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Sexo

La primera vez que hice porno

La pornografía no es sólo una forma de entretenimiento, educa y moldea sociedades. Decidí hacerlo para crear un impacto positivo. Como diría Annie Sprinkle: "La respuesta al porno malo no es prohibir la pornografía, sino hacerla mejor".

Todas las imágenes de Nico Bertrand.

El día anterior estuve tranquila, pero conforme se acerca la hora me inquieto más. Voy a masturbarme frente a una cámara y esta vez será muy distinto a hacerlo por la webcam para mi ex novio. Es otro tipo de público.


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Llego tarde y acalorada.

Nico ya está preparando el espacio para la primera escena. Sólo estamos él y yo en su departamento. Hemos creado una cercanía en la que puedo contarle sin filtro todas mis preocupaciones: necesito ducharme, tengo que pintarme las uñas y no creo que me corra. Nos conocemos muy poco, pero nos entendemos muy bien. Me doy cuenta enseguida de que es un rodaje atípico y eso me gusta. Conocí el trabajo de Black Mind Studios hace algunos meses, cuando buscaba productoras en España que ofrecieran algo innovador. Nunca había visto a una chica orinar sobre peluches de Hello Kitty y mucho menos había sentido que fuera algo jodidamente erótico hasta que entré a su página web. Cada imagen destaca por la calidad de la estética y, personalmente, me fascina ver porno en modelo cinematográfico. Hace un año Nico y Anneke crearon este proyecto con el objetivo de eliminar tabúes haciendo arte de las perversiones y parafilias. Pienso que quiero formar parte de algo así. Si voy a hacer porno será del tipo que pretende mover neuronas y Nico está lleno de buenas ideas para conseguir ese efecto en la gente.

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Mi relación con la pornografía comenzó cuando era menor de edad. Durante la madrugada me escondía bajo la mesa del comedor para frotarme con cosas mientras veía en la televisión —siempre en silencio— los canales codificados. Nunca se distinguía con claridad lo que estaba sucediendo, pero saber que no debía verlo era excitación suficiente: lo convertía en un acto más salvaje y liberador. Después llegó el momento en que el internet se volvió accesible y, a partir de ahí, no paré. De pronto se abrió delante de mí un vórtice de obscenidades sin límites ni restricciones que me hipnotiza. Se activa en mí un estado hedonista dirigido hacia el placer sexual que siempre ha ido a más. Pero hacerme mayor me adjudica, sin que lo pida, una conciencia sobre el mundo y me doy cuenta que la pornografía no es sólo una forma de entretenimiento. Está en la casa de todos y nos acompaña en distintas etapas de la vida. El porno educa y moldea sociedades. Las escenas que vemos nos influyen e interfieren en nuestra percepción del sexo y los roles de género. Como prostituta, lo noto en las relaciones con mis clientes, en sus expectativas y preferencias. Hace tiempo decidí que si iba a exhibir mi sexualidad sería para crear un impacto positivo. Entonces recuerdo leer a Annie Sprinkle: "La respuesta al porno malo no es prohibir la pornografía, sino hacer mejores películas porno". Nico me maquilla, arreglo mis uñas y hablamos sobre lo que vamos a hacer, cómo y por qué. Es fácil olvidar los nervios cuando la figura que dirige tiene en consideración todo lo que pienso y siento. No es casualidad que quiera grabar mis orgasmos por primera vez bajo su dirección. En la primera conversación que tuvimos me preguntó: "¿Qué quieres hacer tú? ¿Por qué quieres grabar conmigo?" El contenido que vamos a hacer es una mezcla de mis fantasías y su visión sobre el deseo. Yo busco un espacio seguro para explorar guarradas y él sabe convertirlas en algo bonito. Nuestro punto en común son las ganas de aportar un valor.

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Mientras repasamos el guión le hago mil preguntas y quiero que me cuente por qué decidió que cuando él me esté dando sexo oral el plano esté centrado en mi cara y no en mis genitales. "¿Por qué buscas mi gesticulación y no prefieres captar el ritmo de tu lengua? Y si no se va a ver, ¿por qué hacerlo real cuando fácilmente se puede crear la ilusión en el espectador?", pregunto. Me habla de estimular el imaginario. Excitar de otra manera. Mostrar una sexualidad natural con la que puedas identificarte o sorprenderte. En una industria superpoblada de machos alfa dominantes, mujeres pasivas, posiciones pensadas para la cámara y no para los cuerpos, hace falta dar lugar al placer de verdad. Ese que incomoda porque a veces despierta cosas en ti que pensabas que no tenías. Es necesario hacer cosas que desafíen lo establecido.


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El plano está centrado y empezamos a grabar. Se me acelera el ritmo cardíaco por tener un objeto extraño apuntando a mi cara, pero el primer beso me calma. Sin intentarlo tenemos una coordinación casi idílica. Hay contrastes continuos de sus manos siendo delicado y agresivo. Empiezo a excitarme y la cámara se convierte en un elemento que añade morbo. Es como estar de pie dentro de un escaparate compartiendo mi placer con quien quiera verlo. Una manera nueva de conectar con otros. Fin de la escena. Ahora el plano apunta a la cama. Todo lo que se muestra de forma explícita es una invitación a que pienses sobre lo que te estamos ocultando. No hay segundas tomas. El vídeo es una documentación auténtica de las respuestas inmediatas que tiene mi cuerpo a cada estímulo. Sin actuación. Es como si te permitiera estar a mi lado.

Puedes ver el video completo aquí.

Esa misma tarde grabamos el segundo video. Noto que ya no me preocupan las cosas que antes me importaban. Ese grado de relajación se alcanza haciendo las cosas por las razones correctas. Mi primera escena porno se centró en disfrutar y poner en el mundo un contenido desafiante. Así serán todas las que sigan.

Puedes seguir el trabajo de Natalia aquí.