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Cultură

Un monumento de tolerancia desató el odio racista en Texas

Bajo el lema "White Lives Matter", este grupo opina que las leyes que previenen el odio racial son un aparato para perseguir al hombre blanco.

Foto por Álvaro Céspedes.

A las diez de la mañana del sábado 19 de noviembre se llevó a cabo de manera ordenada y optimista a los pies del Capitolio del estado de Texas, en Austin, el evento de inauguración de un monumento para conmemorar la historia y relevancia de los afroamericanos en el estado.

De manera paralela, a escasos metros, menos de una docena de supremacistas blancos iniciaron una protesta, revelando que el odio y los deseos de segregación aún están enraizados en la mente de miles de estadounidenses.

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Bajo el lema "White Lives Matter", este grupo opina que las leyes que previenen el odio racial son un aparato para perseguir al hombre blanco.

Foto por Álvaro Céspedes.

Para contrarrestar la influencia de estos individuos, un grupo llamado Smash Fascism Austin convocó a sus seguidores al mismo tiempo en el mismo lugar.

Me sentí confiado cuando vi con sorpresa a una multitud mucho más numerosa presentarse para demostrar que los discursos racistas no tienen espacio en esta ciudad.

El que parecía ser el líder de White Lives Matter era un tipo alto, corpulento, en sus cuarentas, con una barba de chivo tan blanca como su color de piel. Su nombre es Scott Lacey, residente de la ciudad de Houston, unas horas al este de Austin.

Foto por Álvaro Céspedes.

Una cicatriz gruesa recorre la mayor parte del lado izquierdo de su cara. En la parte más alta de su cabeza, rapada sin un solo pelo, hay dos series de tres líneas rectas, una junto a la otra, enmarcadas dentro de un perfecto círculo: estaba incrustado con tinta negra un tatuaje con el logo de la SS, el temido aparato de represión interna de la Alemania nazi.

Lacey iba acompañado de otro líder del movimiento nacionalista blanco de Houston, Ken Reed, quien portaba orgullosamente una gorra de la campaña de Donald Trump y una camisa con un texto en la espalda: "Prefiero levantarme y pelear por lo que amo, en lugar de vivir arrodillado, obedeciendo lo que odio". La parte de en frente de la camisa tiene un logo con un águila volteando a la derecha, con fuego en la cola.

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La foto del perfil de Facebook de Reed muestra un grupo de blancos sonriendo frente a un gran cartel con el nombre y logo de White Lives Matter. Uno de los hombres en la foto, con lentes oscuros, cabeza rapada y media sonrisa, levanta el brazo derecho a la vieja usanza nazi.

Foto por Scott Squires.

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Del otro lado, frente al monumento, habían algunas familias afroamericanas admirando el nuevo monumento e intentado ignorar el agresivo encuentro del otro lado de la calle.

"Yo vine a admirar el nuevo monumento, quiero que mis hijos y nietos se sientan orgullosos de que estuve aquí. Esa fue la razón por la cual me desperté temprano esta mañana", me dijo un hombre frente al monumento. "Aquello que está sucediendo allá es completamente innecesario."

Regresé al tumulto enardecido, en el cual ya habían arrestado a dos personas. Junto a mi se enfiló el despliegue de granaderos con un completo atuendo antidisturbios. La tensión en el ambiente aumentaba cada minuto.

Foto por Scott Squires.

"Estos tipos, neciamente, se niegan a aceptar la realidad del racismo sistémico en Estados Unidos. Es incluso poético el hecho de que sean tan pocos, rodeados por un océano de gente que está del lado correcto de la historia, que están conscientes que el racismo y el sexismo todavía prevalece en este país. No sé si sean ignorantes o simplemente malintencionados", me compartió Suniel Joseph, uno de los activistas.

Minutos después, la policía montada separó a los activistas anti fascistas en dos bloques alejados uno de otro, abriendo la calle para que el diminuto grupo de nacionalistas blancos tuviera más espacio y estuvieran más alejados de los gritos de los anti fascistas.

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"Estoy aquí porque no me gusta la idea de tener neo nazis en mi ciudad. Punto. Austin es un poco diferente al resto de Texas, y definitivamente no se puede hacer esto acá", me comentó Joshua Cantú. "Esto es terrible síntoma de que la gente no logra conseguir que le vaya tan bien como les gustaría y están buscando alguna razón para explicar por qué todo se está yendo a la mierda. Ese enojo se transmite de maneras poco sanas, pero detesto esa mentalidad", agregó.

Foto por Scott Squires.

La temperatura de la mañana aumentaba, y con ella, el discurso de ambos lados. "América nunca ha sido grande, que se chinguen a estos fascistas, chinguen su odio", gritaba la turba anti fascista. "Sigan a su líder, suicídense", fue otro de los más coreados, en referencia al desenlace de Hitler. Un helicóptero volaba encima de nosotros.

Al salir del tumulto y alejarme de aquel espectáculo apocalíptico, pensé en la importancia del diálogo. Ambos lados, aunque uno más numeroso, no hicieron más que gritarse unos a otros.

Del otro lado, encontré a un tipo, no mayor a 30 años, con una gorra blanca con el mantra Trumpiano "Make America great again" y una bandera estadounidense.

Al llegar a él, ya estaba rodeado de gente enmascarada gritándole que se fuera. Al preguntarle qué hacía allí, contestó con una sonrisa burlona:

"Solo estoy aquí para hacer enojar a un grupo de comunistas. Parece que odian a América, odian a su presidente y odian a la gente blanca. Creo que están aburridos, al parecer es lo que hacen los estudiantes universitarios cuando no tienen clases".

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Foto por Scott Squires.

Al terminar de hablar conmigo, llegó a enfrentarlo una mujer: "Creo que lo mejor que puedes hacer por tu país es criticarlo para que funcione para todos. Este país solamente ha funcionado para los hombres blancos".

Su nombre es Larisa Manescu, proveniente de Rumania, a quien le fue aceptada su nacionalidad estadunidense en febrero. "Es decepcionante que ésta haya sido la primera elección en la que voté", concluyó nerviosa, con ojos llorosos y visiblemente afectada por lo que estaba sucediendo a su alrededor.

Mientras tanto, los miembros de White Lives Matter seguían en la calle, protegidos por un cerco policial compuesto de todos orígenes. Macías, Verduzco, Domínguez, Vázquez y Núñez eran algunos de los apellidos bordados en los uniformes de los policías que evitaban el contacto entre los dos grupos.

Foto por Scott Squires.

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El histórico monumento que fue develado horas antes pasó a un segundo plano. Se trata de un monumento honrando el pasado y el presente de una comunidad rechazada, situado justo en un lugar donde el legado confederado es aún atesorado por millones.

Es muy claro que el racismo está presente en Estados Unidos, y no es necesario presenciar una manifestación de orgullo blanco para saberlo. Sin embargo, el hecho de que este tipo de discursos de odio acontezcan en el centro de Austin con la protección y bendición de guardias estatales, bajo la premisa de libertad de expresión, me sigue pareciendo una absoluta contradicción.

A pesar de ahora contar con un hermoso monumento que representa tolerancia y respeto, todo parece indicar que el valor que más prevalece aquí es el odio. Me alejé solamente unas cuadras, y en esta ciudad, llena de contradicciones, la gente hace sus vidas, pareciendo que no les molesta aquello que sucede tan cerca y tan lejos de ellos.