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arcilla y saliva

Un día cualquiera en la vida de un cátcher de bullpen

Alex Andreopoulos de Toronto no lleva a través del peculiar mundo de ser un cátcher de bullpen en las grandes ligas; un trabajo que incluye pasarse las mañanas frotando arcilla y saliva sobre las pelotas de beisbol.
Photo by John Lott

Hasta hace unos cuantos meses, los Blue Jays habían contratado a dos canadienses de ascendencia griega, cuyos apellidos riman. No solo eso, también sus nombre eran los mismos. Uno de los Alex se hizo famoso en toda Canadá durante el vertiginoso verano de 2015. Al otro Alex es probable que no lo conozcas, a pesar de que sigue en su cargo de soldado olvidado, acomodando los bultos en el bullpen, escogiendo pelotas desgastadas, y sabiéndose afortunado.

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Nos referimos a Alex Andreopoulos (sí, rima con Anthopoulos). Todo mundo lo llama "Drop". Es el encargo de resguardar las perlas.

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Las perlas con pelotas de beisbol, las brillantes, recién desempacadas de su envoltura de papel, el tipo de pelotas que los bateadores aman golpear en los entrenamientos. Pero no el tipo que los pitchers disfrutan lanzar. Por eso, Andreopoulos se pasa todas las mañanas aplicando lodo y saliva sobre algunas de las perlas para mantener a los pitchers contentos durante sus sesiones en el bullpen.

Oriundo de Toronto, Andreopoulos es un ex cátcher de ligas menores, uno bueno, y existe una razón por la que se considera afortunado. Con 43 años, sigue trabajando en el mundo del beisbol como el cátcher de bullpen y de práctica de los Jays. Se alegra de no estar trabajando en la construcción como algunos de sus familiares y amigos.

"Esos son trabajos de verdad", dice. "No puedo quejar de esto. Me encuentro en el sol de Florida y tengo la posibilidad de ejercitarme. Froto pelotas, atrapo pelotas, y puedo convivir con los jugadores de grandes ligas. A final de cuentas, todo está bastante bien."

También tiene días bastante largos, en especial durante el entrenamiento de primavera, cuando los Blue Jays reciben cerca de 11 mil pelotas de beisbol. Andreopoulos separa y distribuye cada una de las pelotas, seleccionando cuáles siguen están lo suficientemente redondas para otra ronda de bateo. Las más desgastadas van directo a la caja de bateo. Después de absorber más castigo, Andreopoulos las encaja y las manda a los equipos de ligas menores de los Jays.

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Una vez en las grandes ligas, puedes golpear las perlas. Durante la temporada regular, los Blue Jays usan más de 37 mil de ellas.

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A finales del verano de 2002, Andreopoulos estaba desempleado. Después de ocho años en las menores —promedio de .288 y .383 de porcentaje en base—, había sido liberado de los equipos de tercera dos veces aquella temporada, primero por los Expos, después por los Cardinals. Así que llamó a los Blue Jays, con la esperanza de que tal vez le permitieran a un oriundo terminar su año en Syracuse.

No lo necesitaban en la tercera división, pero acababan de despedir a su cátcher de bullpen.

"Me dijeron, '¿Estarías interesado en venir a casa y terminar la temporada haciendo eso?'", rememora. "Les dije que por supuesto lo haría. Estaba cansado del estrés por ser despedido dos veces. Así que fui, lo hice por un mes y medio, y al final de la temporada me sentaron y me preguntaron si quería quedarme con el trabajo."

Cuando no está cuidando las pelotas, Andreopoulos las atrapa en la sesiones del bullpen. Foto por John Lott

Lo tuvo que meditar. Tenía 29 años, y tenía la certeza de que alguien le permitiría seguir jugando el deporte que ama.

"Como cátcher zurdo que podía batear un poco, tuve que considerarlo por un tiempo", comenta. "Pero lo hablé con mi esposa y familia, y ha sido la mejor decisión para mí. Ya han pasado catorce años. Estoy en las grandes ligas. No gano lo que ellos ganan, pero no me quejo. Como que todo se dio. Corrí con suerte."

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Andreopoulos no sabía a lo que le tiraba. Había tenido una cirugía de hombro, y no le funcionaba muy bien, pero aún podría lanzar en las practicas de bateo. Después le dieron un recipiente con arcilla Lena Blackbourne para aplicar a las pelotas de beisbol, la cual hace verlas un poco menos pálidas. Le tomó varios errores e intentos.

"Recuerdo que las primeras semanas, los pitchers se quejaban porque las pelotas estaban muy oscuras, o muy blancas", comenta. "Le puedes preguntar a los chicos, todos los días aplico la misma cantidad de arcilla a cada una y hay chicos que no les gusta cómo quedaron. Para todos es diferente. Es raro."

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Ahora se lo sabe de memoria. Durante el entrenamiento de primavera, llega a trabajar a las 5:30 de la mañana, abre su oscuro almacén cerca de la caja de bateo, pone una cubeta volteada sobre el piso y se sienta. Con algo de café a su lado, abre el estuche de perlas y saca la arcilla especial. Por más de 60 años, cada uno de los equipos profesionales ha utilizado el mismo lodo para frotar sus pelotas, y en aquel entonces, la fórmula la ha sido la misma: un poco de arcilla, un escupitajo, y una frotada por todos lados para eliminar el brillo. Andreopoulos termina una pelota en 30 segundos.

Aquí es donde puedes encontrar a Andreopoulos por las mañanas durante el campamento de primavera. Foto por John Lott

La pelota alterada es más fácil de lanzar por su agarre. Si el pitcher la bota una vez en la tierra del bullpen es muy probable que comience a perder su forma, terminando primero en las caja de bateo para una sesión más antes de ser depositada en una caja con destino a los equipos de reservas.

Andreopoulos prepara bolsas de perlas para la práctica de bateo (todos le dicen BP) y bolsas con pelotas preparadas para los bullpnes. Cada bolsa contiene cerca de 100 pelotas. Después del entrenamiento, regresa a su guarida y las separa las demás para el siguiente día.

"Si tiene una marca se van a la caja", dice, narrando el proceso para un reportero, mientras ordena las pelotas en sus bolsas correspondientes. "BP…caja…BP, BP…caja, caja…definitivamente caja; demasiado oscura."

Cuando los bateadores de los Blue Jays lleguen a la caja de bateo la siguiente mañana, las pelotas rechazadas estarán aguardando.

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Para Andreopoulos, el resto del día es un arduo labor, especialmente durante el campamento de verano. Lanza en la práctica de bateo y la hace de cátcher frente a los pitchers. R.A. Dickey es su compañero en el campo todos los días. Cuando le toca atrapar las pelotas de Dickey, Andreopoulos se pone todo su equipo necesario para minimizar el peligro que conlleva un lanzamiento de nudillos.

Absorbe más golpes que cuando era cátcher.

Vaya perlas tan hermosas que tienes. Foto por John Lott

"Físicamente te pasa factura", dice. "Soy el compañero de Dickey. Tengo que atrapar lo que me lanza todos los días —mi pulgar, mis codos, todo mi cuerpo está golpeado—. El año pasado me fue muy mal. Cuando me toca estar en el bullpen y el equipo está calentando a veces suele haber rebotes. No se puedo hacer nada al respecto. Tienes que seguir."

En 2011, durante una sesión en el bullpen en Anaheim, Octavio Dotel picheó bolas picadas de rebote una y otra vez, lo que dejó a Andreopoulos agotado y golpeado. Cuando Dotel había terminado, un grupo cercano de fans se paró para aplaudirle al cátcher. Fue un momento extraño de reconocimiento para un hombre que sufre en el anonimato.

A mitad de la década de los 2000, Andreopoulos estaba atrapando en una sesión en vivo cuando una pelota de foul lo impactó justo debajo de su hombro derecho. Unos días después, perdió la sensación en su mano. "De repente mi mano se puso azul y todo mi brazo comenzó a dormirse y mi mano a hincharse."

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Tenía un coágulo de sangre en su brazo superior donde la pelota le había golpeado. En los siguientes 15 días, un doctor lo inyectó para deshacer el coágulo. Pasó un año bajo medicamento para eliminarlo por completo.

En 2012, se perdió más de media temporada luego de una segunda cirugía de hombro. Le dijeron que tal vez nunca volvería a lanzar, pero lo sigue haciendo.

Nada puede detener a Andreopoulos. Foto por John Lott

"Me encanta hacer esto", dice. "¿Qué más voy a hacer? ¿Trabajar en la construcción? Toda mi vida la he dedicado al beisbol. Es todo lo que he hecho y me encanta. Soy de Toronto. Estuve en las gradas en el 85-86, en la vieja tribuna del CNE, saltándome las clases por la tarde para ir a los partidos de los Jays. Para mí es increíble."

"Y espero", añade con una carcajada, "que dure por un rato más."