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Cambio climático

El 2019 nos revelará quién se está cargando el planeta

Las injusticias causantes del cambio climático se harán patentes y sus responsables no tendrán dónde esconderse.
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Collage: Marta Parszeniew

La primavera de 2018 dejó el sur de Europa cubierto de nieve, mientras en el Ártico predominaba un clima cálido. En verano, varias tormentas sin precedentes azotaron el sur de Estados Unidos, India sufrió una gran ola de calor y, aunque en menor medida, varias hectáreas de zona forestal se calcinaron en España, como viene siendo habitual, por desgracia.

La ciencia que relaciona de forma explícita la meteorología extrema con el cambio climático a veces es sutil. Señalar un acontecimiento aislado y vincularlo directamente al calentamiento global es, cuando menos, absurdo. Pero lo más preocupante es que en 2018, los fenómenos climáticos extremos empezaron a considerarse no tan extremos y empezó a establecerse un nuevo baremo de normalidad.

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¿Nos importa? Puede que la realidad nos haya salpicado en toda la cara, obligándonos a despertar, pero, ¿significa eso que estamos dispuestos a tomar medidas para controlar esta nueva crisis?


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El mundo cambiará a ritmos distintos según la zona. Los aumentos de temperatura de 1,5 centígrados serán extremadamente peligrosos para las regiones de poca altitud en las Islas del Pacífico, mientras que en la parte occidental su impacto será menor. Las olas de calor veraniegas provocará restricciones en el uso de agua en Europa, mientras que dificultará la supervivencia en Oriente Próximo.

En julio, las temperaturas rondaron los 30 centígrados en Europa y los 42,6 en Oman por la noche. ¿Te imaginas dormir con ese calor?

Somos conscientes de las muchas cosas que pasan en lugares remotos del mundo, pero realmente no nos importan. La guerra en Yemen, la pobreza extrema en el África subsahariana, la violación de los derechos humanos en Filipinas… Todas se reducen, de una u otra forma, a actos llevados a cabo por los gobiernos, las instituciones y las grandes compañías que forman nuestro sistema económico. Pero están muy lejos, al igual que lo estarán, al menos durante unos años, las peores consecuencias del cambio climático.

Y nuevamente pregunto: ¿nos importa? Pues a juzgar por las reacciones en determinados lugares del planeta, parece que no mucho.

Como un tío extremadamente torpe que está a punto de perder a la única mujer a la que ha amado, somos incapaces de mirar más allá de nuestro ombligo colectivo y llevar a cabo un cambio que mejore nuestras vidas. El mundo es un lugar aterrador, la realidad es insoportable, así que preferimos quedarnos con lo que conocemos.

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La gran tragedia del momento es que justo cuando el mundo necesita que nos unamos para enfrentarnos a esta terrible amenaza, la mayoría hemos hecho lo contrario y hemos replegado alas.

De entre todas las desgracias políticas de 2018, la victoria de Jair Bolsonaro en las elecciones de Brasil se lleva la palma con diferencia. Brasil es uno de los países que no puede fallar al compromiso si queremos detener el aumento de las temperaturas en nuestro planeta antes de que sus consecuencias destruyan nuestra civilización. Sin embargo, la población de Brasil ha votado a un hombre que básicamente quiere convertir la selva amazónica en una granja de soja. Esto fue lo único en lo que pude pensar durante varios días. Iba al trabajo y tenía que hacer un esfuerzo por hacer algún gesto con la cara cuando alguien me hablaba, por sonreír y prestar atención. Esa tarde, una amiga me estaba contando una historia y luego se fue por las ramas. Yo olvidé por completo reaccionar de alguna forma a lo que me estaba contando.

Es extraño el efecto entumecedor de ciertos acontecimientos. Cuando ves el rótulo en las noticias y te preguntas de qué sirve todo esto. Ha habido momentos este año en que me he sentido así. Informar sobre el cambio climático puede ser muy deprimente. Pero da igual al o que me dedicara, nuestro medio ambiente seguiría cayendo en una espiral destructiva. ¿Por qué debería importarme? ¿Por qué debería importarle a nadie?

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Una de las cosas que tiene hacerse mayor es que adquieres la sorprendente capacidad de superar acontecimientos cada vez más terribles. A veces somos más fuertes de lo que creemos. El mundo, lo mires por donde lo mires, se ve más negro que nunca. La política mundial es un caos. Las emisiones de carbono, tras unos años estancadas, están aumentando de nuevo. Los expertos han advertido de que el "efecto Trump" está frenando el impulso logrado con la firma del Acuerdo de París, hace tres años. El Bréxit continúa drenando toda la energía del proceso político del Reino Unido, debilitando su capacidad interventora en materia de cambio climático.

Y pese a todo, aquí seguimos, levantándonos cada mañana y poniendo un pie delante del otro.

Todavía hay esperanza, oportunidades que aprovechar y cambios que acometer. El acuerdo alcanzado en la conferencia de la ONU sobre cambio climático en Polonia el mes pasado no es suficiente para cambiar una economía basada en los combustibles fósiles, pero al menos sienta las bases sobre las que seguir trabajando.

Nos llegan señales de ese cambio constantemente. El coste de las energías renovables continúa desplomándose y en muchos lugares no cuenta con financiación de los gobiernos. En Estados Unidos, semanas después de las elecciones de mitad de mandato, la congresista electa Alexandria Ocasio-Cortez logró que el Green New Deal" —un plan de infraestructura y laboral a la altura de la emblemática política del presidente Roosevelt— pasara de ser una propuesta marginal a una de las principales prioridades del Partido Demócrata. El año pasado se empezó a vislumbrar un atisbo de esperanza para un nuevo mundo.

2018 ha sido un año en que han aparecido grandes héroes, pero también destacables villanos. El cambio climático no es un concepto vago e indefinido. No hay nada intrínseco en la raza humana que nos impida hacerle frente. Es un problema causado por un pequeño sector de la población mundial y un puñado de empresas. El debate sobre el clima, si es que tal cosa existe, ya no se divide entre los que dan crédito a la evidencia científica y los que prefieren ignorarla: ahora están los que quieren destruir el planeta por intereses económicos y los que quieren salvarlo. Y esa brecha se hará cada vez más patente a medida que transcurra el 2019. Mientras tanto, habrá que ir tirando como se pueda.

@JSandlerClarke

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