FYI.

This story is over 5 years old.

Drogas

Fuimos a una fiesta de arrunchis en MDMA

Tocar los genitales está prohibido en estas reuniones, pero las drogas no. Creímos que esta experiencia nos mostraría algo más profundo de la intimidad y el sexo. Aquí está el resultado.

Una “fiesta de arrunche” es exactamente eso: un evento social en donde completos extraños se juntan para espicharse entre ellos en una forma no sexual. Debido a que no se puede confiar en personas desconocidas, existe una lista de reglas que se publican previamente en la página del evento. Por ejemplo, en la fiesta más grande de arrunche en Berlín (que se dio hace tres semanas), tocar zonas erógenas no estaba permitido, las personas no podían estar borrachas y cada participante se reservaba el derecho a decir no.

Publicidad

Las drogas no fueron mencionadas. Esto, presuntamente, significó que cualquiera podía sacar la serotonina fuera de su cerebro con la ayuda de sustancias producidas por científicos alemanes amateur. Así que, pensamos que ir a una fiesta de arrunche sería un experimento social interesante si uno de nosotros estaba en MDMA, esperando que nos enseñara algo más de la intimidad, más allá de lo que sabemos por la revista Cosmos y el porno.

El evento resultó un poco confuso. A continuación está el recuento de nuestra noche, tan clara y cronológica como pudimos.

8:00 p.m.

Charlotte: Hacía demasiado calor afuera. Entramos por el jardín de una fábrica oscura en Neukölln. Música suave y relajante salía por las ventanas, pero yo sentía miedo. Entramos a un cuarto en donde unas cuantas personas solitarias buscaban contacto humano; mi corazón se iba a estallar. Estaba completamente sobria, pero con mucho guayabo y había dormido solo tres horas, así que solo quería largarme de ahí. Ilona: Charlotte y yo habíamos salido la noche anterior, así que fue un milagro que lograra llegar al segundo piso. Sentía la botella de champaña y los 50 cigarrillos tratando de salir de mi cuerpo. Nos tocó quitarnos los zapatos. El mundo conoció mis medias rotas. Metí un poco de MDMA. Sudaba frío. Supe que esto había sido un grave error.

Charlotte: Nos pusieron escarapelas con nuestros nombres. Entramos a un cuarto lleno de almohadas y tapetes. Cerca de 30 arrunchadores  estaban reunidos frente a nosotras, aún cuando era un sábado en la mitad del verano. La mayoría tenía más de 40. Muchos eran atractivos, pero yo no estaba buscando revolcarme con alguno en un tapete. Ilona: Llegamos tarde. Estaban sentados en un gran círculo y nos miraron con desdén. Empezaron a rotar almohadas. Cada persona tenía que presentarse y explicar las razones por las que estaba ahí. Mi corazón se aceleró cuando llegó la almohada a mis manos; dije que algo de esto me atraía y quería probar cómo era la cosa de las fiestas de arrunche. Muchos de ellos estaban ahí por primera vez, como yo. Todos, muy emocionados.

Publicidad

Charlotte: Después de que la instructora explicó la metodología, se acercó a la consola del DJ. Las personas se tomaron de las manos y empezaron a bailar por todo el lugar, al ritmo de “Oh Happy Day”. Ignoré a un tipo con una panza grande que me ofreció su mano, y me apoyé sobre dos mujeres que parecían madres. Las tomé de las manos y bailamos “You Can Be My Lucky Star”.

Ilona: Un tipo de unos 50 años, vestido de pies a cabeza con turquesa, permanecía solo en el lugar. Quería esconderme en el baño e intentar mejorar la experiencia a punta de rozarme químicos por las encías.

Charlotte: Pensé en mi amigo Henry, quien hubiera preferido perder todas sus extemidades en vez de venir a esto. Nadie me conocía pero, de todas formas, no iba a poder soportarlo por mucho tiempo. Ilona bailaba. Ella parecía estar disfrutando la cosa. Le miré sus pupilas negras y dilatadas, y sentí envidia.

Ilona: Me quedé a un lado del cuarto para observar a las personas relajarse a mi alrededor. Charlotte me miró con pánico, pero yo estaba bien. Las personas no podían notar por qué estábamos ahí.

Charlotte: Una mujer, que parecía haberse lavado la cara con piedra pómez, se me acercó. Para mi sorpresa, no quería abrazarme. Vino a decirme que creía que yo era de la prensa. ¿Cómo supo? ¿Me veo tan fuera de lugar?

Ilona: La paranoia me invadió. Dios, supieron. Cada uno de nuestros movimientos extraños y forzados, puso en evidencia que nuestra intensión no era pura. Me di cuenta que mi problema no estaba en los arrunchadores entusiastas sino en mí.

Publicidad

8:30 p.m.

Charlotte: Era el momento de hacer el primer ejercicio, en el que teníamos que escoger a un compañero. Me sentí mareada y nauseabunda por todos los saltos que habíamos dado. Mi pareja estaba sin camiseta, probablemente porque tenía una capa gruesa de pelos en el pecho que lo protegía del frío. Él se inclinó hacia atrás y yo tuve que tirarme de espaldas hacia él. Sentí que el hueso de mi espalda se rompió. Eché una mirada al reloj. Nos quedaban dos horas y media más en este lugar.

Ilona: Mientras mi espalda se apoyaba en la de otra mujer, y sentía que envolvía mi cuerpo, pensé, por un momento, que esta experiencia no tenía nada que ver con sexo. Vi que ese hombre, frente a mí, tenía una erección.

Charlotte: Nos pidieron que cerráramos los ojos y moviéramos nuestros brazos alrededor del cuerpo, buscando tocar a otras personas. Sentí algunas partes de la gente. Afortunadamente ninguna hacia las zonas erógenas. Tres manos me tocaron en la parte de abajo de mi espalda. Fue casi confortable no poder ver.

9:00 p.m.

Ilona: Fui al baño por un descanso y metí otro poco de MDMA. Mientras lavaba mis manos, una mujer me susurró algo diciendo que “me sentía” o algo así. Estaba confundida y en malas condiciones para responderle apropiadamente. Así que salí al cuarto, me acosté sobre un tapete y pretendí hacerme la muerta mientras dos extraños me tocaron.

Ambas, mujeres que no tenían idea de acariciar. ¿Será que esto sienten los hombres cuando reciben una mamada mal dada? Este pensamiento me entristeció. Una cara irreconocible me preguntó que dónde quería ser tocada; no me importaba.

Publicidad

Charlotte: Ilona se acostó, con los ojos cerrados, sobre un tapete. La escena parecía como una fiesta de servidumbre. Una rubia estaba sobando su barriga. Me puse la banda para taparme los ojos y me acosté en un tapete a su lado.

Ilona: La venda de los ojos se cayó. Ahora estaba con otra mujer y era mi turno de tocarla. El MDMA nubló mi cabeza y estaba causando más agonía que éxtasis, pero mi sentido de competencia me pateó: acaricié a esta persona de la mejor manera que pudo haber sido acariciada en su vida. “Fue perfecto”, me dijo. El hombre que tenía la espalda descubierta, que había estado rozando su espalda con la mía, golpeó mi cabeza.

Charlotte: Quería dormir, pero gracias al masaje que estaba recibiendo de mi pareja de arrunche, era imposible. Sentía que un elefante se me montaba en las piernas y espalda. Intentaba, desesperadamente, pensar en algo bonito.

Ilona: Charlotte estaba acostada a mi derecha y se veía muy relajada. Tal vez porque no sabía que su cabeza estaba apoyada sobre la entrepierna de un hombre semidesnudo, que masajeaba su cabeza. Estuve en blanco por un momento hasta que una pregunta invadió mi mente: ¿Dónde está todo el amor sintético? ¿Por qué no siento nada de esto corriendo por mis venas?

9:30 p.m.

Charlotte: En la siguiente ronda me aparté del grupo y vi lo que sucedía desde el área de receso. En frente estaba el hombre barrigón, acariciando repetidamente el área alrededor de los senos caídos de su pareja. Todo el mundo se veía demasiado tenso, pero tal vez solo estaba proyectando mi tensión.

Publicidad

Ilona: La mandíbula me empezó a craquear. Era obvio que estaba drogada. Ya había perdido el sentido del tiempo y el espacio. Tuve un pensamiento completamente desmedido y fuera de lugar: me va a encantar tener sexo desde ahora, con cualquiera mayor de 40 o con Roger Sterling, de ‘Mad Men’.

10:00 p.m. 

Charlotte: Era el momento crucial de la noche: el arrunche grupal. La instructora nos indicó que teníamos que gatear hacia los tapetes y acomodarnos. No quería hacerlo, pero debía.  Las personas se arruncharon y entrelazaron sus extremidades sin el más mínimo indicio de inhibición. Nadie quería arrunchares conmigo. Bien. Vi a Ilona, que también estaba sola en el borde del grupo. Éramos las infiltradas.

Ilona: Me di cuenta que estaba en lo correcto cuando estuve asustada. Podía sentir sus erecciones. Un hombre, de unos 60 años, se acostó cerca de mí. Él, una chica rubia y otra persona con gel en el pelo, se acomodaron a mi lado. Me acosté en el medio y sentí sus extremidades y pelo rozarme.

Charlotte: Una mujer alta y sonriente, me preguntó que si quería acostarme en su barriga. Eso hice. Era tan suave como se veía y mi cabeza se acomodó entre sus enormes tetas. Antes de mi, un hombre de 40 y tanto de años, subió la falda de la rubia en el proceso. ¿No puso atención a las reglas? Los dos rozaron sus cabezas. Alguno gimió. Ilona se rió. Mientras tanto, un hombre de pelo gris se acomodó en mis piernas. Quería estar sola con todas mis fuerzas.

Publicidad

Ilona. La instructora nos mencionaba, repetitivamente, que buscáramos estar en contacto con otras personas. Yo estuve quieta. Mis brazos estaban pesados, mi ojos cerrados, y de repente, dejó de molestarme que un extraño estuviera en mi culo. Por primera vez, en las tres horas, sentí algo de relajación. El hombre con el pelo engominado rozaba su cabeza contra mi cara. Las personas a mi alrededor gemían y acariciaban. Cerré mis ojos con mayor fuerza.

11:10 p.m.

Charlotte: Salimos antes de que las tres horas se terminaran. Normalmente, disfruto tocar a las personas, pero ahora, no quiero volver a arruncharme nunca.

07:00 a.m

Ilona: A las 7 a.m. estaba sentada, muy despierta, en un banco del río Spree. La relajación descrita por muchas personas de la reunión, que para mí fue una clase de parálisis, se había ido. Me sentí cochina e inconforme, aún cuando las personas fueron muy amables. Tal vez, demasiado. Tenía mi mente rota y solo pensaba en el momento en que esta sensación saliera de mí y pudiera estar lista para volver a tocar a las personas y tener sexo. De pronto, nunca vuelva a la normalidad.