Rock al Parque: Estamos peleando por lo que no es

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Música

Rock al Parque: Estamos peleando por lo que no es

Los "expertos" se preguntan qué es rock, un crítico le puso una tutela a Idartes, y la entidad guarda silencio. En eso estamos.

Las discusiones que se dan cada año en este país extraño en que vivimos sobre Rock al Parque (R.A.P.) son una prueba de que en Bogotá las cosas pasan en cámara lenta y en una especie de 'loop'. Siempre lo mismo: una suerte de déjà vu.

Este 2017, por ejemplo, antes siquiera de que exista un cartel del festival, un juzgado aceptó una tutela contra el evento. Los argumentos, que en términos generales siempre han sido los mismos, iban de nuevo en dos direcciones: por un lado, criticaban la inclusión en R.A.P. de grupos que "no tocan rock"; por el otro, le reclamaban a IDARTES por los procesos de selección de las bandas, las cuales, para algunos, pertenecen al sistema de roscas de siempre.

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Bueno, vamos entonces por partes. Definir qué es rock y qué no siempre ha sido espinoso. Y es extraño acudir a la academia (que en el pasado no ha sentido vergüenza de rechazar el rock) para que fije los límites. El rock, en Colombia como en el resto del mundo, ha debido ganarse sus espacios. Uno a uno, en una lucha durísima y que hoy poco sabemos agradecer. Lo logró rompiendo fronteras, retando preceptos, enfrentando autoridades. Y también a punta de volverse atractivo y rentable comercialmente. No nos digamos mentiras: difícilmente llegaremos algún día a una definición absoluta con la que todos estemos de acuerdo. Es más: llegar a ella incluso podría terminar yendo en contra del espíritu que permitió su nacimiento.

Dejando de lado el problema de buscar definiciones, entretenido para quienes necesiten matar el tiempo, entendamos algo más: el rock es cultura popular, y esta siempre se transformará junto con la industria, la oferta y demanda del público. No podemos pretender que el rock sea un santuario estático. Y en NOISEY pensamos que es justamente por responder a las evoluciones propias del rock que en R.A.P. es el escenario de bandas como Systema Solar, ChocQuibTown y Bomba Estéreo, que entran desde la categoría de nuevas músicas colombianas. La cultura del país lo demandó y el festival, como marca que es, debe responder también a ese público. Así ha sucedido alrededor del mundo. Muchos de quienes comentaron en la entrevista que Noisey le hizo al ciudadano que interpuso la tutela dieron el ejemplo de Rock en Río, que ni es solo rock, ni ha sido solo en Río de Janeiro.

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R.A.P es un festival enorme y reconocido, que ha forjado su propia historia con rock, metal y punk, pero también con presentaciones hoy legendarias como la de Control Machete en 1997 o la Etnnia en 2014. Y vean: esto no significa que se haya sepultado al rockero o que el festival se encuentre rumbo a su fin. Si a usted no le gusta ese 25 por ciento de sonidos 'alternativos', pues tiene otro 75 por ciento para disfrutar. Así son las cuentas.

Hay músicas que tienen un público, que se mantienen activas todo el año, que mueven la economía de la noche y que no tienen su espacio financiado por dinero públicos. R.A.P. puede ser ejemplar en este sentido: es un espacio de conjunción de escenas, de diálogo abierto, sin censuras, como siempre lo ha buscado el ímpetu rockero. Señores: dejemos de hacernos zancadilla. Es el momento de aceptar esta realidad, incluso de recibirla con los brazos abiertos para que la música siga sonando.

En cuanto al segundo punto del debate, el tema de las roscas, hay que decir que para participar del festival hay tres formas: ser banda invitada, ser elegida por los festivales de alguna localidad de la ciudad (y quizás por eso hay tanto metal, pues en varias localidades este es un ejemplo de organización), o por convocatoria. Para esta última, Idartes cuenta con un banco de jurados, del cual se escogen unas hojas de vida que cumplan los requisitos para poder cubrir, no solo R.A.P., sino cualquier festival o concurso.

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No es la institución la que escoge las bandas. Además, los jurados cambian cada año. Claro que hay grupos que, incluso teniendo un recorrido que acredita su calidad, no han logrado entrar. Por otra parte, esto no ha sido impedimento para su crecimiento. R.A.P. no es el único faro.

Lo que sí puede estar sucediendo, y esto puede decirse con certeza, más allá de las críticas fáciles, es que en los procesos internos de Idartes hay poca claridad. Eso siempre da para suspicacias, y sentimos decirlo: la entidad es la única culpable. Hasta el momento, Idartes no se ha caracterizado por generar una comunicación eficiente con la gente.

Esto quedó en evidencia en 2016 ante la tentativa de unir Salsa, Jazz y Colombia al Parque bajo el concepto de Bogotá Suena, que terminó en una pelea debida, sobre todo, a la ineficiencia de la entidad para explicar las cosas. Otro ejemplo: quien interpuso hace unos días la tutela contra R.A.P. nos dio una extensa entrevista y presentó sus argumentos. Idartes, en cambio, se abstuvo de hablar y solo dijo que lo haría solo si la tutela procedía. Y como la sentencia fue denegada, entonces se quedaron en silencio.

Estimado amigos de Idartes, ustedes son una entidad pública: tienen que dar la cara, hablar, estimular el debate y estar dispuestos, por lo menos, a escuchar. Muchos problemas se ahorrarían si le permitieran a la ciudadanía ver realmente cómo son sus procesos mediante un robusto manejo de redes sociales y contenidos. La veeduría ciudadana estaría hecha, las demandas de este tipo no existirían y el festival seguiría creciendo.

Lástima que haya que poner esto, por ahora, en condicional.