A la gente le gusta salir de fiesta, pero no tener un club al lado de su casa
Foto por Julián Gallo

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Música

A la gente le gusta salir de fiesta, pero no tener un club al lado de su casa

Charlamos con Lutz Leichsenring, un alemán que asesora a diferentes ciudades sobre cómo organizarse para encausar a los clubes y cómo la economía de la noche es más que la fiesta.

De Berlín se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo mientras preserve su condición de ciudad santuario o fetiche de la electrónica. Música, clubes, eventos, sellos, tolerancia y público ávido de sonidos y baile, configuran un complejo mapa musical vivo que recibe gente de todo el planeta. De los 7 millones de visitantes anuales que recibe la ciudad, se estima que al menos el 30% visita algún club durante su estadía. Es decir, más de dos millones de visitantes tienen alguna relación con la escena musical de Berlín.

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Pero mantenerlo unido no es fácil. La ciudad cuenta con 140 clubes y discotecas con espacios para DJs o tarimas. Y si bien cada lugar tiene sus intereses, la unión de ellos creó hace ya casi una década la Berlin Club Commission, un grupo de discusión y representación de los clubes de la ciudad ante las autoridades locales. En él se encuentran dueños de establecimientos, promotores, gestores y otras personas que pagan una mensualidad, la cual va de 20 a 200 euros dependiendo de su área de especialidad. Anualmente realizan más de treinta reuniones con diferentes temas.

A través de esta comisión y sus nueve años de trabajo, se han brindado asesorías, gestionado espacios, llevado a cabo insonorizaciones y conseguido fondos públicos para la cultura y los clubes. La Club Commission quiere mantener a Berlín como una ciudad viva las 24 horas y sabe lo que eso implica. No es una tarea fácil, precisamente cuando se piensa que asistir a una fiesta o discoteca es un asunto de desfogue.

Afortunadamente, el ejemplo de esta comisión ha calado en el mundo y otras ciudades como Nueva York, São Paulo y Amsterdam han desarrollado iniciativas similares. Y es algo que requieren nuestras ciudades al ver cómo en diferentes momentos históricos, los clubes y discotecas o la cultura musical han sido perseguidas o condenadas por autoridades civiles, la prensa o algunos sectores de la opinión pública.

En aquel México de los setenta el rock tuvo que buscar refugio, al ser perseguido por el PRI y estigmatizado en los medios, en los llamados Hoyos Fonqui, como los denominó el escritor Parménides García Saldaña. En estos lugares las bandas tocaban y se evadía así la condena. O cuando en 1995 comenzó la ley Zanahoria en Bogotá (medida que limitó el horario de funcionamiento de los lugares públicos hasta la una de la madrugada, para así controlar el consumo de alcohol y la violencia callejera), que terminó generando la proliferación de fiestas clandestinas y de raves a las afueras de la ciudad entre lo años 1996 y 2001. O basta además recordar los incidentes del boliche Cromagnon en diciembre de 2004 y el descontrol en el festival Time Warp de abril de 2016 en Buenos Aires.

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La nuestra ha sido una relación complicada con los clubes y lugares de música en vivo y las autoridades, que debe mejorar y pulirse por el bien del continente.

Siendo una generación que ha encontrado refugio en la fiesta y resistencia en el baile, nos encontramos con Lutz Leichsenring en el marco de Bogotá DC en vivo, una plataforma de discusión sobre los problemas y retos la escena musical y la cultura nocturna en una ciudad donde el latir de la fiesta no para.

Leichsenring es un activista y alguien comprometido con el desarrollo de la cultura, quien además se encarga de mostrar los beneficios que ha traído para la sociedad esta comisión. Justo después de terminar el colegio, se involucró con la comisión y con ella ha generado diferentes proyectos. Ha manejado las relaciones con el parlamento berlinés y es uno de los más férreos luchadores contra el monstruo de la gentrificación que amenaza a la ciudad. Es también uno de los creadores del proyecto Creative Footprint, con el cual se miden, comparan y gestionan espacios para la música en vivo en las áreas urbanas.

Aprovechando su paso por la ciudad, le preguntamos unas cuantas cosas para comprender el desarrollo de este proyecto.

NOISEY: ¿De dónde nace la idea de reunir gente de los clubes de Berlín para defender la cultura electrónica y la escena nocturna?
Lutz Leichsenring: Yo diría que los clubes se vieron presionados a hacerlo. El gobierno de la ciudad les dijo: "Si quieren hacer cambios, tienen que reunirse. No pueden ser la opinión de una sola persona. No podemos hablar con cada uno de ustedes; podemos hablar con organizaciones". Fuimos obligados en cierta manera a hacerlo.

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¿Y hace cuánto sucedió eso?
En el año 2001. Esta fue la primera organización en el mundo que hizo esto. Reunió a la gente de los clubes y discotecas. Son individuos, compiten entre ellos, pero acá se tienen que unir.

Berlín tiene una larga tradición con clubes de reconocimiento internacional como Berghain, Watergate, Panorama y más. ¿Cómo entran a la organización los clubes pequeños? Hay que tener en cuenta que la ciudad tiene alrededor de 140 lugares para la electrónica.
De hecho, la comisión inició a través de la unión de los lugares pequeños. Su necesidad de compartir conocimiento, experiencias, equipos y más impulsó esto. Además no había dinero para pagar a los abogados. Los clubes grandes solían decir: podemos ser independientes y trabajar libremente y no necesitamos una organización.

Pero ahora, casi todo los clubes están en esta organización. Y por ejemplo, el Watergate se unió recién el año pasado. Berghain se unió hace unos tres años.

¿Qué tipo de relación tiene la Berlin Commission con un asunto de política de drogas?
Quiero comenzar por decir que el consumo de drogas no está relacionado únicamente con el mundo de los clubes. Las alteraciones de la consciencia no están limitadas a este mundo. Hay personas que en sus hogares se sobrepasan con las medicinas y tienen una sobredosis.

No podemos decir nada sobre este tipo de situación que es recurrente entre los asistentes a los clubes.

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Lo que hay que discutir es acerca de las dosis. Cuánto y cómo. Queremos traer más transparencia a la situación y menos criminalización. Con prohibición o sin prohibición, las drogas existen. Lo que tenemos que salvaguardar es la integridad de los individuos para que sean ellos quienes decidan si toman esto o no.

Por eso queremos introducir medidores de calidad de la droga. Esto es complicado porque tenemos un gobierno conservador. Hay una discusión alrededor de la legalización de la marihuana. Ya se están abriendo estos espacios necesarios de discusión y sobre ellos estamos haciendo nuestra gestión.

La gente que está trabajando en clubes y bares está siendo capacitada en primeros auxilios, eso es algo que se ha logrado establecer.

Lo que sí es cierto es que cada escena musical tiene su propia droga.

Cuenta la historia que al caer el muro de Berlín, la apropiación de lugares fue importante para la gente. Se tomaron depósitos, casas abandonadas y otros lugares para hacer allí clubes y fiestas. Era una necesidad de apropiación. ¿Qué tipo de mirada tiene la comisión sobre esto?
Ya esto es poco probable en Berlín. No hay muchos espacios libres. Hay promotores nuevos y jóvenes que hacen fiestas y eventos ilegales y hacen convocatorias a través de redes sociales. Con ellos tenemos un diálogo positivo, para poder tener participación en espacios comunes. Tenemos que luchar contra los pensamientos negativos.

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Hay asuntos que a todos nos importan como lo es la reducción del ruido, el impacto en la comunidad y cómo fortalecer las cosas. De eso se trata esto.

Estamos desarrollando un proyecto en el cual asignamos un espacio para hacer esas fiestas ilegales, con miras a minimizar los riesgos. Esto lo respalda el gobierno.

¿Berlín se ha adaptado a los clubes o los clubes se han adaptado a Berlín?
Creo que la ciudad fue siempre rebelde. Fue diferente a otras ciudades alemanas. Tener nichos culturales fue parte de su ADN y ahora el que Berlín sea la ciudad con la mayor cantidad de clubes en el mundo, tiene que ver con la tolerancia de la gente.

A la gente en la ciudad le gusta ir a los clubes, pero claro, no le gusta tener un club al lado de su casa.

¿Qué relación tiene la comisión con la música de la ciudad? Mucha gente asocia a la ciudad con el minimal y el tecno, pero ¿qué pasa con otros géneros?

Tenemos relaciones con casi todos. Con el reggae, hip hop y más, porque claro, son escenarios de música en vivo de la ciudad. Nos importa la música y la música en vivo también. Pero casi todo es con electrónica.

El ejemplo de Berlín ha sido adaptado a otras ciudades como Nueva York y Sao Paulo. ¿Qué tipo de acercamiento hay de otras ciudades a la Berlin Club Commission?
Nuestra experiencia ha generado una gran cantidad de conocimiento en aspectos de negociación, asesoría y de reconocer situaciones que se repiten en todos los lugares como lo son los manejos políticos y la negociación con vecinos. Tenemos desafíos similares en todas las ciudades.

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No hay una estrategia. La gente me pide consejos, pero yo siento que lo que tenemos son quince años de experiencia. Y tuvimos un gobierno tolerante que nos permitió hacer cosas.

Hay otros aspectos alrededor de la cultura musical como volantes, fotos y más. ¿Qué tipo de relación tiene la comisión con estos contenidos?
Ha cambiado por la presencia de los contenidos en redes. Pero hay también cambios. Hay clubes que se salen de Facebook y se concentran en lo análogo. Otros hacen listas de correos.

Nunca lo he podido entender. Ya son decisiones de cada lugar.

Hay un asunto con la gentrificación, ¿cómo actúa la comisión frente a esto?
Es algo que de verdad nos importa. Tal vez los clubes fueron los que comenzaron con esto de la gentrificación y también son víctimas de su propio suceso. Miramos eso con cuidado. Nos preguntamos si los clubes deben cambiar sus políticas al ver que los alquileres suben y la gente se siente bien por ir a ellos.

Por eso el proyecto en el cual estoy ahora, llamado Creative Footprint, busca encontrar dónde está el contenido nuevo, alternativo o distinto. Y claro, no hay que olvidar a las minorías.

Hay que negociar entre corporaciones y vecinos y preservar la cultura y la ciudad da subsidios. Pero hay que empezar desde temprano.

¿Has podido explorar lo que sucede con los clubes en Latinoamérica?
Acá en Bogotá estuve en Boogaloop y en el Auditorio Lumiére. Encuentro que tienen buenas instalaciones; pero se puede mejorar el sonido.

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La ubicación de la barra es distinta a como se tiene en los clubes de Berlín. Me dijeron que van a cerrar Lumiére próximamente porque la ciudad va a hacer algo allí. Me sorprende que la gente no haya protestado.

Tal vez debería haber más unidad y discusión o se debería preguntar por qué este espacio no se ofrece a la comunidad para desarrollar cosas.

Finalmente, ¿sales de clubbing?
Sí, pero no soy excesivo. Voy más para buscar inspirarme, tener citas, encuentros. Si salgo con mis amigos, primero me tomo una cerveza y luego si veo qué pasa.

***

Si los berlineses se unen para pasarla bien, ¿estaremos nosotros buscando dar ese paso en el continente? ¿O serán las autoridades, la academia o el mercado los que nos digan cómo gozar?

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