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El número de las estafas

Nuestro deshonesto planeta

Historias de timos y chanchullos habituales en todo el mundo.

Ilustraciones de Sam Taylor

¿Habéis tenido alguna vez la sensación de que todas las personas que os encontráis os están mintiendo? Bueno, pues probablemente esto sea porque lo estén haciendo. El mundo está lleno de gente que miente, engaña, roba y estafa, concibiendo timos elaborados solo para sacarse unas pocas perras. Un día de trabajo honesto es cosa de perdedores, por lo visto, y es mucho, mucho más sencillo robar a los siete mil millones de primos que habitan en el planeta. Pedimos a nuestras oficinas de todo el mundo que compilaran unas cuantas historias de estafas y chanchullos deshonestos -grandes, pequeños, inocentes, divertidos o despreciables- y esto es lo que nos trajeron. (Algunos nombres se han cambiado a petición de nuestras fuentes, ya que admiten haber cometido actos ilegales).

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EQUIPAJE PERDIDO

En la España post-crisis financiera, con una tasa de desempleo juvenil del 56 por ciento, las oportunidades para los jóvenes motivados son escasas. En esta clase de clima económico, para los chicos es algo natural recurrir a medios ilegales para financiarse las vacaciones.

Según un estudio publicado en junio por la consultoría especializada VFM Services, uno de los fraudes con mayor auge en todo el mundo es el del seguro de viajes. Las reclamaciones al seguro por el deterioro o pérdida de equipajes aumentaron un 140 por ciento entre el verano de 2012 y el de 2013; nada menos que un 45 por ciento de las reclamaciones investigadas resultaron ser falsas. Solo en el Reino Unido, la aseguradora AXA recibe entre 20 y 30 reclamaciones exageradas cada mes.

Resulta imposible decir quién está cometiendo todos estos fraudes, pero por lo que he oído, los españoles son responsables de una cuota mayor de la que les toca. Una chica de 26 años de Barcelona, a la que llamaremos Olivia, no puso pegas a contar cómo engañó al sistema.

“Esta fue la primera vez que hacía algo así, pero la chica que voló conmigo lo hace cada vez que viaja. Fuimos a Oslo en el mismo vuelo, pero en el de regreso nos sentamos en asientos diferentes, asegurándonos de que en el aeropuerto no nos vieran juntas”.

“Cuando aterrizamos, mi amiga se dirigió la primera a la zona de recogida de equipajes, cogió mi maleta y la suya y se marchó. Después de quedarme un rato refunfuñando por ahí, fui al mostrador de información, monté una escena [sobre la maleta “perdida”] y me dieron un formulario para que lo rellenara. Eso sí, no tiene sentido poner en la lista mierdas como iPads o joyas porque la mayoría de aseguradoras solo cubren la ropa. El siguiente paso es pedir a tu familia y amigos recibos de sus compras más caras. Puedes decir que son para desgravar en tu declaración de renta, si no quieres provocar sospechas. Las envías [a la aseguradora] junto con un formulario por internet y entonces esperas a que lo aprueben o rechacen. En mi caso, un par de meses más tarde recibí por carta un cheque por 1.300 euros, que no está nada mal”.

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PAUL GEDDIS

ASÍ ROBÉ EN UN BANCO

Yo estaba buscando la clásica carrera en el sector financiero suizo. Había ido a la escuela de negocios, encontrado trabajo de cajero en un banco y, más tarde, entrado en el departamento de banca privada, con mi propio despacho. Tres meses antes de empezar mi formación como corredor de bolsa, tuve una epifanía y me di cuenta de que esa vida no era la que yo quería. Presenté mi renuncia, pero por contrato tenía que trabajar allí tres meses más.

Si trabajas en un banco y tienes todo ese dinero pasando por tus manos día tras día, te fijas siempre en posibles agujeros en el sistema de seguridad. Lo que evita que la gente robe efectivo es el miedo a poner en peligro sus carreras, pero en mí ese miedo desapareció en el momento en que renuncié.

En los lugares como los clubes nocturnos, donde tienen mucho dinero en metálico que depositar, ponen los ingresos nocturnos en unas sacas especiales que expide el banco y las dejan en un buzón en el exterior de la oficina bancaria que conduce a una caja fuerte subterránea. Cada mañana, un empleado de caja va a los sótanos del banco para recoger esas sacas y luego deposita el dinero en la cuenta correspondiente.

Yo sabía que cada martes, a primera hora de la mañana, alguien dejaba dos o tres sacas de dinero en ese buzón, cada una conteniendo unos 100.000 francos (unos 67.000 euros). Delante del buzón no había cámara de vigilancia y la cobertura dentro del banco era míni­ma. Tampoco había vigilancia en el camino a los sótanos del banco. Imagino que ahora eso habrá cambiado.

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Cuando estaba planeando el atraco, di por sentado que si el dinero se “perdía” durante el tiempo en que el cliente dejaba la saca y el momento en que era transferido a su cuenta, ni el banco ni el cliente podrían saber exactamente en qué punto había desaparecido la pasta.

Empecé a acudir temprano al trabajo cada mañana para estar presente a la hora en que se vaciaba la bóveda. Les dije a mis jefes que quería unas cuantas horas extra, ya que me iba a marchar pronto y necesitaba arreglarlo todo. Una mañana, a eso de las 8, fui como quien no quiere la cosa a la máquina de cafés y me serví una taza. La puse sobre mi escritorio, para que pareciera como si estuviera trabajando y me hubiera ausentado un momento para ir al lavabo. Entonces cogí el ascensor que llevaba hacia la bóveda, abrí la caja fuerte, agarré una de las tres bolsas de dinero y me la metí dentro de los pantalones. Había arreglado con un amigo que nos veríamos a la hora del almuerzo en el comedor del banco, donde le di la bolsa. Él la llevó a mi casa y asunto concluido.

Cinco días después, la policía había intervenido e interrogado a toda la plantilla. La primera y más sencilla parte de un atraco como este consiste en encontrar una forma de hacerlo y lograr llevarlo a cabo. La parte difícil viene luego, cuando has realizado tu misión ytienes que evitar las sospechas y aguantar la constante presión de no saber exactamente cuánto saben la policía y tu jefe.

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Al final no pude aguantar esa presión y me rendí. Me presenté en la oficina de mi jefe y puse el dinero sobre su escritorio. Me despidió en el acto y fui acusado por mis delitos.

“GARY”, COMO LE CONTÓ A TILL RIPPMAN

LOS ESTAFADORES DEL ESCANER

Llevo metido en actividades criminales toda mi vida, desde los 15 años, y entrando y saliendo de la cárcel desde entonces. He sido arrestado por vender cocaína, armas de fuego, por tres ataques a agentes de policía. La lista sigue y sigue. Si te siguen arrestando por cometer el mismo delito, las sentencias son cada vez mayores, así que pasé a otras cosas. Ahora, sobre todo, estoy metido en el fraude. Un amigo me habló de algo llamado carterismo electrónico. Utilizamos una máquina llamada Lector RFID, que sirve para leer tarjetas de crédito. ¿Para qué robar carteras cuando solo tienes que pasar por su lado?

A grandes rasgos, lo que hace es escanear cosas cuando pasas cerca. En una calle atestada, pasas al lado de la gente y el aparato rastrea y registra sus tarjetas del banco. Las pilla todas. Vamos a lacalle y conseguimos números, luego se los pasamos a un colega que es ingeniero informático, él hace lo suyo y eso es todo.

Voy a sitios con mucha gente y me doy un garbeo, recogiendo números. Lo he hecho en partidos de fútbol, es fácil. Tienes que estar muy cerca de la gente, casi tocándola, para que el lector capture la información, pero nunca me han pillado haciendo esto. Soy como un Fagin de la era espacial. No hay una forma exacta de determinar quién es un buen objetivo; a veces funciona y a veces no, hay que ir probando. Lo máximo que me he sacado con el lector fueron 6.000 o 7.000 libras en una sola sesión.

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TOMMY “RASTREO”

LA GUERRA DE LAS REVISTAS GRATUITAS

Frenchmen Street, en Nueva Orleans, es el lugar para escuchar jazz tradicional en directo, lo que significa que casi todas las noches hay una multitud de turistas presentándose en conciertos en una docena de distintas salas. Trabajándose a estos grupos hay un tipo llamado Emmett, que se gana el dinero haciendo acopio de múltiples copias de OffBeat, la revista más lujosa y la que parece más cara de entre todas las publicaciones de música gratuitas de la ciudad, y ven­diéndoselas por tres dólares cada una a los forasteros crédulos.

La ciudad alberga actividades criminales más peligrosas cada noche, pero por alguna razón es Emmett quien atrae la mayor rabia y con­troversia.El vitriolo que recibe es intenso y continuo. En las listas de email de asociaciones vecinales, la gente de la ciudad se devana los sesos pensando en cómo conseguir que le arresten. Uno de los fundadores de Three Muses, un elegante restaurante en Frenchmen Street, creó una página de Facebook en la que cuelga fotos de Emmett y hace comentarios como si fuera Emmett, empleando un dialecto típicamente irrespetuoso. (“Me acaban de violar por el culo… otra vez”, es un reciente ejemplo). Una cafetería de Frenchmen Street puso un letrero encima de una pila de publicaciones gratuitas que decía UNA COPIA POR CLIENTE, POR FAVOR. Alguien colgó también grandes letreros en los teléfonos públicos de Frenchmen: NO PAGUEN POR OFFBEAT, ES GRATUITA. A pesar de todo esto, Emmett sigue timando con las revistas.

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JULES BENTLEY

EL JUEGO DE LOS NÚMEROS

Me mudé a Estocolmo cuando tenía 19 años. No tenía dinero, pero sí un documento de identidad que había pertenecido a una chica que se me parecía. También tenía un trabajo a tiempo parcial en el servicio de atención al cliente de un proveedor de internet nacional, donde tenía acceso a información personal de particulares y números de identificación fiscal de empresas.

Un amigo y yo íbamos a restaurantes de toda Suecia haciendo creer que trabajábamos en periódicos locales. Decíamos a los restaurantes que mandaran las cuentas de lo consumido a los periódicos, y les daba autorización con la información de las empresas que había obtenido en el trabajo.

También usé los números de identidad de la gente para crear varias cuentas de usuario en Tradera, la versión escandinava de eBay. Cada vez que necesitaba dinero, vendía artículos que no existían. Subía una foto de Kate Moss vistiendo un abrigo de pieles, quitaba la cabeza de la foto y decía que era un abrigo de alguna marca cara. La gente me enviaba el dinero por las pieles o lo que fuese y nunca recibía nada.

No me pasó nada malo durante el año y medio en que estuve haciendo esto, y gané unas dos mil libras. El único problema era crear todas aquellas cuentas de email. Tuve una diferente para cada artículo que “vendí”. Creo que tuve alrededor de 40.

Si alguna vez me hubieran cogido, me habría hecho la tonta y habría dicho a la policía que había perdido mi pasaporte y que alguien había estado haciéndose pasar por mí.

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“MARIA JOHANSSON”, COMO LE CONTÓ A CAISA EDERYD

ENGAÑOS CON LOS NAIPES

En París, los turistas atraen a carteristas y maleantes callejeros, lo que implica que hay fulleros por todas partes. Están en la basílica de Sacré-Coeur, enfrente de Notre Dame, en la plaza de Saint Michel, en Chátelet, y muy en especial en la zona de la Torre Eiffel. Es allí donde un grupo de hombres -muchos de ellos inmigrantes búlgaros y rumanos- engatusan a los viandantes para que jueguen al bonneteau, el nombre en francés del Monte, el infame timo de los tres naipes.

“El bonneteau no es realmente un juego de naipes”, según Georg, que atrae a los turistas a las mesas donde atienden los artistas del mangoneo. “Es un juego de azar: una vez se han mezclado las cartas, tienes que elegir una de las tres que te ponen delante. Solo una es el as de picas. Si la encuentras, doblas lo apostado”.

Lo normal es que los jugadores apuesten poco al principio, para después, cuando cobran confianza, jueguen por 100, 200 y hasta 500 euros; el tiburón de los naipes se mete el as de picas en el bolsillo sin que nadie se dé cuenta y el jugador pierde. Es el truco más viejo que existe, pero según la policía de París, los más de 80 hombres que trabajan en las mesas próximas a la Torre Eiffel ganan entre todos hasta 2.000 euros al día.

Aunque no hay un vínculo claro entre estos timadores de bajo nivel y los sindicatos del crimen organizados de la Europa del este, unportavoz de la policía parisina -que en octubre detuvo a 33 rumanos que se dedicaban al timo del bonneteau- nos dijo que no era una posibilidad descabellada. “Fijándote en la cantidad de dinero que ganan, no es ridículo hablar de una auténtica mafia”.

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JULIEN MOREL

LOS SECUESTROS VIRTUALES SON UN PROBLEMÓN

En 2011, una tarde de domingo, un hombre al que nos referiremos como Carlos recibió una llamada mientras almorzaba con su esposa. Escuchó lo que sonaba como la voz de su nieto llorando y sollozando. Pensando que el chaval, de 16 años, había sido secuestrado, se encontró con los criminales para darles todas las joyas que tenía, pero al parecer no era suficiente para cubrir el rescate que le exigían. A la mañana siguiente sacó de su banco 7.000 reales (unos 2.100 euros).

“Esos hombres eran profesionales”, me dijo Carlos. “Nos estuvieron vigilando, no dejaron de llamarnos durante toda la tarde.

Te vuelves totalmente estúpido cuando estás en sus manos, haces cualquier cosa que te digan”.

Reunió su dinero y objetos de valor con tanta prisa que ni siquiera se tomó el tiempo para averiguar si su nieto estaba realmente secuestrado. La verdad era que estaba durmiendo pacíficamente en casa del hijo de Carlos, algo en lo que solo pensó cuando estaba de camino para entregarles el dinero a los criminales.

Este tipo de falsos secuestros se ha convertido en algo común en Brasil en los últimos años: ¿por qué secuestrar de verdad a un chaval cuando puedes engañar a la gente con unas cuantas amenazas huecas?

Dicho esto, las llamadas que empiezan con súplicas y gritos (a menudo los criminales utilizan grabaciones) son difíciles de ignorar en un país en el que los secuestros reales son frecuentes. Sin embargo, la policía militar me dijo que la mejor forma de tratar una situación como esta es mantener la calma, no dar a esa persona ninguna información y tratar de contactar con la supuesta víctima del secuestro.

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Las estadísticas sobre este tipo de delito en Brasil son escasas, ya que la mayoría de las víctimas no denuncian haber sido objeto de estafa, pero Associated Press informó en 2007 de que solo en los primeros 45 días del año se registraron más de 3.000 denuncias por secuestro virtual. Para empeorar las cosas, hay poco que la policía pueda hacer para atajar esta ola de fraude: aun en caso de lograr detener a sus perpetradores, de lo único de lo que les pueden acusar es de tentativa de robo.

ANNA PAULA MASCARENHAS

USTED YA HA GANADO

Si los canadienses quieren ganar miles de dólares a la semana, lo único que tienen que hacer es engañar a sus vecinos del sur haciéndoles creer que han ganado premios. Fácil, ¿no?

El ardid se conoce como “equilibrado de precios” y, según nos contó un antiguo estafador telefónico, funciona así: alguien en Estados Unidos recibe una llamada de un canadiense que le da buenas noticias. ¡La persona a la que está llamando ya es un ganador! Lo que sea que haya ganado va variando; en uno de los casos de los que tengo noticia, se trataba de un “barco con velas del más sólido lienzo y suelos de rica caoba”. Todo lo que los afortunados ganadores tenían que hacer para tenerlo atracado ante su casa era pagar las tasas de aduanas. Estas ascendían a unos 300 o 400 dólares, pero, ¿qué son unos pocos cientos si vas a obtener un lujoso velero? Y lo cierto es que lo obtuvieron: poco después de enviar el dinero -normalmente a través de Western Union- recibieron por correo una caja que contenía un modelo de barco de 30 centímetros con velas de lienzo y suelo de caoba.

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Las víctimas preferentes son en su mayoría personas ancianas que probablemente se sienten felices simplemente por tener alguien con quién hablar. Una vez estos timadores de pico de oro les han soplado el dinero, sus posibilidades legales de recuperarlo son escasas: los ardides más exitosos son aquellos que no infringen seriamente las leyes, como el timo del barco, y procesar a los estafadores por delitos transfronterizos resulta complicado. Y si alguno de estos tipos no tiene más remedio que abandonar una estafa por haber recibido muchas denuncias, en el plazo de una semana pueden reciclar el fraude, empleando otro nombre y trasladándose a otro edificio calle abajo.

MARTHE CÔTÉ

FONDOS FANTASMA

Gracias al caos político y económico que sigue agitando a su país, un enorme número de egipcios han intentado abandonar su tierra natal por los más estables pastos de Estados Unidos. No obstante, las opciones de ir y quedarse legalmente en Norteamérica son bastante difíciles. Puedes conseguir que te avale un miembro de tu familia que ya esté en los EE.UU., pero ese proceso tarda quince años en completarse. Puedes participar en la lotería de la tarjeta verde, pero eso requiere gran cantidad de suerte. O puedes solicitar un visado de estancia temporal e ir renovándolo.

El principal problema es que EE.UU. requiere que cualquier egipcio que solicite un visado temporal acredite poseer bastantes bienes -empresas a su nombre y unas 100.000 libras egipcias (casi 11.000 euros) en el banco- que demuestren que llega como turista deseoso de inyectar dinero a la economía americana (tener una empresa a tu nombre demuestra a los funcionarios de inmigración que tienes un motivo para regresar a Egipto). La mayoría de egipcios no posee este capital, así que aquellos que desean marcharse a menudo sacan partido de la corrupción existente en su país.

En mi último viaje a Egipto, en junio pasado, conocí a un abogado que tiene un chanchullo facilitando visados de estancia temporal. Por una pequeña cantidad, no tendrá problemas en contactar con amigos suyos en bancos y sobornarlos para que creen una falsa cuenta bancaria que demuestre que el solicitante dispone del dinero requerido que le cualifique como turista. Una vez la solicitud de visado es procesada, la cuenta bancaria desaparece con la misma facilidad. Todo el mundo gana: el abogado y el banquero se ganan un dinero por sus desvelos y su cliente consigue viajar a Norteamérica, donde, por supuesto, tendrá que trabajar de forma ilegal ya que su visado no sirve como permiso de trabajo.

ANGELINA FANOUS

TIRADOS EN GRECIA

Se calcula que en Grecia hay unas 20.000 personas sin hogar, las cuales tienen su propio y particular sistema económico, como pude comprobar cuando en 2007 acabé durmiendo en las calles de Atenas. Poco después de convertirme en un sin techo, una banda de georgianos se me acercó y me ofreció trabajo como mula de drogas. Sé de mucha gente que ha hecho algo por el estilo, además de aquellos que simulan ser indigentes para vender drogas: a la policía le resulta más difícil seguirte la pista cuando no tienes un permiso de residencia permanente. Esto sucede, sobre todo, en el centro de Atenas.

Las bandas también pagarán a aquellos que acepten “proteger” a sus prostitutas, la mayoría de ellas de la Europa del este. Yo hice esto durante un tiempo. El trabajo consiste en tener un ojo puesto en las putas y hacer saber a las bandas si sucede algo con los clientes o la policía. Otra práctica habitual es hacer que la gente de la calle abra cuentas bancarias, que las bandas usan luego para blanquear dinero. Se necesitan menos de 150 euros para convertir a un sin techo en cómplice de un delito financiero.

Después están los mendigos profesionales. En Atenas, la mayoría son gitanos bien entrenados procedentes de Rumania, Albania y el sur de Bulgaria. Trabajan en grupos y en zonas concretas, y viven en pisos o colonias gitanas. Si no eres uno de ellos y tratas de trabajar en su zona, te metes en un problema gordo. En ciertos lugares puedes sacarte hasta 3.000 euros al mes. Mezclados con los mendigos hay también carteristas, sobre todo en la temporada de vacaciones. Se trata principalmente de mujeres, que te rajan el bolso con una cuchilla y te roban la cartera debajo de tus narices.

“THANASSIS”, COMO LE CONTÓ A ANTONIS DINIAKOS