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¿Es compatible ser animalista y experimentar con animales?

Hablamos con científicos de todo el mundo para que nos expliquen cómo se ha cambiado la experimentación animal en materia ética en los últimos años.

Fotografías cortesía de la Universidad de Barcelona

Huele bastante mal, como a excremento y pis de roedor. Paso a una primera sala donde cepillo la suela de mis zapatos por una alfombrilla pegajosa que me recuerda a esos rollos adhesivos que sirven para quitar los pelos de la ropa.

Inmediatamente me pongo unos Croc blancos y voy directa a la siguiente sala. Allí me enfundo en un mono verde, cubro mi pelo con un gorro y mi boca con una mascarilla. Todo completamente estéril. Rocío las suelas de las zapatillas con un sprayy entro en una cámara de aire para desinfectarme de cualquier elemento que pueda interferir en la salud de los animales.

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Estoy dentro del animalario del centro científico de la Universidad de Barcelona. Aquí se investiga el cáncer, la leucemia, la diabetes o el VIH, entre otras enfermedades.

Garikoitz Azkona, responsable del estabulario, me muestra primero la sala de los inmunodeprimidos (es decir de los ratones que han estado infectados o alterados de alguna forma). Me explica que los investigadores piden a través de una plataforma los animales que requieren para la investigación. Tiene que haber un proyecto perfectamente estructurado y tanto el comité de ética de la Universidad como, en el caso de Cataluña, la Generalitat deben autorizar el experimento. Por las paredes hay chuletas con los datos clave, en una de ellas aparece la anestesia que deben subministrarles a los animales antes de ser intervenidos. Me explica que lo ha hecho así para que no haya irregularidades y los científicos no tengan que pensar en la dosis correcta para que el animal no sufra.

Distribuidas en siete habitaciones hay 2.400 cubetas con máximo cinco ratones en cada una de ellas. Unos 12.000 animales que ahora mismo están siendo investigados en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona.

Veo ratones que se muerden la cola y algunos que se mordisquean entre ellos. Es un comportamiento bastante normal, según Garikoitz se marcan entre ellos e incluso llegan a arrancarse el pelo de su trasero, al igual que los primates. Me dice que si ven algún roedor herido o que está sufriendo inmediatamente lo apartan. Hay personas que se encargan que todos tengan comida, agua y estén a una temperatura y humedad adecuada.

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Un solo científico puede sacrificar más de 500 ratones en un solo año, dependiendo del experimento en el que esté participando

Un solo científico puede sacrificar más de 500 ratones en un solo año, dependiendo del experimento en el que esté participando. Los crían en animalarios como este, donde les hacen cien mil pruebas e intervenciones y, finalmente, acaban con ellos. Siempre con el objetivo principal de servir a la ciencia y la mayoría de los casos completamente legal.

Y digo en la mayoría de los casos porque aún hay mucho trabajo que hacer. En el 2012 en España, sin ir más lejos, un animal con cáncer inducido se sacrificaba muchas veces sin la dosis adecuada de anestesia o con prácticas que ahora no son permitidas por los comités de ética de experimentación.

Según fuentes oficiales, en 2010 se utilizaron 1.344.986 animales para fines científicos solo en España, la mayoría de ellos ratas y ratones. En aquel mismo año se experimentó con 855 perros y 192 gatos.

"Los investigadores ahora están mucho más concienciados en temas éticos —asegura Garikoitz Azkona— Disney debe haber influido en ello. He tenido que combatir contra expertos que ahora tienen unos 50 años para intentar que las cosas se hagan bien y los animales sufran lo menos posible".

Me dice que desde que se ha introducido la figura de los veterinarios como él en los estabularios las cosas han mejorado. Garikoitz se negó a experimentar con animales durante sus prácticas. Ahora está al mando del animalario y vigila que ningún animal muera en vano.

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Nadie toca un ratón hasta que no tiene el conocimiento necesario para trabajar con animales

Existen unas normas que todo experimentador debe cumplir. Son las llamadas 'tres erres': reducir, reciclar y reutilizar. Según estas normas no se permite sacrificar un animal antes de considerar la posibilidad de volver a dar uso a su cuerpo para otro experimento.

"Mantener a los animales estabulados es muy caro —nos comenta Jordi Alberch, vicerrector de investigación de la Universidad de Barcelona— No es solo la infraestructura que se necesita sino también la elaboración de los ensayos clínicos".

Alberch explica que hacerlos cuesta millones de euros, por lo que si no tienes un buen estudio preclínico no se puede pasar a la siguiente fase. Por lo que a los animales se refiere, y según los datos que nos facilitan, cada roedor come 1,25 gramos de pienso al día. Cada saco de 12 kilos cuesta unos 15 euros. ¡Calculad vosotros mismos!

"Seguimos las directrices europeas consensuadas en el Parlamento —explica Jordi Alberch—. Las prácticas universitarias con animales se han anulado completamente. Consideramos que no es necesario para un estudiante. Puedes obtener modelos por ordenador o incluso vídeos. Si hay algún residente que necesita practicar una microcirugía complicada se le asigna un animal, pero lo tenemos todo muy controlado. Nadie toca un ratón hasta que no tiene el conocimiento necesario para trabajar con animales. Es obligatorio tener un curso de formación certificado".

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Tengo que reconocer que se me encoge el estómago al hablar de este tema. Según el informe publicado en 2010 sobre el número de animales utilizados en evaluaciones de seguridad, vemos que en aquel momento se seguían usando conejos principalmente para probar sustancias o productos destinados en la industria y en el hogar. Los cerdos principalmente se utilizaron para probar sustancias destinadas a ser utilizadas como aditivos alimentarios de uso animal. Cabe decir, que la mayoría de los experimentos que se hicieron con animales aquel año fueron para estudios relacionados con las enfermedades humanas y animales.

Preguntamos a biomédicos, biólogos y científicos de todo el mundo que investigan con ratas de laboratorio cómo viven el hecho de tener que quitar la vida a bichos inocentes que han nacido para morir.

No daremos sus nombres reales para no perjudicar su carrera profesional, pues les está totalmente prohibido revelar el secreto de confidencialidad sobre el tema y muchos de los experimentos que se hacen no se pueden filtrar hasta la publicación de los estudios en los que están trabajando:

"Cuando me fui a trabajar a Suiza me explicaron la normativa que había en vigencia. En cada país es distinta. Aquí todos los experimentos pasan por comités éticos ante los cuales uno debe justificar sus investigaciones. En toda Europa se debe seguir la directiva 2010/63/UE relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos", me explica Gema, una española que lleva varios años trabajando en unos laboratorios del país alpino.

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Os puedo asegurar que intento que ningún ratón muera en vano

"Puedo afirmar que el animal no sufre en ningún momento. Antes de hacer cualquier intervención nos aseguramos que esté completamente anestesiado. Los procedimientos por los que sacrificamos a los ratones son los siguientes: dislocación cervical (se coge al animal por la cola, se pone algo en la nuca y se disloca la cabeza), punción al corazón (con el animal anestesiado), a los neonatos se les corta la cabeza con unas tijeras (de hecho era una práctica habitual para los estudiantes universitarios, ahora está prohibida), o sino les causamos una sobredosis. Da bastante cosa cogerlos, se tiene que hacer con mucha decisión. Ellos se intentan defender y muchas veces muerden.

Estoy trabajando en un inhibidor de cáncer y también en un regulador del ciclo celular, por lo que me parece muy justificable la experimentación con ratones en este caso en concreto. Se trata de pruebas muy importantes para descubrir tratamientos definitivos para enfermedades que matan a miles de personas. Pienso que lo hago por el bien de todo el mundo. Os puedo asegurar que intento que ningún ratón muera en vano. Algún día encontraremos la solución a muchas enfermedades".

Una vez tuve que sacrificar un cerdo ahogándolo en una piscina, no es un método muy común

No todo el mundo es capaz de sacrificar un animal. Aamal es una científica libanesa que tiene serias complicaciones cuando tiene que exterminar a un roedor.

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"Nunca he matado un ratón. Simplemente no puedo. Siempre pido a alguien que lo haga por mi y alguna vez hasta he llorado… Es muy angustiante".

En la China la legislación sobre la experimentación con animales está más atrasada que en otros países en lo que al tratamiento ético de los animales respecta.

No fue hasta el 2014 que la China Food and Drugs Administration (CFDA), dejó de exigir las pruebas de experimentación con animales antes de la comercialización de productos cosméticos. Por lo que a los experimentos biomédicos se refiere, cada vez se está controlando más pero aún así aún hay muchas irregularidades.

Wu es un científico chino que trabaja en investigación fuera de su país. Nos comenta que el comité de ética de animales de su universidad no funcionaba bien. Dice que no se supervisaba si los experimentos con animales se hacían debidamente o no.

"Una vez tuve que sacrificar un cerdo ahogándolo en una piscina, no es un método muy común, pero recuerdo que lo tuve que hacer porque la máquina de shock estaba rota. En mi anterior laboratorio los cerdos de una o dos semanas de vida los sacrificábamos con electroshock, pero a los cerdos grandes los llevábamos al matadero. El procedimiento para los ratones era normalmente la dislocación cervical. Nunca he practicado cirugía en China, por lo que no puedo asegurar cuál era el trato que recibían los animales (si se les anestesiaba o no, o si recibían un trato como es debido). Hay aún países donde no tienes que pedir autorización para experimentar con los animales. Simplemente vas y los compras y haces lo que quieres con ellos. Sin lugar a duda los buenos profesionales aplican el protocolo debidamente. Si no lo hicieran esto también interferiría en su trabajo".

Gema está de acuerdo con Wu. Si no se siguen las normas estipuladas, los resultados podrían variar. A la vez nos explica algunos de los tests que se practican a los animales. Para estudiar las funciones cognitivas relacionadas con la memoria del animal se les somete a la natación forzada.

En una piscina llena de agua, se adiestra a un roedor de tal manera que perciba que en un punto determinado de la piscina habrá una plataforma. El animal nada y nada hasta que aprende que hay un punto de la piscina donde no tendrá que someterse al esfuerzo. Cuando se le quita la plataforma os podéis imaginar qué ocurre.

"A mí me gustan mucho los animales —reconoce Gema— una vez induje a un ratón a tener cirrosis, le opere con éxito y luché por su vida. Me sentí muy mal cuando supe que lo tendría que sacrificar. De pequeña quería ser veterinaria y tengo un gato al que quiero un montón. Me gustaría que hubiera otro método que permitiera avanzar en medicina sin tener que utilizar animales vivos, pero de momento no lo hay".