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"Mikey" García, o de cómo las promotoras truncan carreras brillantes

Lo triste y vergonzoso de este tipo de disputas en el deporte es que nosotros, los aficionados, siempre pagamos los platos rotos.
Foto: Chris Farina / Top Rank

El calendario boxístico de este año pinta para grandes cosas. Siempre es grato poder prender el televisor y ver a los mejores peleadores sacar el orgullo en nombre de este hermoso deporte. No hace mucho, Leo Santa Cruz y Terence Crawford nos dieron razones para creer que el ímpetu y la calidad con la que arrancó este 2016 pueden prolongarse hasta el último de sus meses.

Sin embargo, entre tanto regocijo y deleite por el pulcro despliegue de box reciente, me surgió cierta melancolía por la ausencia de uno de los peleadores que, a mi parecer, es uno de los más talentosos y que en estos momentos pudo estar compartiendo la cima del pugilismo con "GGG", "Chocolatito" Crawford, Danny García, entre otros.

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El aficionado ocasional puede que haya olvidado su nombre, pero no aquellos seres obsesionados con la "dulce ciencia" (me incluyo) que muchas veces optan por rechazar invitaciones a fiestas y reuniones para poder ver a dos maestros del toma y daca en el entarimado —desde luego, también abundan los que deshonran el nombre de este milenario deporte, y es mejor salir por la noche para distraerse; si no pregúntenle a Jorge Kahwagi—.

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Su apellido es bien conocido en el boxeo, tanto por su talento y récord invicto, como por los logros de su hermano mayor Robert García, ex campeón mundial superpluma, y ahora renombrado entrenador. Con estas pistas en mente, asumo que saben que nos referimos a Miguel Ángel García, mejor conocido como "Mikey" García, un boxeador en todo el sentido de la palabra.

La última vez que vimos a "Mikey" en una velada fue en el lejano 2014, cuando el oriundo de Ventura, California, venció por decisión unánime al mexicano Juan Carlos Burgos para defender por primera vez su cinturón superpluma del OMB —cetro que le arrebató al puertorriqueño Román "Rocky" Martínez con un gancho al hígado—.

"Mikey" García se ganó los aplausos del público conocedor gracias a su boxeo fino y mesurado. Enfatizo "conocedor" porque a mucha gente le parecía un tanto aburrido su estilo, ya que no es el típico boxeador mexicano, o de sangre mexicana, que se pierde en el irracional intercambio de golpes. Más bien, se trata de un hombre con mucha inteligencia arriba del ring, un boxeador paciente que se toma el tiempo para descifrar las debilidades del rival y que posee un arsenal de combinaciones que siempre ejecuta a la perfección.

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¿Cómo es posible que un boxeador joven, talentoso, e invicto se haya esfumado de la noche a la mañana por poco más de dos años?

Solo existe una respuesta. Sí, tiene que ver una vez más con la malaria que azota al boxeo moderno más que nunca: las promotoras.

"Mikey" García sigue perteneciendo a la promotora de Bob Arum, Top Rank Promotions, un viejo conocido en el ámbito boxístico, y no precisamente por su amor desinteresado hacia este deporte. Junto con Oscar De La Hoya, Arum domina el mundo del boxeo al determinar qué peleadores deben enfrentarse, siempre con la vista fija en las ganancias y no en el espectáculo deportivo como tal.

Cuando García se encontraba entre los jóvenes boxeadores considerados como potenciales estrellas, Arum habló sobre la posibilidad de que "Mikey" se enfrentara a Pacquiao en peso wélter. Una pelea apetitosa, pero descabellada, por no decir estúpida considerando que uno no puede subir tres divisiones de la noche a la mañana. Una vez más, el señor Arum nos demostró que en su cerebro no habitan neuronas, sino signos de dólares.

El meollo del asunto del caso García-Top Rank es que el boxeador exige mejores ganancias basándose en el impacto mediático y, por supuesto, en su calidad boxística, que le abrieron el camino para enfrentarse a peleadores mucho más consagrados de clase mundial. Pero como todo en la vida, la promotora asegura no poder pagarle la cantidad que su empleado le exige, argumentando que aún es/era demasiado joven para dichas exigencias.

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Lo triste y vergonzoso de este tipo de disputas en el deporte es que nosotros, los aficionados, siempre pagamos los platos rotos. Se nos priva de un espectáculo que, al final del día, pagamos gracias a los boletos que compramos en las taquillas, la mercancía oficial y los pagos por evento que de un tiempo para acá nos han visto la cara. Pero lo que duele más que una simple y efímera pérdida de dinero, es el hecho de no poder deleitarnos con un boxeo de calidad materializado en la técnica de García. Creo que hemos llegado a un punto donde nos hemos conformado con cualquier pelea "atractiva", o mejor dicho, con cualquier pleitito que nos han vendido como la gran cosa.

Ver perder a alguien como "Mikey" en los tribunales (su situación aún no se resuelve), y no en el entarimado como todo verdadero campeón lo ha hecho, es una verdadera pena, especialmente en tiempos tan complicados para el boxeo donde las leyendas vivientes están por retirarse, y las jóvenes promesas se encuentran atrapadas en el maldito negocio de los billetes verdes y el ego entre promotoras.

Hasta el momento, no hay palabra alguna sobre el tentativo regreso de "Mikey". Esperamos que sea lo más pronto posible.