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Cultură

Dejé todo para montar un santuario de animales

Laura Luengo empezó con cinco perros en un departamento y ahora vive en una granja donde cuida a más de 300 animales.

Todas las fotografías por Tras los Muros.

Laura Luengo es, junto a su pareja, Edu Terrer, la fundadora del santuario Wings of Heart, situado a 40 kilómetros de Madrid. Un terreno de algo más de seis hectáreas donde viven unos 300 animales de granja que han sido víctimas de la explotación y el maltrato, y que se mantiene exclusivamente de las aportaciones de sus socios y simpatizantes. Su historia ha inspirado un libro, Refugiados, que verá la luz en octubre. Una obra que firma Tras los Muros, fotógrafo y activista por los derechos de los animales, y cuyos beneficios irán destinados al propio santuario.

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VICE: ¿En qué momento decidiste dedicar tu vida a los animales?
Laura Luengo: Tengo 35 años. Desde los 22 soy vegana y activista por los derechos de los animales. Conocí a Edu y empezamos a hacer labores de concienciación: repartir folletos, carteles, etcetera. Poco a poco fuimos tomando conciencia del discurso antiespecista: los animales son iguales a nosotros y tenemos que respetarlos y ayudarlos. Pero a todos, no solo a perros y gatos. Pasamos de vivir en un departamento con cinco perros a una casa con terreno y más animales. Luego, a otra con un terreno aún más grande. Un buen día te das cuenta de tus limitaciones, y decides plantarte y decir: hasta aquí.

Los animales son iguales a nosotros y tenemos que respetarlos y ayudarlos. Pero a todos, no solo a perros y gatos

¿A qué te dedicabas antes?
Estudié cuatro años Bellas Artes y luego fui saltando de trabajo en trabajo: teleoperadora, recepcionista… Cualquier cosa que me permitiera dedicar las tardes a los animales. Quería poner todas mis fuerzas en ello.

¿Qué dificultades encontraste a la hora de poner en marcha Wings of Heart?
De todo tipo. Cuando empezamos no había ninguna asociación centrada en ayudar a los animales de granja. Por ejemplo, resultaba complicado encontrar un veterinario que quisiera salvar a una oveja aunque el tratamiento fuera más caro que la propia oveja. Se han reído de nosotros por gastarnos dinero en salvar vidas de animales a los que se considera un objeto o un trozo de carne. Y ese es el mayor problema al que nos hemos enfrentado: la incomprensión.

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¿Cuánto cuesta mantener un santuario como este?
Depende de los cuidados que haya que dar cada mes, pero de media, entre 7,000 y 8,000 euros entre el alquiler del terreno, alimento, instalaciones…. La verdad es que funcionamos por encima de nuestras posibilidades. En caso de urgencia, de que demos con un animal cuyos cuidados vayan a suponer un gran desembolso económico, decimos que sí y confiamos en que la gente nos ayude. Para ello juegan un papel esencial las redes sociales, en las que somos muy activos y a través de las que obtenemos la mayor parte de las aportaciones.

¿A qué has tenido que renunciar para vivir y trabajar en Wings of Heart? Por ejemplo, me imagino que vacaciones tendrás pocas…
¿Vacaciones? Ningunas (risas). Con la carga de trabajo que tenemos, es algo impensable. No paramos.

¿Cómo es un día en tu vida?
Nos levantamos a las 7:30 y tenemos una reunión las cuatro personas que estamos aquí para hablar de la actividad de cada uno y de sus necesidades. Después empezamos a dar desayunos. Una vez terminamos, medicamos a todos los animales y empezamos con tareas de limpieza. Entretanto, cada uno se centra en un área concreta. Yo me encargo más de la comunicación. Edu, más de labores veterinarias y de logística. Algo muy duro: ¡ayer se tuvo que descargar 300 balas de heno él solo!

¿Cuál es tu momento preferido del día?
Uno de los más especiales es precisamente el desayuno. Porque te acabas de levantar, vas a verlos, y siempre te reciben con una sonrisa. Los animales son muy optimistas y te transmiten cosas muy bonitas. Da igual con qué humor te hayas levantado de la cama. Te podría contar mil historias. Baku, uno de nuestros cerdos, me acompaña cada mañana en el reparto de comida, y no me deja en paz hasta que le rasco la barriga. Manu, un potrillo que llegó en condiciones lamentables, siempre frota su cabeza con la mía a modo de ritual. Frank, un gallo tuerto con el que pasé mucho tiempo en casa, me espera a la puerta del almacén, porque sabe que siempre le cae un puñadito extra. A pesar de que hay mucho trabajo, siempre intentas dedicar tiempo a estar con ellos y a disfrutar su compañía.

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Se han reído de nosotros por gastarnos dinero en salvar vidas de animales a los que se considera un objeto o un trozo de carne

¿Tienes debilidad por alguno de ellos?
Sí. Por aquellos que llegan en peores condiciones, traumatizados por el trato que han recibido. Esa es mi tarea: pasar más tiempo con ellos. No es justo que vivan con miedo.

Dadas esas condiciones en las que llegan muchos animales, la muerte es algo a lo que se enfrentan con frecuencia. ¿Cómo afrontan esa situación?
Es duro, quizá la parte más triste de todo esto. Si es un animal que ha podido tener la oportunidad de ser feliz y muere de viejo, es diferente. Pero si se trata de un animal rescatado que llega muy mal, por el que haces todo lo posible y que muere sin haber conocido esa libertad, resulta muy injusto. Incluso aunque sepamos que va a morir, intentamos que se lleve un recuerdo de paz. Por nuestra parte, nos esforzamos en convertir la muerte en una motivación: los animales que se van hubieran deseado que sigas ayudando a otros y les des la oportunidad de tener una vida feliz.

Los animales viven juntos. ¿Cómo se llevan?
Muy bien. De hecho, eso es algo que sorprende mucho a la gente cuando viene. Es como un orfanato y ellos, como hermanos. Todos saben que hay que cuidar del resto. Por ejemplo, cuando traemos un animal nuevo, especialmente si es un bebé, lo llevamos en brazos y todos se acercan y lo huelen. Hacen rápidamente relaciones fuertes entre ellos y se ayudan mutuamente a salir adelante. Y ese mismo respeto lo muestran hacia nosotros: la gente se sorprende de ver a un toro de 700 kilos comportándose mansamente. Pero si das cariño a cualquier animal, él te corresponde con el mismo cariño.

¿Crees que la visión social de los llamados 'animales de granja' está cambiando?
Es algo difícil de medir, pero confío en que sí. Día con día vemos que cada vez más gente se acerca a nosotros. Gente que nos dice que su educación les ha llevado a ver a los animales de otra manera, y que está dispuesta a cambiar, que se apunta a alguno de nuestros cursos de cocina vegana y da un giro a su mentalidad. Para mí eso es una victoria.

Imagino que no todo el mundo que se acerca al santuario es vegano. ¿Es una parte esencial de su manera de entender Wings of Heart?
Sí, pero hay mucha gente que no lo es. Aproximadamente la mitad. Muchos son jóvenes, y para ellos es más fácil cambiar su manera de ver a los animales que para una persona mayor. Pero que muestren interés por cambiar es algo muy valioso.

Si tuvieras que resumir tu experiencia en estos años, ¿con qué te quedarías?
No es fácil quedarse con una sola cosa. Los animales me han enseñado muchísimo más de lo que yo podría aportarles en muchos años de trabajo. Me quedo con la convicción de estar haciendo lo correcto. Porque a menudo se nos olvida lo importante: los animales son maravillosos, y lo que podemos aprender de un cerdo, una gallina o una oveja es impagable.