están asociados con dolencias específicas. Dioses como Ishtar, la diosa del amor y la fertilidad, eran responsables de una amplia variedad de enfermedades. Los fantasmas también se consideraban responsables y, a menudo, se les reconocía como la causa de los síntomas mentales. La depresión a menudo estaba ligada a la figura de la bruja, que era una figura demoníaca y caótica desconocida.

Estas causas sobrenaturales no se consideraban inusuales. Nuestra visión de lo sobrenatural implica que está más allá de lo natural. Pero para los mesopotámicos, lo sobrenatural era parte de lo cotidiano.

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Los ašipu —que se traducen como exorcistas— que a menudo eran llamados para tratar los síntomas mentales, no eran figuras impactantes como las de una película de terror. Formaban parte de una oficina regulada. Llamarlos era tan normal como llamar a cualquier otro médico o funcionario.

“Les digo a mis estudiantes que deberían pensar en ello como si en Estados Unidos existiera el Departamento de Exorcismos junto al Servicio de Impuestos Internos”, dijo Gina Konstantopoulos, profesora asistente de asiriología y estudios cuneiformes de la Universidad de California en Los Ángeles. “Formaba parte de un marco administrativo y burocrático y era una profesión técnica en la que alguien se capacitaba ampliamente”.

En otra parte del Manual de diagnóstico hay descripciones detalladas que son muy similares a lo que entendemos como accidente cerebrovascular o epilepsia: afecciones neurológicas. En una descripción de lo que podríamos llamar hoy una convulsión focal motora, un texto describe cómo el ojo izquierdo de una persona se movía hacia un lado, sus labios se fruncían, salía saliva de su boca y el lado izquierdo de su cuerpo se sacudía “como una oveja recién sacrificada”.

Los autores del texto no compartían nuestra comprensión de las causas de tales convulsiones, pero sabían que eran peligrosas y ofrecían un enfoque cuantificado para evaluar sus efectos: “Si un demonio de la epilepsia lo ataca muchas veces, y en un solo día lo persigue y lo posee siete veces, su vida será perdonada. Si lo atacara ocho veces, quizá su vida no sería perdonada”.

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Al-Rashid adopta un enfoque filológico, lo cual significa estudiar el idioma en su contexto y derivar su significado a partir de cuándo se usan las palabras, cuándo se usan con otras palabras y con qué frecuencia aparecen. Esto implica mucho trabajo: su disertación sobre el contexto, el significado y el uso de solo tres palabras acadias tiene alrededor de 400 páginas.

Una de las frases en las que Al-Rashid está trabajando en este momento es ḫīp libbi, cuya traducción literal significa una ruptura del corazón. “Creo que se refiere a un tipo de ansiedad en algún contexto”, dijo. “Pero luego lees otro contexto y claramente es un dolor de estómago”.

Estas complicaciones en torno al diagnóstico retrospectivo no significan que no podamos comparar los textos antiguos con nuestras comprensiones modernas, solo tenemos que ser reflexivos en las interpretaciones. “Lo que sí creo que es útil es observar los síntomas, en lugar de una enfermedad o dolencia, y hay mucha superposición con lo que experimentamos hoy”, explicó.

Actualmente, Al-Rashid está analizando las metáforas que la gente usa para describir sus experiencias y dónde existen coincidencias con el presente. Por ejemplo, los textos antiguos describen el corazón como abatido o el rostro hacia abajo.

“Creo que es interesante que la metáfora de ‘triste es estar cabizbajo’ aparece hace 3.000 años”, dijo Al-Rashid. “Y seguimos haciéndolo. La palabra depresión significa literalmente un lugar hundido”.

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“¿Cuándo es un exceso emocional una señal de enfermedad mental?” preguntó Marke Ahonen, profesora e investigadora de la Universidad de Helsinki. “¿Es la enfermedad mental una cosa del cuerpo o una cosa del alma? ¿Pueden los filósofos tratar las enfermedades mentales o es prerrogativa de un médico?”.

Son disputas que aún no se han resuelto y es significativo que surjan los mismos problemas en el estudio del pasado. Hoy en día existe una discusión sobre la validez y aplicación del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, o DSM, y si sus clasificaciones conducen a un diagnóstico excesivo y a la prescripción de medicamentos para tratar emociones humanas normales.

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“Pueden entrar a la parte psiquiátrica de Twitter casi cualquier día y encontrar personas que argumenten que la depresión y la ansiedad son partes normales de la vida”, dijo Jonathan Sadowsky, historiador de psiquiatría de la Universidad Case Western Reserve y autor de The Empire of Depression.

Sadowsky concordó en que la tristeza y la ansiedad típicamente forman parte de la vida y son una respuesta a todo tipo de eventos y circunstancias de la misma. Sin embargo, la ganancia que obtenemos al examinar el pasado es comprender que aunque las personas se sintieran tristes o ansiosas dentro de un rango usual y previsible, también ha habido formas extremas y crónicas de estas emociones que los seres humanos han tratado de comprender y tratar.

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“Muchas de las personas que quieren negar los estados de depresión y ansiedad prefieren enfocarse en que son una construcción nueva que surgió de la psiquiatría moderna”, dijo Sadowsky. “Y en ese sentido, creo que tiene cierto valor el comprender que, dentro de las tradiciones médicas, estas observaciones de trastornos graves del estado de ánimo son comunes y milenarias”.

“Desde fechas muy tempranas, encontramos la idea de que el decaimiento, el miedo y la ansiedad a veces pueden surgir sin una causa adecuada y son síntomas de una enfermedad, en lugar de ser estados emocionales ‘normales’”, dijo Ahonen.

La melancolía, definida como una enfermedad, apareció entre el siglo I a.C. y el siglo I d.C. “En la melancolía, las personas experimentan angustia y miedo que pueden ser extremos y tal condición por lo regular implica delirios fantasiosos”, dijo Ahonen. “Incluso podría involucrar la licantropía, una alucinación en la que uno cree que se ha convertido en un lobo o un perro salvaje. Esta melancolía se parece a la depresión moderna, pero a la vez también es muy distinta”.

El hecho de que las descripciones mesopotámicas se hayan encontrado en el Manual de diagnóstico significa que “presumiblemente, el material que forma parte de la recopilación médica es algo que es lo bastante crónico o extremo como para no ser considerado parte de la respuesta normal esperada a algo”, dijo Al-Rashid.

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Pero Sadowsky no cree que sea la “antigüedad” de estas emociones lo que legitima definitivamente la depresión como una enfermedad. “Creo que lo que clasifica a algo en la categoría de enfermedad es en realidad una decisión social que responde a diferentes contextos”, dijo. “Depende de cómo la cultura perciba los síntomas, o incluso de si los considera como síntomas de una enfermedad, y de cómo los trata”. La depresión y la ansiedad, según Sadowsky, deben estar dentro del ámbito de la medicina porque existen tratamientos, tanto farmacológicos como no farmacológicos, que pueden ayudar a las personas.

Para la depresión, una parte del Manual de diagnóstico describe un tratamiento para una persona que “tiene frecuentes crisis nerviosas”, “tiembla de miedo en su dormitorio y sus extremidades se han vuelto ‘débiles’”, “sus extremidades a menudo cuelgan flácidas y, a veces, está tan asustado que no puede dormir ni de día ni de noche y constantemente tiene sueños perturbadores”, “tiene ‘debilidad’ en sus extremidades (por) no consumir suficientes alimentos y bebidas” y “olvida (no puede encontrar) la palabra que intenta decir”. Tratar tal condición requiere un ritual de crear figurillas de arcilla, sacrificar una oveja y entonar un encantamiento apelando al dios y la diosa que le hayan conferido estos malos sentimientos al enfermo.

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“Hay una comprensión de lo que es la emoción extrema y una comprensión del dolor y la tristeza y ciertamente también de la furia”, dijo Konstantopoulos. “Pero también está el entendimiento de que estas emociones que definiríamos, al menos en la actualidad, como depresión y ansiedad extrema, pueden arreglarse dentro de un sistema que tiene tratamientos y procedimientos rituales para tratarlas, así como especialistas en rituales entrenados para llevar a cabo esos procedimientos”.

El pasado también puede darnos lecciones para el futuro; Sadowsky dijo que observar cómo en la antigüedad otras culturas lidiaron con la depresión puede ayudarnos a recordar que, aparte de los tratamientos con fármacos o la terapia electroconvulsiva, existen formas de apoyo social y ritual que pueden ser útiles.

“En cuanto al tratamiento”, dijo Ahonen, “sus métodos suelen ir de lo cruel a lo ridículo, pero también hay enfoques bastante sensibles: aliviar el miedo, infundir alegría, crear distracción, corregir pensamientos erráticos. El tratamiento físico, [como] los medicamentos o el desangramiento, y el tratamiento psicológico solían combinarse, como sigue sucediendo en la actualidad".

Los tratamientos mesopotámicos por lo regular implicaban que un médico pasara mucho tiempo con una persona. “Les hacían a los pacientes unos elegantes collares con piedras preciosas brillantes, que luego les ponían mientras decían algunos encantamientos”, dijo Willis Monroe, historiador de la Universidad de Columbia Británica que estudia astronomía y astrología en textos cuneiformes. “Probablemente te sentirás mejor, hasta cierto punto, después de eso. Te vas con un collar resplandeciente, un pequeño sobre de olor agradable y las cosas parecen un poco mejores”.

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Uno de los textos médicos, dijo Monroe, comienza describiendo todas las cosas que un médico podría ver en su camino a la casa de una persona enferma. “En nuestra concepción moderna, no pensaríamos que eso tenga algo que ver con que un paciente presente síntomas”, dijo. “Pero este texto le enseña al practicante de medicina a observar de camino a la casa y pensar en lo que ve. Entrenaba al practicante para ser observador de una manera que creo que ahora también estamos aprendiendo cada vez más”.

Otra faceta de los textos es que las enfermedades físicas no se privilegiaban por encima de las enfermedades mentales, dijo Konstantopoulos. Eran problemas igualmente reconocibles. Y no había tanta moralización involucrada en los síntomas mentales, porque eran causados ​​por fuerzas externas.

“Cuando pensamos en la estigmatización que hay contra las enfermedades mentales en el mundo moderno, resulta útil ver un sistema donde eso no necesariamente estaba presente en la manera en que los manuales de diagnóstico presentaban y trataban esas enfermedades”, dijo.

Thumiger, quien estudia la antigüedad grecorromana, dijo que también hay una clara ausencia de separación entre la mente y el cuerpo. “La mente y el cuerpo realmente están en un continuum y el médico ve ambas cosas como si tuvieran igual importancia”, dijo Thumiger.

Al-Rashid cree que el proceso desordenado e imperfecto de dar nombre a todo es importante, tanto en el pasado como en el presente, porque puede ayudar a dar sentido a lo que estamos experimentando. Monroe dijo que el hecho de que estos textos existan, de que haya médicos que se especializan en estos textos y que se ganen la vida con sus servicios muestra cuán profundamente los humanos han estado tratando de comprender y calmar la ansiedad que les causa el mundo.

“Las personas siempre se han preocupado por su futuro y por cómo se sienten”, dijo Monroe. “Y durante mucho tiempo ha habido todo un género de conocimiento que se ha ocupado de este problema: qué es el futuro, qué te va a pasar, cómo podemos hacer que te sientas mejor en el momento”.

Puede ser increíblemente reconfortante saber que las personas ya antes se han sentido como tú cuando estabas en tu punto más bajo. Todavía recuerdo vívidamente la primera conferencia a la que asistí de la Fundación Internacional del TOC, al comienzo de mi tratamiento del TOC, donde escuché a los panelistas describir sentimientos y desafíos que yo misma estaba experimentando. Me inundaron cálidos sentimientos de camaradería y solidaridad, también de esperanza. No era la única que se había sentido como me sentía y era posible superarlo.

Para Al-Rashid, un ejemplo de los textos mesopotámicos que también cumplen ese rol es el Poema de Gilgamesh, a menudo llamada la primera epopeya de la historia del mundo. En él, el legendario gobernante Gilgamesh sufre la pérdida de su amigo y amante, Enkidu. La experiencia de Gilgamesh describió perfectamente lo que sucede cuando pierdes a una persona que amas.

“El viaje de Gilgamesh le recuerda a cualquiera que alguna vez haya estado en duelo que no está solo. La experiencia de una pérdida extrema trasciende la brecha milenaria entre lo que significaba ser humano entonces y lo que significa serlo ahora”, escribió Al-Rashid recientemente en Psyche.

Después de la conmoción por la muerte de Enkidu y su posterior funeral, Gilgamesh dijo: “El espanto ha entrado en mi vientre. Temeroso de la muerte, recorro sin tino el llano”.

“Aun cuando los síntomas se organicen de manera ligeramente diferente, o las etiquetas sean ligeramente distintas de un período de tiempo o de un lugar a otro, creo que es importante mostrar cuán milenarias son nuestras experiencias”, dijo Al-Rashid. “Hay denominadores comunes en nuestras experiencias de angustia mental que siempre han estado ahí. Y mucha gente dice que los hace sentir menos solos”.

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