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Comida

Por qué los colombianos están enamorados de la comida mexicana

Después de los mexicanos, no hay nada en el mundo más mexicano que los colombianos. Celebran sus cumpleaños con comida mexicana y en Bogotá están los mejores restaurantes de comida mexicana fuera de México.

Después de los mexicanos, no hay nada en el mundo más mexicano que los colombianos. Lo saben todo de México. Les encantan el tequila, las margaritas y los tacos. Ya borrachos piden unas rancheras y las cantan de memoria. Si hablamos de cine recuerdan actores, directores, películas, sobre todo las antiguas, las de charros. Tratándose de televisión ni se diga, cualquiera es capaz de recitarse las tres primeras temporadas de El Chavo del 8 y se conocen los títulos y reparto de las telenovelas de los últimos 20 años.

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Mi primer contacto con colombianos de carne y hueso fue en Madrid. Una caleña de ojos enormes y sonrisa amplia quien me bombardeó con preguntas que iban del inocente: "¿Es cierto que en México hasta los dulces tienen chile?", hasta asuntos que de tan complejos soy incapaz de recordar. El otro fue un paisa, que así es como les dicen a los originarios de Medellín, quien todos los días me saludaba con un amable "quibo pues, ¿todo bien o qué?", el resto del día llovían frase del tipo: "¡Uy no marica!", "¡qué pasó huevón!", "¡es usted una gonorrea!", todo con el mismo tono cariñoso que el saludo matinal.

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Tacos al pastor y sopa de tortilla. Foto de la Taquería El Güero en Colombia.

En abril del 2007 el paisa me invitó a la fiesta de cumpleaños del famoso pintor y escultor Fernando Botero, que le organizaba la embajada de Colombia en Madrid. Mi curiosidad, más allá de conocer a la celebridad, residía en saber cómo festejaban los colombianos un cumpleaños. Porque aunque parezca que en todos lados es igual, no es cierto. En España y Argentina, por ejemplo, quien lleva el pastel es el festejado, y en cada país existe algún ritual ligeramente distinto, cambia la comida, los brindis, etc.

Desde que llegamos la cosa pintó poco colombiana. El menú era: taquitos dorados y guacamole con yuca frita, salvo la yuca –que sabe buenísima con el guacamole– todo lo demás era mexicano. Supuse que la culpa era de la globalización hasta que entró un conjunto de mariachi –entre los cuales no había un solo mexicano– entonando las mañanitas. Acusé plagio cultural, pero nadie me oía de tan fuerte que cantaban a coro El Rey.

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Tacos de camarón. Foto de Tepito Tacos y Tequila.

"Los viejos se sienten americanos y los jóvenes mexicanos", me decía un médico que me atendió en Bogotá, "¿cómo quieren que funcione un país donde nadie está en su lugar?". Con la receta me recomendó un par de restaurantes de comida mexicana donde él acostumbraba ir. "Vaya y luego me dice si son verdaderamente mexicanos o no". La sorpresa es que lo eran. Dentro de las más de 50 ciudades que he visitado en el hemisferio occidental, Bogotá tiene los mejores restaurantes de comida mexicana fuera de México. (Algunos restaurantes de comida mexicana en Colombia: El DF, 1910 Revolución Mexicana, Tepito Tacos y Tequila, Taquería el Güero, etc.). Incluso hay una sucursal del Cine Tonalá, con el mismo nombre y la misma carta, que incluye un aguachile casi perfecto, solo que no pica. Porque en eso sí que los colombianos son irreductibles: el picante no es lo suyo.

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Molletes y chilaquiles en Cine Tonalá, Bogotá. Foto de Cine Tonalá.

El médico tiene razón, hay un amplio sector de colombianos a los que les gustaría ser mexicanos. Apenas decían: "Mira, David es mexicano", y de inmediato me llenaban de atenciones, más que a cualquier otro extranjero que siempre será atendido en nuestra América Latina con amabilidad. Recuerdo el día en que a la salida de un bar, una chica se me lanzó al cuello diciendo: "Admiro mucho a México y a los mexicanos; haber ido a tu país es lo mejor que me ha pasado", sobra decir que estaba borracha y como todos los borrachos decía la verdad. Sobre todo su mirada que me gritaba "gracias por existir", aunque nunca hice nada para merecerlo. Acepté sus palabras endulzadas con aguardiente y anís.

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"Oiga parce, ¿a usted que le dolió más: la muerte de Cantinflas o la de Chespirito?". Cómo explicarle a ese muchacho de zapatos lustrosos y camisa de supermercado que Mario Moreno murió cuando yo era un niño y ni me enteré. Respecto a Chespirito, es uno de los personajes más denostado en mi generación en México. "Pues mira que no me lo he planteado", dije, y me escabullí antes de que me contara su historia con alguno de los cómicos y me lanzara los brazos al cuello.

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Frijoles refritos y guacamole. Foto de Tepito Tacos y Tequila.

Los responsables de tanto amor filial la tienen el cine y la televisión, más este último. En Colombia como otros países de Centro y Sudamérica es posible verse la programación completa del Canal de 2 de Televisa en México. Durante décadas esta empresa mexicana fue la única opción regional de entretenimiento televisivo y el mayor productor de contenidos. Antes de ellos, la industria fílmica nacional le ganó la competencia cinematográfica a Argentina y se impuso frente a la gringa –imbuida en las guerras mundiales– por afinidad de lenguaje y de idiosincrasia. Así, desde México hasta los Andes crecimos viendo los mismos contenidos visuales.

"¿Qué pedo wey?", es el saludo amistoso que casi cualquier colombiano por debajo de los 35 años de edad le soltará a casi cualquier mexicano que encuentre por la vida. El culpable es, en la mayoría de los casos, Adal Ramones, cuyo show llegó con éxito a Colombia. Lo malo es que desconocen la entonación adecuada de esa frase de compadres que en México puede ser lo mismo amor fraterno que agresión rampante. Recuerdo una mañana soleada en París cuando mi amiga caleña, con la saña de quien sabe que el otro no entiende, le gritó a un automovilista que nos estorbaba una foto frente al arco del triunfo: "¡Quítate, wey!". De la nada un mexicano solitario y distraído salió corriendo y pidiendo disculpas. Pobres, él no entendía nada, y ella se empequeñecía de vergüenza.

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Carne, arroz a la mexicana y frijoles. Foto de 1910 Revolución Mexicana.

Y es que hay muchas cosas que los colombianos conocen pero no entienden. Las saben y las repiten porque suenan graciosas, pero desconocen su significado. Más de una vez me hicieron traducir la Chilanga Banda –difícil de por sí para un mexicano–; me pidieron que les describiera cómo se preparan las tortas; que diera coordenadas geográficas de alguna ciudad o estado; que diera fe de la veracidad de algún cliché o comportamiento visto en la tele, o peor aún, que me comportara como los mexicanos que veían en sus pantallas. En otras palabras: pasaba de invitado a mono de circo.

En 1914 Marco Fidel Suárez, entonces ministro de exteriores de Colombia acuñó la frase respise polum, que significa 'mirar al norte', con lo que se convertía a Estados Unidos en la estrella polar de la política exterior colombiana. Había que seguir el ejemplo del gigante que crecía –en ese entonces el imperio era Gran Bretaña y no EU– y mirar al norte; ésta política se afianzó cuando Suárez fue electo presidente. Sin embargo para la mayoría de los colombianos ese mirar al norte se detuvo en México, que también habla español y cuyos charros bebedores de tequila se ajustan más a la cultura machista de América Latina.

La ventaja de México en esa invasión cultural, que los teóricos del liberalismo de las relaciones internacionales llaman softpower, está ayudada por su ubicación geográfica que lo coloca a las puertas de la mayor industria del entretenimiento del planeta y el mayor mercado del mundo hispano –120 millones en México y 30 millones de mexicanos en EU–. Gracias a ello quien quiera entrar a los Estados Unidos deben conquistar México y quien quiera entrar a América Latina también: aunque eso es cada vez más un lugar común que un hecho.