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Identidad

Fuimos a un cabaret lleno de dildos, arneses y látigos

Dicen que es natural que veas algo y quieras clasificarlo. En VICE hicimos un recorrido netamente actual y argentino: transformistas, travestis, trans vedettes y drags
Fotos por Marcela Cerutti, la Farolera

Artículo publicado por VICE Argentina

“No me gustó tener un profesor travesti”. El año pasado, una alumna lo dijo en la evaluación docente de su universidad. “Soy el mito de la facultad. Todos lo van sabiendo de a poco”, cuenta Anastasia, a quien se refería el juicio. “Cuando yo recibo esto, me siento que estoy en un lugar marginal, po”.

Es domingo por la tarde. Anoche hubo función del Cabaret Misoginia Romántica en Feliza, centro de la comunidad LGBTQIA en Buenos Aires. En un living, alrededor de una mesa con mate y facturas están Anastasia María Benavente (chilena, apodada “una mujer diferente”) y Vedette (argentina, nombre biológico Francisco Connon). Es un té travesti. Anastasia es Anita para las amigas. Tiene un magister en Pedagogía Universitaria y está terminando otro en Género y Cultura Latinoamericana. Piensa en doctorarse. Además de ser performer y activista, enseña Metodología de la Investigación y Fundamentos del Lenguaje en una universidad privada de Santiago. Prefiere no decir cuál.

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“Los alumnos no lo pueden entender, especialmente la gente más machista. En el aula, yo tengo la jerarquía y el control pues soy el profesor. Entonces dan pelea. Si fuera heterosexual no dirían nada. Yo estoy seguro que me pasa primero por ser marica evidente y notoria. Después se enteran que soy travesti. La encuesta docente me duele, pero no me invalida. Yo sé que estoy expuesto a eso”, aclara. Francisco es de Buenos Aires y trabaja como ambientador en televisión. “Y por las noches canto transformada”, agrega, riendo. “De chico mi fantasía era ser una cantante”. Una. “No Michael Jackson ni George Michael, yo quería ser Madonna. Era raro, siendo un varoncito cis diseñado para tener deseos de casarme, tener hijos y morir. En un momento, de curiosa tomé un curso de maquillaje porque me gustaban las drags. Por dentro quería hacerlo, pero no me lo permití”. Pasaron años hasta que surgió Vedette. Al poco tiempo, durante un viaje a Santiago conoció a Anastasia. “Cuando la vi estaba maquillada con una raya roja que le atravesaba la cara. Me mojé”, recuerda Vedette. Se hicieron amigas.


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“Yo tengo un género súper fluido. Siento que uno está, no que es”, explica Anita, con suma tranquilidad. No obstante, sabe que las etiquetas son necesarias, ya que “el cerebro organiza la información en categorías. Es natural que tú veas algo y quieras clasificarlo”, asegura. Para identificarse, utiliza etiquetas como transformista, travesti, trans vedette, drag. “Así puedo acceder a diferentes mundos. Pero no es que me quiera catalogar”. Lo que sí quiere es abrir cabezas. En el Cabaret Misoginia Romántica, lo hace con un serrucho. Cada función es diferente. Siempre están Vedette y Anita más uno o dos sumisos. Hay interacción con el público, canciones en vivo, cambios de ropa, desnudos, dildos, arneses y látigos. En esta oportunidad el recibimiento es festivo: cantan a la par de “Te Doy Gloria”, del grupo de rock cristiano, En Espíritu y Verdad. Anastasia lleva un vestido rosa y una boa de plumas. Su pelo es negro, larguísimo y enrulado. Sus ojos, celestes como el cielo. Vedette tiene pelo rojo como el de la Sirenita de Disney, cejas al estilo Divine y un vestido de lentejuelas que reflejan la luz. Marcan el ritmo de la música en el piso de madera con sus tacos. Luego arrancan evocando la violenta colonización de las Indias por parte de cristianos españoles, cómo éstos arrasaron con las costumbres y ritos de los pueblos originarios. Impusieron, entre otras hegemonías, la de la escritura para transmitir el conocimiento. La performance tiene el mismo poder, pero comunica a través del cuerpo. En esta época de tiempo y atención limitados, es más probable que alguien vea un show de drag antes que lea escritos de Susy Shock, Marlene Wayar o Lohana Berkins, autoras trans.

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Mientras Vedette predica en voz alta sobre la conquista española, Anita recorre la sala con una vela y unge la frente de cada espectador con aceite. Ha estirado el escote de su top para acomodarlo debajo de sus enormes pechos prostéticos.

Muchos piensan que transformista es la traducción de drag. Anita señala que “el transformismo tiene una historia que se diferencia del drag y también del travesti. El travesti es un ser históricamente latinoamericano. Pasó por dictaduras, fue reprimido y dañado por el sistema. Por otra parte, la mayoría está muy enfocada en parecer mujer. Pero aspiran a una mujer que es un estereotipo del patriarcado: sexy, voluptuosa, de pelo largo. Ahí aparece el tema de las cirugías. Mi madre travesti ponía siliconas y montones de veces ofreció ponerme. Ni me hubiera cobrado nada. Afortunadamente mi intuición me dijo que no”. Siempre y cuando tengan una imagen femenina, los hombres cis acceden al pacto mental de que son mujeres. “Somos su fantasía. Se calientan, te llaman, te quieren tener”, afirma Vedette. Monique von Hebert protagonizó el videoclip “Traje Desastre” del grupo chileno Los Tres, que echa un vistazo a la vida de los travestis chilenos y tuvo fuerte rotación en MTV durante los 90. Monique fue la maestra y uno de los grandes amigos de Anita. “La loca era una diosa brillante”, recuerda. “Me enseñó a hacer de todo, desde un zapato hasta un sombrero. Ella me decía: ‘todo lo que tú ves lo hizo alguien, por lo tanto nosotros podemos hacerlo’. Así de simple. También le enseñó vestuario, corte y color de pelo, pestañas, ojos, manos, uñas. Cómo coser plumas y manejar una boa, cómo mirar. Ser transformista es mucho más que ponerse una peluca y un vestido. Es un oficio.

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“Empecé a ganar premios. Y estaba ahí viviendo la doble vida porque en mi familia no sabían. Cuando se enteraron fue un lío, me tuve que ir de la casa como el Chavo con una bolsa con ropa”, recuerda Anita.

El cabaret continúa. Vedette, ahora con una peluca que recuerda al Bowie de Laberinto da cifras del femicidio y lee en voz alta los famosos casos de Higui, una mujer lesbiana que estuvo presa por matar al hombre que intentó violarla, y el asesinato de Diana Sacayán, activista trans. Finalizada la lectura, canta “Dolerá”, una de sus propias canciones de electropop marica. Mientras tanto, Anastasia se quita las medias de red como una serpiente cambia de piel, también se quita, el corsé y los rellenos, y se pone otro outfit. Luego le toca cantar uno de sus temas de transfolk melancólico, “Hacia tí”. Lo presenta diciendo “Porque los travestis también buscamos el amor". A la vez que canta, pasa dándole besos en los labios a los espectadores.


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Para Anita, en cada vez que se pasa a un gobierno de derecha en Chile hay un retroceso. Cita como ejemplo el Acuerdo de Unión Civil, promulgado en 2015 por Bachelet. “Fue la salida que se le dio a la petición del matrimonio igualitario. La derecha pensó: mira, le dimos beneficios a los putos. Pero en el fondo eso nos amarró por muchos años, porque la ley sigue vigente para que el matrimonio igualitario no salga. No es que yo crea en esa institución patriarcal. Pero hay gente que sí, y que la necesita”, aclara.

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En cambio Argentina sancionó la ley del matrimonio igualitario en 2010 y la de identidad de género en 2012. La del cupo laboral trans salió en la provincia de Buenos Aires, pero no se aplicó. “Más allá de que salgan o no las leyes, el debate implica un montón”, afirma Vedette, quien opina por otro lado que en el país existe una tradición del travesti en los medios. Flor de la V aparece en televisión hace años, antes estaba Cris Miró. “Tenemos a Lizy Tagliani que no se cambió el documento y refiere a su masculinidad. Acusa un poco a Flor de la V, la travesti hermosa y binaria, de ponerse al servicio de la comedia para los heteros. Está bueno que se vean ambas caras. Lizy se la re banca, muestra que no hay que ser uno u otro, que podemos habitarnos como somos”, pondera Vedette.

Tanto Vedette como Anita coinciden en que las drags son “más de la lentejuela, el show, la fantasía”, y afirman que “en Argentina recién está despegando”. Por otro lado, Vedette piensa que “al hacer drag no te atacan tanto. Yo puedo sacarme la peluca y ser un varón hegemónico. Me voy de vacaciones al cuerpo de una mujer, vuelvo y no pasa nada”. Por este motivo, aunque ambos desafíen la imposición del sistema binario, Vedette cree que “hacer drag tiene menos contenido político que ser travesti. Ahora, si empiezo a sacarme las cejas y salgo con las uñas pintadas un martes a la tarde…no es que me vaya a pasar algo. Pero son distintas las emociones que tiene cada una de lo que recibe de la gente”. Frank suele andar de uñas pintadas y recientemente se depiló las cejas.

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Ambas confiesan que, como todos, a veces se marean con la nomenclatura. En paralelo, de momentos se refieren a sí mismxs en masculino y otros en femenino, lo cual es lógico considerando que sienten el género como algo fluido.

El verano pasado Anita se encontraba en Córdoba capital, poco después de sufrir un accidente. Fue una época de mucha introspección. Vio que uno de sus asuntos irresueltos tenía que ver con “el amor romántico y con, a pesar de vivir fuera del sistema, ver todos los daños que el mismo infringe. No es solamente la discriminación. Nos han impuesto una forma de pensar”. Una noche, Anita estaba de travesti en un boliche cuando alguien la empezó a mirar. “Era un chico argentino hermoso. Empezamos a coquetear, luego empezamos a hablar, lo cual es muy común porque acá en Argentina a los hombres les encantan las travas. Había mucha atracción. En un momento estábamos bailando y nos quedamos a esto de distancia” Anastasia hace un gesto como el de los porteños cuando piden un cortadito. “¡Y el loco me corre la cara! Dice que no me puede dar un beso”. Entonces le preguntó por qué no. - Yo soy gay. No me gustan las travestis. - ¿Y yo no te gusto?. El chico dijo que sí. Y aunque Anastasia le aseguró que era un gay igual que él, en ese momento la veía como mujer.

Entonces Anita comprendió que la homosexualidad también es un régimen impuesto, “un subproducto del patriarcado para quienes no llevan una vida cis binaria o tienen ese tipo de deseos”. Y que “tiene cierta validez a diferencia del bisexual, que en Chile por ejemplo es súper odiado. La gente piensa: ¡ya, decídete! O te gustan los hombres o te gustan las mujeres. Al sistema le conviene que seas homosexual”. Es una definición clara: te gusta tu mismo sexo. Esa madrugada, ya de regreso en el departamento y en total soledad, Anastasia lloró a los gritos. Volcó sus ideas en el Manifiesto Lloro, que lee en medio de la obra.

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Frank también vivió una historia que con los años entendió demostraba que “el romance no es amor, es una bajada de línea de cómo debe ser el amor”. Desde entonces, ya no escucha los boleros de la misma forma. Los motivos por los que cantan le parecen un horror. “Esto de insistir, poseer a tu ser querido, no dejar ir. No voy a decir ‘soltar’, eso dicen las chetas”, advierte. Esta historia fue plasmada en una canción donde homenajea a una amiga que murió. “No pude entender que la amaba porque siendo gay, solamente podía amar un hombre. De chicos fuimos novios. No fue amor concentrado: yo la usaba, necesitaba tener novia porque era un puto tapado. Años después rompimos esa relación pero seguimos siendo muy, muy amigos. Luego falleció de leucemia. Fue un dolor intenso que llevé durante años”.

En la obra, Anita y Vedette se niegan a obedecer cualquier bajada de línea o estereotipo. “Queremos mostrar que no todo es cero y uno. Creo que la gente se enoja porque no entiende que el medio hay otros lugares. Nos odian porque les hacemos verlo”, dice Vedette. El público las ve transicionar, siente la unción de Anastasia en su frente y luego el beso en sus labios. Y luego…“la weada se pone heavy”, como dirían en Chile.

La dupla, ahora con enteritos iguales, pasea por la sala buscando al más romántico de los presentes. Lo encuentran. El elegido, un chico de jean roto y zapatillas, es llevado al escenario.

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En un abrir y cerrar de ojos, el joven está en cuatro y Vedette sentada encima suyo. Le quitan la remera; debajo tiene un arnés. Suena de fondo una canción de Thalía, esa que dice “Tú eres el amor que yo esperaba, el que tanto había soñado”. Le sacan las zapatillas. Tiene dos medias diferentes. Cuando el público se quiere dar cuenta, el romántico está completamente desnudo sobre un banco de piano. Vedette le da un beso en la boca. Anita le acaricia la cola con una mano. En la otra, tiene un látigo. Comienza otra de sus canciones originales, con guitarras criollas de fondo. Esta dice “Domíname más, dame más, domíname más, domíname con la cruz, con la palabra, con la verdad, con la crueldad”. Luego consulta al sumiso, “Vamos a ver, del uno al diez, ¿cuánto te duele?” “Tres”, responde el sumiso. Latigazo. “Cinco”. Latigazo. “Ocho”. “Lo vamos a dejar en ocho para que quede culo para una cogida más”. Anita y Vedette se miran y ríen con complicidad. Le dan gracias a la vida y gracias al amor por haberse conocido.

A continuación aparece una enorme tela de pana verde aborto que tapa el escenario como un telón. No se sabe bien qué está sucediendo por detrás. Anita se enrolla en la tela. Cuando se desenrolla, está desnuda. Luego, se sube al banco de espaldas al público. El sumiso se para detrás suyo, muerde su cola, y muy lentamente extrae de su ano un rosario. Vedette empieza a entonar la sensual “Corporate Cannibal” de Grace Jones. Anastasia grita.

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“Me pasa de todo antes de la función. Tengo que prepararme para que eso suceda. Y ahí yo también me empiezo a cuestionar y pensar que quizás podría hacerlo de otra manera. Pero después me respondo a mí mismo y me digo: no, el cuerpo está ahí para usarlo, po. No te lo estoy diciendo con palabras. Ya te lo dije con palabras. No todo es la palabra…entonces ahí está el cuerpo”. En esta pasada tuvo mucha fuerza la lucha anticlerical. “Es un momento súper álgido de la Argentina donde la lucha contra la Iglesia se está organizando y tomando fuerzas”. En una parte de la obra, las chicas cantan “Me cago en tu santidad, me cago en tu autoridad, me cago en tu gorra papal, a quemar a quemar, prendamos fuego, fuego, fuego” e invitan al público a gritar “Fuego” con ellas. La sala lo hace desaforadamente. También ríe jocosamente de todos los chistes. Pero después siempre hay quienes se levantan y se van.

“Cuando dejamos de ser sus payasos, nos empiezan a encontrar sucias, grotescas”, afirma Anita. “Tú viste ayer cuando la gente se fue. Creo que es un desafío para ambos países politizarse y tener respuestas ante estas prácticas”.

Anastasia sostiene que en Chile la escena quedó más unida y organizada gracias a ciertos líderes y referentes. “Pedro Lemebel, que era un gran escritor. Nunca fue travesti pero sí marica notoria, se maquillaba, usaba zapatos de mujer. Yo era estudiante de literatura cuando lo conocí. Vino a dar un recital poético en taco aguja. De lejos escuché unos tacos que venían caminando…y como mi mamá siempre usaba, era como sentir que ella andaba por los pasillos de la facultad. También la Hija de Perra, que se podría decir que era una transformista bizarra: su lucha correspondía a una estética de mujer no hegemónica. Cultivaba la exageración y lo grotesco”.

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Luego del momento del rosario, las chicas se colocan dildos. Mientras Vedette entona un fragmento del Himno Argentino, Anastasia penetra al sumiso por detrás. “Oid mortales el grito sagrado, libertad libertad libertad”. Finalmente las amigas se besan y la velada cierra con un cántico que dice “Si el macho huele el miedo, te atrapa, te para, te mata, te atrapa…¡CASTRACIÓN!” Y se arrancan los dildos.

Los tres - Traje desastre

Dicen que la entrada al cabaret es gratuita, la salida no tanto. “Yo creo que está bueno hablar entre todos cómo nos han enseñando a amar y que nos preguntemos cómo amamos”, plantea Vedette, dándole un último sorbo a su té. Esta es apenas una de las ideas con las que los espectadores se van a sus casas.

¿Hay algo que quieran agregar?

Vedette: Me cago en la Iglesia.

Anastasia: Es mejor que queden preguntas.

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