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Identidad

Sabina Urraca: 'Buscar cuentos morales en la ficción me parece absurdo'

Hablamos con una de las narradoras más interesantes en lengua castellana. Acaba de publicar su primera novela, ‘Las niñas prodigio’.
Alejandra Núñez
ilustración de Alejandra Núñez

A pocos días de terminar de leer Las niñas prodigio escribo en Facebook: "Esta noche mi pelo nuevo y yo nos vamos a sentar a escribir para contaros por qué me ha gustado tanto leer #LasNiñasProdigio de Sabina Urraca. Creo que soy blanda, o que me siento confortable con la blandez, como la barriga de un corgi bebé. Me tapo la cara muchas veces mirando Anatomía de Grey, y ha habido cuatro páginas del libro de Sabina que literalmente no he podido leer, porque sí, soy una blanda, pero ella sí las puede escribir, porque ella es una genia".

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Ese día no pude escribir una mierda. Y eso que era luna llena. Pero chateé un rato con Sabina. Al abrirse la ventana chat, leo: "Puf, qué miedo me dan esas páginas que no se pueden leer. Te entiendo, porque muero de vergüenza, pudor, terror, al leer algunas yo también", dice Sabina.

Sabina Urraca lleva haciéndome reír muy fuerte desde que empecé a leerla primero en VICE, luego en otros medios (como Broadly), luego en su muro de Facebook, donde he leído algunos de los textos más maravillosos. Leer Las niñas prodigio es confuso precisamente por esa mezcla de material biográfico que todas hemos leído, y una autoficción que engancha más que Netflix. Literalmente. No abrí mi cuenta de Netflix en todo el fin de semana.

Le digo a Sabina que creo que ha inventado un nuevo género. Es la primera vez que leo en papel a una autora viva que me gusta después de haberla leído sobre todo en redes. Las cosas se mezclan, la autobiografía con el relato. Es confuso. Confuso guay. Me responde que es muy confuso pero que ella no ha inventado nada: "Es autoficción pura y dura, aunque hay matices". Estoy segura de que Mary Shelley tampoco iba en plan EH COLEGAS, he inventado un género.

Se ríe. También es confuso porque en realidad todavía no sé cómo suena la risa de mi amiga Sabina.

Broadly: Esperaba que tu libro fuera muy autobiográfico, y esperaba que fuera muy amable, porque tus textos me parecen súper amables aunque nos expliques temas complejos y duros. Y eso ha sido así más o menos hasta la mitad del libro. Luego no me das ni una miguita de tregua. La segunda mitad me ha dejado como me dejan los capítulos de la serie El cuento de la criada. Y en un punto he empezado a desear con todas mis fuerzas que no sea autobiográfico, que sea producto de pasar suficiente miedo con los ruidos nocturnos de la casa centenaria donde te encerraste a escribir como para inventar toda esa oscuridad.

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Sabina Urraca: He ido viendo a algunas personas que se iban incomodando a medida que leían la novela, y que terminaban preguntándome si era autobiográfico. Lo cierto es que, en el caso de este libro, me parecería injusto marcar una línea que separe lo que sucedió de verdad de lo que no sucedió. ¿Qué importa? ¿No empobrece eso la diversión? Entiendo que hay un punto morboso en ello, como cuando después de ver una película una quiere saber las vidas personales de los actores, los líos entre bambalinas. Yo propongo un pacto, como cualquier escritor. Solo quiero contar cosas que sucedieron, dentro y fuera de mi cabeza, y que eso afecte de alguna manera a la persona que lee. Nada más.

Una de las cosas que he ido apuntando mientras leía es que me parece una muy buena observación de las diversas formas de crueldad normalizadas. Me ha parecido que pone sobre la mesa muchas violencias que atraviesan a mujeres y niñas desde la infancia. También me ha parecido que (abro unas comillas porque me duele en el alma haberlo pensado, pero así es) "porque escribes con la brutalidad con la que escriben los hombres" y muchísimas veces también desde el miedo pero también desde el deseo, te va a caer una buena a través de las redes, sobre todo por parte de compañeras feministas. Veo venir el flame de lejos con el tema de los deseos.

Yo no he escrito un manifiesto de cómo debería ser la vida; he escrito una novela.

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Desde que empecé a escribir cosas cruentas, como a los doce años, he recibido juicios morales acerca de lo escrito. Recuerdo un cuento que escribí a los dieciocho, en el que la protagonista estaba enamorada de su hermano marino, que moría en un naufragio. Después pagaba a marineros para revivir una escena de reencuentro con ciertos tintes sexuales. Estaba en un taller de guión cuando lo escribí, y una señora que era alumna se indignó. En los descansos me atosigaba, diciéndome que mi personaje estaba enfermo y que yo debería ir a terapia. Esto ha vuelto a suceder nada más salir a la venta Las niñas prodigio, y me vuelve a desconcertar de la misma manera. Buscar cuentos morales en la ficción me parece absurdo, completamente contrario a la emoción que debe producirnos. Intento remover el alma, no acariciarla ni empoderarla. Por eso intento escribir con esa brutalidad, que es la brutalidad de una mujer, que es lo que soy yo la mayor parte del tiempo. Y hay algo que queda claro en este libro, y es que las mujeres y las niñas no somos solo víctimas de la crueldad, sino que también tenemos la libertad de ser absolutamente retorcidas, de desear cosas malsanas, de ser incorrectas en nuestras aspiraciones e impulsos.

No somos monjas puras atacadas por un mundo malvado. También nosotras somos parte de ese mundo malvado.

Hoy le intentaba explicar a mi chico "de qué va" el libro y le he dicho: es un libro bastante oscuro sobre la infancia. ¿Cuál crees que es el tema que hila todas las historias de Las niñas prodigio?

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"Un libro bastante oscuro sobre la infancia" me parece bastante acertado, pero añadiría "de una niña". Hay muchos aspectos del personaje —el ansia de perfección, el intento de agradar, la visión del propio cuerpo como algo con lo que hay que cargar, algo a lo que temer— que son típicamente femeninos. Creo que también podría decirse que es una historia de fantasmas. Fantasmas de los dos tipos: del pasado y del presente, de los de sábana y cadena. Y también, si me apuras, el retrato de una especie de anti-Lolita, que persigue en lugar de ser perseguida. Cuando estaba escribiendo el libro, la gente me preguntaba cómo se titulaba y de qué iba. Yo les decía que se llamaba "Las niñas prodigio" y que iba, en realidad, de todo lo contrario.

¿Crees que Las niñas prodigio pasaría el test de Bechdel?

En el libro hay amistad entre niñas, mujeres, una mujer y una niña… en algunos casos atravesadas en algún punto por una figura masculina, pero en otros casos no. Creo que en muchos momentos habla de un mundo muy femenino, muy secreto, que todavía no ha pisado el hombre, y que jamás lo pisará.

Me ha hecho mucha gracia que el libro empiece con el capítulo de el parto porque es uno de los primeros textos tuyos que cayeron en mis manos. Junto con el texto en el que te metías una piedra de obsidiana en la vagina para sanar dolores menstruales. Creo que antes de mudarte al valle a escribir viviste una temporada en México, aunque no es un espacio que menciones en la novela. ¿Hay algo que hayas deliberadamente dejado fuera del relato?

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He dejado muchísimas cosas fuera, porque el libro no va de mi vida, solo de un aspecto que la ha atravesado en varios momentos, que es el ansia por alcanzar unos estándares absurdos, por ser amada. Si hubiese metido lo personal en bloque, habría sido una gilipollez egomaníaca. Y el personaje del libro solo soy yo en algunos aspectos. Durante las correcciones, había veces que lo leía y sentía más identificación con personajes que no eran la protagonista.

Tengo dos propuestas de título para esta entrevista. Puede que no termine siendo ninguno de los dos pero, ¿qué te parecen? "Cada paso es dolor" o "Vivir peligrosamente".

Entiendo "Cada paso es dolor", pero me parece que no refleja el espíritu. No creo que cada paso del libro sea dolor. A pesar de la gran carga de drama que tiene, también hay en el personaje un ramalazo de niña drama queen, que amplifica el dolor de forma excesiva. No puedo saber cómo se lee desde fuera, pero veo la novela como una tragicomedia en la que alguien se va metiendo en berenjenales emocionales por pura predisposición a hacerlo, no porque la vida se le complique. Así que "Vivir peligrosamente" me gusta más. Además, me suena un poco a "Chicas de hoy en día", que era una serie que me encantaba.

Estás escribiendo tu libro nuevo haciendo paseos con Murcia, tu perra. ¿Crees que te saldrá más amable? Por lo que vas comentando en Facebook lo parece. ¿Estás tú más a gustito ahora?

Esta pregunta es muy de revista del corazón, ¿no? [risas]. Mi objetivo no es en absoluto ofrecer un relato amable del mundo, que es de todo menos amable. Amo a mi perra locamente, hasta el punto de que ha habido un periodo en el que creo que he perdido cierta mordacidad y negrura en mi forma de escribir. Pero soy incapaz de entregarme a la ternura sin ver además el lado retorcido de las cosas, y el fenómeno mascota es una cosa cercana a la enfermedad mental, un mundo de proyecciones y fantasías afectivas (dicho desde el cariño y el estar hundida en esto hasta las cejas).

No confundamos lo que aparece en Las niñas prodigio con el estado de ánimo en el que estaba yo en ese momento, porque una cosa es una novela, y otra cosa una vida. Y tampoco confundamos lo que cuento en Facebook, que es más bien una terapia de ver las cosas de la vida con sorna y ojo fino, con el libro que estoy escribiendo ahora o con cómo estoy yo. Son cosas completamente distintas. Estaba y estoy igual antes que ahora: feliz e infeliz, viendo toda la oscuridad y toda la luz de la vida a partes iguales. Aunque el libro está ya rulando por ahí, la gente se lo está leyendo, y eso me hace feliz, claro está. Y soy más fuerte y más feliz que antes de escribirlo, porque escribir un libro es algo absolutamente espantoso. Sales como si hubieses estado a punto de ahogarte en un pantano asqueroso, salvada por los pelos. Y encima estabas sola y nadie ha visto los esfuerzos que has tenido que hacer para salvarte.