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Hay mucho más Hitlers de lo que creías

Los nombres son importantes, pero también pueden ser una mierda. Matt Ogens investigó cómo se ven afectadas las personas que comparten el apellido más estigmatizado de la historia.
Jamie Clifton
London, GB

Un pastel de cumpleaños para Adolf Hitler Campbell.

Los nombres son importantes. Si no tienes uno, es muy difícil que puedas hacerte una de esas tazas personalizadas o por lo menos presentarte ante la gente. Pero los nombres también pueden ser una mierda. Por ejemplo, uno de mis profesores se apellidaba Pacheco y eso no le facilitaba las cosas con los alumnos.

En el documental Meet the Hitlers, el director Matt Ogens —autor de Confessions of a Superhero— investiga de qué manera nuestro nombre condiciona nuestra identidad. La película nos presenta a una serie de personas, con vidas muy distintas, que se apellidan Hitler (o Hittler), uno de los nombres más estigmatizados que existen, y trata de mostrarnos cómo les afecta esto, para bien o para mal, en su vida cotidiana.

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Llamé a Matt por teléfono para saber un poco más sobre su película.

VICE: Hola, Matt. ¿Por qué decidiste ir en busca de todos esos Hitlers?
Matt Ogens: Una amiga mía de la universidad se casó con un tipo que se apellidaba Hitler. Recuerdo que cuando los iba a visitar me fijaba mucho en el nombre que estaba junto al timbre. En Navidad, enviaban tarjetas de felicitación que decían: “¡Feliz Navidad de parte de los Hitler”, lo que resultaba un poco extraño. Me hizo pensar en lo que debía suponer vivir con un apellido como ése. En cómo te afecta, ya sea de manera positiva o negativa.

Como en el papel que tiene tu nombre en tu identidad.
Exacto. Todos tenemos un nombre y un apellido, pero si no tienes uno curioso, no le das importancia. Pero si lo tienes, ¿cómo te afecta? ¿Te condiciona? Me interesaba buscar el apellido seguramente más célebre de la historia y hacer una especie de estudio sociológico desde esa perspectiva.

¿Te costó trabajo lograr que se prestaran a participar? Me imagino que unos cuantos Hitlers están contentos con su apellido, pero no por eso les gustaría ir por ahí haciendo publicidad de ello.
Para empezar, muchos de los que tienen ese apellido no aparecen en las listas telefónicas porque no quieren estar recibiendo llamadas de bromistas. Desafortunadamente, fue bastante complicado lograr que aceptaran. Creían que los íbamos a juzgar, cuando precisamente la película trata de que no se puede juzgar a nadie por las apariencias. No juzgues a la gente por su nombre, júzgalos por sus actos. En la película sale buena gente con ese apellido y mala gente que también tiene ese apellido.

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¿Conociste a alguien que realmente la pasara mal por llevar ese apellido?
Hay dos casos distintos. Por un lado, gente como Jean Hitler, un señor mayor —debe tener 83 años—, casado, con cuatro hijas y una buena vida. Él te diría que no se cambió el apellido porque es el de su familia desde antes de que existiera Adolf Hitler. ¿Por qué debería cambiárselo? Dice que a él no le ha afectado, pero en cambio a sus cuatro hijas, en la escuela seguramente sí les afecta. Una de sus hijas se postuló, creo, como delegada de clase, pero el resto de sus compañeros la abucheó y perdió. Así que está claro que les afecta, sólo que a unos más que a otros.

¿Y conociste a alguien tan indiferente con el apellido Hitler que te sorprendiera?
Entrevistamos a una chica llamada Emily Hitler, que en ese entonces tenía 16 años. Vive en un pueblito cerca de St. Louis, en Misuri, así que está bastante aislada, sólo rodeada de su familia y amigos. Lo que no sabemos es cómo le irá cuando tenga que ir a la universidad, encuentre trabajo o simplemente se vaya a vivir a otro sitio. Mi teoría también es que ella pertenece a una generación a la que la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y Adolf Hitler les queda ya muy lejos. Una chica de 16 años puede que no tenga una opinión tan formada sobre Hitler como la que tenemos nosotros. Quizás si se llamara Bin Laden las cosas serían peor para ella.

Precisamente quería preguntarte por eso: si lo que la gente opina sobre ese apellido tiene algo que ver con cuestiones de edad o culturales. Como que haya tiendas de ropa en la India que se llaman “Hitler”, porque ahí ese nombre no tiene el peso histórico que tiene en Europa o Estados Unidos.
Totalmente. Nos interesamos por ese aspecto. Nos interesamos por esa línea argumental. Llegamos incluso a considerar otros apellidos para incluirlos en la película, pero al final no lo hicimos. Pero es cierto que los nombres tienen efectos diferentes en cada cultura. Como dices, en la India existen esas tiendas. De hecho, ahora ya no los hay, pero hace unos años también había restaurantes temáticos sobre Hitler.

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Heath Cambell, quien llamó a su hijo Adolf Hitler.

¿Qué opinas sobre la familia que aparece en la película y que le puso a su hijo Adolf Hitler?
Como director de documentales, debo de ser objetivo. Pero también soy persona. Hay quien dice que es una cuestión de libertad de expresión, que debes poder ponerle a tu hijo el nombre que te dé la gana. Pero yo creo que si le pones a un niño un nombre como ése sabes que va a afectarle el resto de su vida. Se trata simplemente de que su padre, Heath Campbell, es un neonazi. Ésa es su ideología. Tiene varios tatuajes de esvásticas. Era una declaración de intenciones. No se trataba del niño, sino de sí mismo.

Claro. ¿Esperabas encontrarte con algún neonazi cuando empezaste a producir la película?
Hacer documentales puede ser algo inquietante porque, cuando empiezas a rodar, no sabes cómo terminará: las cosas cambian a medida que te vas metiendo más y más. Al principio pensé: “Voy a hacer una película grotesca sobre gente que se apellide Hitler”. Una especie de comedia negra. Pero la cosa fue mucho más allá. Sin embargo, no deja de ser una película de personajes; no trata de salvar a las ballenas ni nada de eso. Se trata de personas. El hilo conductor es el vínculo entre el nombre y la identidad.

¿Y qué tan importante crees que es ese vínculo?
Creo que nuestro nombre puede afectar la manera en que la gente reacciona ante nosotros desde que somos niños. Ésa es la época en la que se forma el cerebro y construimos nuestra identidad. Así, por ejemplo, si de pequeño se burlaban de ti por culpa de tu nombre, eso es algo que te puede afectar a tu identidad como persona.

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¿Hubieras conservado tu apellido si hubieras nacido Hitler?
Si naces con un apellido, naces con un apellido. En mi caso —soy judío—, me lo hubiera cambiado. No les legaría ese apellido a mis hijos. Entiendo a quienes argumentan que se trata de una herencia familiar, pero para mí no vale la pena ir por la vida con esa carga. No vale la pena hacer pasar a tus hijos por eso. Pero ésa es sólo mi opinión.

Pero respeto a gente como Jean Hitler, cuya familia ha llevado ese apellido desde el siglo XVIII, lo respeto y entiendo que quisiera conservarlo. Así que intento no juzgarlo. Con tipos como Heath Campbell —que no se llama Hitler de nacimiento, sino que le pusieron a su hijo Adolf Hitler por motivos muy concretos— la cosa es diferente. Me cuesta más aceptar eso.

Por supuesto. ¿Con qué más te quedas de la experiencia de hacer esta película?
En la película aparece un personaje que se llama Jim Riswold. Es un creativo publicitario bastante famoso y además es un artista conceptual de estilo satírico. En una de sus series de esculturas se ríe de los dictadores, y ha hecho obras sobre Hitler. En cierto sentido, en la película él es la voz de la razón. Explica que la gente habla sobre Hitler entre susurros, pero que si Hitler viviera hoy en día, o si nos observa desde el infierno, eso a él le gustaría. “Me veneran”, pensaría. Con su arte, Riswold ha hecho algo para reírse de Hitler, algo que lo encabronaría. Es como decir: “Si te puedes burlar de algo, puedes vencerlo”.

Debemos ser juzgados por nuestros actos y por la clase de personas que somos. Eso es algo que dice mucho más sobre quiénes somos que nuestro nombre.

Gracias Matt.

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